viernes, 30 de diciembre de 2016

AMLO: el costo que está dispuesto a pagar la élite

Advierto que en un primer momento este artículo coqueteó con el título de “AMLO: el fraude de 2018”. Que al final cambiara el título no respondió a un gesto de “moderación-modulación”, que es un gesto tan socorrido por el “lopezobradorismo”. Responde a una cuestión de acento: juzgamos más importante el análisis de los resortes anónimos que prefiguran el escenario político en puerta que la intriga estrictamente electoral que perfila el 2018. Y también responde, aunque sólo tangencialmente, a un reconocimiento al trabajo de Andrés Manuel, a la perseverancia de permanecer dos décadas en el centro del acontecer político nacional, y a la indisposición de establecer coaliciones con los partidos del establishment tradicional, que es acaso uno de sus gestos políticos más meritorios. 

Pero el contenido de la reflexión no mudó un ápice. Y el fondo de ese análisis es que Andrés Manuel representa la última oportunidad para el sistema político mexicano de salir de la crisis peligrosamente terminal que enfrenta. Es la última llamada para regenerar las fibras de la política institucional, y reconfigurar las estructuras de Estado con una direccionalidad políticamente sostenible, y ciertamente favorable para algunas fracciones de las élites. Como en Estados Unidos (aunque allá capitalizado por un conservadurismo cavernario), en México asistimos al ocaso de los tradicionales actores políticos institucionales cuya credibilidad es a todas luces nula. Cuando AMLO dice que es necesario salvar a México, entrelíneas proclama “salvar” la institucionalidad de México, esa que nunca en el siglo XX divergió del canon autoritario, ni en su modalidad nacionalista ni mucho menos en su envoltorio globalizador. 

Los hiperacumuladores que gobiernan el mundo no están seriamente intranquilos o alarmados con el ascenso de figuras políticas pretendidamente “anti-establishment” (que no “anti-sistema”, aunque muchos “comunicadores” confieran a cualquier impostor esta cualidad, sin ni siquiera saber qué significa, y desnaturalizando el sentido profundo del concepto). Si el progresismo sudamericano no consiguió modificar sustantivamente la correlación de fuerzas (capital-trabajo) después de un ciclo de 15 años en el poder, es todavía más improbable que el ciclo nacionalista en Norteamérica altere ese reparto jerárquico. José Mujica admitió recientemente en entrevista: “La democracia contemporánea tiene una terrible deuda social y está desgraciadamente evolucionando a una plutocracia. En nuestra américa latina hay 32 personas que tienen lo mismo que 300 millones de personas. Y su patrimonio crece 21% anual. Eso no es democracia. Eso va contra la democracia. Porque la excesiva concentración económica termina generando poder político”. Esto lo dice quien fuera acaso una de las figuras más emblemáticas de la izquierda partidaria del siglo XXI. El nacionalismo que emerge en la región septentrional del continente es incluso menos transgresor que la fórmula “nacional-popular” del sur. Y por consiguiente es previsible que la cosecha de triunfos sociales resulte todavía más modesta. 

En este sentido, AMLO es la posibilidad de reducir la tensión social en México, con un costo no tan oneroso para los dueños del país, y con base en una fórmula institucional que, en la primera oportunidad de malestar en las élites, el aparato judicial-mediático puede desbaratar sin muchos apuros, como hace en Sudamérica. 

El conflicto de clase en México discurre por terrenos de alta potencialidad insurreccional. En este escenario, Ayotzinapa representa la posibilidad de subvertir todo el orden jerárquico en el país. La desaparición forzada de los 43 normalistas encierra todos los males de México: injusticia social, represión barbárica, contrainsurgencia militar, delincuencia organizada de estado, corrupción e impunidad. Prueba terminantemente que la acción del estado mexicano constituye un terrorismo de estado, cuidadosamente orquestado. Ese costo es el que quieren eludir las élites. Con AMLO en el poder, se diluiría el objeto de reclamo popular: corrimiento de la consigna “Fue el Estado” a un “Fue el peñanietismo”. 

