Un nuevo fantasma recorre las costas del Golfo de México: el fantasma del Bizarrismo Mágico. Se trata de una corriente teórica-artística de raíces mágico-chamánicas profundas, hondas, antropocósmicas. Los próceres adeptos de esta excéntrica doctrina acusan, sin rubor alguno, la urgente necesidad de socavar todo mito, creencia, credo y sentido “común” existentes. Pues, según las irrevocables argumentaciones de sus máximos exponentes, tal sistema de premisas (presunciones sería la palabra justa) representa actualmente el principal freno para el conocimiento y la abstracción genuinas: es la soga que ahorca el “saber.”
Poco o nada se conoce en relación con su lugar de origen. Empero, se cree que la primera manifestación del Bizarrismo Mágico está íntimamente ligada a otro inusitado fenómeno: la abrupta aparición de seres apátridas de dudosa procedencia y reputación. (Los encargados de la paz mundial clasifican a estos extraños seres con el rótulo de Illegal Aliens). Su modus vivendi errante y andariego les confiere una condición herética inexorable; su libre pensamiento les constriñe a existir en estado inalterable de inadaptados incomprendidos. Se podría conjeturar, espuriamente, que estos seres viven y piensan miserablemente. Empero –y aquí radica su gran virtud-, su condición semi-paria les coloca en posición de testigos y observadores cuasi-panópticos, de avistadores privilegiados, de oráculos virtuosos e infalibles.
Recientemente fueron hallados algunos textos inéditos -escritos originalmente en hebreo y posteriormente traducidos al español por doctos intérpretes- que confirman la existencia orgánica y terrenal de los padres fundadores de esta bizarra doctrina. El siguiente fragmento fue extraído de uno de los manuscritos encontrados:
Se me ha preguntado cuáles son mis motivaciones. Yo respondo: Ninguna. Escribo, desmiento, transgredo, por recreo, por goce. Un psicólogo argüiría que detrás de toda conducta manifiesta hay un móvil consciente o inconsciente. ¡Patrañas! La libre escritura me exime de tal acusación. El filósofo perspicaz alegaría que en el fondo de toda reflexión hay una tesis y consigna. ¡Miente! Yo cavilo y delibero por imposición de mis neuronas... ¿Acaso el ejercicio de la palabra está necesariamente supeditado a condición doctrinal? No lo creo. A menos que existan ambiciones de corte material. Y yo no anhelo ni ambiciono nada en absoluto. ¿Deseo? Eso sí. El deseo es parte intrínseca del ser: se es irremediablemente sensual y voluptuoso. Puedo escuchar las objeciones Budistas. No me detendré a responderles.
La mordacidad manifiesta, la inobjetable facultad de esta doctrina para advertir los absurdos, las desproporciones del universo posmoderno, ha cimbrado el terror entre los círculos intelectuales mas distinguidos a escala planetaria.
Sus adversarios afirman: la Ciencia y la Razón son infalibles. Los Bizarristas responden: pa’ mi que hay gato encerrado.
Su irreverencia e insolencia no tiene límites.
Con el propósito de apuntalar sus ideas y su pensamiento, los prosélitos de esta corriente han iniciado las labores de difusión y transmisión.
El fantasma acecha furtivamente. Amenaza con soterrar toda idea venerada en nuestra era. Cánticos multitudinarios, en señal de simpatía y adherencia, estremecen a propios y extraños: “Lo que pasa es que la banda está bizarra... está bizarra”.
¡Que Dios se conduela de nuestras piadosas almas!
Poco o nada se conoce en relación con su lugar de origen. Empero, se cree que la primera manifestación del Bizarrismo Mágico está íntimamente ligada a otro inusitado fenómeno: la abrupta aparición de seres apátridas de dudosa procedencia y reputación. (Los encargados de la paz mundial clasifican a estos extraños seres con el rótulo de Illegal Aliens). Su modus vivendi errante y andariego les confiere una condición herética inexorable; su libre pensamiento les constriñe a existir en estado inalterable de inadaptados incomprendidos. Se podría conjeturar, espuriamente, que estos seres viven y piensan miserablemente. Empero –y aquí radica su gran virtud-, su condición semi-paria les coloca en posición de testigos y observadores cuasi-panópticos, de avistadores privilegiados, de oráculos virtuosos e infalibles.
Recientemente fueron hallados algunos textos inéditos -escritos originalmente en hebreo y posteriormente traducidos al español por doctos intérpretes- que confirman la existencia orgánica y terrenal de los padres fundadores de esta bizarra doctrina. El siguiente fragmento fue extraído de uno de los manuscritos encontrados:
Se me ha preguntado cuáles son mis motivaciones. Yo respondo: Ninguna. Escribo, desmiento, transgredo, por recreo, por goce. Un psicólogo argüiría que detrás de toda conducta manifiesta hay un móvil consciente o inconsciente. ¡Patrañas! La libre escritura me exime de tal acusación. El filósofo perspicaz alegaría que en el fondo de toda reflexión hay una tesis y consigna. ¡Miente! Yo cavilo y delibero por imposición de mis neuronas... ¿Acaso el ejercicio de la palabra está necesariamente supeditado a condición doctrinal? No lo creo. A menos que existan ambiciones de corte material. Y yo no anhelo ni ambiciono nada en absoluto. ¿Deseo? Eso sí. El deseo es parte intrínseca del ser: se es irremediablemente sensual y voluptuoso. Puedo escuchar las objeciones Budistas. No me detendré a responderles.
La mordacidad manifiesta, la inobjetable facultad de esta doctrina para advertir los absurdos, las desproporciones del universo posmoderno, ha cimbrado el terror entre los círculos intelectuales mas distinguidos a escala planetaria.
Sus adversarios afirman: la Ciencia y la Razón son infalibles. Los Bizarristas responden: pa’ mi que hay gato encerrado.
Su irreverencia e insolencia no tiene límites.
Con el propósito de apuntalar sus ideas y su pensamiento, los prosélitos de esta corriente han iniciado las labores de difusión y transmisión.
El fantasma acecha furtivamente. Amenaza con soterrar toda idea venerada en nuestra era. Cánticos multitudinarios, en señal de simpatía y adherencia, estremecen a propios y extraños: “Lo que pasa es que la banda está bizarra... está bizarra”.
¡Que Dios se conduela de nuestras piadosas almas!
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