domingo, 28 de febrero de 2010

Tragedia griega

No se necesitaba ser un genio para poder adivinarlo: en el primer momento en el que los efectos de la crisis financiera que asusto a más de uno el año pasado parecían ceder y los gobiernos del mundo anunciaban expectativas de crecimiento económico moderadas para este año, las mismas prácticas especulativas han puesto en jaque la economía de al menos cuatro países de la zona europea.

Portugal, Irlanda, España, y sobre todo, Grecia, han sido víctimas de esquemas de endeudamiento que, durante los años maravillosos del sistema financiero, permitieron a sus más afortunados habitantes gozar de privilegios únicos.

A finales del año pasado, el gobierno griego anunció que la deuda de su país había llegado a un máximo histórico: 300 mil millones de euros, lo que desde entonces ha provocado la caída del euro frente a monedas como el dólar estadounidense y el yen.

La controversia se ha desatado en los últimos días puesto que Grecia había anunciado un déficit fiscal mucho menor al real, de 12.7% de su Producto Interno Bruto, lo que ha resultado en críticas por parte de las autoridades europeas a la administración griega.

Lo mejor del asunto: al parecer los encargados de maquillar las pobres cifras del desempeño de la economía griega es el gigante financiero del mundo: el grupo de inversión estadounidense Goldman Sachs.

Apenas empezaban a ceder los primeros efectos de la crisis que azotará la economía mundial el año pasado, y ante las débiles y engañosas señales de recuperación comenzaron de nuevo los ataques especulativos, en este caso, contra el euro. El apetito por el riesgo en los mercados financieros y la voracidad de un sistema cuya moneda de cambio es la especulación han provocado la fuerte caída de la economía griega.

El resto de los países mencionados antes (un acrónimo circula ya en las redes de información, semejante al BRIC que hacía referencia a las principales economías emergentes. En este caso, PIGS – cerdos en español- señala a los cuatro países con mayores riesgos de colapsar ante los embates especulativos financieros de los últimos meses).

La Unión Europea ha exigido que las autoridades griegas empleen esquemas extremos de austeridad, lo cual, en medio de una recesión en el mejor de los casos va a demorar la reactivación económica y la disminución de los índices de desempleo.

La respuesta popular obviamente no se ha hecho esperar, y las calles han sido invadidas por inconformes al plan de rescate. La represión por parte de los aparatos de Estado no tardará en hacerse plausible, pero esa es otra, aunque no menos desafortunada historia.

Algunos analistas señalan el plan de rescate de Grecia anunciado por la Unión Europea como una nueva faceta de la crisis mundial: en un primer momento se trató de rescatar bancos, ahora se trata de rescatar naciones. La soberanía de los estados, que de por sí se pone en entredicho ante el poder del capital, queda aún más por los suelos cuando, como en el caso de Grecia, potencias exteriores obligan a modificar políticas económicas.

En tan solo un mes, el gobierno de Atenas ha tenido que aumentar impuestos, cortar gastos presupuestados, reducir salarios y aumentar la edad de jubilación (cualquier coincidencia con nuestro país es solo eso).

Lo mejor del asunto: mientras peor le vaya a la economía griega, mayor será el beneficio para los bancos y firmas financieras que fueron lo suficientemente inteligentes para obtener contratos conocidos como credit default swaps o cobertura por riesgos crediticios, mediante los cuales se le apuesta a la quiebra de un país entero y se cobran dividendos en caso de que resulte el negocio.

Bonito sistema. Y lo peor del caso, gobiernos y personalidades del mundo académico lo siguen defendiendo a capa y espada. Ninguna de las políticas que Grecia se ha visto obligada a imponer serán suficientes para contrarrestar los efectos de una crisis global que va más allá de las nimiedades de política monetaria y fiscal. Tiene que ver con un sistema mundial cuyo objetivo principal es el crecimiento. El crecimiento de unos cuantos, así sea a costa de países enteros.

jueves, 25 de febrero de 2010

Aquellas pequeñas cosas

Dice un viejo y querido amigo que las pequeñas cosas justifican a las grandes. Creo que más acertada no podría ser su observación.

Son esos detalles a veces nimios los que encuentran mayor cabida en el recuerdo y la memoria de las personas. Son esas pinceladas de vida cotidianas las que, al remembrar el pasado, nos producen mayor gratificación y alegría. Ahí, en esa cotidianidad vivencial, se encuentra quizá el secreto de la existencia.

“No cabe duda que es verdad que la costumbre, es mas fuerte que el amor”, reza una de las canciones populares mas remembradas por románticos e incrédulos. ¿No será acaso que al interior de esa “costumbre” subyace el indescifrable misterio del amor? Y si es así, ¿no sería pertinente dotar de un valor superior a esas pequeñeces cotidianas, en ocasiones imperceptibles, que otorgan sentido y orientación a las relaciones humanas? Es cierto que en algunos casos, no pocos, la costumbre substituye al amor. Pero, ¿acaso es una condición inexorable su mutua exclusión? ¿No será mas bien que en la síntesis de ambos radica la esencia de un amor fecundo?

“El amor es la mayor fuerza del mundo, y sin embargo es la más humilde”, decía Mahatma Gandhi. Solo algo tan elemental y “pequeño” como lo es la humildad, puede justificar algo tan grande e imperecedero como lo es el amor.

