viernes, 25 de junio de 2010

Fútbol, competencia y geocultura


Ha sido ampliamente discutido en fechas recientes el parentesco entre el fútbol y la política. Inclusive en este mismo espacio que Milenio El Portal nos ha concedido hemos abordado el tema con cierta insistencia premeditada. Y es que la coyuntura de la “fiesta” mundialista nos compromete moral e intelectualmente a revisar los contenidos subyacentes a la realización de eventos deportivos de magna envergadura.

Pese a estar extensamente documentado el nexo entre los negocios, el fútbol y los gobiernos, considero que aun falta ahondar en ciertos aspectos de corte sociocultural que han sido omitidos, a mi entender, indebidamente.

El fútbol ha rebasado su carácter meramente deportivo y lúdico. Este deporte, como muchos otros, ha degenerado en espectáculo-mercancía. Si nos remitimos al frío testimonio de las cifras, advertiremos que la FIFA –órgano que regula y administra el “deporte rey” a escala global- consolida su agudo proceso de enriquecimiento financiero en la década de los 80. Esta acumulación de poder y riqueza coincide con la proliferación de las políticas neoliberales y el auge del mercado global. En este contexto, el fútbol, como fenómeno social antes que deportivo, entra en un violento proceso de comercialización y transnacionalización. Se ve de pronto inmerso en esta nueva realidad de los Estados de Competencia.

Cuando las selecciones nacionales de fútbol se enfrentan entre sí, el aficionado concibe a su equipo como la “representación competitiva” de su país. En el rectángulo verde se pone a prueba la destreza de la nación en materia de competencia: El “hincha” alimenta su sentido de pertenencia e identidad y, a la par, celebra y preconiza los valores “competitivos”. En síntesis, se trata de un neo-nacionalismo de “competencia” que se monta sobre el nacionalismo tradicional, asociado con la sangre y la tierra.

Acaso por esta razón ciertos eventos deportivos como el Mundial de Fútbol despiertan tal cantidad de pasiones enardecidas: Esta en juego el orgullo, la casta, la efectividad, el valor y, sobre todo, la reputación de la nación frente a la mirada expectante y antagónica de cientos de millones de espectadores y de países “competidores”.

Me parece insuficiente alegar que el fútbol es un mecanismo de distracción en relación con la discusión de los asuntos públicos sustantivos. Como toda mercancía, el fin supremo del fútbol-espectáculo es su consumo. Y un consumo preferentemente dirigido, orientado, y masivo. Las mercancías no solo producen satisfacción, también incluyen aspiraciones, concepciones, sentimientos. El fútbol conforma visiones identitarias y colectivas: El aficionado que simpatiza con un club por su mística aguerrida (simpatía que comparte con otros individuos y/o grupos); aquel que apoya a una selección nacional por determinaciones de corte “nacionalista” (la nación es una comunidad que, aunque abstracta, confiere un sentido social de pertenencia); aquel que distingue el carácter global del fútbol y le concibe como un trampolín para alcanzar la condición de “ciudadano universal”.

En fin, se trata de una construcción ideológica en torno al deporte; ideología que, por otro lado, promueve y vivifica los principios del mercado competitivo.

Acaso por esta razón la FIFA anuló en el 2007 la política de rotación de continentes. Ahora, el país sede para la Copa del Mundo será seleccionado con base en un sistema de competencia que arrojará como anfitrión al ganador de un riguroso concurso. El criterio de selección es uno: aquel que cuente con la más óptima infraestructura.

No es casual que la televisión solo ofrezca imágenes –escrupulosamente seleccionadas- del rostro “moderno”, “civilizado”, de Sudáfrica. La tele-audiencia muerde el anzuelo: Hoy, todos hablan de la Sudáfrica de los centros comerciales, de los flamantes estadios, de las zonas metropolitanas cosmopolitas.

Los medios omiten, por negligencia deliberada, la vida infrahumana de los “townships” (barrios marginales, análogos a los “proyects” en E.U.), las aparatosas desproporciones socioeconómicas (Sudáfrica es la nación con mas desigualdades sociales en el mundo), el apartheid de facto que aún permea la vida social y económica de los sudafricanos (83% de las tierras están en manos de los blancos), y el insufrible estado de violencia que padecen diariamente los conciudadanos de Nelson Mandela (Sudáfrica es uno de los países más violentos del mundo).

En suma, el Estado, el mercado y el capital han conseguido incorporar el fútbol al universo de actividades y símbolos promotores de la competencia a ultranza entre pueblos e individuos, fomentando, a la par, una visión fragmentaria de la realidad, en la que solo cabe el horizonte moderno, suntuoso y opulento de las distintas sociedades que cohabitan en el mundo.

¡Que ruede la pelota!

Saramago y Monsiváis



Arturo Mejía Acosta
AQUELARRE

“Nuestras vidas son ríos que van a dar en el mar que es el morir...”
- Coplas de Jorge Manrique

“Después de todo la muerte es solo un síntoma de que hubo vida...”
- Haiku 10 de Mario Benedetti


Yo creo que cuando algo se acaba, se acaba y ni modo; pero cuando alguien muere, y sobre todo si ganó nuestro amor, respeto y admiración también muere algo en nosotros con su muerte. Confiésote, lector, ser un atrevido al pretender hablar (humilde homenaje) de la obra y del actuar de dos grandes escritores y hablantes: Saramago y Monsiváis que con su morir individual al término del equinoccio primaveral consternó mi corazón y alma, enlutando la creatividad literaria de vida porque para ella convivieron el escritor y el revolucionario en dos funciones que aglutinaron la esencia de sus seres con su deber ser como medio de lucha y actitud. Nunca separada la una de la otra. Por lo siguiente ratifico y confirmo: En marzo 98 (segundo viaje a México) Saramago en Acteal a flor de piel y en el corazón étnico de Chiapas expresó: “Si no nos movemos a donde están el dolor y la indignación y la protesta no estamos vivos, estamos muertos”. Al lado estaba nuestro Monsiváis. (Permítaseme recordar a Julio Cortazar, argentino: “Así como otros toman el fusil, yo me valgo de la pluma para pelear por una sociedad más justa: hacer literatura es hablar de política señalando injusticias y arbitrariedades, planteando errores y propuestas en la lucha de liberación”).

Al leerlos sentí que ambos estaban representando en cada obra suya el conocimiento y sabiduría de sus respectivos pueblos (arte genuino de sus naciones) que rompe mordazas y se libera de cadenas (ismos) logrando con sus escrituras (novelas y crónicas) descorrer el velo de sus seres como escritores y de estar de pie en sus respectivos mundos logrando en sus obras la gran literatura del lenguaje y del espíritu.

Para no ser repetitivo de ellos todo está dicho y escrito. Y termino este atrevido AQUELARRE con dos asuntos personales de estos dos grandes creadores (Nobel 98 y Premio Nacional):

Cuando Saramago (yerbita del monte y apodo del padre el encargado del Registro en la provincia portuguesa de Azinhaga en 1922 como broma lo asienta con ese apellido) publica Los Evangelios según Jesucristo el Vaticano lo excomulga y éste ya no tuvo tiempo para la segunda por su Caín, y yo me lo imagino sonriendo ante Dios y éste diciéndole: fuiste el ateo más cercano a la existencia mía. Bienvenido a mí.