Donald Trump es el otro coste que quieren constreñir. La última generación de élites en México, apostó todo a la alianza –desigual e indigna– con Estados Unidos. Y con el repliegue obligado que entraña Trump (el primer presidente abiertamente antimexicano), intentan desesperadamente acotar el precio de la histórica traición. Estamos en un episodio en que la autoestima personal está íntimamente entretejida con la dignidad nacional. Esa fue la lectura de Fidel Castro en la Cuba de Batista, en esa época bajo el signo del comando estadunidense. Pero Castro no concedió margen a la “reconciliación” o la oportunidad política. En 1953, Fidel escribió: 

“El momento es revolucionario y no político. La política es la consagración del oportunismo de los que tienen medios y recursos. La revolución abre paso al mérito verdadero, a los que tienen valor e ideal sincero, a los que exponen el pecho descubierto y toman en la mano el estandarte”. 

Decía Bertolt Bretch que los pequeños cambios son el enemigo del gran cambio. AMLO es ese “pequeño cambio” o “momento político” que permite refuncionalizar las dimensiones estatales más desacreditadas sin modificar seriamente la correlación de fuerzas, y, simultáneamente, desactivar el gran cambio o el “momento revolucionario”. 

Esto no es una “campaña” contra Morena o AMLO. Es incluso una exhortación a la reflexión a esa base popular reunida en la órbita del “lopezobradorismo”. Que los medios de comunicación dominantes, fracciones de la clase política y no pocos poderes fácticos elogien a “Don Andrés”, no es ninguna ironía o accidente: es el costo político que está dispuesto a pagar la élite en México.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Cuba, Fidel y la batalla contra la desigualdad.


El reciente fallecimiento de Fidel Castro ha provocado innumerables reflexiones sobre la dimensión de su legado para Cuba y el mundo. En general, se pueden clasificar entre las positivas y las descalificaciones liberales, éstas últimas siempre atentas para difundir la supremacía de su libertad por sobre todos los demás valores; por su parte, las primeras se mueven en el marco de la defensa de la soberanía cubana y su eficaz resistencia al imperialismo yanqui hasta su importancia en la historia de Latinoamérica y del mundo, sobre todo al hacer visible la necesidad y posibilidad histórica de defender el legado de Bolívar y Martí. En todo caso, aquí se pretende señalar que un rasgo fundamental de la revolución cubana está representada por su terca defensa de la igualdad, aun a costa de limitar libertades, lo que le valió la descalificación de las buenas conciencias liberales y la crítica de los desencantados de la revolución.

Un rasgo central de las sociedades latinoamericanas desde la conquista y hasta nuestros días es sin duda la desigualdad. Los virreinatos establecieron una segregación de hecho, que operaba por encima de leyes especiales, a pesar de la graciosa concesión de la corona de considerar a los habitantes originarios como súbditos con derechos y personalidad jurídica. En realidad, los tres siglos del colonialismo implantaron una sociedad de castas que, con reformas y constituciones se ha mantenido hasta la fecha en prácticamente todo el subcontinente.

Los procesos independentistas y el consecuente surgimiento de estados liberales paradójicamente profundizaron la marginación y la desigualdad gracias al despojo sistemático de tierras comunales pero eso sí, con la marca de la casa: las libertades y la inconsistente igualdad ante la ley. Surgieron así conflictos que se mantienen hasta hoy, como el de la nación mapuche en contra del estado chileno, el cual una vez consumada la independencia se dedicó a despojar de tierras a los mapuches para otorgárselo a inmigrantes europeos con todas las ventajas, profundizando la desigualdad y la marginación no sólo entre los herederos de Caupolicán sino entre la mayoría de la población. Hoy por hoy, Chile junto con México son campeones de la desigualdad en la región y la tendencia se fortalece. Es por eso que se puede decir sin faltar a la verdad que los estados liberales en Latinoamérica profundizaron la  desigualdad heredada por la colonia. Ya ni para que mencionar a los estados neoliberales contemporáneos, que han sistematizado el despojo y la depredación a niveles nunca vistos en el pasado.

El caso de Cuba no es una excepción pero habría que agregar que la isla fue la última en ‘independizarse’ de España aunque sólo para caer en las garras de los Estados Unidos y el colonialismo moderno. Y si bien Cuba no fue un estado libre asociado como lo es Puerto Rico, sus recursos naturales y humanos estuvieron siempre en función de los intereses yanquis. Sólo con la revolución cubana en 1959, la larga noche colonial en Cuba dio paso a la independencia. Pero en lugar de conformarse un estado liberal surgió un estado que con el liderazgo de Fidel se encaminó por los rumbos de un socialismo de estado que, al contrario del resto de los estados latinoamericanos, poco a poco fue alejándose de la defensa a ultranza de la libertad para poner el centro el valor de la igualdad, identificando claramente que la única manera de romper con la marca de nacimiento de los pueblos latinoamericanos era precisamente liberar de la desigualdad y la marginación a la mayoría de la población.