La actual desesperanza humana tiene una explicación primordial: la frustración de las propuestas de cambio social y el fracaso de los principios revolucionarios del siglo XX. Pero, ¿cuál fue la causa de este fracaso? Podríamos conjeturar, a modo de especulación, y respondiendo solo parcialmente la interrogante, que la priorización de los grandes ideales utópicos en detrimento de las causas más pequeñas y de menor resonancia fue el motivo esencial del Gran Fracaso (en lugar del Gran Salto). El advenimiento del comunismo y la consecuente liberación de la clase obrera habría de engendrar un mundo nuevo radicalmente mejor y homogéneo. Pero tal proyecto nunca prosperó. Hoy, en el marco del capitalismo decadente, los nuevos grupos subalternos y antisistémicos abogan por un proyecto de cambio social fundamentado en el reconocimiento y el respeto del “otro”, de lo distinto, de lo diverso. Estos numerosos grupos, a veces pequeños en espacio de influencia y ocupación, han conquistado finalmente el primer plano de la lucha social. Ya no pugnan por su incorporación al Estado-Nación en condición de ciudadanos “universales”, sino en condición de lo que real y objetivamente son: microcosmos únicos que conforman un macrocosmos común.

Según Walter Benjamin, “la débil fuerza mesiánica de cada generación es la posibilidad histórica de la revolución”: un fugaz e ínfimo destello de juventud alerta y consciente es capaz de detonar el mas grande de los acontecimientos humanos.

La vida en provincia, pueblo, o campo, lejos de la vida febril y abrumadora de las grandes metrópolis, nos permite muchas veces darle el valor que le corresponde a las pequeñas cosas: desde una sonrisa hasta un cordial gesto, desde una caminata apacible hasta un apretón de manos afectuoso, desde una charla exenta de “prisas” hasta un “buen provecho” en señal de solidaria camaradería, desde un atardecer sin el típico smog citadino hasta un acercamiento desinhibido con la indómita naturaleza, desde un viejo neurótico que nos produce simpatía por su tierna hosquedad hasta un desarrapado que nos saluda con candorosa humildad.

Las pequeñas cosas, en efecto, justifican a las grandes. Quizá el siguiente paso sería invertir expresamente los papeles y conceder a las pequeñas cosas la inalterable condición de “grandes”.

Así, desojándola de toda pretensión glorificadora y megalomaníaca, la vida humana tomaría un matiz muy distinto y se tornaría cualitativamente mejor: capaz de apreciar “aquellas pequeñas cosas.”

domingo, 21 de febrero de 2010

Juegos democráticos

Nuestra principal tarea como ciudadanos es tomar conciencia de lo que las cosas son y de lo que pretenden ser. Y el primer tema que debería ser objeto de nuestro propio e individual análisis es uno de los principales negocios de este país: la democracia.

No sé quién será el próximo gobernador de Veracruz; no sé si el PAN y el PRD se conviertan ahora en los mejores amigos del mundo; ni siquiera sé si voy a votar. Lo único que de lo que sí puedo estar seguro es que mientras no tomemos conciencia, como sociedad, de lo que la democracia (y no me refiero solamente a la mexicana) es, seguiremos sumidos en el largo proceso que tenemos bien aprendido: esperar, y esperar, y seguir esperando que un gobernante resuelva las cosas por nosotros.

Esperar una solución de quienes han hecho del problema un modo de vida bastante conveniente resulta simple y llanamente ingenuo.

Lo mismo sucede con la mundialmente famosa y aclamada crisis: un primer paso lograr salir de la misma debe ser reconocer su magnitud, sus causas, sus alcances, y comprender que las soluciones no se encuentran dentro del mismo marco que la causo en un primer momento.

Pero vamos de regreso a la democracia.

Podemos hablar de miles de casos que ilustran no solo su ineficacia, sino su completa inutilidad. No hablemos ya de satisfacer las necesidades básicas de todos los habitantes, lo cual podría no ser necesariamente tarea de un gobierno, dirían algunos pensadores de calidad moral incuestionable.

Y ese es otro de los problemas: la democracia es una de las principales causas de la deforestación en México y en el mundo. ¿Cuánto no se ha escrito sobre la democracia? ¿Cuánto en realidad vale la pena?

Honestamente me parece insultante para los árboles.

Démosle una repasada a algunos ejemplos de las maravillas democráticas.

Una rápida ojeada al país del norte, el mismo que académicos e intelectuales han hecho ejemplo para el resto del mundo: un país donde el voto individual, soberano, libre y secreto no sirve absolutamente para nada. En el año 2000 Al Gore tuvo el 48% de los votos y Bush el 47%. ¿Quién fue el presidente por los siguientes ocho años sin necesidad de plantones en la avenida Pennsylvania ni un presidente espurio y otro legítimo? Años 2008, el partido Republicano entrega el poder al Demócrata. El fin de la guerra en Irak, una de las principales promesas de Hussein Obama. Casi dos años después el número de tropas en Irak se mantiene igual y el de Afganistán ha aumentado considerablemente.

De regreso a realidades mexicanas: en Veracruz, tres priistas contenderán por el título (o la gubernatura, no deja de ser un premio) cada uno por diferentes partidos.

En Oaxaca, el estado más rico en cuanto a cultura propia y a lucha política activa, se vuelve insultante (no sorprendente, desgraciadamente) el descaro con el que se demuestra la única intención real de la democracia, en particular, la mexicana: hacer de los puestos de elección popular mediocres cotos de poder, y sobre todo, saquear todos los recursos posibles en beneficios particulares. La alianza entre un partido de izquierda y otro de derecha parece sacada de un cuento, y sin embargo, es tan real como el hecho de que hay más de 3000 comunidades indígenas que, al regirse por un régimen de usos y costumbres no ejercerán su derecho al voto (dichosos ellos).

En fin, quizá sea yo el que está equivocado. Si la misión democrática no es más que mantenernos bajo una ilusión de orden y esperando un cambio mientras que nuestros recursos, humanos y materiales, siguen siendo explotados, entonces esta funciona a la perfección.

Solo resta preguntarnos si es eso lo que en realidad queremos.

viernes, 19 de febrero de 2010

Misión Humanitaria: Una Modesta Proposición

Siempre se me ha considerado un hombre propositivo. De iniciativa y espíritu de liderazgo, alegaría el emprendedor. Ante el irrevocable compromiso que esto me confiere, he convenido verter en este espacio mis observaciones en relación con el caso de Haití y la reciente catástrofe que demolió los remanentes de Nación que aun quedaban por derruir.