Monsiváis, rodeado por gatos (recuerdo a un gran prototipo sentado en su poltrona en el corredor rodeado por decenas de gatos en los Tuxtla) encontró por fin su Amor Perdido en la única amante que tuvo en su vida: La Catrina de Posada quien lo hizo suyo por siempre con infinito amor reencontrado aunque sea para pérdida irremplazable de las letras, cultura y sociedad mexicanas.

miércoles, 23 de junio de 2010

La soberanía alimentaria en el siglo XXI

La práctica de despojar, negarles la posesión a otros, para el enriquecimiento de unos cuantos es una práctica muy antigua. En tiempos de crisis económica la lucha por las ganancias se exacerba, aumentando la tendencia a la desposesión de amplias capas de la población, no sólo de sus casas o tierras, sino de su cultura más profunda: la relación con la tierra y el perfeccionamiento milenario de semillas que representan lo más íntimo de la vida humana.
Además de haber sufrido las consecuencias directas del terremoto, Haití fue invadido por varios ejércitos y obligada a recibir donaciones de conocidas multinacionales productoras de semillas transgénicas, listas para invadir y extinguir las variedades locales, más adaptadas al suelo pero, sobre todo, propiedad de los campesinos.
La quema simbólica de una parte de la semilla donada por Monsanto a los campesinos haitianos como ‘ayuda para la reconstrucción’ representa una toma de posición muy clara frente al problema. El líder campesino Chavannes Jean-Baptiste manifestó que "Las semillas representan una suerte de derecho a la vida,… es por eso que hoy tenemos un problema con Monsanto y con todas las multinacionales que venden semillas. El agua y las semillas son patrimonio común de la humanidad… Defendemos las semillas nativas y los derechos de los campesinos a su tierra “1
La siembra de transgénicos profundiza la dependencia al desposeer a cientos de miles de pequeños agricultores o condenándolos a sembrar semillas que están patentadas por las compañías. En México el problema crece día con día y las perspectivas no son nada alentadoras. Poner en manos de las transnacionales la alimentación de toda una nación no parece muy sensato. Parece, más bien, un gran negocio para algunos a costa de las generaciones futuras.
En este contexto, las acciones de los campesinos haitianos ponen en el centro de la discusión la posibilidad de mantener la autonomía como seres humanos, la posibilidad de vivir una vida con dignidad. Son una clara manifestación de los problemas que enfrentamos hoy por la voracidad de intereses privados. La pérdida de los bienes públicos, como la tierra, el agua y las semillas, le impedirán a cualquier sociedad ofrecer una vida digna a sus integrantes. Y eso nos incluye a usted y a mí.

1) http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=95725

domingo, 20 de junio de 2010

Fe-Cal call Capitolio!

Calderón en los Estados Unidos, rodeado de la prensa estadounidense, del capitolio en un momento sumamente intervencionista, de un séquito de más de treinta mexicanos sobresalientes y del peso de un país que se le sale de las manos con un nivel de ingobernabilidad que no se había vivido en décadas.

Barack Obama contraparte estadounidense de nuestro presidente electo Felipe Calderón, lo invita a su país, a su territorio, calderón acepta, y llega abatido física y psicológicamente por llevar nuestro país y nuestro territorio a cuestas. El mismo no sabe qué hacer en un momento tan difícil, su gabinete le aconseja, su partido le aconseja, el pueblo en la víspera le aconseja; el ya no escucha, no escucho ni escuchara nunca. Pero confía o lo intenta, en Obama y su nueva comprometida amistad. Confía en los policías fronterizos, en las leyes migratorias, en la iniciativa Mérida. Intenta sobre todas las cosas, aterrizar sus planes o al menos que no se estrellen o exploten en el aire.

Margarita se despierta para hacerle su desayuno al electo, e informarle de sus deseos y solicitudes, Calderón solo asiente con la cabeza mientras se sacude un poco de pelusa de su hombro izquierdo en un ademán automático. No lee el periódico, ni tampoco prende su blackberry, da tres vueltas a unos pinos en un parque, se agota, toma un baño y se pone su mejor genérico traje. El Capitolio lo espera.

No deberíamos esperar tanto de la visita del presidente a los Estados Unidos, cuantas veces no se ha hecho antes y míranos. Son otros tiempos, Obama es un presidente diferente. Obama tiene atada las manos, los pies y lo ahorcan en los medios. Obama llamo discriminatoria a la “Ley Arizona”. La Gobernadora no lo ve así.

¿Quiénes irán como comitiva a su visita a los Estados Unidos Señor? El presidente toma una servilleta llena de ambos lados con tinta indeleble, y se la entrega a su secretario particular. ¿De qué asuntos preferiría que no se hablara señor? El presidente, apaga su puro y mientras exhala el humo le explica de la situación por la que está pasando el país y de las medidas a veces extremas que se deben de tomar.

El avión presidencial va lleno y con un ambiente bastante ameno y jovial. Si volteas por la ventana del lado derecho veras pasar armas de cualquier calibre que te imagines y capital en todas sus variables hacia el Sur. Del otro lado del avión puedes ver como narcotraficantes con la cabeza gacha van directo hacia los Estados Unidos a protegerse y charlar, y si volteas hacia abajo, en la frontera se ven los narcotúneles y la gente caminando en el desierto de Arizona. Calderón se sirve una copa y le sube un poco al aire acondicionado.

Su discurso en la casa blanca, se ve opacado por un Obama carismático y preciso, rating. Calderón se muestra un poco apático e inconsistente. Cabe mencionar que se niega a subirse a un banquito para disimular su altura, manteniéndose digno ante los asuntos importantes como este. La prensa es bondadosa al igual que el reporte climático.

La visita al Capitolio fue literalmente plausible, y solo eso. Se hablo del tráfico de armas, de la guerra contra el narcotráfico, de la ley Arizona, del TLC, de la oposición obstacularizadora en el congreso de México. Pero solo eso, se hablo y nada más, no se ahondo en ningún tema y se manejo de la manera más cómoda, para recibir el aplauso, el cual se obtuvo y de pie a fin de cuentas.

Calderón despierta en los pinos, siente un poco de nostalgia, pero se siente contento hoy, se avecinan buenos tiempos para México, se dice a si mismo mientras se sirve una copa de whisky e intenta sonreír

martes, 15 de junio de 2010

El negocio perfecto

No podemos entender la evolución del sistema económico que prevalece actualmente sin voltear y dar una mirada al continente africano. El esclavismo no era nada nuevo cuando Europa comienza su expansión en nuestro continente: las antiguas sociedades griegas y romanas eran sociedades con sistemas de esclavitud hereditarios. Sin embargo, en la moderna, ilustrada y renacentista Europa del siglo XVI, la esclavitud adquiere una característica fundamental: se convierte en el centro del comercio internacional y se encontraba determinada por el color de la piel.