Fue así como la revolución cubana promovió las nacionalizaciones de los bienes de las compañías extranjeras, el reparto de casas y departamentos a los que las alquilaban , la reforma agraria y sobre todo, el orgullo de Cuba: sus sistemas de salud y de educación que son por mucho los mejores del continente. Porque la igualdad es un medio y no un fin en sí mismo para arribar a un mundo más justo. Sólo a partir de generar condiciones de igualdad se puede lograr una sociedad más justa. No se trata de que todos tengan lo mismo sino que todos tengan una oportunidad para desarrollar sus capacidades partiendo del mismo lugar. Y si es necesario limitar libertades para lograrlo no se puede dudar ni un instante pues de otro modo se repetirá indefectiblemente el círculo vicioso que invierte la cuestión y que dicho sea de paso, es impulsado vehementemente por los dueños del dinero: el sacrificio de la igualdad para garantizar la libertad… de unos cuantos.

Al respecto, los liberales en general no dudan en aceptar que el costo de la libertad debe ser pagado incluso con la vida de los que no están listos para definir prioridades, o que se empecinan en poner primero a la igualdad. Así es como por encima de la vida de millones está la libertad de unos cuantos para hacer lo que les venga en gana, con la promesa de que tarde o temprano dicha libertad será patrimonio de todos. No es este el lugar para profundizar sobre temas axiológicos pero lo que está claro es que el sueño liberal no sólo ha marginado a la inmensa mayoría de la población mundial sino que ha puesto en entredicho la sobrevivencia de la humanidad y del planeta. El fundamentalismo del mercado, esa quimera tan útil a los poderosos, se basa precisamente en la libertad de los agentes económicos a costa de lo que sea. Y sin embargo lo único que se puede observar es una mayor concentración de la riqueza en pocas manos, lo que redunda en una mayor desigualdad.

Se argumenta que la revolución cubana no sacó de la pobreza a la población aunque sin mencionar el bloqueo económico que aún persiste. Pero al respecto es necesario distinguir entre la pobreza y la desigualdad: la primera concierne sobre todo con el nivel de consumo mientras que la segunda tiene que ver con las posibilidades de vivir con dignidad, más allá de cuanto se pueda comprar. La pobreza limita el consumo pero la desigualdad deshumaniza. Tal vez por ello el pueblo cubano siga siendo un pueblo pobre –como lo son todos los pueblos latinoamericanos habrá que reconocer-  pero solidario y consciente de su dignidad, sobre todo en un mundo en donde el  consumo de mercancías inútiles es sinónimo obligado de libertad.

Sin duda que el balance de los logros y fracasos de la revolución cubana y del liderazgo de Fidel está por hacerse por el propio pueblo cubano y no por los que desde afuera promueven la libertad capitalista a costa de lo que sea. Sin embargo, es necesario subrayar que el pueblo cubano ha logrado resistir por medio siglo al imperialismo yanqui y su libertad como valor superior para seguir cultivando el valor de la igualdad contra viento y marea. Sin duda que este hecho ha exasperado a los dueños del dinero y sus lacayos, que  desde sus trincheras académicas o políticas han descalificado semejante esfuerzo, negando que tenga algún valor o peor aún que no ha servido  para nada. 

El tiempo pondrá en su lugar el legado del valiente pueblo cubano y su insistencia en crear un país en donde, gracias sobre todo a los fundamentos del sistema mundo en el que vivimos, existe la pobreza pero la batalla contra la desigualdad  es permanente. Cuba es sin duda la nación menos desigual del continente. Y en eso Fidel tuvo mucho que ver, nos guste o no.

martes, 13 de diciembre de 2016

El Archivo del Terror de Javier Duarte: El narcoestado


II. El narcoestado 

Para la periodista Lydia Cacho un narcoestado es aquel donde el Estado persigue o mata a la gente que se opone a la presencia de funcionarios o gobiernos coludidos con el narcotráfico. Descriptivamente es correcto. Pero esa definición no es más que un síntoma de un narcoestado. En realidad, la característica definitoria de esa modalidad de Estado es el absoluto predominio de la empresa criminal, señaladamente el narco, en la trama de relaciones comprendidas en el cuerpo político. Coincidentemente, la guerra contra el narcotráfico se tradujo en una profundización de esa relevancia político-económica del crimen, y en la consiguiente sofocación de cualquier oposición a esa agenda. En el Veracruz de Javier Duarte abundan experiencias colectivas e individuales, testimonios orales, percepciones ciudadanas, hechos observables, para respaldar con bases empíricas el hallazgo de esas relaciones. 

