martes, 29 de septiembre de 2020
martes, 15 de septiembre de 2020
La corrupción en México: el caso Lozoya y el juicio a los expresidentes.
Mesa de análisis con integrantes del colectivo La digna voz.
martes, 8 de septiembre de 2020
MORENA y la sombra del caudillo
Por: Rafael de la Garza Talavera
[i] Trotsky, León, “La industria nacionalizada y la administración
obrera”, publicado sin firma en Fourth International, agosto 1946. Tomado de
Trotsky León, Escritos Latinoamericanos, Buenos Aires-México, CEIP, 2013, p.
154 (https://www.laizquierdadiario.mx/El-marxismo-de-Trotsky-ante-Mexico-y-America-Latina#nb3)
El subrayado es mío.
sábado, 5 de septiembre de 2020
El problema no es Lozoya.
El problema no es Lozoya. Y mucho menos lo es la corrupción. Así hay que decirlo, con todas sus letras, o se corre el riesgo de pasar por alto el trasfondo estructural de la situación que ha cimbrado la política nacional en las últimas semanas. Los esquemas descritos en la denuncia interpuesta por el ahora flamante testigo colaborador de la Fiscalía General de la República, así como en denuncias previas de casos similares a los que ahora se discuten, involucran a no pocos personajes: desde una periodista hasta tres expresidentes, pasando por legisladores y administradores de Pemex. De ahí que especialistas han insistido en que al caído Lozoya se le debe imputar por delincuencia organizada, y que el caso penal en su contra tendría que derivar en la instalación de un maxiproceso en el que todos los involucrados en los desfalcos señalados enfrenten a la justicia.
Existen distintos hechos que son inobjetables. En primer lugar, individuos en posiciones de poder hicieron uso de las mismas para obtener jugosos rendimientos en negocios turbios. Segundo, todos y cada uno de aquellos que violaron leyes deben ser sometidos a proceso y recibir las sanciones penales correspondientes. Tercero, menos obvio, y por tanto bastante más problemático: aun si hacemos un ejercicio imaginario de magnitudes formidables y suponemos a todos los involucrados tras las rejas (lo cual, convengamos, requiere altas dosis de optimismo -o alucinógenos, en su caso-), existe una realidad también incuestionable: el daño hecho está, es irreparable, y se seguirá pagando.
¿Es esto una exageración? Pongamos los argumentos en la mesa:
La propia Auditoría Superior de la Federación señalaba, en su revisión de la cuenta pública de 2017, que en el caso de la empresa de fertilizantes se habían adquirido equipos con 30 años de antigüedad y 18 fuera de operación (https://cutt.ly/6fcOjrA). El primer contrato de suministro de etano de PEMEX hacia lo que sería Etileno XXI se firmó en 2009, siete años antes de la entrada en funcionamiento de la planta, en condiciones nada favorables para la paraestatal desde ese momento. De estos hechos a suponer que había sobornos involucrados y enriquecimiento ilícito sólo había que dar un paso. En otras palabras, lo único que aporta la denuncia de Lozoya son los detalles anecdóticos: los montos de los sobornos, las cajas fuertes, los departamentos, las bolsas Louis Vuitton. El resto lo sabíamos todos.
¿Por qué el daño es irreparable? Pongamos tan solo un ejemplo: entre 2016 y 2018, PEMEX tuvo que pagar casi 3 mil millones de pesos en penalizaciones, al incumplir el contrato firmado con los dueños de Etileno XXI (https://cutt.ly/1fcOkxs). La FGR y su titular, por su parte, han declarado una y otra vez que el desfalco a la otrora paraestatal fue tan solo de 400 mdp (https://cutt.ly/TfcOki7). Nótese el contraste. Además, los daños indirectos o lo que los economistas eufemísticamente llamamos costos de oportunidad: lo que se dejó de hacer al pagar esas multas. Baste recordar las continuas denuncias de falta de medicamentos en los hospitales de Pemex, o el hecho de que la empresa mexicana abandonó sus propias instalaciones para enviar todo el gas a Etileno XXI.
