El estudio de los trastornos anatómicos y
fisiológicos que presentan los órganos enfermos, junto con los
síntomas y signos a través de los cuales se manifiestan las
enfermedades es la esfera de influencia de la patología. Si
trasladamos el concepto al estudio a las elecciones en México tal
vez, ironías aparte, se pueda reflexionar acerca de esos síntomas y
signos que configuras la enfermedad que padecen, tantos los
instituciones como los procesos electorales. La intención no
comparte la creencia en el perfeccionamiento paulatino del subsistema
electoral basado en sesudas aportaciones de la academia o de
políticos con pretensiones científicas; mas bien parte de la
premisa de que las elecciones en una república liberal cumplen sobre
todo con la función legitimadora de conformar una representación
legal y que casi siempre dicha representación favorece a los
intereses de la clase en el poder. La enfermedad del sistema
electoral está determinada precisamente por su función
mistificadora del autoritarismo liberal, alimentando la ilusión de
un perfeccionamiento perenne de las instituciones democráticas, por
medio de reformas, que en realidad no modifican sustancialmente el
equilibrio de las fuerzas políticas en competencia sino mas bien lo
refuerzan.
Es el caso por ejemplo, de las candidaturas
independientes, estrenadas con el triunfo de Jaime Rodríguez
Calderón, mejor conocido como El Bronco, y que a pocos meses del
inicio de su gestión ha demostrado los límites de su supuesta
independencia. Ya desde finales de los años noventa se empezó a
discutir en ciertos espacios la posibilidad de hacer frente al
monopolio partidista para definir candidatos a puestos de elección
popular. Se tenia la esperanza de que la competencia con candidatos
ciudadanos obligaría a los partidos a abrir sus procesos internos de
selección de candidatos, democratizándolos y ampliando los
incentivos entre la base partidista para mantener una militancia
estable y comprometida. Sobra decir que también se contempló la
posibilidad de poderes fácticos cobraran aun mayor peso en los
procesos electorales, en particular en narcotráfico.
El tema cobró dimensión pública cuando
Jorge Castañeda intentó presentarse como candidato independiente en
el 2006 pero fue excluido por el órgano electoral con base en el
COFIPE, que otorgaba a los partidos el derecho exclusivo de nombrar
candidatos. El caso Castañeda llegó hasta instancias
internacionales y al final la Corte Interamericana de Derechos
Humanos condenó en 2008 al Estado mexicano a reformar sus leyes para
garantizar a la ciudadanía el derecho a ser electo. La misma
sentencia justifica el hecho tomando en cuenta los valores
democráticos “por lo que resulta imperioso un debate profundo y
reflexivo sobre la participación y la representación política, la
transparencia y el acercamiento de las instituciones a las personas,
en definitiva, sobre el fortalecimiento y la profundización de la
democracia”
La cita anterior se justifica toda vez que
resulta una evidencia del lenguaje que acompaña a las reformas
electorales: todas forman parte de un proceso que poco a poco nos
conducirá sin sobresaltos al paraíso de la democracia. En
consecuencia, el tema de las candidaturas independientes va ganando
fuerza y gana su existencia legal. El ciclo virtuoso del cambio
institucional da frutos y con la anuencia de sus antaño acérrimos
enemigos, los partidos políticos, nace la figura legal de
candidaturas independientes.
El caso de El Bronco en Nuevo León
demostró la viabilidad de la reforma pues el candidato independiente
logró ganar una gubernatura con amplio apoyo sin contar con la venia
de las televisoras locales aunque si con el de otros grupos
económicos locales como los dueños de El Norte. Sin embargo, El
Bronco militó en el PRI por décadas y su independencia de los
partidos fue más cosmética que otra cosa. Su alejamiento de las
demandas ciudadanas que prometió hacer realidad a lo largo de su
campaña confirman que su estilo de gobierno no difiere en nada con
los de otros gobernadores. Al final los grupos de poder del estado
mantuvieron su influencia y poder y no se ven indicios de que el
gobernador se vaya a oponer a que las cosas sigan como siempre.
Pero tal vez el ejemplo de la funcionalidad
de las candidaturas independientes en el seno del sistema política
tenga que ver con las posibilidad de que el PRI siga manteniendo el
poder a pesar de contar con menos votos efectivos año con año. Con
las alianzas con el Partido Verde, por ejemplo, el PRI logró
compensar su tendencia histórica de pérdida de votos; ahora con
las candidaturas independientes fragmenta el voto de oposición para
seguir ganando elecciones.
La elección en Veracruz proporciona un
ejemplo típico de para quien trabajan las candidaturas
independientes. Juan Bueno Torio, militante panista por años, hoy
forma parte de la estrategia priísta para descontarle votos al
candidato del PAN. Las sospechas de que el gobierno del estado ha
contribuido a su campaña se basan en la imposibilidad de que Bueno
Torio gane la elección y a sus buenas relaciones con el gobernador
en turno.
Por lo anterior, las candidaturas
independientes son un signo más de la enfermedad crónica de las
elecciones en México pues no parece que representen una amenaza real
al monopolio partidista, mucho menos una alternativa política para
la ciudadanía crítica de los procesos electorales; los candidatos
son simples refritos de militantes descontentos que poseen clientela
política obtenida desde los partidos y que ahora ofrecen como su
capital político, al menos para obtener las firmas necesarias para
lograr su registro como candidato. En todo caso aparece como una
figura secundaria que sirve más para destruir que para construir,
una opción política alternativa a los cárteles partidistas que en
realidad les sirve a éstos mas que a los ciudadanos.
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