A Nadia Vera la ejecutaron junto con el fotoperiodista Rubén Espinosa y otras tres personas más, en la colonia Narvarte de la capital del país el 31 de julio de 2015. Ella también se refugió en la Ciudad de México, como otros activistas de Veracruz, después de sufrir múltiples agresiones y amenazas en Xalapa; agresiones que por cierto ella atribuyó públicamente a agentes parapoliciales al servicio del gobierno del estado. Nadia fue activista del #Yosoy132 Xalapa, y una de las más destacadas militantes de ese ciclo de protesta en la capital veracruzana que inició en 2008 con la primera movilización en contra del alza a la tarifa del transporte público, y que en su curso recorrió varias luchas: Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, marchas anti-EPN, movimiento #Yosoy132, movilización popular magisterial, jornadas de acción por Ayotzinapa, hasta arribar a la consolidación de una asamblea-movimiento estudiantil que tanto incomodó a la camarilla de poder en turno, y en cuya incomodidad, por cierto, se incuba la fuente explicatoria de los atentados criminales que más indignaron al estado y al país: a saber, el brutal ataque a ocho alumnos de la Universidad Veracruzana el 5 de junio de 2015 (peligrosamente equiparable con el modus operandi de la represión en Ayotzinapa), atribuido a una banda de choque “presuntamente al servicio de la Secretaría de Seguridad Pública”; y el multihomicidio en la colonia Narvarte, que acabó con la vida de Rubén y Nadia. 

Antes de morir, Nadia acusó reiteradamente al gobernador Javier Duarte de cometer actos de represión en contra de los estudiantes, y responsabilizó al mandatario estatal de “cualquier cosa” que pudiera sucederle. No obstante, fue en una entrevista con RompevientoTv donde profirió acaso su declaración más políticamente comprometedora. En esa oportunidad, Nadia dijo a Rompeviento

“Nos empezó a preocupar mucho porque empezó a elevarse el índice de desapariciones a partir de 2010, con la entrada de Javier Duarte como gobernador; la violencia se comienza a destapar y nos empieza a preocupar porque resulta que nosotros empezamos a ser el producto que ellos necesitan. A la mujer la agarran para la trata, al estudiante para el sicariato; el problema somos todos, que le estorbamos tanto al gobierno como al narco. Estamos entre dos frentes de represión: la ‘legal’ y la ilegal”. 

Esa “agenda común” del narcotráfico y el gobierno que identifica Nadia es una de las fuentes de violencia contra la población. La sociedad mexicana en general, y la población veracruzana en particular, están atrapadas en el fuego cruzado de los intereses dominantes (léase criminales) en el país. La guerra contra el narcotráfico en Veracruz elevó todos los índices delictivos y la victimización de la ciudadanía. Criminalizó dramáticamente a ciertos sectores poblacionales, destacadamente a jóvenes, activistas, periodistas; pero el aspecto más revelador de la guerra es la profundización de la vulnerabilidad de la generalidad de la población: cualquier ciudadano es susceptible de agresión. 

Las respuestas del Colectivo por la Paz Xalapa a dos preguntas formuladas en una entrevista en 2014, dan cuenta de ese binomio crimen-Estado, y de los impactos que la instrumentación de la guerra tuvo en amplios segmentos de la sociedad veracruzana. 

¿Existe una consigna gubernamental o una persecución política contra líderes sociales y ciudadanos que luchan contra la violencia de los cárteles de la droga en Veracruz? 

