En la última novela de Elenita Poniatowska, Leonora (en la que narra la vida de la pintora y escritora –recién fallecida– Leonora Carrington), la autora sentencia sin rubor alguno: “Cuántos actos en contra de sí mismo comete este país [México]. Ahora todo es polvo”.
Esta es acaso la primera observación franca, sensata, atinada y prudente expuesta por una figura pública (cuya persona merece mi absoluto respeto) en relación con la situación nacional del presente. Sino véase la formidable y pujante espiral de desvaríos francamente irrisorios –aunque no por ello menos indignantes– que en toda oportunidad constatan las figuras distinguidas de la “cinco veces heroica” (recuérdese los cinco jinetes del Apocalipsis) nomenclatura mexicana.
El día diez del mes pasado (mayo), el Licenciado Calderón, tenaz combatiente de los males que aquejan al mundo, fue reconocido con el galardón Champions of the Earth (Campeón de la Tierra) por su “dedicación y acciones notables a favor del crecimiento verde global”. Por acción notable entiéndase lo que el propio Calderón sostuvo durante la entrega del reconocimiento: “estamos ayudando a las personas a reemplazar todos sus refrigeradores, sobre todo a familias de bajos ingresos en México… en un poco más de un año, pudimos reemplazar a más de un millón de refrigeradores antiguos en el país”.
Más allá de este evidente insulto a la inteligencia de cualquier mortal medianamente lúcido, es menester subrayar la inabarcable dimensión del carácter fraudulento de la condecoración. En Cherán, municipio de Michoacán (lugar de origen del “hijo obediente”) los habitantes han recurrido improvisadamente a la creación de grupos ciudadanos de autodefensa para frenar a los talamontes que operan en la región. A la fecha, estas bandas organizadas de taladores de madera han arrasado con 13 mil hectáreas de bosque. Según la información filtrada por los pobladores de la región purépecha, estas bandas (criminales) están protegidas por integrantes de La Familia y autoridades locales. A pesar de las insistentes denuncias interpuestas por los nativos, las autoridades de los tres niveles de gobierno han ignorado deliberadamente los reclamos. Los habitantes de Cherán aseguran que durante tres años los talamontes han saqueado sus bosques, con el explícito –escandaloso– consentimiento del gobierno.
Pero veamos lo que apuntó el Sr. Campeón de la Tierra, respecto a este asunto, en la recta final de su mensaje protocolario: “Más de 12 millones de personas en México son pueblos, son personas indígenas. La mayoría de ellos vivían en los bosques y en las selvas tropicales. Desde hace siglos todas estas familias no tenían otra alternativa más que destruir a las selvas tropicales y sus bosques con tal de tener ingresos. Pero, hoy día les estamos pagando por servicios ambientales a condición de que preserven los bosques y las selvas tropicales, estamos hablando con las comunidades y diciéndoles: podemos pagarle una cantidad de dinero cada mes a condición de que ustedes preserven los árboles y el ecosistema”.
Juzgue usted, lector.
También en México le otorgaremos al Licenciado Calderón, al término de su administración, un galardón cuyo nombre será idéntico al antes referido: Campeón de la Tierra. Pero en este caso no le será premiado por sus “acciones notables a favor del crecimiento verde global”, sino por las decenas de miles de cadáveres y cuerpos (léase daños colaterales) que yacen bajo tierra a lo largo y ancho de la geografía nacional.
Adelantémonos a la mención honorífica: Sr. Calderón, es usted el único e indiscutido Campeón de la Tierra.
Esta es acaso la primera observación franca, sensata, atinada y prudente expuesta por una figura pública (cuya persona merece mi absoluto respeto) en relación con la situación nacional del presente. Sino véase la formidable y pujante espiral de desvaríos francamente irrisorios –aunque no por ello menos indignantes– que en toda oportunidad constatan las figuras distinguidas de la “cinco veces heroica” (recuérdese los cinco jinetes del Apocalipsis) nomenclatura mexicana.
El día diez del mes pasado (mayo), el Licenciado Calderón, tenaz combatiente de los males que aquejan al mundo, fue reconocido con el galardón Champions of the Earth (Campeón de la Tierra) por su “dedicación y acciones notables a favor del crecimiento verde global”. Por acción notable entiéndase lo que el propio Calderón sostuvo durante la entrega del reconocimiento: “estamos ayudando a las personas a reemplazar todos sus refrigeradores, sobre todo a familias de bajos ingresos en México… en un poco más de un año, pudimos reemplazar a más de un millón de refrigeradores antiguos en el país”.
Más allá de este evidente insulto a la inteligencia de cualquier mortal medianamente lúcido, es menester subrayar la inabarcable dimensión del carácter fraudulento de la condecoración. En Cherán, municipio de Michoacán (lugar de origen del “hijo obediente”) los habitantes han recurrido improvisadamente a la creación de grupos ciudadanos de autodefensa para frenar a los talamontes que operan en la región. A la fecha, estas bandas organizadas de taladores de madera han arrasado con 13 mil hectáreas de bosque. Según la información filtrada por los pobladores de la región purépecha, estas bandas (criminales) están protegidas por integrantes de La Familia y autoridades locales. A pesar de las insistentes denuncias interpuestas por los nativos, las autoridades de los tres niveles de gobierno han ignorado deliberadamente los reclamos. Los habitantes de Cherán aseguran que durante tres años los talamontes han saqueado sus bosques, con el explícito –escandaloso– consentimiento del gobierno.
Pero veamos lo que apuntó el Sr. Campeón de la Tierra, respecto a este asunto, en la recta final de su mensaje protocolario: “Más de 12 millones de personas en México son pueblos, son personas indígenas. La mayoría de ellos vivían en los bosques y en las selvas tropicales. Desde hace siglos todas estas familias no tenían otra alternativa más que destruir a las selvas tropicales y sus bosques con tal de tener ingresos. Pero, hoy día les estamos pagando por servicios ambientales a condición de que preserven los bosques y las selvas tropicales, estamos hablando con las comunidades y diciéndoles: podemos pagarle una cantidad de dinero cada mes a condición de que ustedes preserven los árboles y el ecosistema”.
Juzgue usted, lector.
También en México le otorgaremos al Licenciado Calderón, al término de su administración, un galardón cuyo nombre será idéntico al antes referido: Campeón de la Tierra. Pero en este caso no le será premiado por sus “acciones notables a favor del crecimiento verde global”, sino por las decenas de miles de cadáveres y cuerpos (léase daños colaterales) que yacen bajo tierra a lo largo y ancho de la geografía nacional.
Adelantémonos a la mención honorífica: Sr. Calderón, es usted el único e indiscutido Campeón de la Tierra.
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