Hace ya algunas décadas le pregunté cándidamente a un ciudadano estadounidense que quien mandaba en su país no dudó en responderme ipso facto: el poder económico. Por aquellos años empezaba a descubrir las irregularidades, por llamarlas de alguna manera, de la teoría política liberal que afirma contra viento y marea que es el estado el máximo dirigente de las sociedades modernas, al que se subordinan los intereses privados en aras del desarrollo de una sociedad más justa, igualitaria y bla bla bla.
Los recientes conflictos entre el congreso y el presidente Obama por la solicitud del “hombre más poderoso del mundo” de elevar el techo de la deuda para mantener la economía a flote no deja lugar a dudas acerca de quien manda en los Estados Unidos, confirmando la respuesta que me había dado mi amigo yanqui. Por más que pinte escenarios catastróficos para su país, el primer presidente negro tendrá que aceptar la negativa de la mayoría de los congresistas y de paso remar contra la corriente en sus aspiraciones reeleccionistas.
Todo parece indicar que los conservadores tienen ganada la partida, en buena parte gracias a la negativa de Obama, a principios de año, para aumentar los impuestos a los superricos - como la familia Bush- y apostar en cambio a seguir aumentando la deuda para mejorar la economía nacional. Peor aún, los conservadores han logrado convencer a la opinión pública de que los problemas económicos son consecuencia directa del despilfarro del gobierno y no, como señalan los hechos, por el cinismo y corrupción de los dueños del dinero, que se dedicaron a especular sin límites, causando el desastre financiero desatado desde 2008.
Lo anterior tiene consecuencias políticas y económicas evidentes. Por un lado la depresión se profundizará pues el gobierno recortará los gastos sociales, sobre todo en salud y educación, reduciendo aun más el poder adquisitivo de los trabajadores que han podido evitar el desempleo al alza; pero además y como consecuencia de la profundización de la depresión, Obama tiene los días contados en la Casa Blanca pues tendrá que pagar los costos políticos de la contracción del gasto público. Dudo mucho que su equipo de asesores no haya concebido el escenario que hoy enfrentan.
Entonces ¿Por qué Obama no aumentó los impuestos para fortalecer las finanzas públicas en lugar de poner su futuro político en manos de los conservadores? Porqué donde manda capitán no manda marinero. Y eso aplica también para nuestro país, donde el aumento de la deuda pública de la federación, pero también de los estados, sigue aumentando geométricamente sin que se vislumbre la posibilidad de fortalecer la recaudación fiscal,cobrándoles impuestos a los grandes empresarios, para contar con más recursos pues los que mandan aquí son los mismos que mandan allá. La idea de que el estado no es más que “… el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa” es hoy más cierta que nunca.
Los recientes conflictos entre el congreso y el presidente Obama por la solicitud del “hombre más poderoso del mundo” de elevar el techo de la deuda para mantener la economía a flote no deja lugar a dudas acerca de quien manda en los Estados Unidos, confirmando la respuesta que me había dado mi amigo yanqui. Por más que pinte escenarios catastróficos para su país, el primer presidente negro tendrá que aceptar la negativa de la mayoría de los congresistas y de paso remar contra la corriente en sus aspiraciones reeleccionistas.
Todo parece indicar que los conservadores tienen ganada la partida, en buena parte gracias a la negativa de Obama, a principios de año, para aumentar los impuestos a los superricos - como la familia Bush- y apostar en cambio a seguir aumentando la deuda para mejorar la economía nacional. Peor aún, los conservadores han logrado convencer a la opinión pública de que los problemas económicos son consecuencia directa del despilfarro del gobierno y no, como señalan los hechos, por el cinismo y corrupción de los dueños del dinero, que se dedicaron a especular sin límites, causando el desastre financiero desatado desde 2008.
Lo anterior tiene consecuencias políticas y económicas evidentes. Por un lado la depresión se profundizará pues el gobierno recortará los gastos sociales, sobre todo en salud y educación, reduciendo aun más el poder adquisitivo de los trabajadores que han podido evitar el desempleo al alza; pero además y como consecuencia de la profundización de la depresión, Obama tiene los días contados en la Casa Blanca pues tendrá que pagar los costos políticos de la contracción del gasto público. Dudo mucho que su equipo de asesores no haya concebido el escenario que hoy enfrentan.
Entonces ¿Por qué Obama no aumentó los impuestos para fortalecer las finanzas públicas en lugar de poner su futuro político en manos de los conservadores? Porqué donde manda capitán no manda marinero. Y eso aplica también para nuestro país, donde el aumento de la deuda pública de la federación, pero también de los estados, sigue aumentando geométricamente sin que se vislumbre la posibilidad de fortalecer la recaudación fiscal,cobrándoles impuestos a los grandes empresarios, para contar con más recursos pues los que mandan aquí son los mismos que mandan allá. La idea de que el estado no es más que “… el Consejo de administración que rige los intereses colectivos de la clase burguesa” es hoy más cierta que nunca.
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