El intercambio entre Europa y África no es muy difícil de comprender: durante los siglos XVI y XVII África se convierte en el principal proveedor de fuerza de trabajo para las aventuras colonizadoras europeas, a cambio de nada.

Posteriormente, y por espacio de los últimos 300 años, de África salían diamantes, cobre, oro, marfil, café, etcétera a cambio, otra vez, de nada.

El subdesarrollo africano no es casualidad, sino una directa consecuencia del desarrollo europeo.

Es común ver imágenes de las miserias que se sufren en el continente negro: el hambre que padecen cientos de miles se exhibe como si de una catástrofe natural se tratara; los conflictos entre etnias son motivo de películas que intentan conmover y provocar un sentimiento de compasión. Nada se menciona del saqueo colonial, de la trata de esclavos, del monocultivo obligatorio, de los salarios de risa, de la invención de fronteras falsas, de los grandes negocios como el de las armas, y demás bendiciones que las potencias coloniales dejaron en el continente.

Hoy, a más de 500 años de la primera vez que África fue explotada, se presenta una oportunidad para hacerlo de nueva cuenta: llevarles un mundial de fútbol.

El campeonato ha sido descrito como una fiesta para el continente entero, así como una oportunidad de oro para Sudáfrica para crecer económicamente.

El gobierno sudafricano invirtió cerca de 2 mil quinientos millones de dólares en infraestructura e instalaciones. La perspectiva de crecimiento económico para este año es de un 2.6% fruto de recibir a más de dos millones de aficionados (dato curioso: los anfitriones de los últimos cinco mundiales han experimentado desaceleración económica el año posterior a la copa del mundo).

Y después del número, de vuelta a la realidad: cuatro de cada diez sudafricanos viven con menos de dos dólares diarios (línea de pobreza de la ONU); entre el 40% del total de la población se reparte apenas el 10% de la riqueza del país (el 20% de las familias más ricas controlan cerca del 70% de los ingresos); la esperanza de vida es de apenas 51 años; el 24.3% de la población en edad de trabajar se encuentra desempleada, y cerca del 40% labora en condiciones deplorables con salarios insultantes (muchos de ellos empleados para construir la infraestructura mundialista).

El apartheid sigue tan vigente como hace 15 años, si bien no de manera legal.

El futbol es un negocio que mueve cerca de 500 mil millones de dólares al año en todo el mundo. Las “ganancias” esperadas por Sudáfrica (o una mínima parte de sus habitantes, más bien) son de cerca de 11 mil millones.

¿La crisis? Bien, gracias. Ya la están pagando los españoles y los griegos. Por cierto, cada jugador español se llevará 600 mil euros en caso de levantar el trofeo mundialista. La FIFA cuenta con un superávit de 883 millones de euros (quizá se animen a hacer una pequeña contribución para pagar la deuda griega).

Sumado a la explotación económica, hubo un fin político en llevar a Sudáfrica el Mundial: con los votos de las federaciones africanas, el presidente de la FIFA seguramente será reelecto (democráticamente, por supuesto) por otro periodo.

El mundial de 2010 servirá a los gobiernos de todo el mundo, y en general, al sistema económico para aliviar un poco la presión reciente, ante una crisis económica cuyo final se ve cada vez más lejos.

“Lo que sé acerca de la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”, escribió Albert Camus hace más de 50 años. En ese tiempo, los procesos de globalización, de acumulación y de enajenación han logrado, desafortunadamente, convertir al deporte más seguido en todo el mundo en el negocio perfecto.

lunes, 14 de junio de 2010

El fútbol, la política y las mujeres

El día de hoy procuraré sostener un simulacro de charla con usted, lector, lectora, que habrá de abordar temas varios, aparentemente disociados entre sí, pero con indiscutible conexión una vez analizados con el debido cuidado. Y cuando digo simulacro lo digo intencionadamente, acaso señalando la imposibilidad de establecer un dialogo presencial, pues la gran mayoría de ustedes no habrán de concurrir el mismo espacio que un servidor, y algunos de sus más devotos lectores, frecuentan diariamente con envidiable disciplina y rigurosidad (léase, un café cuyo nombre omitiré por razones anti-mercadotécnicas).

Hoy el país nuestro (ni tan nuestro) vivirá un estado de inenarrable conmoción con motivo del primer partido mundialista de nuestra (ni tan nuestra) selección mexicana de fútbol. Para cuando el lector lea este modesto artículo seguramente ya habrá gritado, lloriqueado, reído, suspirado, estallado en júbilo, recordado a las siempre fustigadas progenitoras. Y es que el fútbol, al igual que la política y las mujeres, despierta los fervores, arrebatos, emociones y apasionamientos más profundos y desgarradores que conozca el hombre moderno. De ninguna manera se trata de un hecho casual, azaroso, pues bien dicen que la política y el fútbol son una misma cosa, como también es conocida la compleja morfología de la mujer y su inexorable parecido con los caprichos de la política y del “esférico”.

Permítaseme contarle, lector, lectora, que al igual que la gran mayoría de los varones mexicanos, también soñé alguna vez con ser futbolista profesional. Trece años de mi vida fueron dedicados a la consecución de dicho designio. El resultado: una licenciatura trunca en Ciencia Política y Administración Pública. Y es que cuando el sueño de ser “profesionista del balompié” se frustró insalvablemente, hube de elegir una nueva vocación de forma expresa e improvisada. Así fue como la Ciencia Política llegó a tocar mis puertas, acaso a modo de consuelo espurio e infeliz.

Mi vastísima experiencia en materia de fútbol, política y mujeres (y no se trata de una mera auto-apoteosis de mi ser), me ha enseñado que las efervescentes y violentas confrontaciones que traen consigo cada uno de estos universos (el político, el futbolístico y aquel de las incomprensibles féminas) son resultado de sus propias contradicciones subyacentes. En cada una de estas cenagosas esferas, el conflicto entre intereses particulares es habitualmente la norma.

Para aprehender el concepto de política, e identificarlo dentro de un terreno medianamente común, habremos de precisarle como choque, conflicto, confrontación, entre intereses encontrados e irremediablemente irreconciliables. (Puedo escuchar las necias replicas del politólogo ordinario). Cuando estas voluntades ingresan a un terreno de inextinguible tensión el resultado es la colisión, la contienda por la supremacía, y la consecuente disolución de la discordia con base en un “ganador” y un “perdedor”.

¿Acaso las batallas que se libran en el rectángulo verde y en la alcoba de la mujer deseada no se rigen por una lógica similar, análoga, paralela?

En el fútbol, la prioridad de todo equipo es la de vencer al rival empleando los medios que sean necesarios para ello. En la relación del hombre con la mujer ocurre algo parecido. En el Medioevo Español las musas pretendidas se les conocía como “enemigas”, acaso por la guerra sin cuartel que se emprendía para conquistarles.