C.P.X. Una política nunca va a estar declarada pública y formalmente… Pero es importante señalar que hay una colusión entre las autoridades y el crimen. Nos consta que existe una relación de complicidad y de trabajo en equipo del crimen organizado con altas esferas gubernamentales. Hemos revisado investigaciones en la SEIDO, donde uno descubre que personas ligadas a la delincuencia declaran que tienen relaciones de trabajo con tal o cual funcionario. En estos niveles, desde el gobernador hasta presidentes municipales están trabajando de la mano con el crimen organizado. Y en la revisión de las actividades delictivas por zona, descubrimos que todos los negocios ilícitos, como el pago de cuotas a los cárteles, ordeña de ductos, robo de vehículos, trata de personas, tienen un funcionario que apadrina o cuida que no sean tocados esos criminales… Bajo esa simbiosis entre el gobierno y el crimen organizado, sí hemos recibido algunas amenazas indirectas, a través de las víctimas nos hacen llegar mensajes de que paremos o asesinan a las familias… Esta policía es un brazo del Estado que se utiliza para reprimir y para aplacar a la ciudadanía. Lo vimos el año pasado con los maestros y estudiantes en la plaza Lerdo y el desalojo. ¿Quién está consignado por eso? Fueron lesiones graves. ¿Y el derecho de manifestarse?

¿Entonces tienen más poder las empresas criminales que el Gobierno? 

C.P.X. Pero en el Gobierno hay empresas criminales… La Secretaría de Seguridad Pública es una de ellas: agentes de tránsito que señalan que los autos robados están en la academia de policías; personas que dicen que hay un grupo específico de la SSP que se encarga del trabajo sucio; las desapariciones forzadas, que son crímenes de Estado. Por donde se lo vea, todo esto implica un negocio. Tener un control de las cárceles, tener un control de las calles. Es un negociazo... Cabe recordar el testimonio de una persona en Veracruz, que narró cómo un MP le advirtió que en la investigación de su caso tenía acceso la delincuencia organizada. Así se lo dijeron descaradamente a la madre de un desaparecido... Pero la consigna es proteger y permitir la operación de los grupos criminales. Hay que recordar que el crimen participa en el financiamiento de las campañas electorales, particularmente del PRI. 

La guerra contra el narcotráfico apuntaló las operaciones del crimen, suspendió el derecho, e hizo de la guerra y el narco una razón de Estado. La evidencia demuestra que la administración de Javier Duarte y las gestiones precedentes son responsables de ese engarce del narcotráfico con las instituciones públicas.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Fidel, revolución y riesgos existenciales

John Saxe-Fernández 
La Jornada

"Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre. Ahora tomamos conciencia de este problema cuando es casi tarde para impedirlo". Así se inició el histórico discurso de Fidel Castro Ruz en la Cumbre de la ONU Sobre Desarrollo y Medio ambiente, Río de Janeiro 1992 (disponible en YouTube: discurso Fidel Castro en Río 1992) para advertir sobre las amenazas existenciales que enfrenta la humanidad por los impactos ecológicos de un sistema económico de explotación signado por la injusticia, la desigualdad, la depredación, los desequilibrios y las guerras. Lo dicho hace 24 años es actual. Su pertinencia es aún mayor hoy que Donald Trump, un "negacionista" de la ciencia climática, asumirá la presidencia imperial el 20 de enero de 2017. Cabe recordar, en momentos solemnes que viven Cuba y el mundo, lo que es parte nodal del pensamiento y acción de esa "inmensidad histórica", como Juan Bosch calificó a Fidel, ante cuya ausencia se oye el grito de "yo soy Fidel", que significa, como decía Morrie Schwartz, mentor en la Universidad Brandeis, que "la muerte acaba con una vida, no con una relación". 

Fidel sigue en interlocución con generaciones de Cuba, América Latina y el mundo. Lo hace desde 1959 y se proyecta en el Siglo XXI frente a los crecientes riesgos de extinción de las especies, la nuestra incluida, sea por una guerra nuclear, sea por la catástrofe ecológica en curso. La acción revolucionaria realizada a favor del pueblo ante la pobreza, la promoción de salud, educación a todo nivel, alimentación, expectativa de vida, investigación científica, promoción de la medicina, el deporte, las artes, etcétera, es de un orden cualitativo y cuantitativo equiparable, y en rubros clave como la mortalidad infantil, igual o superior, al de los centros del capitalismo. Así avalan informes técnicos de UNESCO, FAO y hasta del Banco Mundial que junto al FMI y BID, es parte y parcela de la diplomacia de fuerza que articula el imperialismo. Que esta gesta se realice en medio del sabotaje, de operaciones clandestinas, de terrorismo de Estado, guerra económica, sicológica, social y política, es asunto de atención especial: ni la Revolución Francesa o la Revolución Rusa enfrentaron desde sus inicios ¡y por 57 años sin un día de descanso! un acoso multifacético en medio de una asimetría de esta magnitud, con tal barbarie y persistencia, por parte de una potencia en acentuada crisis hegemónica, a sólo 145 kilómetros. 