En 1915, después de la segunda invasión norteamericana en tierras haitianas, el entonces secretario/portavoz de Estado en EE.UU, Robert Lansing, declaró que “la raza negra es incapaz de gobernarse a sí misma”. Nada mas acertado y visionario que esto último. Si bien es cierto que la naturaleza en ocasiones esta fuera del control humano, también lo es que de haber contado con una infraestructura moderna y apropiada el reciente sismo que sacudió a la nación caribeña no hubiera provocado tantas muertes y tragedias. Lo cierto es que los gobiernos de este país nunca han sido capaces de promover un desarrollo feliz, sostenido y sustentable.

Como ciudadano legítimo de la nación más gloriosa que jamas haya albergado este caótico planeta, considero oportuno –acaso urgente- la intervención de las tropas norteamericanas en territorio haitiano, en virtud de restablecer el orden y la paz. No por un interés meramente fraternal y/o altruista, sino más bien, o al menos primeramente, para reorganizar las factorías y maquiladoras de propiedad estadounidense que se alojan en la isla. Grandes sumas de dinero han perdido nuestras notables empresas a raíz del terremoto. Esto es un lujo que no se deben permitir el capital y los inversionistas. Además, no debemos olvidar que gracias al asentamiento de estos grandes centros de manufactura, Estados Unidos ha contribuido plausiblemente en la generación de empleos para los haitianos. De no haber una pronta recuperación, el poder adquisitivo de los isleños se contraerá estrepitosamente. Y no hay duda que esto traerá consigo un impacto negativo en el mercado de productos alimentarios.

Cabe recordar que Haití ha sido un profuso comprador de importaciones norteamericanas, principalmente en el área de alimentos y granos básicos. Si la economía de la alicaída isla caribeña no resucita ipso facto, las perdidas en este rubro serán exorbitantes para las transnacionales agroindustriales que subvencionan Washington y sus acreditados organismos financieros multilaterales.

En otro tema, que por cierto ha suscitado polémica en los círculos de la crítica irracional e iracunda, la pomposa acusación que hoy recae sobre la organización baptista de origen norteamericano, New Life Children’s Refugee, en relación con el secuestro de 33 niños haitianos, resulta, a mi entender, completamente absurda y desquiciada. Si bien es cierto que los integrantes del grupo religioso se dirigían a República Dominicana en un autobús cargado con menores de edad, sin documento de identificación alguno, también lo es que esos niños no tenían ningún lugar mejor al cual ir. Se les acusa a mis conciudadanos de “trafico de niños y secuestro de menores”. Incluso si esto fuera verídico, ¿acaso no era preferible para estos infantes dejar aquellas colapsadas tierras en busca de nuevas oportunidades y destinos? Afortunadamente, nuestros compañeros baptistas, hermanos de la caridad, serán auxiliados por un abogado enviado desde Washington, y contarán con apoyo consular ilimitado. ¡En hora buena!

En otro asunto de mayor trascendencia, me parece que el reciente anuncio del Director del Buró de Minas de Haití, en relación con el descubrimiento de reservas de petróleo debajo de suelo haitiano, es algo digno de destacar. Ahora que el suelo y subsuelo de la isla, así como también los órganos gubernamentales que regulan su uso, se encuentran completamente devastados, considero que Estados Unidos tiene la oportunidad de situarse en una posición inmejorable para la exploración y explotación de ese subsuelo. Es urgente que el Presidente de EE.UU, Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, envíe mas tropas militares a Haití, como ya lo ha hecho, a fin de resguardar esa joya inexplorada.

En definitiva, mi proposición grosso modo es la siguiente: Ocupación inmediata de la isla; incremento de soldados incorporados a los cuerpos civiles de paz; aumento de patrullaje en el Caribe a cargo de la Guardia Costera, a fin de contener el éxodo de haitianos; reinstalación forzada de maquiladoras y centros de trabajo en función de evitar mayores perdidas para las empresas; control absoluto de los cuerpos de justicia haitianos en virtud de evitar futuras arbitrariedades de corte legal en contra de ciudadanos norteamericanos; extracción inmediata del petróleo que presuntamente posee el suelo haitiano.

En una palabra, propongo modestamente, un mayor y más eficaz despliegue militar en toda la isla, a fin de salvaguardar los intereses supremos de los Estados Unidos de Norteamerica.

(Nótese la ironía)

miércoles, 17 de febrero de 2010

La historia contraataca

Algunos historiadores asumen que el devenir de la humanidad es un proceso lineal y progresivo. El tren de la historia va siempre hacia adelante y nada lo puede hacer regresar al origen. El historicismo se basa en la creencia de que las sociedades no cometen los mismos errores dos veces y que, como cantaba José José, ya lo pasado pasado. Esta corriente del estudio de la historia sirve perfectamente a los intereses de los grupos dominantes en nuestras sociedades, pues alimenta la esperanza, la confianza de que las cosas van a mejorar y que al final del camino estará esperándonos el paraíso perdido.

Lamentablemente, los hechos históricos han demostrado una y otra vez que la historia no va necesariamente hacia adelante, que los horrores y fantasmas aparentemente superados se aparecen cuando menos se esperan. ¿Quién iba a pensar que en pleno siglo veinte murieran millones de personas en campos de concentración por el fascismoi o en cárceles clandestinas mantenidas por estados ‘democráticos’ alrededor del mundo?

Viene esto a cuento porque en nuestros días, las y los mexicanos estamos presenciando un batalla que pensamos ya habíamos superado con las guerras de reforma y posteriormente con la revolución de 1910-1920. No puede uno pensar otra cosa cuando el conjunto de la sociedad mexicana está nuevamente discutiendo el carácter laico del estado, pero sobre todo sus fuentes de legitimidad. A lo largo de la mayor parte del siglo XIX, nuestro país fue gobernado por un estado que tenía al ejército y a la iglesia como sus bases políticas, al igual que durante todo el virreinato.

