martes, 17 de septiembre de 2013

Algunas reflexiones en torno a la independencia


Camilo González 

De las influencias que han marcado históricamente al sistema político en México sobresalen los gobiernos teocráticos indígenas y los gobiernos centralistas españoles de la Conquista. Luego las reformas borbónicas y las propias cortes de Cádiz estaban ya inspiradas bajo el orden liberal, y por más conservadoras que fueron, lo fueron dentro del liberalismo. 

Este carácter centralista de los gobiernos pre-nacionales se asemejaría pronto al de la extracción de riquezas, que se acentuaría con la hacienda como modo de producción, y el resto de los mecanismos de poder seguirían la misma ruta centralista y vertical hacia España en lo político, y hacia el sistema europeo capitalista en lo económico. Cabe resaltar que el capitalismo inspiró una especie de anarquía, al desvincular la producción económica de los alcances del gobierno. Todo para someter tanto las materias primas, como a la mano de obra (considerada materia prima en la época).

Durante los últimos años del s. XVIII comenzaron a llegar nuevas influencias con las ideas libertarias de la América del sur y evidentemente, con mucho más peso, de la del norte y la ilustración europea comenzaba a modificar sustancialmente a los gobiernos en todo el mundo... 

En México la historia oficial nos instruye sobre el conflicto entre liberales y conservadores. Durante todo el s. XIX esta pugna será prolífica: guerra civil, numerosas constituciones, la guerra con Estados Unidos, intromisión francesa e inglesa, además de la habitual árabe-española-alemana; tres emperadores por lo menos, varios jefes militares, y como cereza del pastel, la fundación de los primeros partidos políticos. 

“Las condiciones de la independencia mexicana -nos dice C. Gibson en Los aztecas bajo el dominio español- fueron sólo superficialmente consideradas como oportunidades para el resurgimiento de los valores indigenistas. Un descendiente de Montezuma que trató de sacar ventajas personales de la independencia fue investido como Emperador mexicano en un cuarto de hotel en París -así se dijo, al menos- pero en México sus pretensiones fueron ridiculizadas” según Alamán y Teresa de Mier. 

El reconocimiento político de la nación sin lugar a dudas fue un hueso duro de roer: “no podemos dejar de ver que la debilidad del Estado naciente, producto entre otras cosas de las propias disensiones internas (borbonistas, iturbidistas, centralistas, federalistas, federalistas diferidos, etcétera), a la que debemos sumar los problemas del erario, influyeron sin duda en la posición de desventaja en medio de la cual nuestro país buscó asentar su legitimidad. México no surgió como una nación fuerte cuya organización política hablara de la unidad y claridad de su proyecto político, ni qué decir de sus penalidades económicas y de la ausencia de un programa hacendario eficaz que mantuviera las arcas nacionales colmadas. Desde un principio, la actitud de México fue defensiva; su debilidad lo llevó a acogerse a la fuerza del derecho internacional sin considerar la Realpolitik. Sin duda, todo esto influyó en el penoso proceso que hubo de seguir para lograr el reconocimiento anhelado. En esa medida, la labor de los enviados mexicanos resulta aún más digna de encomio” (Marcela Terrazas y Basante, http://bit.ly/14aqge6). 

A principios del siglo veinte nos encontramos con la primera revolución moderna y la enfrentamos con la mitad del territorio que teníamos antes de la independencia y con empresas extranjeras asentadas en el país, extrayendo metales, petróleo y muchos otros recursos. 

Ahora a principios del siglo XXI podemos rastrear la manera en que el mundo contemporáneo tuvo influencia en nuestro sistema de gobierno: ¿Qué tan cierta es nuestra independencia? ¿No existen potencias extranjeras que influyen en las decisiones de los últimos gobiernos nacionales? ¿Éstos son capaces -o al menos tienen la intención- de contener los intereses de las grandes potencias o esos son temas que hace dos siglos quedaron saldados con la Doctrina Monroe? Y si así fuera, ¿no es el momento para discutirla?

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