La ‘primavera’ oaxaqueña ha terminado. Para
alegría de unos y pesar de otros, las ilusiones de vivir una nueva etapa
de la política en el estado que vio nacer al Benemérito de las Américas
han desaparecido definitivamente. Los audio escándalos del mes pasado
confirmaron que la alternancia en el gobierno estatal fue flor de un día
y que el partidazo, aun perdiendo elecciones, domina el ambiente e
impone condiciones a sus adversarios y a la ciudadanía.
Sin pretender alimentar el pesimismo que inhibe la acción y abre el
camino para la tiranía, habría que admitir que la política
institucional, particularmente el subsistema electoral, no parecen ser
la solución a los problemas que vivimos sino parte de ellos. El triunfo
de la colación que unió a la oposición política oaxaqueña, encabezada
por el PRD, el PAN y Convergencia tomó su impulso del movimiento social
en Oaxaca pero por sí mismo no bastó para modificar las condiciones de
la lucha política. Y si bien la derrota del PRI generó espacios inéditos
e hizo posible que actores políticos opuestos a Ulises Ruiz cobraran
vida, no modificó sustancialmente las reglas no escritas de la política
ni mucho menos el dominio de una cultura de la política anclada en la
negociación política en lo oscurito, a espaldas de la ciudadanía y
buscando la ganancia en el corto plazo.
La comuna de Oaxaca, que conmocionó al país en el 2006, logró unificar a
la oposición política y a buena parte de los votantes del estado para
derrotar electoralmente al gobierno de Ulises Ruiz. Los partidos
opositores, ya se habían aliado en la elección del 2004 pero no lograron
derrotar al PRI en ese año. Por ello resulta innegable que los sucesos
del 2006 fueron los que inclinaron la balanza para que Gabino Cué
logrará encaramarse a la gubernatura en 2010.
Después de la derrota del PRI algunos analistas se apresuraron a
caracterizar al sistema de partidos en Oaxaca como plural y moderado, es
decir caracterizado por la existencia de varios competidores, que no
demasiados, con posibilidades de ganar elecciones, acabando así con la
hegemonía de un partido que ganaba casi todo. Estoy de acuerdo en que
el PRI ya no las tiene todas consigo pero su hegemonía se transformó en
dominancia pues a pesar de perder la joya de la corona, o sea la
gubernatura, los líderes de los partidos e incluso el gobernador
opositor mantuvieron las formas tradicionales de hacer la política (los
usos y costumbres del viejo régimen político). La idea central se puede
localizar en la certeza de de que la política es una actividad reservada
a unos cuantos que, con méritos o sin ellos, son los llamados a decidir
por los muchos.
El fraude patriótico reciclado caracterizó los audio escándalos, en
donde se exhibe al operador político del gobernador entrando en
componendas con los líderes priístas en el estado para definir
candidaturas para las próximas elecciones locales. Como consecuencia, el
secretario de gobierno renunció, pues había quedado claro que no gozaba
de la confianza de su jefe, quien prefirió utilizar a su representante
en la ciudad de México – que por lo visto cuenta con la confianza de los
priístas como José Murat y el propio Ulises Ruiz- para negociar
candidaturas.
Gabino Fué, como ya lo llaman algunos, prefirió romper el equilibrio de
la coalición para mantener su frágil poder. Con ello canceló la
posibilidad de seguir construyendo un frente político contra el regreso
de los caciques políticos del partidazo, defraudando de paso a miles y
miles de ciudadanos que votaron por él. Las consecuencias están a la
vuelta de la esquina: desilusión y desconfianza de la población hacia la
política institucional y sobre todo hacia los partidos políticos. El
mensaje de la coyuntura no deja lugar a dudas de que el voto ciudadano
es manipulado para confirmar alianzas hechas a sus espaldas y en contra
de los intereses populares. Por eso no queda más que admitir que la
‘primavera’ oaxaqueña ha terminado y el invierno está de vuelta. ¿A
quién le conviene semejante situación?
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