La reciente visita de Felipe Calderón a ciudad Juárez confirma lo anterior ya que, más que utilizar la visita para ofrecer sus lágrimas de cocodrilo por los jóvenes asesinados en días pasados, su objetivo principal fue confirmar que el ejército seguirá en las calles aunque genere más violencia y atropellos a los derechos humanos. Si a este hecho agregamos que la PGR ha decidido cuestionar la constitucionalidad de los matrimonios entre personas del mismo sexo, no queda más que aceptar que el gobierno federal vuelve al modelo de la colonia y los gobiernos conservadores del siglo XIX, sólo que con el agravante de que en esa época no existía un sistema político como el de hoy, que afirma su legitimidad en procesos democráticos y republicanos.

Así las cosas, en pleno siglo XXI estamos otra vez a la puerta de una discusión aparentemente superada: las fuentes del poder el estado no residen en la acción de corporaciones autárquicas, antidemocráticas y profundamente antidemocráticas sino en la voluntad popular. Pero precisamente por eso, porque el estado mexicano desprecia ésa voluntad popular, ha decidido apoyarse en los militares y el clero para poder imponer sus intereses y los de la clase que representa. ¿Surgirán nuevas guerras civiles para zanjar la cuestión, aunque sólo sea por los próximos cien años? ¿O estamos ya en una?

El Negocio del Carnaval

“El carnaval del bicentenario”, anunciaba la parafernálica publicidad del carnaval 2010 del puerto de Veracruz, atiborrada de los logotipos de sus consabidos y consagrados patrocinadores. Lástima que sólo la publicidad haya sido llamativa y exótica, pues el espectáculo carnestolendo, como ya es costumbre desde hace algunos años, fue pobre y aburrido. No es gratuito que en gran parte de los medios de este estado se le haya considerado el peor carnaval de los últimos años.

Es una verdadera pena que una fiesta que es del pueblo y para el pueblo sólo sirva para engrosar los bolsillos de las mentes emprendedoras, obsesionadas en sacar ganancias económicas hasta del saludo que brindan a su madre. Señores, también existe La Fiesta como una dimensión fundamental de la vida, aunque sabemos bien que a las mentes mercantiles la única fiesta que interesa es la de los billetes.

Los carnavales tienen su origen en concepciones religiosas y son fiestas necesarias para romper con la homogeneidad del espacio y el tiempo, homogeneidad que de mantenerse sumiría al hombre y a las sociedades en una monotonía insoportable. Son momentos catárticos, desfogues de energía y júbilo que le dan sentido y exaltan a la vida misma. Es lo que Mircea Eliade distingue como “tiempo y espacio sagrado” y “tiempo y espacio profano”. El carnaval simboliza por supuesto la llegada del tiempo sagrado.

Sin embargo, los impositivos criterios mercantilistas se han vuelto centrales en cuanto a lo que debe de ser la organización de estas fiestas, encargándose de sesgar por completo este carácter ritualista que le es fundamental, creando en vez de ello meros escaparates de publicidad tanto para los productos materiales, como para los productos humanos, como lo son los artistas de manufactura televisiva que insisten en imponer en los espectáculos ofrecidos.
La ciudad de Veracruz, como es bien sabido, tiene una fuerte herencia cultural afro caribeña, siendo esta raíz un eje central en la fundación de la fiesta del carnaval; sin embargo, es triste ver como se pierde año con año esta tradición, siendo suplantada por el común denominador de lo que ahora se considera “artista”.

Uno de los espectáculos ofrecidos en el zócalo de la ciudad tiene a bien presentarnos a una cantante salida no se de que “Reality Shock”, sí ¡Shock!, una cosa de lo mas aburrida, completamente fuera de lugar, cantando baladitas refritas de los ochentas, en un lugar donde lo que la gente quiere hacer es bailar. A pesar de que no me tocaron esas épocas imagino si así de aburrido era el ambiente cuando se realizaban los grandes bailes en Villa del mar, con magníficos exponentes de la música caribeña como “Lobo y Melón”, Celia cruz y otros tantos más.

Aunque ya pasaron los tiempos de esos artistas, el puerto conserva un acervo artístico y musical de éste corte, con múltiples grupos de soneros y tropicales, que pocas veces son considerados.

La fiesta es lo menos importante y nos queda claro, grandes han de ser las ganancias a pesar del pobre espectáculo que se ofrece. Las refresqueras y cerveceras siguen sacando grandes tajadas de billetes, explotando por supuesto el trabajo de gente ilusionada, a la cual no se le paga ni un centavo por atender los puestos en donde se expenden las bebidas. Por el contrario, quien quiera tener una concesión para poder adquirir el permiso de venta debe pagar varios miles de pesos al ayuntamiento, que también hace su negocito, y sólo así llegará la empresa cervecera a surtirle del producto, el cual venderá sin recibir pago alguno. Bonito negocio el de emplear sin tener que pagar un centavo. Por supuesto algunos suertudos, bien ubicados con sus puestos, generan alguna ganancia, pero el más alto porcentaje termina perdiendo. Quien no pierde en lo absoluto es la empresa.

En fin, muchas cosas podríamos seguir diciendo al respecto pero afortunadamente no todo es carnaval. Sería bueno entender y recuperar también el sentido ritual de la fiesta. Ojala los organizadores ofrecieran algo mejor al pueblo y no sólo a los empresarios. Que no sea en vano que los del comité organizador “trabajan” todo el año. Según nos cuentan.

viernes, 12 de febrero de 2010

Espejismos

Curioso como de pronto un sin fin de voces peregrinas entonan al unísono su consternación por la reputación e imagen de México en el extranjero (léase, los países “prósperos”). En el portal en línea de El Universal, se ha abierto un foro de discusión para que los usuarios viertan sus sugerencias y propuestas para “mejorar la imagen de México en el exterior”.