En los tres casos, la democratización –o aquello que conocemos como tal- introdujo una serie de cambios aparentemente favorables. Empero, si observamos con mayor detenimiento advertiremos que no necesariamente esto es cierto. La democratización del balompié condujo a la incorporación de jugadores pobres, provenientes de los barrios más vapuleados, a las filas de los equipos de fútbol profesional. A pesar de la aparente mejoría del espectáculo, la aparición de la tecnocracia deportiva terminó por mutilar el “jogo bonito” que antiguamente aportaban los picaros jugadores del barrio. La democratización de la política simplemente masificó y popularizó las prácticas de dominación. Y en el caso de las relaciones sentimentales, la democratización no hizo sino introducir la promiscuidad femenina en detrimento de su demanda auténtica de liberación sexual.

Este carácter mancomunado del fútbol, la política, y la relación arquetípica del hombre con la mujer, solo puede anularse despolitizando el universo imperante. El fútbol tendría que renunciar a la priorización de la competencia en provecho del libre albedrio del cuerpo y el espectáculo. (Puedo oír las hostiles objeciones de los predicadores de la competitividad). Las mujeres tendrían que ser concebidas como amigas a priori, en lugar de “enemigas” ex profeso. Y la política… pues simple y sencillamente tendría que desaparecer.

Ya en alguna ocasión lo expresé por estos medios, pero me gustaría reafirmarlo a modo de conclusión: A pesar de la inapelable simbiosis, prefiero imaginar un mundo en el cual perviva el fútbol y el inestimable amor de la mujer, y, a la par, perezca la política.


Linda Utopía, no le parece lector.

El futuro de la fidelidad

La fidelidad: un invento

Guillermo Fadanelli
El Universal

Lunes 14 de junio de 2010


Cuando por fin se presenta un tema del que uno quisiera escribir con paciencia o sabiduría la habitación se transforma, las palabras no caen como debieran y el fracaso nos devuelve de un sólo empujón hacia la nada. Isaiah Berlín dijo que los problemas con los que ha lidiado la filosofía desde siempre son interesantes por sí mismos. No requieren de una función precisa ni de ofrecernos frutos evidentes. Esa aparente inutilidad de las palabras cuando intentan resolver -o por lo menos situar- problemas del pensamiento comunes a buena parte de los seres humanos, se transforma en vida real justo porque la filosofía da la impresión de no servir para nada. ¿De qué se ocupa la mente? Resolver la comida cotidiana, la casa, la convivencia con los demás, son asuntos importantes y a ellos se dedica uno en gran medida. ¿Y después?

Cuando leí El innombrable de Samuel Beckett hace ya tantos años tuve la impresión de que esa voz amargada e incisiva que corroe el libro intentaba decirme algo que yo jamás comprendería. No se consumen tantas páginas sin esperar de ellas por lo menos una fugaz enseñanza. Y no obstante la sensación de azoro que me poseyó entonces, continué la lectura porque a esa voz me unía la misma resuelta desesperación que se hizo presente de nuevo en mi actual relectura del libro. En estas hojas las palabras marchan unas detrás de otras movidas por un impulso que carece de itinerario, palabras que no pueden detenerse porque si el silencio llega todo se habrá acabado. Esto es lo que encontré allí: temor al silencio. No el silencio de la tranquilidad o el símbolo de la correspondencia entre hombre, materia y tiempo, ni tampoco el silencio de quien se calla porque cree que las palabras son innecesarias para enfrentar las dudas vitales. Es el simple y jodido silencio de la muerte. Creo que eso es justo lo que advertí en el monólogo de este ser que pese a estar hecho de palabras se considera un innombrable, un ser que se va de las manos, que permanece y se aleja al mismo tiempo.

El problema de la identidad se encuentra en el centro de todo lo que hacemos y yo no podría sugerir respuestas ni aun escribiendo decenas de libros, que por lo demás ya existen. Es un dilema tan viejo como los griegos. Si afirmo que soy la misma persona de hace 27 años atrás, el mismo ser de quien conservo fotografías o ciertos recuerdos, no tengo manera alguna de probarlo (el yo es improbable). Existen muchas teorías al respecto, pero sirven de casi nada pues lo que uno necesita cuando tiene dudas de esta índole es cualquier cosa, menos teorías. Responder, por ejemplo, que somos un rebaño de proteínas que evolucionan es todo, menos una respuesta. No me reconozco en el que fui. No encuentro siquiera un cierto parecido con el que hace unos años tomó decisiones en mi nombre. Creo que nada permanece, acaso el mito sin raíces, el constante monólogo que describe Beckett en El innombrable, esa necesidad estúpida de seguir hablando porque de lo contrario el silencio llegará y pondrá punto final a todo.

En La posibilidad del altruismo (conjunto de ensayos acerca de Ètica), Thomas Nagel expone una encrucijada moral relacionada con la prudencia o las razones que tenemos para actuar de cierta manera suponiendo que en el futuro seremos las mismas personas que somos hoy (o que por lo menos continuaremos pensando de la misma manera que en la actualidad). Si siendo joven me pongo a ahorrar dinero haciendo a un lado un cúmulo de placeres propios de la irresponsabilidad, ¿cómo sé que una vez viejo no me arrepentiré de haber tomado esa decisión? Yo no creo que estos sean asuntos gratuitos porque de tales consideraciones dependen las políticas públicas, la conciencia ecológica, las promesas de amor eterno, las bodas y la mermelada de zarzamoras que guardaremos en el armario en caso de una catástrofe. Si dudo en ser uno mismo (un yo que permanece) en el pasado y en el futuro, entonces viene un cataclismo de identidad que hace imposible la idea de ser bueno por siempre. Creo que esta es razón suficiente para creer que la fidelidad -por ejemplo- no existe de ninguna manera y bajo ninguna circunstancia. Y como no existe se inventa. Tiene que inventarse. De otra manera viene el silencio, la muerte, el desamor, el petróleo en el mar. En fin.

sábado, 12 de junio de 2010

Escenarios post-crisis según David M. Kotz

By Alberto Garzón Espinosa June 5, 2010

Pijus economicus

David M. Kotz es un economista adscrito a lo que aquí llamaríamos la Economía Política Radical (en realidad Radical Political Economics), y que utiliza un análisis de la economía mundial parecido al de los regulacionistas franceses (R. Boyer, M. Aglietta, etc.). Dado que el otro día yo hablaba del “supuesto fin del neoliberalismo“, aprovecho para recuperar algunas reflexiones que hizo Kotz en un paper de 2008 en el que analizaba la actual crisis.

Para Kotz la crisis es sistémica y revela que las posibilidades del neoliberalismo para mantenerse más tiempo son muy escasas. En su opinión esto sólo podría suceder si otra nueva burbuja especulativa, aún más grande que las que ha vivido continuamente la economía mundial desde los años setenta, es capaz de posibilitar un nuevo período de expansión que, por otra parte, más temprano que tarde finalizaría abruptadamente con otra crisis de aún mayor envergadura.