Así se ilustra en la sentencia, documentos y testimonios del Tribunal Internacional Benito Juárez (antecesor del Tribunal Permanente de los Pueblos) "Resolutivo del Juicio Agresión de Estados Unidos contra Cuba" disponible en ceiich.unam.com. Esa gesta revolucionaria adquiere un peso todavía mayor ante los grandes retos que se perfilan en las dos primeras décadas del Siglo XXI: la experiencia histórica de construcción social alternativa liderada por Fidel Castro adquiere una importancia y significación del más alto nivel ante la actual devastación humana, ecológica y económica del llamado neoliberalismo, que no es otra cosa que una guerra global de clase desatada por el alto capital en centro y periferia capitalista, ante una crisis de acumulación sin precedentes, ofensiva que se agudizó desde principios de los 80. 

De igual valía es el planteo y la acción de Castro ante los mencionados riesgos existenciales del siglo XXI: una guerra nuclear (Ver la valiosa interlocución de Fidel con Michel Chossudovsky en el libro Globalización de la guerra, Club de Periodistas de México, 2016) y el del calentamiento global antropogénico (CGA). En medio de un apagón informativo se supo que recién electo Trump (quien se dice opuesto a la guerra contra Damasco y Moscú) la Cámara de Diputados de Estados Unidos aprobó la Resolución H.R.5732 para instalar una "zona de exclusión aérea en Siria", cuya aplicación, según advirtió al Senado el general Joseph Dunford, jefe del Estado Mayor Conjunto (ver JSF, La Jornada, 27/10/16) conlleva guerra con Siria y Rusia, la otra potencia que comparte con Estados Unidos 95 por ciento del arsenal nuclear. 

En lo relacionado al CGA, en Río 1992 Fidel habló de las responsabilidades de las sociedades de consumo. Dijo que "son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. Ellas nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad. Con sólo 20 por ciento de la población mundial, consumen dos terceras partes de los metales y tres cuartas partes de la energía que se produce en el mundo. Han envenenado los mares y ríos, contaminado el aire, debilitado y perforado la capa de ozono, saturado la atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas, con efectos catastróficos que ya empezamos a padecer" (ibid).

martes, 6 de diciembre de 2016

Veracruz: la insurrección imposible



"El sistema se está desmoronando a nuestro alrededor justo en el momento en que todos han perdido la capacidad de imaginar otra cosa"

David Graeber 

Quince días. Las élites políticas, los opinadores a sueldo y los burócratas abrazan la cuenta regresiva para el cambio de gobierno en Veracruz, donde el panista más priísta del país tomará oficialmente el mando. Para unos, es la urgencia de ser gobernados, el lugar común del agachado en espera instintiva del cambio de yugo y las migajas, el consentimiento de los dominados. Para otros, la cuenta a ceros, la ambición de nuevas prebendas y privilegios, el "hueso" que hace salivar la codicia de los que escupen discursos de democracia. 

En un territorio con registros históricos de asesinatos, secuestros, feminicidios, narcofosas, desapariciones, violencia, impunidad, represión, tortura y deuda, cada acto del gobierno ha dejado claro que el cambio de mando no significa nada, cuando el opresor que asume, igual que Javier Duarte, tiene un largo historial público de despotismo criminal, denuncias por enriquecimiento ilícito, violación a derechos humanos, peculado y corrupción. Trayectoria política, le llaman ellos, la misma mierda. 

En ese Estado de Sitio donde todos los sectores han sido violentados, ¿qué espera Veracruz para levantarse? La pregunta repica en pláticas de sobremesa todos los días, igual que la Alerta Ámber. Cada noticia en Veracruz es una afrenta, una burla del poder. No hay ya espacio libre de inconformidad, y sin embargo, la indignación y las reivindicaciones, como las protestas, no son equiparables. 

El obsceno cálculo de los alcaldes disfrazados de "pueblo", durmiendo en los pasillos del palacio de Gobierno; las manifestaciones-comparsa autorizadas por sindicatos y patrones; la indignación por el retraso en la nómina de los burócratas activos, tan legítima, dicen, y no por eso menos mezquina, las batallas por los recursos públicos, NADA tienen que ver con las marchas del diez de mayo, de madres de hijas e hijos asesinados, violados, torturados, levantados o desaparecidos por sicarios del narcoEstado. 