Asimismo, en días recientes, la Presidenta del DIF Nacional (vaya que es moda conseguirle chamba a las primeras damas en ese rubro), Margarita Zavala, externó su intranquilidad por el “inexplicable” prestigio de México como país de narcotraficantes. “La identidad de México no es el narco... A veces creo que han logrado hacer que creamos que México es un país de violentos”, aclaró con tono de congoja Doña Margarita. ¿Han logrado? ¿Quienes? Sabemos de la ambigüedad, vaguedad, imprecisión, del discurso político tradicional. Pero aquí me parece que la señora de Calderón exageró las dosis de metalenguaje. Así que hagamos uso de nuestra incuestionable sagacidad, incisivo lector, para penetrar en la oscura ciénaga de la metafísica politiquera, y así comprender lo que traman la presidencia de la república y sus medios honorables de comunicación.

Es bien sabido por todos los mexicanos que la prensa y los medios internacionales, así como los destinatarios de dicha información, conocen grosso modo la situación de convulsión que vive –adolece- el país. A mi entender, aquí lo absurdo y alarmante es que quienes se dicen “representantes supremos” de los mexicanos, estén mas apurados por limpiar, purificar, la imagen del país hacia el exterior, que por limpiar, purificar, la impresión de los connacionales. ¿Acaso la percepción de los propios mexicanos no tiene importancia alguna para nuestra distinguida nobleza? ¿Porque se esmeran más en reparar la irreparable reputación del país en el extranjero que en solucionar los problemas reales y concretos que sacuden a nuestra enmarañada Nación?

Echemos un breve y dinámico vistazo a la función de México en el contexto mundial.

Como país dependiente (en vías de desarrollo, dicen los sofistas), el país desempeña un papel de receptor pasivo de inversiones provenientes del extranjero. Estas microcolonias (eufemísticamente denominadas “empresas generadoras de empleos”) exigen de los gobiernos nacionales y locales la protección de sus inmaculados negocios. Cuando estas células gubernamentales fracasan en su única misión (y digo única, porque quiero pensar que aquel rollo de la democracia y el progreso de las mayorías ya fue superado en la conciencia colectiva), aquella de resguardar los intereses particulares y las lisonjas de los inversionistas, de inmediato la prensa y los medios internacionales se vuelcan sobre de ellos para señalar su inoperancia, a modo de protesta y disconformidad. Pues, lo que esta en riesgo, es la continuidad de sus ganancias.

Una vez asentado esto, creo que nos resultará más comprensible la zozobra que deambula por Los Pinos. Lo que mantiene en estado de aflicción creciente a los inquilinos de aquella casahogar de perpetuo espíritu navideño, no son las familias, hermanos, hermanas, víctimas de la incontenible violencia en el país; ni tampoco el repudiable estado de terror en el que se halla sumergida la sociedad mexicana; mucho menos el dolor, la pena, la amargura, la impotencia, de la que somos presa todos los mexicanos sin excepción. La preocupación manifiesta de la presidencia de la República y de todos los grupos que conforman el extenso abanico de “informadores”, tiene una sola explicación: el deterioro de la inversión privada; el malestar de los “insignes” hombres de negocios.

No solo entregan cuentas lamentables e indignas a los mexicanos. Sino que además, nuestros malqueridos y malquerientes representantes, esperan que aquellos a quienes defraudan persistentemente, vergonzosamente, mantengan un ensordecedor silencio y, de ser posible, realicen (nótese el cinismo) una tarea propagandística (espuria y falaz) en virtud de “mejorar la imagen de México hacia el exterior” (léase, evitar que se contraiga la inversión privada).

Dice el refrán por ahí: “Estos me salieron mas cabr... que bonitos”.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Gracioso misterio

La visión liberal nos obliga a pensar en el individuo. Lo rodea de un aura moralina, en la que puede encontrar sin mayores sobresaltos cómo lograr el éxito en su vida. Capaz de pensar por sí mismo y tomar decisiones, la cosa se pone mejor: resulta que puede controlar la transformación del mundo en el que vive, y con eso del progreso de las mayorías y el bienestar común logra controlar y transformar también el mundo en el que viven otros.
La libertad entonces lo motiva a construir un rascacielos gigantesco en, no sé, Nueva York con las ganancias que dejan el petróleo, la importación/exportación de materiales de construcción, además de la distribución de armamento, drogas y demás cuestiones de asistencia social a lo largo y ancho de, no sé, ¿latinoamerica les gusta?
El individuo entonces se rodea de otros como él [nótese el postapartheid] para hacer más y más rascacielos e iimprimir más y más dinero.
La cosa es que de esos individuos hay muy poquitos. En México las proyecciones más atesoradas son alentadoras: se habla de cuarenta -quizá menos- individuos emprendedores de rascacielos. En la especulación bursátil se dice que están unos cuantos más de cien mil mientras que el resto de la gente se entretiene con la crisis alimentaria, la crisis sanitaria [la crisis de vivienda agregaría], además de la crisis económica/bursátil/bancaria, que dios bendito, nos llegó de afuera y no de adentro.
Me parece que sería demasiado sombrío el panorama si mencionara también la crisis educativa y la crisis de trabajo por las que camina el país, y ni se hable de la crisis del campo porque podríamos acoplarla a la crisis alimentaria, mencionada unas cuantas líneas arriba.
La crisis de seguridad se cuece aparte.
Y entre crisis y crisis ahora a los políticos se les ocurrió hacer una reforma política [me parece que hubo una que otra propuesta para hacerla también educativa, social, hacendaria, de trabajo y agárrate que hay te voy] para enderezar el rumbo del Arca-de-Noé-País.
Definitivamente ninguna reforma real vendrá desde el orden establecido. El orden establecido carga con la herencia familiar de no poderse cambiar a sí mismo, anulando los sueños de tanto ingranto que de joven pensó que la vaina se podía arreglar desde adentro.
Las almas respetuosas de las instituciones generalmente trabajan [o lo han hecho] en las instituciones mismas. Graciosa paradoja.
Así, los políticos son ahora los que dicen: “Háganse las Reformas” y las reformas no se hacen. Gracioso misterio.