Recordemos un agravante más, solo para dimensionar el absurdo: Agronitrogenados era, hasta 1992 y con el nombre de Fertimex, propiedad del Estado mexicano. Se privatizó, con acusaciones de corrupción de por medio, siendo el comprador, Rogelio Montemayor, priista señalado posteriormente por el Pemexgate. Y la trama no acaba ahí. Otra empresa privatizada, Altos Hornos de México (AHMSA), asocia su capital con Fertimex creando Agronitrogenados, que Pemex recompró en 2014.
Tras los hechos señalados, se vuelve imprescindible establecer una diferencia clave: lo que se ha descrito no son conductas anómicas de individuos ávidos de riqueza contra el Estado. Todo lo contrario: son acciones de individuos perfectamente racionales que actúan desde el Estado.
Señalar esta cuestión resulta fundamental y pone en tela de juicio todo el discurso en torno a la corrupción. Permítaseme una digresión semántica: la palabra corrupción encuentra sus raíces etimológicas en el latín, específicamente en el verbo rumpere: quebrar, partir, hacer pedazos. En pocas palabras, romper. Los elementos descritos por Lozoya no sorprenden a nadie por una simple razón: en forma alguna rompen con la forma de operar del Estado, en este caso, del Estado mexicano. Al contrario, la vinculación cada vez más estrecha del poder público con el capital privado es el modus operandi por excelencia del Estado. Lo que vemos en todos los casos señalados no es sino la instrumentalización del Estado, la subsunción de este dentro de la lógica de acumulación cortoplacista característica del capitalismo, especialmente en su versión neoliberal.
Por supuesto que hay individuos responsables de las instituciones, pero el caso aquí es que las mismas instituciones son las que reproducen estos esquemas. Si los señalados por Lozoya y él mismo terminan en la cárcel, si los expresidentes son enjuiciados, aún si se rescinden los contratos que se tienen actualmente producto de estos actos, las instituciones y las formas de operar seguirán siendo las mismas en tanto no se ponga a discusión el problema de fondo: la captación del Estado por el capital.
Aceptar la hipótesis que señala que el principal problema es la corrupción confunde así síntomas por causas: al hacer recaer la culpa en individuos que, sin atisbo alguno de ética cometen actos impronunciables, al personalizar la situación, se acepta un implícitamente un supuesto de que estos pudieron haber actuado de forma distinta, o que otros no lo hubieran hecho así. El problema se convierte así en uno de índole moral y relacionado con cuestiones de voluntad antes que con problemas estructurales que han permitido la captura del Estado por parte de intereses económicos.
El problema de fondo, entonces, no es uno que vaya a resolver la Fiscalía con la ayuda de su testigo estrella, ni uno que se acabe por decreto desde Palacio Nacional. Es, sin duda, un problema de justicia, entendiendo esta en su sentido más amplio, justicia que no se puede obtener por medio de las instituciones existentes a menos que se lleve a cabo un debate público acerca de los límites y naturaleza del Estado y cuál debe ser su función frente a las lógicas del enriquecimiento privado. La 4T, hasta la fecha, no ha dado muestras de querer emprender ese debate en sociedad, y con el enfoque en combatir la corrupción ha dejado de lado la cuestión principal: la reivindicación de la política frente al afán lucrativo del capital.
martes, 1 de septiembre de 2020
AMLO y el fantasma del comunismo en la 4T
El desarrollo sostenible y el progresismo en México
Por: Rafael de la Garza Talavera
A nadie
parece sorprender la renuncia de Víctor Manuel Toledo a la Secretaría de Medio Ambiente
y Recursos Naturales (SEMARNAT). A menos
de un mes de que se hiciera pública su oposición a la importación de glisofato -lo
que originó la protesta del secretario de Agricultura, Víctor Villalobos y el
súper asesor de la presidencia Alfonso Romo, conspicuos representantes locales del
agronegocio- la salida de un destacado estudioso del medio ambiente en México
confirma, una vez más, que la protección
de la biodiversidad y la salud de la población no está por encima de la sed de
ganancias de las transnacionales.