La historia habría demostrado, un poco en la línea de “doble movimiento” de K. Polanyi, que los períodos de libre-mercado suceden a los de regulación, y viceversa. Por lo tanto, para los próximos años es de esperar un refortalecimiento de la regulación estatal, aunque sin que esté claro de antemano ante qué tipo de regulación nos encontraríamos. El sentido de esa regulación sólo lo puede determinar la relación de fuerzas entre los diferentes grupos y clases que componen la economía. Así las cosas, para Kotz hay tres escenarios post-crisis posibles.

El primero es una forma de capitalismo corporativista. Debido a la debilidad de los movimientos populares, tras treinta años de neoliberalismo, serían las grandes empresas las que regularían la economía a través del Estado. Esta forma de regulación tendría tres características fundamentales. La primera, una regulación del sector financiero que permitiese reiniciar el período de acumulación en el sector productivo y que asegurara su propia estabilidad. La segunda, un mantenimiento de la relación neoliberal de capital-trabajo, es decir, el mantenimiento del dominio del capital y la debilidad de los salarios. La tercera, necesaria para que la anterior característica no condujera a un problema de insuficiencia de demanda, sería un programa de inversiones estatales de larga duración (vinculado a infraestructuras, desarrollo tecnológico y comunicación en su versión más “progresista” y vinculado al gasto militar y de seguridad nacional en le caso de su versión más reaccionaria).

El segundo escenario es un nuevo compromiso sociodemocrático entre capital y trabajo. Esto requeriría redefinir la relación capital-trabajo hacia un mayor equilibro, lo que significaría un incremento de los salarios que siguiera al ritmo de la productividad. Además, tendría que estar acompañado de un refortalecimiento de los sindicatos, la complacencia de las grandes empresas para permitir este ascenso del poder de los trabajadores y una reducción en la intensidad de la competencia nacional e internacional que redujera la presión a la baja sobre los salarios. Complementariamente, el sector financiero tendría que ser igualmente regulado.

El tercer escenario es el del reemplazo del capitalismo por el socialismo. La incapacidad del capitalismo para satisfacer las necesidades de la gente al respecto de una vida decente (acceso a bienes y servicios, trabajo digno, seguridad económica y una economía sostenible medioambientalmente), y la lucha que mantendrían las personas por luchar contra la amenaza de perder sus casas, la desaparición de sus niveles de vida previos y la amenaza medioambiental podría llevar a un renacimiento del movimiento socialista en los próximos años. Se abriría la posibilidad de finalizar la era capitalista.

Cabe destacar finalmente que para Kotz, la fuerza de los movimientos radicales populares es crucial para determinar el destino de la sociedad. Como venimos diciendo también en este blog, esa fuerza se traduce en una mayor presión sobre las grandes empresas para ceder a un compromiso social de naturaleza más progresista. Para Kotz, esa ha sido la clave que explica la “era progresista” estadounidense de 1900-1916 y el período del “New Deal” en los años treinta. En su opinión se está a tiempo de conseguir una respuesta en este sentido precisamente porque la reestructuración de la economía tarda varios años y aunque la iniciativa la tome el capital hay tiempo suficiente para revertir esa tendencia.

http://www.agarzon.net/?p=427

martes, 8 de junio de 2010

Charlatanes

¿Acaso pensaba usted que el sistema judicial de nuestro país era ineficiente, corrupto, insuficiente, incapaz, parcial, y/o cualquier otro adjetivo -des-calificativo que se le ocurra? Con todo respeto, le informo que está usted equivocado.

¿Paulette, Cabañas, el jefe Diego y demás novelas que hemos disfrutado en los últimos meses le hicieron pensar que vivíamos en un país sin ley? De nuevo, equivocado.

Si tiene usted dudas sobre la capacidad de nuestro gobierno de resolver los problemas fundamentales que aquejan a nuestro país, es el momento de abrir los ojos a la realidad: la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con la mira puesta en el bienestar nacional y en la seguridad de todos y cada uno de los mexicanos, ha declarado constitucional que la charlatanería sea considerada un fraude, y por ende, sea castigada con prisión.

La charlatanería, seguramente, se encuentra entre los principales delitos que se persiguen en nuestro país. Si bien no existen pruebas concretas, es muy posible que la CIA se encuentre involucrada en la persecución de dichos criminales, mientras que todos los recursos de la Interpol se encuentran a disposición de las autoridades mexicanas. Ni siquiera el narcotráfico se acerca siquiera a generar los ingresos que los charlatanes se apropian ilegalmente. (Tal pareciera ser el caso, ¿no?)

En un acto que demuestra la sensibilidad de las instituciones gubernamentales a los problemas que aquejan a la sociedad y el sentido de la realidad que poseen las mismas, los ministros de la Suprema Corte aseguran que “existen personas o grupos que se aprovechan de la ignorancia y creencia de otros para obtener un lucro indebido, lo cual a fin de cuentas es un fraude” (¿existe el lucro debido?).

Estas personas que se aprovechan de las necesidades de los demás serán objeto de penas de cárcel hasta por ocho años, así como sanciones económicas que reparen el daño causado.

Quizá la clasificación de la charlatanería como delito sirva también para deshacernos de ridículas tradiciones que mantienen a nuestro país en el atraso. ¿Que se trata de costumbres ancestrales, de religiones incluso? No importa, la modernidad no puede darse el lujo de permitir tan anticuadas prácticas.

¿¡Qué sería de nosotros sin la Suprema Corte!?

De acuerdo, quizá pueda usted argumentar que el día de ayer se cumplió un año del incendio en la guardería ABC que causo la muerte de 49 niños sin que ninguno de los verdaderos responsables haya enfrentado ninguna consecuencia. Pero tome en cuenta que nuestro valiente Presidente no solo detuvo el Apocalipsis, sino que también decreto día de luto nacional el 5 de junio. ¿Qué más podemos pedir?

Sin lugar a dudas contamos con las instituciones más democráticas de nuestra historia. Los encargados de impartir justicia por fin anteponen los intereses del pueblo a los de un puñado de individuos.

Así que recuerdo, si alguien le ofrece leerle la mano, el café o las cartas, grite con todas su fuerzas ¡charlatán! y apresúrese al puesto de policía más cercano.

Si alguien le dice que México puede ganar el Mundial, dígaselo a quien más confianza le tenga y repórtelo a las autoridades correspondientes.

El próximo 16 de septiembre, al celebrar el bicentenario de la independencia, no solo gritaremos ¡mueran los gachupines!, sino que le acompañaremos con un ¡mueran los charlatanes!

Debo confesar me encuentro esperanzado ante un prometedor futuro para nuestro país. Si todos los charlatanes pertenecen a la cárcel, quizá un buen día despertemos con la buena noticia de que el mismo criterio ha sido aplicado a los políticos.

viernes, 4 de junio de 2010

Controversias sobre el SIDA

El origen del Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) y la forma en que este virus destruye las defensas del cuerpo humano, provocando después de un tiempo el Síndrome de Inmuno Deficiencia Adquirida (SIDA) –la llamada epidemia del siglo XX- continúan siendo un misterio a pesar de que, a simple vista, hay una teoría sólida y respaldada por los hechos.