Represión por críticas al Plan Bolonia,

Breve muestra de la represión en el sistema educativo para someterlo a los intereses de unos cuantos. Supongo que a algunos les recordará experiencias similares, contra la misma gente y por las mismas razones.

La universidad de Murcia consuma la expulsión de José Mateos por sus críticas al Plan Bolonia
Soy José Mateos Martínez, estudiante de doctorado de la Universidad de Murcia y becario de la misma.
Durante estas semanas han aparecido diversas noticias sobre la intención de la universidad de Murcia de expulsarme durante un año por mis críticas al consejo de estudiantes y al rectorado (podéis ver la noticia aquí por ejemplo http://www.rebelion.org/noticia.php?id=99425 ). Pues bien, hoy he recibido la resolución donde se confirma mi expulsión. Dejando claro que voy a recurrir a los tribunales contra la aberración jurídica que supone, me gustaría resaltar algunos de los elementos más escandalosos de este proceso:
Mi expediente se inició el 10 de febrero de 2009 y tomaba mi condición de alumno como base para sancionarme y aplicarme el reglamento franquista de disciplina académica. Estaba en mi segundo año de doctorado y sólo tenía que leer mi trabajo de DEA para perder dicha condición, cosa que debió suceder entre junio y septiembre, fecha en la que POR LEY debía convocarse el examen del Diploma de Estudios Avanzados. Pues bien, el Departamento de Derecho Civil responsable del examen (al cual pertenece el rector) se negó a convocarlo violando la ley. Su excusa fue que no se le había dado una documentación que precisaban en el negociado de doctorado, pero en dicho negociado juran que cumplieron con su deber. Durante meses acudí al departamento, al negociado y al vicerectorado competente. Con diversas y cada vez más burdas excusas me fueron dando largas... hasta decirme que, contraviniendo la ley, este año no se convocaría examen y así yo conservaría forzosamente mi condición de alumno para seguir atado al expediente. He remitido todos los correos electrónicos y demás pruebas de mis desesperados intentos por hacer valer el derecho a examen que todo alumno tiene al Defensor del Universitario.
Se me ha aplicado un reglamento franquista, aprobado en 1954 y cuya abolición ha rogado ya muchas veces la conferencia de rectores http://www.crue.org/export/sites/Crue/legislacion/documentos/Legislacion_espanola/GOBIERNOAG_25.01.06.pdf (vid. disposición derogatoria). En numerosísimas universidades de España ya cuentan con reglamentos disciplinarios aprobados por ellas de acuerdo con los principios constitucionales, pero Cobacho se aferra a las prerogativas que le da la legislación franquista.
Mi expediente debió caducar a los 6 meses al no tener el reglamento franquista plazo de caducidad propio. Sin embargo se me impuso arbitrariamente el del reglamento de disciplina funcionarial (un año), sin que me sea aplicable al no ser yo funcionario.
Quien me ha condenado (el rector) es juez y parte debido a que mis críticas iban dirigidas a su gestión. Igualmente el informe jurídico en que se fundamentó la apertura de este expediente fue redactado por Germán Teruel, también juez y parte al ser objeto de mis reproches.
La lógica jurídica del expediente es directamente atroz. Se me ha denegado toda presentación de prueba, quedando en la más absoluta indefensión. Todos mis intentos por pretender dilucidar la posible ilegalidad de algunos de los hechos que critiqué (y confirmar la probada ilicitud de otros) han sido abortados por un rector obsesionado con expulsar a quien llama "lacayos" a sus subalternos en la representación estudiantil...pero a quien le da igual que éstos puedan malversar o que, confirmadamente, alguno de ellos haya cometido delitos en las instalaciones de la universidad como grabar a un discapacitado con fines burlescos.
En su delirante argumentación, el rector llega a decir literalmente que incluso si los jefes del ceum "hubieran incurrido en defectos de gestión significativos, INCLUSO EN IRREGULARIDADES ADMINISTRATIVAS DE RELEVANCIA, ello no autorizaría al sr Mateos a emplear legítima y públicamente frente a aquellos los insultos y expresiones de desprecio concurrentes en sus escritos". El rector, que se niega a indagar sobre esas presuntas irregularidades, pretende sostener que es lo mismo llamar asesino a un inocente que a un auténtico homicida, y que en ambos casos se producen injurias. Incluso en circunstancias normales, llamar a un representante público "siervo del poder" "vividor" o lacayo" estaría amparado por el legítimo descontento con su gestión...pero decir que, hasta en el caso de que haya cometido ilegalidades, tales expresiones están vetadas, supone alcanzar el nivel de represión del franquismo.
Por último, lo desproporcionado de mi sanción salta especialmente a la vista si la comparamos con la que este mismo rector pretendía imponer a un catedrático después de que se le condenase por acoso sexual a una subordinada...CINCO MESES!!! Y a mí por criticar su gestión y la de sus lacayos...UN AÑO!!!
Más de mil estudiantes (y algunos profesores) han firmado ya en contra de mi expulsión en este hoja virtual http://spreadsheets.google.com/viewform?formkey=dHNORXhYb0JoeVJzeFl3aXhLbFRmQWc6MA

Aquí tienen mis alegaciones finales

http://www.scribd.com/share/upload/22257221/2cdygfvrxi58mwf6ixo1

Y aquí la resolución por la que se me expulsa

http://www.scribd.com/doc/26557596/DA-3-2009

Si las leeis conjuntamente veréis aun con más claridad el despropósito bananero que ha sido mi expediente.

