Luego de la guerra y la secesión, la región que anteriormente conformaba en su conjunto a la República Federal Socialista de Yugoslavia está en proceso de integración a la Unión Europea. Croacia y Eslovenia ya se encuentran dentro del club comunitario. Serbia, por su parte, se sitúa inmersa en un proceso similar de integración al organismo. El consenso alrededor de la integración no es total. Cerca de la mitad de la opinión pública no consideraría un hecho positivo que Serbia sea parte de la UE. También hay una minoría creciente que prefiere que su nación esté más cerca de su hermano eslavo mayor: Rusia (1). No obstante, más allá de las resistencias, en todo el arco social, político y económico, algunos levantando las banderas de la algarabía y otros las de la resistencia, creen que una futura cristalización del ingreso de Serbia al club europeo es inevitable.
Pastorales alrededor de la incertidumbre
Hay una corriente reformista, de corte liberal conservador por un lado y progresista por el otro, en la política, la economía y la sociedad que impulsa el proceso de adhesión a la UE. Alegando que las condiciones de vida en ese país, mejorarán drásticamente con el ingreso de Serbia al bloque y que florecerán miles de puestos de trabajo gracias a una lluvia de inversiones de empresas de los países más poderosos del bloque. Una fórmula que sacará a esa nación del ostracismo, el olvido y el estancamiento y la pondrá en la autopista de una necesaria modernización. Una tabula rasa que será la salida definitiva de los ecos y el aturdimiento de un pasado reciente turbulento.
Los nostálgicos de un pasado dorado, el previo a las guerras balcánicas, que tuvo a Serbia a la cabeza de una Yugoslavia socialista y unida, comunistas y nacionalistas que, por izquierda y derecha, miran con recelo una casi inevitable entrada de su país a la UE, no piensan lo mismo. Pues argumentan que los problemas económicos no se solucionarán mágicamente con la entrada a la Unión. Sino que, al contrario, corren riesgo de profundizarse. Basta ver los escasos progresos conseguidos por países vecinos como Rumania y Bulgaria. También la crisis económica griega así como la mala situación de España y países centrales como Italia y Francia. La situación del bloque no es la mejor desde hace casi una década. Ni su modelo económico es el mejor para Serbia. Pues quedaría confinada en un lugar desdeñable en la división del trabajo puertas adentro de la comunidad.
Todos los caminos conducen a Bruselas (y a Moscú)
Estas pastorales, neoliberal y anti-neoliberal, una más pro-europea y otra más pro-rusa no representan a la mayoría de la población serbia, sumida en la apatía y la desesperanza, que lidia entre la precariedad y el desempleo crónico. Que descree de las opciones políticas y un Estado desvencijado frente a las fuerzas del Mercado y el crimen organizado. Un poder público rehén de fuerzas mayores y al que, más allá de las visiones y perspectivas disimiles, que miran al Este y al Oeste dentro de los extremos del espectro político, no le queda otra alternativa que profundizar lazos con Bruselas.
La adhesión a la Unión Europea es un hecho (casi) consumado, tanto los grupos reformistas de carácter liberal-conservador y progresista como los socialistas y radicales nacionalistas (dominados por su ala moderada) ven como un futuro cercano el formar parte de la comunidad. Estos últimos más por descarte e inviabilidad de mantener una posición autónoma. Además de a Rusia, a ningún otro país le interesa que Serbia mantenga su autonomía respecto a la UE. De las tres fronteras que contienen al bloque supranacional, es la menos problemática de ser absorbida (2). En Moscú saben que no pueden sostener la independencia Serbia. No pueden enviar más fondos de los que ya envían a Belgrado. Pero hacen sus presiones para que el Estado serbio no olvide los favores geopolíticos y económicos que el Kremlin ha hecho por ellos. Eso significa que más allá de una eventual integración a la UE hay un límite el cual no pueden pasar aunque quieran; el ingreso a la OTAN.
El nuevo gobierno, compuesto por un Partido del Orden (el Partido Progresista Serbio) que integra a ex nacionalistas devenidos en social conservadores y tecnócratas liberal-conservadores, más allá de contar con mayoría propia para imponer una agenda política pro Unión Europea, luego de unas elecciones en las que ha ganado holgadamente a las opciones socialista y paleo-nacionalista, no tiene en sus planes descuidar la histórica alianza política con Rusia. No solo el PPS es un aliado estrecho de Rusia Unida, el entramado político a través del cual Putin gobierna al gigante euroasiático, sino que también Serbia es uno de los países europeos que no adhirió a las sanciones impuestas a Moscú desde Washington y Bruselas a raíz del conflicto abierto con Ucrania mientras que Rusia no solo es uno de los principales inversores económicos, también es el principal aliado geopolítico. Que protege al hermano eslavo menor de las condenas y sanciones que aún pesan sobre él luego de las guerras balcánicas. De un pasado por el cual el Tribunal de La Haya aun pide al Estado serbio que entregue a muchos de los que pelearon al lado de Milosevic. Lo que se erige como un compromiso inexpugnable a cumplir, además de encontrar una resolución a la cuestión Kosovo, por las actuales autoridades serbias si es que quieren acelerar el ingreso al bloque comunitario.