El origen del VIH

El origen de este virus no se conoce con exactitud y se construyeron varias hipótesis para solucionar este problema. Hasta la fecha, la ortodoxia científica mantiene como verdad absoluta la teoría de que el VIH es una mutación del virus de la inmunodeficiencia de los simios, que en los inicios del siglo XX “saltó” (zoonosis) a los seres humanos en el África –así que esta teoría, de entrada, sugiere dos cosas: los humanos del África comían simios o mantenían relaciones sexuales con ellos-. Después, trabajadores haitianos que se encontraban en el Congo se infectaron con el VIH, llevándolo a Haití, desde donde el virus se propagó hacia las comunidades homosexuales de los Estados Unidos.

El descubrimiento del VIH

Los primeros casos de SIDA ocurrieron en 1981, varones homosexuales estadounidenses fueron diagnosticados con el síndrome. Los diagnósticos se llevaron a cabo después de que los médicos notaron infecciones oportunistas en los pacientes, como la neumonía por Pneumocystis Jirovecii, un hongo que únicamente es peligroso cuando el sistema inmunológico se encuentra muy dañado, o una forma inusual de cáncer, el sarcoma de Kaposi, que fue denominado por algún tiempo el cáncer gay debido a su constante aparición en hombres homosexuales. Los médicos y científicos comenzaron a enlistar las posibles causas de la inmunodeficiencia encontrada en estos hombres: uso constante de drogas recreativas, desnutrición, infecciones bacterianas repetidas y el consiguiente uso constante de antibióticos, estrés emocional o algún virus.

En 1983, el equipo de científicos del virólogo Luc Montagnier, del Instituto Pasteur de París, anunció el descubrimiento de un retrovirus (un tipo virus que se replica por medio de la enzima transcriptasa inversa) que destruía los linfocitos T CD4+ dentro del sistema linfático de un paciente con inmunodeficiencia. Este retrovirus fue llamado Virus Asociado de la Linfadenopatía (Lymphadenopathy Associated Virus, LAV). En 1984 Margaret Heckler, entonces la Secretaria de Salud de los Estados Unidos, anunció que el equipo científico dirigido por el doctor Robert Gallo había descubierto la posible causa del SIDA: un retrovirus que habían llamado Virus Linfotrópico de células T Humanas tipo III (Human T-Lymphotropic Virus type III, HTLV-III). Después de un conflicto entre los equipos de Montagnier y de Gallo por el crédito del descubrimiento del agente viral causante de la inmunodeficiencia, se llegó a un acuerdo y se estableció que el LAV y el HTLV-III eran el mismo retrovirus: el VIH. Desde entonces, las siglas VIH y SIDA se unieron de forma inseparable.

¿Cuál es el problema con este virus asesino? En realidad, hay varias cuestiones controversiales:

La relación entre el VIH y el SIDA
El retrovirus es causa de controversia en sí mismo y la relación entre el retrovirus y el SIDA lo es aún más. Aunque parece haber un consenso entre la comunidad científica, hay muchos científicos que no creen que el SIDA sea causado por el VIH y hay otros que, incluso, no creen que la existencia del VIH haya sido probada. Sus razones tendrán.

Estas opiniones alternativas han sido encajadas tramposamente dentro del llamado “negacionismo del SIDA” y es aquí donde hay que enfatizar un punto muy importante: estos científicos con opiniones alternativas no niegan la existencia del síndrome, que es evidente y real. Estos científicos niegan que un retrovirus sea el causante de la inmunodeficiencia y subrayan la existencia de pacientes con VIH que nunca desarrollan SIDA y la existencia de casos de SIDA en pacientes que no están infectados por VIH. El virólogo alemán Peter Duesberg ha afirmado que el VIH es un virus pasajero inofensivo y que no existen los virus lentos: cuando se trata de una infección viral, el paciente se enferma en cuestión de días, semanas o meses, pero no años o décadas (como en el caso del SIDA). Y hay más. Es muy extraño que un retrovirus mate células, en este caso el VIH, que supuestamente destruye los linfocitos T CD4+, debido a que, de hecho, se piensa que los retrovirus son una potencial causa de cáncer precisamente porque no destruyen las células: si el virus mata a la célula, ya no hay cáncer. Otros científicos piensan que la existencia del VIH no ha sido probada debidamente. La biofísica del Grupo de Perth Eleni Papadopoulos ha afirmado que “los datos disponibles en el presente no prueban la existencia del VIH”. Papadopoulos, además, está convencida de que el VIH nunca ha sido aislado correctamente y afirma que las partículas que aparecen en las micrografías electrónicas oficiales del VIH no están purificadas y que ni siquiera tienen las características morfológicas de un retrovirus.

Pero si, de acuerdo a estas opiniones alternativas, el VIH no es la causa del SIDA, entonces ¿qué causa la inmunodeficiencia? Recordemos que los primeros casos de SIDA fueron registrados en varones homosexuales que utilizaban drogas y, específicamente, una droga, el nitrito de amilo, un vasodilatador afrodisíaco. Los efectos de las drogas en el cuerpo humano son bien conocidos desde hace mucho tiempo: es sabido que, con el paso del tiempo, la cocaína y la anfetamina producen caquexia (anorexia, desnutrición y fatiga constante) y es sabido que el nitrito de amilo causa asfixia, intoxicación del hígado, intoxicación de los riñones, disfunción neurológica, destrucción del sistema inmunológico y hay estudios que muestran una relación estrecha entre el nitrito de amilo y el sarcoma de Kaposi. En otras palabras, la intoxicación prolongada por nitrito de amilo y por otras drogas puede causar inmunodeficiencia sin necesidad de ningún retrovirus.

En el comienzo de la investigación sobre el SIDA, se pensó que las causas de la inmunodeficiencia podrían ser la desnutrición, las infecciones bacterianas recurrentes y el consiguiente uso constante de antibióticos, estrés psicológico e incluso una combinación de dos o más de estos factores. Tan pronto como el LAV y el HTLV-III fueron anunciados, las demás opiniones fueron silenciadas de la noche a la mañana y todo el dinero y la atención fueron asignados a la teoría del SIDA como enfermedad viral.
El diagnóstico de la infección por VIH
Una segunda cuestión controversial es el diagnóstico de infección por VIH. Este diagnóstico se compone de dos tests, el ELISA (Enzyme Linked Immuno-Sorbent Assay) y el Western Blot. Estos tests no detectan al retrovirus, lo que detectan son unos anticuerpos específicos generados por el cuerpo, supuestamente destinados a atacar al retrovirus en cuestión. Debido a la baja especificidad del ELISA y a los falsos positivos que arroja, se ha encontrado que el test puede resultar positivo por muchas circunstancias y enfermedades que nada tienen que ver con una infección por VIH, tales como: presencia de anticuerpos generados de forma natural, artritis reumatoide, enfermedades autoinmunes, embarazo en mujeres multíparas, hepatitis, herpes simple tipo I y tipo II, hemofilia, insuficiencia renal, presencia de otros retrovirus, infección por mycobacterium leprae (lepra), neoplasia maligna (cáncer), terapia con interferón alfa, transplante de órgano, transfusión de sangre, infección por virus de Epstein- Barr (mononucleosis infecciosa), tuberculosis y un largo etcétera. En lo que respecta al Western Blot, se ha afirmado que el test no tiene la suficiente sensitividad y especificidad para ser confiable, además de que carece de un “patrón oro” para establecer la línea exacta entre un resultado positivo y un resultado indeterminado.

Un tercer test, el test de carga viral, está reservado para aquellas personas etiquetadas como VIH+. Este test que “define” la cantidad de VIH en el plasma sanguíneo del paciente infectado está basado en una técnica de biología molecular, la reacción en cadena de la polimerasa (conocida como PCR, Polymerase Chain Reaction), creada por el bioquímico Kary Mullis, ganador del premio Nobel de Química en 1993. Kary Mullis ha afirmado en más de una ocasión que la reacción en cadena de la polimerasa no sirve para contar virus y ha criticado duramente el mal uso que se le ha dado a su técnica.

En el África Subsahariana el diagnóstico de SIDA es bastante diferente y no utiliza tests. En lugar de los tests se utiliza la Definición de Bangui: un paciente que presenta fiebres, pérdida de peso, diarrea y ganglios inflamados en dos o más partes del cuerpo (generalmente en el cuello y en las axilas) es inmediatamente etiquetado como un caso de SIDA, aún cuando es sabido por la medicina que estos síntomas pueden ser causados por muchas otras enfermedades. Es decir, se está catalogando como infectados por un retrovirus a hombres y mujeres que padecen un cúmulo de enfermedades existentes en África desde hace mucho tiempo, principalmente infecciones respiratorias, infecciones gastrointestinales y parasitosis, propiciadas por la pobreza, por la desnutrición y por la falta de agua limpia. Está claro que es mucho más rentable vender antirretrovirales a los africanos que proporcionarles alimentos y agua potable.

El tratamiento de la infección por VIH

Como una tercera controversia tenemos en tratamiento de la infección por VIH. El VIH necesita una enzima para replicarse dentro de las células humanas: la transcriptasa inversa, así que las sustancias inhibidoras de la transcriptasa inversa bloquean la replicación viral. Pero estas sustancias, que son invariablemente tóxicas para el organismo, únicamente reducen la cantidad de VIH, no matan al virus por completo, por lo que la infección es incurable. La zidovudina o azidotimidina (AZT) es una de esas sustancias. Este veneno celular fue creado por Jerome Horwitz en 1964 y, originalmente, fue administrado a los pacientes con cáncer en dosis estrictamente controladas, pero fue descartado después debido a su alta toxicidad, que causaba la muerte de células enfermas y células sanas indiscriminadamente. En el caso de los pacientes diagnosticados con VIH/SIDA, la AZT fue administrada en dosis altas y constantes que no mataron al virus, sino a los pacientes. Los efectos documentados de la zidovudina en el cuerpo humano son muy peligrosos: muerte de las células que se reproducen rápidamente, destrucción de la mucosa intestinal, destrucción del sistema inmunológico y otros –es decir, la AZT tiene efectos parecidos a los que causaría el famoso VIH-.

Las drogas antirretrovirales han evolucionado a través del tiempo. Ahora hay muchos cócteles de antirretrovirales: dosis bajas de AZT, inhibidores de proteasa, inhibidores de la integrasa retroviral, inhibidores de transcriptasa análogos de nucleótido como el tenofovir disoproxil fumarato, cuya presentación comercial es Viread (de los laboratorios Gilead Sciences, los mismos inventores del fosfato de oseltamivir, conocido como Tamiflu). Estos nuevos fármacos antirretrovirales tienen efectos secundarios menores que los de la AZT inicial, pero eso no los hace inofensivos (provocan enfermedades cardiovasculares, daños al hígado y a los riñones y causan cambios en el aspecto físico) el paciente debe tomarlos de por vida y NO curan la enfermedad. A pesar de las enormes cantidades de dinero que se han invertido, a pesar de dos décadas de investigación y del personal médico disponible para encontrar una vacuna, el Síndrome de Inmuno-Deficiencia Adquirida sigue clasificado como una enfermedad sin cura, no hay vacunas, no hay tratamientos definitivos. De nuevo la versión oficial, una vez que un ser humano se ha infectado con el retrovirus, no hay poder sobre la faz de la tierra que le salve de una muerte lenta y segura; únicamente se le pueden administrar drogas para darle una esperanza de vida de quince años.

Por último, hay que notar a las multinacionales que ganan cantidades estratosféricas de dinero con la venta de los antirretrovirales: Abbott Laboratories, Boehringer Ingelheim, Bristol-Myers Squibb, Gilead Sciences, GlaxoSmithKline (que compró Burroughs Wellcome en 1995), Hoffmann-La Roche (Roche), Merck Sharp & Dohme (Merck) y Pfizer (que tiene como subsidiarias a Agouron, Upjohn, Warner Lambert y Wyeth). Estas farmacéuticas, con excepción de Boehringer Ingelheim y de Gilead Sciences, aparecen entre las doce compañías farmacéuticas con más ingresos. En una época en la que la medicina se ha convertido en un negocio descarado, en la que se promueve la enfermedad entre la población y ante la constante campaña de terror –no de prevención- del SIDA, lo más prudente es que cada persona se documente en un medio relativamente libre como lo es Internet, que compare la versión oficial del SIDA con las visiones alternativas y construya su propia opinión. En el caso de que la teoría oficial sobre el SIDA fuera errónea y que se tratara en realidad de un consenso científico prematuro, o peor aún, de una farsa planificada, estaríamos ante el negocio fraudulento más grande de la historia de la medicina.

jueves, 3 de junio de 2010

La ideología estadounidense


Los siglos XIX y XX arrojaron como protagonista en el escenario geopolítico y geocultural al “gigante” de Norte América: los Estados Unidos. El aporte inapelable de holandeses, franceses y británicos al desarrollo de una economía capitalista avanzada en la región septentrional del continente sirvió de base para la consolidación de Estados Unidos como centro y pilar del mercado global. El resultante de la conquista de la supremacía económica mundial, fue la conquista de la supremacía ideológica y cultural a escala planetaria. Aun hoy, en el contexto de la desintegración de la hegemonía estadounidense, la mayoría de los países tratan de emular política, económica y culturalmente al alicaído gigante de Norte América.

Como todo sistema de creencias, la ideología estadounidense hace gala de un contenido altamente subjetivo, virtual, fantasioso –aunque quizá con mayor insistencia e intensidad que otras. El American Dream, expresión lingüística de la ideología estadounidense, es, tal y como su nombre lo indica, un ensueño, una ilusión, una elaboración cuasi onírica.

Está ampliamente documentado que la experiencia onírica ocurre mientras el individuo duerme profundamente y se encuentra bajo niveles ínfimos de actividad fisiológica. El sueño estadounidense, no obstante, tiene una desviación curiosa en relación con el sueño del durmiente: presenta un alto índice de actividad física, pero bajos –bajísimos- niveles de actividad mental genuina. Allí radica su éxito.

