¿Acaso pensaba usted que el sistema judicial de nuestro país era ineficiente, corrupto, insuficiente, incapaz, parcial, y/o cualquier otro adjetivo -des-calificativo que se le ocurra? Con todo respeto, le informo que está usted equivocado.
¿Paulette, Cabañas, el jefe Diego y demás novelas que hemos disfrutado en los últimos meses le hicieron pensar que vivíamos en un país sin ley? De nuevo, equivocado.
Si tiene usted dudas sobre la capacidad de nuestro gobierno de resolver los problemas fundamentales que aquejan a nuestro país, es el momento de abrir los ojos a la realidad: la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con la mira puesta en el bienestar nacional y en la seguridad de todos y cada uno de los mexicanos, ha declarado constitucional que la charlatanería sea considerada un fraude, y por ende, sea castigada con prisión.
La charlatanería, seguramente, se encuentra entre los principales delitos que se persiguen en nuestro país. Si bien no existen pruebas concretas, es muy posible que la CIA se encuentre involucrada en la persecución de dichos criminales, mientras que todos los recursos de la Interpol se encuentran a disposición de las autoridades mexicanas. Ni siquiera el narcotráfico se acerca siquiera a generar los ingresos que los charlatanes se apropian ilegalmente. (Tal pareciera ser el caso, ¿no?)
En un acto que demuestra la sensibilidad de las instituciones gubernamentales a los problemas que aquejan a la sociedad y el sentido de la realidad que poseen las mismas, los ministros de la Suprema Corte aseguran que “existen personas o grupos que se aprovechan de la ignorancia y creencia de otros para obtener un lucro indebido, lo cual a fin de cuentas es un fraude” (¿existe el lucro debido?).
Estas personas que se aprovechan de las necesidades de los demás serán objeto de penas de cárcel hasta por ocho años, así como sanciones económicas que reparen el daño causado.
Quizá la clasificación de la charlatanería como delito sirva también para deshacernos de ridículas tradiciones que mantienen a nuestro país en el atraso. ¿Que se trata de costumbres ancestrales, de religiones incluso? No importa, la modernidad no puede darse el lujo de permitir tan anticuadas prácticas.
¿¡Qué sería de nosotros sin la Suprema Corte!?
De acuerdo, quizá pueda usted argumentar que el día de ayer se cumplió un año del incendio en la guardería ABC que causo la muerte de 49 niños sin que ninguno de los verdaderos responsables haya enfrentado ninguna consecuencia. Pero tome en cuenta que nuestro valiente Presidente no solo detuvo el Apocalipsis, sino que también decreto día de luto nacional el 5 de junio. ¿Qué más podemos pedir?
Sin lugar a dudas contamos con las instituciones más democráticas de nuestra historia. Los encargados de impartir justicia por fin anteponen los intereses del pueblo a los de un puñado de individuos.
Así que recuerdo, si alguien le ofrece leerle la mano, el café o las cartas, grite con todas su fuerzas ¡charlatán! y apresúrese al puesto de policía más cercano.
Si alguien le dice que México puede ganar el Mundial, dígaselo a quien más confianza le tenga y repórtelo a las autoridades correspondientes.
El próximo 16 de septiembre, al celebrar el bicentenario de la independencia, no solo gritaremos ¡mueran los gachupines!, sino que le acompañaremos con un ¡mueran los charlatanes!
Debo confesar me encuentro esperanzado ante un prometedor futuro para nuestro país. Si todos los charlatanes pertenecen a la cárcel, quizá un buen día despertemos con la buena noticia de que el mismo criterio ha sido aplicado a los políticos.
¿Paulette, Cabañas, el jefe Diego y demás novelas que hemos disfrutado en los últimos meses le hicieron pensar que vivíamos en un país sin ley? De nuevo, equivocado.
Si tiene usted dudas sobre la capacidad de nuestro gobierno de resolver los problemas fundamentales que aquejan a nuestro país, es el momento de abrir los ojos a la realidad: la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con la mira puesta en el bienestar nacional y en la seguridad de todos y cada uno de los mexicanos, ha declarado constitucional que la charlatanería sea considerada un fraude, y por ende, sea castigada con prisión.
La charlatanería, seguramente, se encuentra entre los principales delitos que se persiguen en nuestro país. Si bien no existen pruebas concretas, es muy posible que la CIA se encuentre involucrada en la persecución de dichos criminales, mientras que todos los recursos de la Interpol se encuentran a disposición de las autoridades mexicanas. Ni siquiera el narcotráfico se acerca siquiera a generar los ingresos que los charlatanes se apropian ilegalmente. (Tal pareciera ser el caso, ¿no?)
En un acto que demuestra la sensibilidad de las instituciones gubernamentales a los problemas que aquejan a la sociedad y el sentido de la realidad que poseen las mismas, los ministros de la Suprema Corte aseguran que “existen personas o grupos que se aprovechan de la ignorancia y creencia de otros para obtener un lucro indebido, lo cual a fin de cuentas es un fraude” (¿existe el lucro debido?).
Estas personas que se aprovechan de las necesidades de los demás serán objeto de penas de cárcel hasta por ocho años, así como sanciones económicas que reparen el daño causado.
Quizá la clasificación de la charlatanería como delito sirva también para deshacernos de ridículas tradiciones que mantienen a nuestro país en el atraso. ¿Que se trata de costumbres ancestrales, de religiones incluso? No importa, la modernidad no puede darse el lujo de permitir tan anticuadas prácticas.
¿¡Qué sería de nosotros sin la Suprema Corte!?
De acuerdo, quizá pueda usted argumentar que el día de ayer se cumplió un año del incendio en la guardería ABC que causo la muerte de 49 niños sin que ninguno de los verdaderos responsables haya enfrentado ninguna consecuencia. Pero tome en cuenta que nuestro valiente Presidente no solo detuvo el Apocalipsis, sino que también decreto día de luto nacional el 5 de junio. ¿Qué más podemos pedir?
Sin lugar a dudas contamos con las instituciones más democráticas de nuestra historia. Los encargados de impartir justicia por fin anteponen los intereses del pueblo a los de un puñado de individuos.
Así que recuerdo, si alguien le ofrece leerle la mano, el café o las cartas, grite con todas su fuerzas ¡charlatán! y apresúrese al puesto de policía más cercano.
Si alguien le dice que México puede ganar el Mundial, dígaselo a quien más confianza le tenga y repórtelo a las autoridades correspondientes.
El próximo 16 de septiembre, al celebrar el bicentenario de la independencia, no solo gritaremos ¡mueran los gachupines!, sino que le acompañaremos con un ¡mueran los charlatanes!
Debo confesar me encuentro esperanzado ante un prometedor futuro para nuestro país. Si todos los charlatanes pertenecen a la cárcel, quizá un buen día despertemos con la buena noticia de que el mismo criterio ha sido aplicado a los políticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario