Una vez superado el protagonismo de la vanguardia obrera como sujeto histórico de la revolución (que aquí no se discute la inexorabilidad de su función activa en el cambio social), y el perjudicial esencialismo de la marginalidad (engendro típicamente posmoderno), entramos, acaso accidentadamente, a una etapa civilizatoria en donde las transformaciones sociales de gran alcance se impulsan transversalmente, esto es, a partir de la participación –tercamente incluyente– de múltiples segmentos sociales en la definición de mociones, criterios estatutarios, agendas programáticas y planes de acción, orientados a la conquista de aspiraciones comunes. No sólo en México, también en otras latitudes del planeta, se observan tres ejes vertebrales en la estructura organizativa de los movimientos contemporáneos, a saber: 1) mandos rotativos como base organizacional, priorización de la horizontalidad, negativa categórica a las dirigencias fósiles o a la complexión jerárquica de una organización; 2) la aglutinación de grupos, colectivos, asociaciones, de las más variadas ideologías y/o procedencias incorporados orgánicamente a un movimiento (que no frente común) sin renunciar a sus respectivas posturas e idearios; 3) autonomía frente a poderes fácticos e instituciones gubernamentales, autosuficiencia material e intelectual.
Estos principios teórico-organizacionales que introducen los nuevos movimientos sociales, incluido el YoSoy132, ponen en jaque los presupuestos políticos del liberalismo: el repudio a la política de la representatividad; la superación del concepto rousseauniano de la “voluntad general” y con ello de la versión contractual de la comunidad política; la censura a las economías orientadas al mercado, máxime aquellas sin regulación estatal, y en especial a la vocación irrenunciablemente lucrativa de los procesos productivos; la lúcida invectiva antineoliberal que no pocas veces apunta al anticapitalismo; el señalamiento de los efectos destructivos del capital en las comunidades originarias; la preferencia por la colaboración interhumana en reemplazo de la vulgar competitividad liberaloide.
Heredero o hermano mellizo de las nacientes “primaveras”, el movimiento YoSoy132 está conformado por un mosaico de posturas políticas e ideológicas. Pero mientras algunos creen que en esa gama amorfa de posicionamientos radica su debilidad, tibieza, laxitud o carácter “reformista”, cabe reconocer que en el curso de su resistencia y en la creciente consolidación como agente político de cambio, el YoSoy132 desmiente esta desafortunada suposición, y en cambio convalida su inédita facultad transformadora y el alcance histórico de su lucha. Es precisamente esta cualidad plural, diversa, transversal, lo que da solidez al movimiento, pues la ausencia de una línea normativa o de acción contribuye a evitar fisuras, rupturas o escisiones intestinas. Es una especie de conglomerado sin límites precisados, pero con un vértice en torno al cual se congregan luchas e iniciativas comunes. El disenso consensuado es su fortaleza, no su flaqueza. Por las razones antes mencionadas, el poder a menudo se muestra impotente al pretender desvirtuar o satanizar el movimiento. La reserva ética e intelectual de la juventud en México es acentuadamente superior a la de las autoridades, tanto las visibles como las anónimas (mercado). Esta generación ha quebrantado irreversiblemente la relación mando-obediencia. “¡Ustedes no nos representan!”, profieren en las marchas los jóvenes, o el ya clásico “Esos son, esos son, los que chingan a la nación”.
Pero para ilustrar más puntualmente la naturaleza de este movimiento, véase las propuestas que se discutieron en la reciente asamblea inter-universitaria (espero que la descabellada Ley ACTA aún no esté en vigor): 1) El movimiento no sólo debe ser antineoliberal sino además debe ser anticapitalista; 2) El proyecto histórico del YoSoy132 consiste en generar un plan de lucha de 6 años, no uno que sólo implique el proceso electoral; 3) El interlocutor es la sociedad civil, no las instituciones ni los medios; 4) Vinculación del movimiento con otras luchas; 5) Huelga o paro nacional para la impugnación de las fraudulentas elecciones; 6) Alfabetización política.
En una manta que regularmente escolta las marchas del YoSoy132, se puede leer la siguiente declaratoria identitaria: “No somos ni de izquierda, ni de derecha, somos los de abajo y vamos por los de arriba”.
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