Gracias de corazón por vuestra solidaridad y la difusión que estáis dando a esta noticia. Por mi parte, aparte de acudir a los tribunales, voy a seguir luchando con la misma determinación para impedir que la universidad termine siendo la cárcel custodiada por usureros que quienes me han condenado pretenden. Si un sólo estudiante se lo está poniendo tan difícil... imaginaos lo que podríamos hacer todos juntos si nos decidiéramos a luchar por una universidad pública, libre y popular. Ánimo y a seguir peleando a muerte, porque nuestra rabia, nuestros ideales, nuestra solidaridad y nuestro corazón son más poderosos que todas las armas represivas del mundo. Ningún pez gordo arriesgaría un pelo de su cabeza por un sueño... pero nosotros estamos dispuestos a jugarnos la carrera y la vida por una sociedad distinta. Por eso somos más fuertes... y por eso venceremos.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=100170

lunes, 8 de febrero de 2010

Salvador Cabañas

Muchas “opiniones” se han vertido en relación con la reciente agresión a Salvador Cabañas, pero pocas -acaso ninguna- valiosas inteligentes, ponderadas. Antes de comenzar con el desarrollo de mi dictamen respecto al tema, me gustaría señalar lo siguiente: el acto de razonar, discurrir, genuinamente en nuestro país, fundamentalmente a nivel prensa (ya que en ésta se respalda la abstracción colectiva de los hechos), ha entrado en una fase de parálisis absoluta, pues, explica, escudriña, analiza, con las patas, no con la cabeza. El caso Cabañas me parece inmejorable para convalidar esto último.

Empecemos con la exposición de los argumentos más conocidos –orientados invariablemente a justificar la brutal embestida contra el futbolista. (Nótese el matiz esencialmente policíaco y/o moral). “Cabañas agredió verbalmente al victimario”; “Es incorrecto que un profesional de su condición estuviera en un bar a altas horas de la noche”; “Al parecer el futbolista o algún pariente suyo se aproximó a una mujer de forma indebida”; “El agresor tiene por lo menos 7 identidades, y su captura es un hecho improbable”; “El Bar Bar es un espacio de entretenimiento privado que debiera ofrecer medidas de seguridad óptimas a su clientela”; “El jugador se mostró prepotente como hacen muchos ídolos populares de su condición”; etc., etc., etc...

¡A ver señores! ¡Dejemos de lado las marrullerías! Aquí el problema concreto es uno, y sólo uno: el valor de la vida en nuestro país es virtualmente nulo. Yo le pregunto a usted, adiestrado lector: si Salvador Cabañas, un personaje de prestigio internacional, ídolo en gran parte de nuestra América continental, deportista profesional intachable, es víctima de un atentado de muerte a causa de un nimio “pleito de cantina”, ¿como estaremos de expuestos a la violencia bruta los mortales que no contamos con semejantes credenciales y/o reconocimiento? Ni falta hace responder la pregunta. Solo véanse las estadísticas referentes a las muertes asociadas al crimen cotidiano. Sólo salga a la calle, intranquilo lector, y advierta la sensación de peligro perpetua.

El hecho concluyente es que hoy día los mexicanos nos “baleamos” por cualquier perogrullada. En esta época que los sofistas llaman de “transición democrática”, la circunstancia social, económica, política, cultural, ha hecho del país un muladar que controlan gánsteres y ganstersillos (llámese narcos, políticos o empresarios), que gozan de inmunidad y “fuero plenipotenciario”. El resto de los ciudadanos estamos absurdamente supeditados a sus “caprichos y lisonjas”. Incluida la gente de intachable reputación. Sino pregúntele a Salvador Cabañas y a las decenas de miles de victimas relacionadas con el violento resentimiento de “jefes”, “forajidos”, “machos”, y demás fauna exótica de análoga condición.

Días después del repugnante atentado, el director técnico del club americanista, Jesús Ramírez, lanzó otra de las múltiples declaraciones chabacanas en relación con este asunto. No exento de una “sabia” perspectiva filosófica, el entrenador del América señaló (parafraseando): “La vida debe continuar. Y el club dedicará la victoria del próximo fin de semana a Salvador.”

Hagamos un esfuerzo por comprender lo que dijo este hombre. Básicamente su argumento -tácito o explícito- es el siguiente: El violento atentado contra el jugador americanista es algo que ocurre con regularidad en la “vida”. No nos detengamos a estudiar posibles soluciones al problema. Mejor superémoslo, y juguemos el fin de semana un partido de fútbol trascendental e impostergable. Es importante que la vida de la demás gente no se vea afectada por un hecho, que aunque lamentable, aislado, omisible. En honor a un “jugador más”, que ha sudado la camiseta del club, el partido de la siguiente jornada tendrá una dedicatoria especial.

¿Suena absurdo o exagerado la traducción de sus palabras? No lo creo. Si lo vemos desde un enfoque mas amplio, veremos que la mayor parte de la opinión pública (y no se diga la privada) así piensa.

¿A que vida se referirá el D.T del club América? ¿Aquella en donde todos no “baleamos” despiadadamente? ¿Aquella en donde un “encontronazo” verbal es motivo suficiente para sacar un arma de fuego y verter todo el cartucho en la cabeza de un ser humano? ¿Aquella en donde un “hombre” de influencia y dinero vastos puede atentar contra la integridad física de aquel que su torcido juicio lo considere conveniente? ¿Aquella en donde la “ley” es un show business que arroja jugosos dividendos? ¿Aquella en donde cualquier persona (en este caso un deportista), sin importar sus cualidades específicas, es sustituible, intercambiable, como vil mercancía? ¿Aquella en donde se prioriza el entretenimiento y los negocios, por encima de la seguridad pública y la vida de los ciudadanos? ¿O a que clase de jodida vida se habrá referido el “emplumado” empleadillo de Televisa?

