Bien
dice Enrique Galván Ochoa en su columna Dinero
del lunes 18: “El panismo inventó el mito del subsidio a la gasolina como una forma
de ocultar un negociazo. Si tal subsidio existiera sería para las refinerías de
Estados Unidos a las que Pemex compra el combustible, no para ayudar a los
consumidores mexicanos.” Y es que a lo largo de los últimos años los vaivenes
en el precio de petróleo han provocado que en algunas ocasiones la gasolina sea
más barata al norte del Rio Bravo.
Si
la gasolina sale más barata en Estados Unidos ¿por qué se sigue ‘subsidiando’?
Agréguele a lo anterior que no toda la gasolina que se consume en nuestro país
es importada. Alrededor de la mitad de lo que se consume la produce PEMEX y,
según los que saben, su costo de producción es uno de los más bajos del mundo.
Incluso en estos momentos, en algunos estados de la unión americana está por
debajo de lo que pagamos aquí. Entonces todos los argumentos que giran
alrededor de que el ‘subsidio’ sólo beneficia a los que tienen auto no tiene
otra intención de ocultar la realidad: el cobro de un impuesto sin el
aval del congreso, para subsidiar a las petroleras yanquis y a los
administradores del erario público.
En
estos días –aunque la idea no es nueva- la burocracia priísta y los
intelectuales que la apoyan alimentan el engaño al afirmar que la
política de ‘subsidio’ a la gasolina es injusta porque beneficia a los que
más tienen. Con una buena dosis de dramatismo promueve la idea de quitarle el
apoyo a la gasolina para que, con los ingresos obtenidos se apoye a los más
necesitados. Esta especie recuerda las ocurrencias de Vicente Fox quien, cuando
fue presidente, trató de justificar su propuesta para cargar el IVA a medicinas
y alimentos con la promesa de regresárselo a la gente ‘copeteado’ vía programas
sociales. Aquí se nota la continuidad de la política económica en el gobierno
federal, independientemente del partido que gobierne, lo que demuestra que
dicha política no está diseñada por los partidos políticos sino por los centros
financieros internacionales.
Envalentonados
con el regreso a Los Pinos, el parque jurásico simplemente no quiere ver que
las recetas de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), del Banco Mundial
y el Fondo Monetario Internacional -que una
y otra vez ‘recomiendan’ a países como México profundizar en la
modernización económica- son un salto al vacío, o mejor dicho un atraco a las
arcas nacionales. Son los organismos internacionales los que más han insistido
en que hay que liberar los mercados y acabar con los subsidios, aunque se hacen
los desentendidos cuando se les recuerda, por ejemplo, que la agricultura
estadounidense es una de las más subsidiadas en el mundo. En nuestro país el
subsidio es una barbaridad, un síntoma de subdesarrollo y corrupción; en los
países centrales una atinada e intocable política pública.
Algunos
sectores empresariales en México se han mostrado contrarios al
aumento de los energéticos pues suponen, con razón, que el consumo de sus
productos descenderá en la medida en que los hogares dispongan de más dinero
para el transporte. El costo de los combustibles impacta directamente en todas
las áreas de la producción y por ende en el del precio final de todas las
mercancías. Y con el aumento irrisorio al salario mínimo la baja en los
ingresos será brutal. El insistir en que subsidiar la gasolina sólo beneficia a
los que tiene automóvil es olvidar que los aumentos en cascada que provocaría
la medida afectarían sobre todo a los que menos, que se verán obligados a
dispones de una rebanada mayor de sus ingresos para transportarse lo que los
colocará en mayor desventaja para adquirir los bienes de consumo básico que
además subirán sus precios para absorber el aumento de los energéticos.
Quitar
o no quitar el ‘subsidio’ a la gasolina en México es un falso dilema que
pretende ocultar el sometimiento de nuestros ‘representantes’ para con las
grandes corporaciones internacionales y Wall Strett. Hoy por hoy los beneficios
del petróleo mexicano son para todos (políticos, transnacionales y
especuladores) menos para la mayoría de los mexicanos. Y eso no va a cambiar
con la eliminación del ‘subsidio’ sino todo lo contrario. En realidad lo que se
pretende es ampliar los ingresos del estado sin cargar con el costo de aumentar
impuestos, enfrentando el desgaste generado por las discusiones en el congreso
y su discusión en la sociedad. De ese modo se evitaría cobrarles impuestos a
los grandes capitales para seguir soportando la captación de recursos en el
empobrecimiento de la población. Más de lo mismo.
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