Muchas “opiniones” se han vertido en relación con la reciente agresión a Salvador Cabañas, pero pocas -acaso ninguna- valiosas inteligentes, ponderadas. Antes de comenzar con el desarrollo de mi dictamen respecto al tema, me gustaría señalar lo siguiente: el acto de razonar, discurrir, genuinamente en nuestro país, fundamentalmente a nivel prensa (ya que en ésta se respalda la abstracción colectiva de los hechos), ha entrado en una fase de parálisis absoluta, pues, explica, escudriña, analiza, con las patas, no con la cabeza. El caso Cabañas me parece inmejorable para convalidar esto último.
Empecemos con la exposición de los argumentos más conocidos –orientados invariablemente a justificar la brutal embestida contra el futbolista. (Nótese el matiz esencialmente policíaco y/o moral). “Cabañas agredió verbalmente al victimario”; “Es incorrecto que un profesional de su condición estuviera en un bar a altas horas de la noche”; “Al parecer el futbolista o algún pariente suyo se aproximó a una mujer de forma indebida”; “El agresor tiene por lo menos 7 identidades, y su captura es un hecho improbable”; “El Bar Bar es un espacio de entretenimiento privado que debiera ofrecer medidas de seguridad óptimas a su clientela”; “El jugador se mostró prepotente como hacen muchos ídolos populares de su condición”; etc., etc., etc...
¡A ver señores! ¡Dejemos de lado las marrullerías! Aquí el problema concreto es uno, y sólo uno: el valor de la vida en nuestro país es virtualmente nulo. Yo le pregunto a usted, adiestrado lector: si Salvador Cabañas, un personaje de prestigio internacional, ídolo en gran parte de nuestra América continental, deportista profesional intachable, es víctima de un atentado de muerte a causa de un nimio “pleito de cantina”, ¿como estaremos de expuestos a la violencia bruta los mortales que no contamos con semejantes credenciales y/o reconocimiento? Ni falta hace responder la pregunta. Solo véanse las estadísticas referentes a las muertes asociadas al crimen cotidiano. Sólo salga a la calle, intranquilo lector, y advierta la sensación de peligro perpetua.
El hecho concluyente es que hoy día los mexicanos nos “baleamos” por cualquier perogrullada. En esta época que los sofistas llaman de “transición democrática”, la circunstancia social, económica, política, cultural, ha hecho del país un muladar que controlan gánsteres y ganstersillos (llámese narcos, políticos o empresarios), que gozan de inmunidad y “fuero plenipotenciario”. El resto de los ciudadanos estamos absurdamente supeditados a sus “caprichos y lisonjas”. Incluida la gente de intachable reputación. Sino pregúntele a Salvador Cabañas y a las decenas de miles de victimas relacionadas con el violento resentimiento de “jefes”, “forajidos”, “machos”, y demás fauna exótica de análoga condición.
Días después del repugnante atentado, el director técnico del club americanista, Jesús Ramírez, lanzó otra de las múltiples declaraciones chabacanas en relación con este asunto. No exento de una “sabia” perspectiva filosófica, el entrenador del América señaló (parafraseando): “La vida debe continuar. Y el club dedicará la victoria del próximo fin de semana a Salvador.”
Hagamos un esfuerzo por comprender lo que dijo este hombre. Básicamente su argumento -tácito o explícito- es el siguiente: El violento atentado contra el jugador americanista es algo que ocurre con regularidad en la “vida”. No nos detengamos a estudiar posibles soluciones al problema. Mejor superémoslo, y juguemos el fin de semana un partido de fútbol trascendental e impostergable. Es importante que la vida de la demás gente no se vea afectada por un hecho, que aunque lamentable, aislado, omisible. En honor a un “jugador más”, que ha sudado la camiseta del club, el partido de la siguiente jornada tendrá una dedicatoria especial.
¿Suena absurdo o exagerado la traducción de sus palabras? No lo creo. Si lo vemos desde un enfoque mas amplio, veremos que la mayor parte de la opinión pública (y no se diga la privada) así piensa.
¿A que vida se referirá el D.T del club América? ¿Aquella en donde todos no “baleamos” despiadadamente? ¿Aquella en donde un “encontronazo” verbal es motivo suficiente para sacar un arma de fuego y verter todo el cartucho en la cabeza de un ser humano? ¿Aquella en donde un “hombre” de influencia y dinero vastos puede atentar contra la integridad física de aquel que su torcido juicio lo considere conveniente? ¿Aquella en donde la “ley” es un show business que arroja jugosos dividendos? ¿Aquella en donde cualquier persona (en este caso un deportista), sin importar sus cualidades específicas, es sustituible, intercambiable, como vil mercancía? ¿Aquella en donde se prioriza el entretenimiento y los negocios, por encima de la seguridad pública y la vida de los ciudadanos? ¿O a que clase de jodida vida se habrá referido el “emplumado” empleadillo de Televisa?
Grotescos absurdos del mundo moderno no le parece, consternado lector. Se lo dejo para la reflexión tenaz y concienzuda.
Sin más, este humilde e incondicional aficionado puma, le desea de todo corazón una pronta recuperación al Gran Chava Cabañas.
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