La racionalidad técnica (aquello que eufemísticamente llaman ciencia y conocimiento humanos), es la confirmación de una realidad tergiversada, sumergida en imágenes, sensaciones, pensamientos, deseos y aspiraciones que brotan del repertorio iconográfico/idiosincrásico del American Dream: la propiedad inalienable, el éxito, la vanagloria, el consumo, la comodidad, el lujo, el despilfarro del ocio, la servidumbre agradable, la vida privada, la fantasía que entretiene y alivia –la ficción (Disneyland, Neverland, Hollywood, Vegas, Broadway).

Casualmente (o causalmente), conforme la realidad supera de forma cruda e insistente a la ficción, el anhelo de la sociedad por acceder y adentrarse al mundo de los sueños se incrementa a la par, acaso como consuelo y/o alivio. Este mundo basado en lo ficticio y trivial se legitima –pese a su alto índice de exclusión- mediante la incorporación de algunos cuantos individuos privilegiados, provenientes de distintas capas sociales, a los dulces pantanos del sueño estadounidense: Estos pocos encarnan la realización gratificante del sueño, y así, quienes permanecen –la enorme mayoría- en el terreno del “nightmare” (pesadilla) se culpan a sí mismos de su dolorosa y miserable circunstancia. De este perverso maniqueo surge y se alimenta la torcida lógica del perdedor-triunfador: En un mundo “intrínsecamente” competitivo unos ganan, otros pierden; unos sueñan plácidamente, otros padecen trastornos e insomnio.

La sociedad norteamericana es una sociedad de consumo. Los símbolos nacionales de facto son el dólar y las firmas empresariales que dormitan en su seno (McDonalds, Starbucks, Costco, Nike, Ford, Microsoft, General Electric, GAP, Wallmart etc.). El carácter transnacional de sus corporaciones y su moneda ha producido un brote exponencial de pequeñas “Norteaméricas” a lo largo y ancho del orbe. Estos tentáculos han sido vehículos inmejorables para la labor de propagación del American Dream.

El folklore yanqui de pronto asume la forma de cultura. Con la mundialización del mercado, la cultura del país más poderoso se convierte en cultura de masas a escala global. La inserción de esta cultura omnipotente en territorios de longeva tradición aniquila lentamente el patrimonio histórico de las Naciones y convierte a sus comunidades en replicas bizarras del paradigma estadounidense: El mundo se introduce en una fase tan profunda del sueño que su rostro somnoliento e irreal se vuelve imperceptible.

Así, el sueño deja de ser algo meramente deseable, codiciable, para convertirse en algo apremiante y a la vez inaprensible, remoto: es la llave mágica para la supervivencia, la seguridad y la realización personal y familiar.

Bien podríamos decir que el común denominador de las personas entiende por “superación” y “crecimiento” la consecución de un estilo vida semejante al “american way of LIE”. La ideología estadounidense ha logrado conquistar los corazones de propios y extraños, de niños y viejos, de pueblos y comunidades enteras. Cuando en la conciencia colectiva la idea del mejoramiento de vida esta íntimamente vinculado a la abundancia material y la opulencia, a la capacidad de consumo y la notoriedad, la sociedad –y los individuos que la componen- se presta a aceptar mansa y dócilmente una ideología que satisface tales ambiciones, aunque su realización esté sujeta a ciertas prerrogativas y aptitudes.

Precisamente en este último punto es donde la ideología del declinante gigante ha obtenido los resultados más positivos y contundentes. Es tal el nivel de ideologización de la actual sociedad mundial (especialmente los estratos medios), que todo fracaso o descalabro personal se le atribuye al individuo a priori, a su incompetencia y/o limitación, y nunca a las deficiencias congénitas del sistema social. Aunque la religión sigue desempeñando un papel cardinal en las labores de consuelo, el individuo moderno (o posmoderno, que no es lo mismo, pero es igual) ya no encuentra tan fácilmente la manera de aliviar su insatisfacción. La ideología estadounidense, no obstante, ha logrado orientar esta frustración e impotencia acumulativas hacia la concreción de sus designios oníricos, y ha lanzado al mercado mundial el bálsamo curalotodo, redentor de los desdichados: libros y cursos de superación personal, autoestima y autoayuda. De pronto, el sueño del durmiente –inserto en el American Dream- llega a alcanzar niveles de absoluta parálisis mental: el individuo somnoliento ingiere píldoras aletargantes. Solo así, los individuos llegan a abrazar la absurda creencia de que lo importante y trascendente en la vida es combatir todo aquello que transgrede el autoestima, aunque esto implique pisotear al prójimo o degradar la integridad y dignidad personales.

Uno de los logros mas notorios (y peligrosos) de la ideología estadounidense ha sido la conquista de la confusión y la inversión de la lógica –de la ley causa-efecto, sobre todo en cuestiones de carácter público, social, político. La ideología estadounidense ve en la pobreza los males de la democracia republicana, en lugar de ver en la democracia republicana el germen de un pueblo oprimido. Lejos de ver en el mercado la causa de la descomposición social, la ideología estadounidense ve en la descomposición social la fuente de las fallas del mercado. La ideología estadounidense, en lugar de ver en el Estado la razón de las dolencias sociales, ve en las imperfecciones sociales las causas de la inoperancia de un Estado. Lejos de buscar en el capitalismo la explicación del comportamiento humano contemporáneo, la ideología estadounidense busca en la conducta manifiesta y en las ideas imperantes la exculpación del capitalismo: explica la Historia arrancando de presupuestos actuales, en lugar de explicar los principios reinantes a partir de la Historia.

Sin embargo, la Historia, aquella a la que ha manifestado un desdén persistente la ideología estadounidense, hoy nos advierte y previene del inminente desplome de los Estados Unidos. Una vez que pierda en definitiva su privilegiada posición en la economía mundial, es innegable que perderá igualmente su capacidad de difusión y convencimiento ideológico. Tal vez entonces la sociedad despierte del extenso y ominoso letargo en el que se halla sumergida, y recuerde acaso con vergüenza su otrora sonámbula y servil displicencia.

Ahora, si bien es cierto que hoy la cultura yanqui no es mas que un folklore moribundo, si bien es cierto que nos encontramos en el último tramo del ciclo del sueño, del American Dream, ¿será que esto signifique la antesala de una revolución de la conciencia y el pensamiento humanos? ¿Será que al fin los hombres procuraremos pautas de pensamiento más sensatas y plausibles, más verosímiles y francas? ¿O acaso recurriremos una vez mas a las fórmulas hipnóticas y enajenantes de milenaria existencia, de placentera esclavitud?

Las respuestas no las tengo, instruido lector. El futuro es intrínsecamente impredecible. Solo puedo decir que este humilde servidor, felizmente, ha abandonado la fase mas profunda del sueño. Y puedo imaginar que despertar y ver la luz del día será tan desconcertante como salir de un prolongado coma.