Siempre se me ha considerado un hombre propositivo. De iniciativa y espíritu de liderazgo, alegaría el emprendedor. Ante el irrevocable compromiso que esto me confiere, he convenido verter en este espacio mis observaciones en relación con el caso de Haití y la reciente catástrofe que demolió los remanentes de Nación que aun quedaban por derruir.
En 1915, después de la segunda invasión norteamericana en tierras haitianas, el entonces secretario/portavoz de Estado en EE.UU, Robert Lansing, declaró que “la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma”. Nada mas acertado y visionario que esto último. Si bien es cierto que la naturaleza en ocasiones esta fuera del control humano, también lo es que de haber contado con una infraestructura moderna y apropiada el reciente sismo que sacudió a la nación caribeña no hubiera provocado tantas muertes y tragedias. Lo cierto es que los gobiernos de este país nunca han sido capaces de promover un desarrollo feliz, sostenido y sustentable.
Como ciudadano legítimo de la nación más gloriosa que jamas haya albergado este caótico planeta, considero oportuno –acaso urgente- la intervención de las tropas norteamericanas en territorio haitiano, en virtud de restablecer el orden y la paz. No por un interés meramente fraternal y/o altruista, sino más bien, o al menos primeramente, para reorganizar las factorías y maquiladoras de propiedad estadounidense que se alojan en la isla. Grandes sumas de dinero han perdido nuestras notables empresas a raíz del terremoto. Esto es un lujo que no se deben permitir el capital y los inversionistas. Además, no debemos olvidar que gracias al asentamiento de estos grandes centros de manufactura, Estados Unidos ha contribuido plausiblemente en la generación de empleos para los haitianos. De no haber una pronta recuperación, el poder adquisitivo de los isleños se contraerá estrepitosamente. Y no hay duda que esto traerá consigo un impacto negativo en el mercado de productos alimentarios.
Cabe recordar que Haití ha sido un profuso comprador de importaciones norteamericanas, principalmente en el área de alimentos y granos básicos. Si la economía de la alicaída isla caribeña no resucita ipso facto, las perdidas en este rubro serán exorbitantes para las transnacionales agroindustriales que subvencionan Washington y sus acreditados organismos financieros multilaterales.
En otro tema, que por cierto ha suscitado polémica en los círculos de la crítica irracional e iracunda, la pomposa acusación que hoy recae sobre la organización baptista de origen norteamericano, New Life Children’s Refugee, en relación con el secuestro de 33 niños haitianos, resulta, a mi entender, completamente absurda y desquiciada. Si bien es cierto que los integrantes del grupo religioso se dirigían a República Dominicana en un autobús cargado con menores de edad, sin documento de identificación alguno, también lo es que esos niños no tenían ningún lugar mejor al cual ir. Se les acusa a mis conciudadanos de “trafico de niños y secuestro de menores”. Incluso si esto fuera verídico, ¿acaso no era preferible para estos infantes dejar aquellas colapsadas tierras en busca de nuevas oportunidades y destinos? Afortunadamente, nuestros compañeros baptistas, hermanos de la caridad, serán auxiliados por un abogado enviado desde Washington, y contarán con apoyo consular ilimitado. ¡En hora buena!
En otro asunto de mayor trascendencia, me parece que el reciente anuncio del Director del Buró de Minas de Haití, en relación con el descubrimiento de reservas de petróleo debajo de suelo haitiano, es algo digno de destacar. Ahora que el suelo y subsuelo de la isla, así como también los órganos gubernamentales que regulan su uso, se encuentran completamente devastados, considero que Estados Unidos tiene la oportunidad de situarse en una posición inmejorable para la exploración y explotación de ese subsuelo. Es urgente que el Presidente de EE.UU, Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, envíe mas tropas militares a Haití, como ya lo ha hecho, a fin de resguardar esa joya inexplorada.
En definitiva, mi proposición grosso modo es la siguiente: Ocupación inmediata de la isla; incremento de soldados incorporados a los cuerpos civiles de paz; aumento de patrullaje en el Caribe a cargo de la Guardia Costera, a fin de contener el éxodo de haitianos; reinstalación forzada de maquiladoras y centros de trabajo en función de evitar mayores perdidas para las empresas; control absoluto de los cuerpos de justicia haitianos en virtud de evitar futuras arbitrariedades de corte legal en contra de ciudadanos norteamericanos; extracción inmediata del petróleo que presuntamente posee el suelo haitiano.
En una palabra, propongo modestamente, un mayor y más eficaz despliegue militar en toda la isla, a fin de salvaguardar los intereses supremos de los Estados Unidos de Norteamerica.
(Nótese la ironía)
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