Resulta
muy útil para la afirmación que abre este texto, destacar la declaración del
entonces secretario de la SEMARNAT, la cual detonó todo el sainete a principios
de agosto: “no podemos idealizar a la 4T, es un gobierno lleno de
contradicciones brutales… [la defensa del ambiente] no está para nada en
el resto del gabinete y me temo que tampoco está en la cabeza del Presidente.”
Ya
desde la publicación del famoso Informe Bruntland en 1987, quedó claramente
planteado el conflicto entre el modelo de desarrollo capitalista y las
consecuencias negativas crecientes para el planeta. A partir de ese momento se
definió la contradicción evidente que resulta de la codicia que vive siempre en
el presente y la posibilidad de un futuro digno para las generaciones venideras:
"Esta en manos de la humanidad hacer que el desarrollo sea
sostenible para asegurar que satisfaga las necesidades del presente sin
comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer las
propias"
Sobra decir que la mayoría de los estados miembros
de la ONU
acató, de los dientes para afuera, las conclusiones del informe. En México, en
1988 se publicó la Ley General del
Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente y un año después debutó la Comisión
Nacional del Agua; en 1994 surgió la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos
Naturales y Pesca, antecedente directo
de la SEMARNAT. El discurso político integró los conceptos básicos de la
protección del medio ambiente e incluso cobró fuerza un partido familiar, el
Partido Verde Ecologista de México, fundado en 1986.
En el contexto internacional, las cumbres
ambientales fueron ganando terreno. En 1992, la Cumbre de la Tierra celebrada
en Rio de Janeiro concentró a buena parte de las organizaciones ambientalistas
del mundo y asistieron además las representaciones oficiales de 172 países con
la intención de formular acuerdos internacionales para la protección del medio
ambiente. Al igual que la fábula del rey desnudo, todos los participantes
oficiales omitieron señalar la gran
contradicción: las buenas intenciones
del discurso político frente al poder económico, financiero, mediático y
político de las corporaciones internacionales dedicadas al agronegocio.
Así las cosas, insisto, a nadie sorprende la
salida de un servidor público que le puso cara al lobby conformado por empresas
como Monsanto, Carhill, Tyson y muchas más, que a lo largo de las últimas décadas
se han fortalecido gracias a las concesiones otorgadas por los gobiernos alrededor
del mundo, sean de izquierda o de derecha. La llegada del AMLO a la presidencia de la república mexicana suscitó
esperanzas para algunos, pero a dos años de su gestión no cabe la menor duda de
que el gobierno autodenominado como la Cuarta Transformación (4T) no tiene la
menor intención de modificar la tragedia ambiental ni sus efectos.
Y es que el deterioro de la biodiversidad afecta
directamente a millones de campesinos y pueblos originarios, no sólo por el
deterioro de su calidad de vida a consecuencia del consumo de alimentos con
alto contenido de sodio y potasio, derivados de organismos genéticamente
modificados y rociados por toneladas de químicos, como el glisofato, para aumentar la productividad. Habrá que sumar el
despojo de tierras y semillas cultivadas y desarrolladas por miles de años así
como el desprecio o apropiación
sistemática de saberes ancestrales, según convenga al capital; los
asesinatos selectivos de defensores del medio ambiente, empleando a paramilitares
y crimen organizado para atemorizar a la población e imponer los grandes
proyectos de inversión del agronegocio.
Los proyectos desarrollistas o progresistas como
el mal llamado Tren Maya, el canal transítsmico e incluso el nuevo aeropuerto internacional
son sólo la punta del iceberg de la dinámica económica del gobierno federal. Aunado
a ellos están la minería a cielo abierto, la intensificación de las
maquiladoras, los proyectos turísticos e hidrológicos. Al final lo que queda en
evidencia es que, al igual que con la pandemia en la que estamos inmersos, el proyecto
económico del gobierno en turno coloca claramente al capital y sus ganancias por
encima de la vida de la población.
Y si, al igual que con la renuncia de Víctor
Toledo, el camino elegido para el desarrollo económico por la 4T… tampoco
sorprende.