Desde la génesis del movimiento YoSoy132 se ha discutido intensamente en distintos foros, espacios, escenarios, el perfil ideológico, político, y el alcance sociocultural de la aparentemente camaleónica propuesta de la insurrecta juventud mexicana. Y esta perplejidad, si bien legítima, debe despejarse prontamente afín de penetrar en el planteamiento toral del movimiento, que aunque polivalente e indeterminado posee una vitalidad transformadora sin parangón en la historia de este país.
Una vez superado el protagonismo de la vanguardia obrera como sujeto histórico de la revolución (que aquí no se discute la inexorabilidad de su función activa en el cambio social), y el perjudicial esencialismo de la marginalidad (engendro típicamente posmoderno), entramos, acaso accidentadamente, a una etapa civilizatoria en donde las transformaciones sociales de gran alcance se impulsan transversalmente, esto es, a partir de la participación –tercamente incluyente– de múltiples segmentos sociales en la definición de mociones, criterios estatutarios, agendas programáticas y planes de acción, orientados a la conquista de aspiraciones comunes. No sólo en México, también en otras latitudes del planeta, se observan tres ejes vertebrales en la estructura organizativa de los movimientos contemporáneos, a saber: 1) mandos rotativos como base organizacional, priorización de la horizontalidad, negativa categórica a las dirigencias fósiles o a la complexión jerárquica de una organización; 2) la aglutinación de grupos, colectivos, asociaciones, de las más variadas ideologías y/o procedencias incorporados orgánicamente a un movimiento (que no frente común) sin renunciar a sus respectivas posturas e idearios; 3) autonomía frente a poderes fácticos e instituciones gubernamentales, autosuficiencia material e intelectual.
Estos principios teórico-organizacionales que introducen los nuevos movimientos sociales, incluido el YoSoy132, ponen en jaque los presupuestos políticos del liberalismo: el repudio a la política de la representatividad; la superación del concepto rousseauniano de la “voluntad general” y con ello de la versión contractual de la comunidad política; la censura a las economías orientadas al mercado, máxime aquellas sin regulación estatal, y en especial a la vocación irrenunciablemente lucrativa de los procesos productivos; la lúcida invectiva antineoliberal que no pocas veces apunta al anticapitalismo; el señalamiento de los efectos destructivos del capital en las comunidades originarias; la preferencia por la colaboración interhumana en reemplazo de la vulgar competitividad liberaloide.
Heredero o hermano mellizo de las nacientes “primaveras”, el movimiento YoSoy132 está conformado por un mosaico de posturas políticas e ideológicas. Pero mientras algunos creen que en esa gama amorfa de posicionamientos radica su debilidad, tibieza, laxitud o carácter “reformista”, cabe reconocer que en el curso de su resistencia y en la creciente consolidación como agente político de cambio, el YoSoy132 desmiente esta desafortunada suposición, y en cambio convalida su inédita facultad transformadora y el alcance histórico de su lucha. Es precisamente esta cualidad plural, diversa, transversal, lo que da solidez al movimiento, pues la ausencia de una línea normativa o de acción contribuye a evitar fisuras, rupturas o escisiones intestinas. Es una especie de conglomerado sin límites precisados, pero con un vértice en torno al cual se congregan luchas e iniciativas comunes. El disenso consensuado es su fortaleza, no su flaqueza. Por las razones antes mencionadas, el poder a menudo se muestra impotente al pretender desvirtuar o satanizar el movimiento. La reserva ética e intelectual de la juventud en México es acentuadamente superior a la de las autoridades, tanto las visibles como las anónimas (mercado). Esta generación ha quebrantado irreversiblemente la relación mando-obediencia. “¡Ustedes no nos representan!”, profieren en las marchas los jóvenes, o el ya clásico “Esos son, esos son, los que chingan a la nación”.
Pero para ilustrar más puntualmente la naturaleza de este movimiento, véase las propuestas que se discutieron en la reciente asamblea inter-universitaria (espero que la descabellada Ley ACTA aún no esté en vigor): 1) El movimiento no sólo debe ser antineoliberal sino además debe ser anticapitalista; 2) El proyecto histórico del YoSoy132 consiste en generar un plan de lucha de 6 años, no uno que sólo implique el proceso electoral; 3) El interlocutor es la sociedad civil, no las instituciones ni los medios; 4) Vinculación del movimiento con otras luchas; 5) Huelga o paro nacional para la impugnación de las fraudulentas elecciones; 6) Alfabetización política.
En una manta que regularmente escolta las marchas del YoSoy132, se puede leer la siguiente declaratoria identitaria: “No somos ni de izquierda, ni de derecha, somos los de abajo y vamos por los de arriba”.
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