Ante las arteras amenazas, torpemente aducidas, acerca de la eventual instauración de un triunvirato blanquiazul, la temible tríada Vicente-Calderón-Cordero (VKK por sus siglas en “tanga” –lengua nativa de tangamandapio), es preciso revelar algunas realidades inconfesables, que a más de un despistado habrán de herir. La materialización de esta “troika azul” constataría una sospecha ya de por sí madura: el reinado de Acción Nacional tan sólo supone el reemplazo de la “dictadura perfecta” por una “tiranía imperfecta”, o bien, una versión de la hegemonía tricolor más mortífera, bruta, puritana, vulgarmente parasitaria. (Adviértase que este escrito no supone una toma de partido. Coincidimos con Eduardo Galeano cuando insinúa que los colores partidarios –los propios partidos– son como la salsa que uno selecciona al comer unos tacos. Tristemente, en este caso, la carne y la tortilla es la familia mexicana: “La libertad de elección te permite elegir la salsa con la que serás comido”).
Joseph Conrad, escritor polaco-ingles, considera que el trabajo de un artista es proveer la más alta pauta de justicia al universo visible. En esta misma tesitura, Antón Chejov, escritor ruso, sugiere que la obligación del artista no es resolver el problema, sino plantear el problema correctamente. En el papel de este artista que todos llevamos dentro, y que no pocas veces toca a nuestra puerta con ahínco, procuraremos el acercamiento a un terreno donde la verdad prevalezca, desmintiendo una tríada de mitos, a nuestro juicio, terriblemente nocivos para la justicia pretendida por Conrad y el artista.
1. Felipe Calderón es un presidente espurio.
Yerran los que denuncian la ilegitimidad del actual presidente. Él, como sus predecesores, ganó las elecciones con el apoyo de los poderes de facto (el poder del dinero). Su arribo al poder se basó en el urdimiento de una red selecta de complicidades a escala nacional e internacional, con insistente menosprecio del interés general. Tomó protesta después de un proceso electoral severamente cuestionado. Cometió una cantidad obscena de fraudes-farsas en la antesala de los comicios, apoyándose en estrategias de propaganda típicamente totalitarias. Y definió una agenda programática con estricto apego a las demandas de una potencia occidental. ¿Cuál es la diferencia entre el actual mandatario y sus predecesores? Calderón es tan legítimo como los presidentes anteriores, tanto como cualquier gobernante que ha conducido las riendas de este país desde la época que formalmente (sólo nominalmente) se descolonizó. El problema no es Calderón o Acción Nacional o Enrique Peña Nieto. El problema es el sistema que nos rige, que faculta a mediocres, analfabetas e incompetentes para aspirar a cargos de representación popular.
2. La estrategia oficial contra el narcotráfico es fallida.
Falso. Falso. Falso. Un gobierno como el actual sólo podría sostenerse en las condiciones reinantes. Es natural que un régimen, cualesquiera que sean los colores o idearios preconizados, procure allanarse el camino para la auto-conservación. Un gobierno sin poder político real, como el timorato calderonato, sometido a los imperativos de una fuerza foránea (EU), es incapaz de gobernar en un entorno de concordia o avenencia social. El caos, el terror, la confusión, son las condiciones sine qua non para su preservación. Violencia e impunidad es una fórmula de control político tan antigua como el hombre.
3. El destino de la nación se define en las próximas elecciones.
Ya sea con triunvirato azul, retoño tricolor o república amorosa, México pierde (todo el dinero dilapidado en campañas). El presente está en manos de la sociedad. La ilusión del futuro –el destino– es una eyaculación más de la clase política.
Joseph Conrad, escritor polaco-ingles, considera que el trabajo de un artista es proveer la más alta pauta de justicia al universo visible. En esta misma tesitura, Antón Chejov, escritor ruso, sugiere que la obligación del artista no es resolver el problema, sino plantear el problema correctamente. En el papel de este artista que todos llevamos dentro, y que no pocas veces toca a nuestra puerta con ahínco, procuraremos el acercamiento a un terreno donde la verdad prevalezca, desmintiendo una tríada de mitos, a nuestro juicio, terriblemente nocivos para la justicia pretendida por Conrad y el artista.
1. Felipe Calderón es un presidente espurio.
Yerran los que denuncian la ilegitimidad del actual presidente. Él, como sus predecesores, ganó las elecciones con el apoyo de los poderes de facto (el poder del dinero). Su arribo al poder se basó en el urdimiento de una red selecta de complicidades a escala nacional e internacional, con insistente menosprecio del interés general. Tomó protesta después de un proceso electoral severamente cuestionado. Cometió una cantidad obscena de fraudes-farsas en la antesala de los comicios, apoyándose en estrategias de propaganda típicamente totalitarias. Y definió una agenda programática con estricto apego a las demandas de una potencia occidental. ¿Cuál es la diferencia entre el actual mandatario y sus predecesores? Calderón es tan legítimo como los presidentes anteriores, tanto como cualquier gobernante que ha conducido las riendas de este país desde la época que formalmente (sólo nominalmente) se descolonizó. El problema no es Calderón o Acción Nacional o Enrique Peña Nieto. El problema es el sistema que nos rige, que faculta a mediocres, analfabetas e incompetentes para aspirar a cargos de representación popular.
2. La estrategia oficial contra el narcotráfico es fallida.
Falso. Falso. Falso. Un gobierno como el actual sólo podría sostenerse en las condiciones reinantes. Es natural que un régimen, cualesquiera que sean los colores o idearios preconizados, procure allanarse el camino para la auto-conservación. Un gobierno sin poder político real, como el timorato calderonato, sometido a los imperativos de una fuerza foránea (EU), es incapaz de gobernar en un entorno de concordia o avenencia social. El caos, el terror, la confusión, son las condiciones sine qua non para su preservación. Violencia e impunidad es una fórmula de control político tan antigua como el hombre.
3. El destino de la nación se define en las próximas elecciones.
Ya sea con triunvirato azul, retoño tricolor o república amorosa, México pierde (todo el dinero dilapidado en campañas). El presente está en manos de la sociedad. La ilusión del futuro –el destino– es una eyaculación más de la clase política.
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