Bien podríamos decir que el común denominador de las personas entiende por “superación” y “crecimiento” la consecución de un estilo de vida semejante al “american way of LIE”. La ideología estadounidense ha logrado conquistar los corazones de propios y extraños, de niños y viejos, de pueblos y comunidades enteras. Cuando en la conciencia colectiva la idea del mejoramiento de vida esta íntimamente vinculado a la abundancia material y la opulencia, a la capacidad de consumo y la notoriedad, la sociedad –y los individuos que la componen- se presta a aceptar mansa y dócilmente una ideología que satisface tales ambiciones, aunque su realización esté sujeta a ciertas prerrogativas y aptitudes.
Precisamente en este último punto es donde la ideología del declinante gigante ha obtenido los resultados más positivos y contundentes. Es tal el nivel de ideologización de la actual sociedad mundial (especialmente los estratos medios), que todo fracaso o descalabro personal se le atribuye al individuo a priori, a su incompetencia y/o limitación, y nunca a las deficiencias congénitas del sistema social. Aunque la religión sigue desempeñando un papel cardinal en las labores de consuelo, el individuo moderno (o posmoderno, que no es lo mismo, pero es igual) no encuentra tan fácilmente la manera de aliviar su insatisfacción. La ideología estadounidense, no obstante, ha logrado orientar esta frustración e impotencia acumulativas hacia la concreción de sus designios oníricos, y ha lanzado al mercado mundial el bálsamo curalotodo, redentor de los desdichados: libros y cursos de superación personal, autoestima y autoayuda. De pronto, el sueño del durmiente –inserto en el American Dream- llega a alcanzar niveles de absoluta parálisis mental: el individuo somnoliento ingiere píldoras aletargantes. Solo así, los individuos llegan a abrazar la absurda creencia de que lo importante y trascendente en la vida es combatir todo aquello que transgrede el autoestima, aunque esto implique pisotear al prójimo o degradar la integridad y dignidad personales.
Uno de los logros mas notorios (y peligrosos) de la ideología estadounidense ha sido la conquista de la confusión y la inversión de la lógica –de la ley causa-efecto, sobre todo en cuestiones de carácter público, social, político. La ideología estadounidense ve en la pobreza los males de la democracia republicana, en lugar de ver en la democracia republicana el germen de un pueblo oprimido. Lejos de ver en el mercado la causa de la descomposición social, la ideología estadounidense ve en la descomposición social la fuente de las fallas del mercado. La ideología estadounidense, en lugar de ver en el Estado la razón de las dolencias sociales, ve en las imperfecciones sociales las causas de la inoperancia de un Estado. Lejos de buscar en el capitalismo la explicación del comportamiento humano contemporáneo, la ideología estadounidense busca en la conducta manifiesta y en las ideas imperantes la exculpación del capitalismo: explica la Historia arrancando de presupuestos actuales, en lugar de explicar los principios reinantes a partir de la Historia.
Sin embargo, la Historia, aquella a la que ha manifestado un desdén persistente la ideología estadounidense, hoy nos advierte y previene del inminente desplome de los Estados Unidos. Una vez que pierda en definitiva su privilegiada posición en la economía mundial, es innegable que perderá igualmente su capacidad de difusión y convencimiento ideológico. Tal vez entonces la sociedad despierte del extenso y ominoso letargo en el que se halla sumergida, y recuerde acaso con vergüenza su otrora sonámbula y servil displicencia.
Ahora, si bien es cierto que hoy la cultura yanqui no es mas que un folklore moribundo, si bien es cierto que nos encontramos en el último tramo del ciclo del sueño, del American Dream, ¿será que esto signifique la antesala de una revolución de la conciencia y el pensamiento humanos? ¿Será que al fin los hombres procuraremos pautas de pensamiento más sensatas y plausibles, más verosímiles y francas? ¿O acaso recurriremos una vez mas a las fórmulas hipnóticas y enajenantes de milenaria existencia, de placentera esclavitud?
Las respuestas no las tengo, instruido lector. El futuro es intrínsecamente impredecible. Solo puedo decir que este humilde servidor, felizmente, ha abandonado la fase mas profunda del sueño. Y puedo imaginar que despertar y ver la luz del día será tan desconcertante como salir de un prolongado coma.
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