Estoy seguro que si los hombres parieran
el aborto sería legal.
Eduardo Galeano
Cuando José Revueltas se defendía de los embates del “régimen de acumulación de capital” priista desde las catacumbas de Lecumberri, preguntaba al escaso público que se había dado cita para la audiencia de desahogo de pruebas llevada a cabo en 1970, y en la que se le acusaba, entre tantas otras cosas, de ser como Sócrates:
¿es a través de éste Ministerio Público -evidentemente inútil- y éste Juez -pagado por los gobernantes- a los que se refiere el presidente Díaz Ordaz cuando habla de que a nosotros -los acusados por los “movimientos subversivos de 1968”- se nos juzgará con apego a la ley? ¿Son a estos indignos representantes del poder público a quienes se refiere -volvía a preguntar el maestro Revueltas- el Presidente de la República cuando dice que los representantes de la ley son los mejores capacitados para ejercerla?
Con el mismo espíritu ahora yo podría preguntar: ¿son los hombres acaso -el sexo masculino- los mejor capacitados para legislar sobre el aborto? ¿O pasaría como el inepto Ministerio Público que acusaba a Revueltas y que no era capaz de atinar una prueba, de refutar una idea porque no tenía la menor idea de lo que estaba haciendo, sin importar que fuera su trabajo?
Cuando en un país los grupos de poder son pequeños, y además de todo, controlan un amplio espectro de la vida pública -las instituciones, si se quiere, el dinero y los excesos, la agenda de dicusión- pues entonces se discuten los problemas y se les da una solución acorde a los intereses más puros, más supremos, más superiores, sin importar que caigamos -haiga sido como haiga sido- en una falacia.
Sólo así podemos entender que se esté llevando a cabo una discusión -que se busque elevar a rango constitucional- moral (y de paso legal) sobre los pormenores de un procedimiento médico al que yo, por lo menos, nunca me podré ver sometido más que por interpósita persona, al igual que todos los otros machos mexicanos -tan desprestigiados (pobres de nosotros) a los largo y ancho del mundo.
De la misma forma en que los dogmas económicos -la propiedad privada, el interés, ¡la escasez!- permiten construir un edificio sólido de elucubraciones metafísicas que esconden a la usura, en el plano espiritual los dogmas -el padre, el hijo y el ave- permiten construir un sólido edificio de consideraciones mágico-chamánicas sobre lo que la mujer puede hacer en este mundo, y ojalá dios siga queriendo que la mujer misma siga sin meterse en estos asuntos que -dios te salve maría- no son de su incumbencia.
Haré un exhorto a mi conciencia en mi próxima confesión; le diré al padre de la iglesia de san josé: -prelado, me acuso de haberme abortado.
1 comentario:
el problema del reconocimiento de derechos para las mujeres es hoy uno central, clave, para acabar con la discriminación, pilar indiscutible del capitalismo.
Y si... un par de carcajadas bien ganadas por el orden de aparición, encabezado por el ángel caido.
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