La primera ministra alemana Angela Maerker y ahora Silvio Berlusconi -obligados por la voluntad popular y la conciencia ecológica de sus gobernados- han iniciado la cuenta regresiva para cerrar los reactores en ambos países y cancelar la construcción de nuevas centrales nucleares. Los japoneses están empezando a articular la presión sobre su gobierno para discutir la viabilidad el desarrollo nuclear en la isla y el llamado a cuentas de los dueños de los reactores de Fukushima, que han ocultado sistemáticamente la verdadera dimensión de la catástrofe, procurando minimizar sus pérdidas trasladando el costo del desastre al ciudadano japonés.
Pues así las cosas habría que deplorar las recientes declaraciones del gerente de la Central Nucleoeléctrica Laguna Verde, Rafael Fernández de la Garza, quien asegura que seguirán operando los siguientes diez años que quedan del permiso vigente y, por si fuera poco, están preparando la solicitud para que la Comisión Nacional de Seguridad y Salvaguardia autorice que la planta amplíe sus actividades por… ¡treinta años más! Si, leyó usted bien, si todo sale bien tendremos reactor nuclear -produciendo la miserable cantidad del 5% de la energía eléctrica nacional- para los próximos cuarenta años.
El optimismo del flamante gerente de Laguna Verde se basa seguramente en que, como señala Emilio Fortunato, coordinador del Plan de Emergencia Radiológico Externo para Laguna Verde, la energía nuclear no contribuye al calentamiento global y el costo del uranio se ha mantenido estable, no como el petróleo que sube y sube, además de ser el causante principal de la tragedia ecológica que vivimos. Esto sin mencionar que además, y debido a los supuestos altos niveles de seguridad que goza la planta, se ha convertido casi casi en una atracción circense, aunque con fines didácticos, faltaba más, pues ha sido visitado por más de mil quinientos estudiantes de nivel superior, según la nota de Ángeles Godoy, publica en el portal de alcalorpolítico.com el 16 de junio pasado.
Si algunos países europeos, que poseen mayor experiencia y dependen más de la energía nuclear, han decidido dar marcha atrás en su industria nuclear aquí no sólo se está pensando en seguirle apostando a la catástrofre nuclear (tal vez eso nos convierta en país de primer mundo) estirando la vida útil de un cacharro peligrosísimo sino agárrese, ¡instalar dos reactores más! para aprovechar el espacio: todo cabe en un jarrito…
Parece mentira que en plena decadencia de la industria nuclear generada por la cada vez más fuerte conciencia ciudadana de los altísimos costos de una falla, ya sea inducida por un ser humano o por una contigencia ambiental- nos veamos obligados a leer semejantes declaraciones. Puedo comprender que los declarantes estén pensando en su futuro laboral y en el de todos los que allí trabajan, pero lo que no se puede es ignorar la tendencia mundial en el uso de la energía nuclear y sobre todo su altísimo riesgo, que no se compensa por mucho con los 5 focos de cada cien que en Veracruz utilizan la electricidad producida en Laguna Verde. El argumento técnico basado en que la energía nuclear no contribuye al calentamiento global oculta más bien los problemas que tendremos en las próximas décadas para deshacernos de los desechos que producirá la planta y que no se desvanecen en el aire precisamente. En mi opinión, la energía nuclear simboliza más que ninguna otra la dinámica social contemporánea: consuma hoy y dejemos para después las consecuencias. En todo caso las declaraciones, que bien podrían ser tomadas como amenazas, de los funcionarios de Laguna Verde preocupan y mucho. Habrá que estar atentos.
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