Los gobiernos se parecen más a su tiempo que a su ideología. Es una máxima común a las administraciones de todos los países. La ideología choca con el realismo capitalista, y no queda otra opción que acoplarse a las sinuosas y angostas condiciones que depara este para el Estado y la sociedad, tratando de encontrar, en lo posible, un ángulo de maniobra para adaptar en lo particular esos imperativos a la idiosincrasia de la población y las instituciones. El Partido del Orden serbio sabe que el camino hacia la UE es indeclinable, que se trata de tomar esa senda u optar por la del aislamiento. De todas maneras debe encontrarse un margen para no meter en la negociación cuestiones como el dejar de lado la relación con Rusia y el morigerar los efectos de las políticas de austeridad que forman parte del paquete de medidas que exige la Troika (3) a cambio de la inclusión de Serbia en la UE. Pragmatismo para entender cuál es el camino más viable y también para comprender que las políticas a implementar no deben dañar los lazos del país balcánico con sus antiguos y aún útiles aliados así como con las reales necesidades de la sociedad.
Consideraciones sobre el futuro cercano
Una futura obtención del pasaporte comunitario por parte de Serbia, al igual que sucedió con Croacia y Eslovenia en el caso de la yugoesfera (4), y de Rumania y Bulgaria en un plano macro-balcánico, visibilizaría y daría forma institucional el desajuste de este país frente a sus pares occidentales. Arrojando luz sobre los problemas que existen para desarrollar un aparato productivo sostenible y profundizando la nostalgia sobre un dorado pasado comunista. Que no fue tan dorado pero si mucho mejor que su presente y el de la mayoría de los países que formaron parte de una supra nación que fue estratégica tanto para el bloque socialista como para occidente en la Guerra Fría y supo alcanzar los niveles de vida más prósperos detrás del telón de acero.
La anomia de la juventud, la desconfianza ciudadana hacia la clase dirigente sea de izquierda o derecha y la llegada de empresas occidentales, que traen consigo cambios en cuanto a hábitos de producción y consumo, son elementos de un nuevo escenario que terminará de tomar forma cuando Serbia sea miembro de la UE. Poniendo fin a una larga etapa marcada por una gradual, lenta pero constante decadencia de la vieja estructura social. En el tintero queda un considerable ejercito de reserva compuesto por sub-ocupados y desempleados crónicos que esperarían nuevas oportunidades de empleo precario traídos por la constelación de corporaciones alemanas, francesas, españolas e italianas.
El gobierno, y la clase dirigente en general, deberán entender que el solo ingreso a la UE o el acomodarse debajo del manto de un polo de poder no solucionarán por arte de magia los problemas sociales y económicos que arrastra la nación serbia. Aplicar un modelo económico sin adaptarlo, por lo menos, a la realidad concreta que atraviesa, en este caso, la población serbia, es equivalente a su pronto fracaso, no sin consecuencias sobre una sociedad que ya atravesó catástrofes como el derrumbe del sistema económico y político constituido por el titoismo (5) y la posterior guerra.
La incorporación de Serbia a la UE marcará, con total seguridad, el camino para la inclusión de Bosnia, Montenegro, Macedonia y Kosovo al bloque comunitario. La reacción de estos países al proceso empezó a ser respondida por Eslovenia y Croacia. No obstante, no hay nada claro. Cada país, por más similitudes regionales e historia en común que tenga con sus vecinos, es un mundo aparte con sus matices socio demográficos, políticos, económicos y culturales bien particulares. Por eso vale la pena replantear estas interrogantes respecto al caso serbio ¿De qué modo integraría el modelo socio-político liberal propuesto por la UE? y ¿Cómo serán encaradas las oportunidades económicas en el nuevo escenario? ¿Recortando salarios para mejorar el índice de competitividad o forjando una cierta autonomía que permita aprovechar el potencial oculto en el nuevo marco para iniciar transformaciones sostenibles y beneficiosas, en el marco de lo posible, para el pueblo serbio?
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(2) La expansión de la Unión Europea está contenida, hasta el momento, por tres fronteras: la eslava, mediada por Ucrania, la árabe, mediada por Turquía y la balcánica, mediada por Serbia. Dada la tensión desatada con Rusia a raíz del conflicto ucraniano y la inestabilidad de Medio Oriente, por la cual es más conveniente para Bruselas tener a Turquía fuera del bloque como tapón, la frontera más factible de ser absorbida, no sin dificultades ni resistencias, es la balcánica.
(3) En referencia al grupo de facto que gobierna sobre la economía de la UE conformado por la Comisión Europea el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
(4) Se denomina yugoesfera al conjunto de países que integraron la República Federal Socialista de Yugoslavia.
(5) La República Socialista Federal de Yugoslavia, conformada al final de la Segunda Guerra Mundial luego del triunfo de los Partisanos de Tito sobre la ocupación alemana y colaboracionista nazi, si bien inicialmente formó parte del bloque pro-soviético, a los pocos años independizó su política económica. Que no salió de los parámetros del Socialismo Real pero adquirió rasgos particulares como su carácter autogestivo y ciertamente permisivo con la iniciativa privada. El llamado socialismo autogestivo o socialismo titoista fue una suerte de alternativa dentro del mundo socialista y modelo para los países no alineados ni a Moscú ni a Washington durante la Guerra Fría. Una alternativa que fue convenientemente sostenida a un lado y el otro del Telón de Acero con fines estratégicos. Como un Estado Tapón para alivianar tensiones entre ambos bloques sobre el territorio europeo en general y la siempre problemática cuestión balcánica en particular.
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