Grotescos absurdos del mundo moderno no le parece, consternado lector. Se lo dejo para la reflexión tenaz y concienzuda.

Sin más, este humilde e incondicional aficionado puma, le desea de todo corazón una pronta recuperación al Gran Chava Cabañas.

La revolución de las ideas


Hoy, más que nunca, las ideas políticas carecen de contacto con la realidad. Esos grandes ideales que forman parte del gastado liberalismo se repiten por todas partes. Todos, incluso la izquierda política, suspiran por más libertad, más igualdad, más democracia y más participación. Pero, ¿dónde quedan las condiciones reales, materiales de la vida humana?

Las ideas de libertad, igualdad, democracia o participación suenan muy bien, pero son abstractas y se pueden interpretar de varias formas: he presenciado pugnas entre demócratas cuando se trata de definir concretamente lo que es la democracia. La misma abstracción de estas palabras permite que la derecha y la izquierda política, siempre tan opuestas, coincidan en que hay que dirigirnos hacia una mayor democratización y hacia más “libertades”. En teoría, todo el mundo, unos países más rápido que otros, camina hacia un futuro rebosante de democracia y de participación, bañado de olas democráticas. Pero la realidad es muy diferente: las clases pobres de la sociedad no pueden disfrutar los tan aclamados derechos civiles, no pueden participar, no tienen libertad de prensa porque nadie les escucha y trabajan esclavizados para ganarse únicamente el derecho de vivir. Aún así, se les inviste de todo tipo de facultades, se les dice que tienen derecho al sufragio, que son tomadores de decisiones y que viven en una pujante democracia en construcción.

Las cosas cambian cuando nos abocamos a asuntos concretos, a las condiciones en las que vive el individuo, a las condiciones en las que vive el pueblo. Así, cuando me refiero a un pueblo que vive dignamente, me refiero a un pueblo que tiene una alimentación digna, una vivienda digna, una educación digna, un servicio médico digno y un trabajo digno. Sin estos elementos concretos y reales, ¿qué es una democracia? Y más aún, ¿de verdad existe una relación de la democracia y de la participación con la satisfacción de estas necesidades reales del pueblo? Tomando en cuenta las condiciones en las que viven las capas sociales pobres de muchos países democráticos del mundo, es evidente que algo anda muy mal y deberíamos tomar con seriedad la pregunta anterior.

Actualmente se escribe mucho sobre democracias consolidadas, ejemplares, regímenes democráticos que son modelos a seguir, las democracias europeas, donde la gente vive muy bien. En estos casos, recordemos que Europa era el centro del mundo desde los tiempos del Renacimiento y de la era de los descubrimientos -cuando se hablaba muy poco de la democracia tal y como la conocemos hoy, pues Locke, Rousseau, Montesquieu y Tocqueville aún no existían-. No fue el régimen democrático el que dio a las naciones europeas su calidad de potencias: el sistema capitalista, el verdadero agente detrás del auge europeo de los últimos siglos, es anterior a la democracia moderna.

Los cambios económicos, políticos y sociales detonan cambios en la manera en que percibimos el mundo y estos, a su vez, causan otras modificaciones, en una cadena interminable. No será sorprendente si las actuales convulsiones de la sociedad moderna provocan una revolución de las ideas y el nacimiento de una nueva forma de ver la economía, la política y la sociedad en general.


miércoles, 3 de febrero de 2010

Modelos de vida

El reciente acontecimiento ocurrido al futbolista paraguayo Salvador Cabañas, en el cual recibió un impacto de bala, ha manifestado flagrantemente el carácter rapiñero de los grandes medios de comunicación en nuestro país, que saben muy bien enriquecerse lucrando con el dolor ajeno. Cosa que también ha podido ser corroborada con la cobertura de la tragedia sucedida en Haití
No obstante, el hecho que me interesa resaltar en esta breve reflexión tiene que ver más que nada con los cuestionamientos que se han hecho al rompe –redes, al considerársele como deportista de alto nivel, como una figura pública, ejemplo de la juventud, etc.

Y es que ha sido una cuestión controversial el hecho de que un atleta de alto rendimiento, como se supone es Cabañas, se haya encontrado a tan altas horas de la noche embriagándose en un centro nocturno. El ejemplo, ha señalado un sector de la sociedad, es malo para la juventud y para todo aquel que aspire a ser una figura pública.

Desde mi perspectiva, el plantear este suceso como un problema concerniente a cuestiones de orden moral tiene su principio en un prejuicio muy arraigado en nuestra sociedad y que tiene que ver con el hecho de concebir a la Televisión (entendida ésta como las televisoras y no como el aparato electrónico) como educadora, como trasmisora de formas “correctas” de vida y de valores morales.
Sin embargo, con un poco de educación, la cual puede provenir desde el mismo seno familiar, se podría destituir el estatus que este medio masivo ha adquirido desde su aparición. Para ello hay que entender que la mayor parte de la realidad que la Televisión construye es ficticia, que no nos identifica, que no propone nada positivo en nuestra construcción personal y social. Habría que ver pues a la televisión como lo que es, un vano entretenimiento.

El estúpido concepto de “figura pública” que los programas de chismes se han encargado de forjar no ha servido para otra cosa que para justificar la intromisión en la vida privada, transmitiendo retórica y subliminalmente la idea de que todo aquel que sale en tele es un modelo a seguir. Esta es precisamente la idea que hay que erradicar.

A mi parecer no hay nada que reprocharle a Cabañas, cada quien tiene derecho a buscar entretenimiento y esparcimiento en la forma que mejor le parezca y en el horario que mejor le parezca. Lo que deberíamos empezar a cuestionarnos es en qué momento nos volvimos los más burdos idólatras y les dimos estatus de Deidad a los payasos del circo. Si nos molesta lo que hacen las figuras públicas con sus “ejemplares” vidas, buen principio sería apagar el televisor. Buena falta que hace.