Hablamos de ocho millones de maneras de sobrevivir la realidad, así de fragmentado el pueblo. Unos muertos de miedo, otros acomodados, otros luchando y organizados. Otros en espera de reformas legales y caudillos, los más, sobreviviendo en la calle donde las redes sociales no importan. Mientras, la violencia no para. 

Lo más preocupante es que en seis años --en ochenta y seis de priísmo o en doscientos del régimen, según donde inicie la cuenta--, la existencia, el poder y el alcance del Estado, y ese delirio colectivo llamado "democracia", han debilitado la libertad de pensamiento, socavando incluso la capacidad de imaginar otra cosa que no sea su existencia incuestionable. A pesar de la historia, la estadística y el sentido común, es innegable el consentimiento casi consensuado a la nefasta y patológica relación de sumisión frente a la autoridad. Jodido escenario, incluso, para quienes la rechazan. 

La "indignación" de la burocracia 

En Veracruz, la dependencia económica del presupuesto es brutal. Se nota en las calles en días como hoy, cuando 20 mil trabajadores del sector salud toman calles en las ciudades y carreteras de norte a sur, hospitales, edificios públicos y casetas de peaje como presión para el pago de sus cheques. Miles en las calles, clamando unas horas por dinero. La vida política se ha empobrecido. 

¿Dónde estaban en las protestas por los asesinatos y desapariciones, por la brutalidad que fue creciendo en el sexenio contra mujeres, jóvenes, periodistas, estudiantes, maestros, activistas? Su nivel de tolerancia ante la barbarie y su falta de respeto ante la vida contrasta con la "indignación" que estalla en rabia en el cajero automático, a dos días de la quincena.

En el último mes, día tras día se han amontonado como ropa sucia las marchas, las tomas, los plantones , los comunicados, la manifestación de cuanta instancia de gobierno ha querido. Son los alcaldes de los bonos sexenales en simulación mediática; son también los deudores de Coppel y Liverpool, los del sueldo seguro y el discurso del trabajo honrado, pero incapaces de cuestionar el sistema que glorifica al individuo mientras lo mata. Y claro, los indignados de buró y los patrones que sonreían en restaurantes con Duarte hasta hace unas semanas. Empleados y empleadores aceitando la reproducción autoritaria. La esclavitud del salario como grillete de la modernidad. Lo perverso del sistema es que simula que ahí es donde está la libertad. 

Ingenuo es esperar la insurrección de la burocracia. No pasará. Como la fuerza pública, como los empresarios y patrones, como la iglesia, como los medios asalariados, ha sido históricamente beneficiaria de los privilegios del sistema, un engrane más de la máquina. Hoy fue el sector salud, mañana la policía, la limpia pública, el agua potable. Protestasexpress sin más reivindicación que los salarios. Gritos que callarán con el depósito en el banco para el buen fin o el benditoaguinaldo que exorciza toda pretensión de inconformarse. Es el "prospera" de los acomodados, la contrainsurgencia en la clase media. 

Putos puercos mierdas 

Desde que comenzó la "guerra contra el narco", hace diez años, Veracruz se convirtió en un territorio en disputa donde hasta los mismo narcos protestaban "La plaza se vendió dos veces", acusaron algunos desde la cárcel. El estado se fue volviendo una enorme fosa clandestina, una cloaca. Cada acción del gobierno fue aumentando el clima de muerte e impunidad, arrastrando las cifras de asesinatos y desapariciones a los primeros lugares nacionales, militarizando, reduciendo garantías, acallando voces disidentes a punta de tiros de gracia. 

Dicen que en Veracruz no hay presos políticos porque los matan. Seis años de protestas por cada uno de los agravios, seis años en que la represión se convirtió en la regla y fue aumentando en saña y cinismo. Ninguna acusación política, mediática o jurídica pudo lograr la dimisión de Duarte, ni los asesinatos de 19 periodistas, ni la brutalidad de los asesinatos a jóvenes, ni la rotunda colusión de las policías con el narco, ni las evidencias que incriminaban al gobierno en la represión a estudiantes y activistas, nada. 

Duarte salió de escena como las ratas, el 12 de octubre, en medio de una ola de denuncias de corrupción, desvío de recursos y ligas con el crimen organizado -al menos 60 maneja la prensa-, ventiladas en medios nacionales sus lujosas residencias, las de sus funcionarios y prestanombres. Fue el dinero, como ahora, el que movió "la justicia" en su contra. Saqueado el estado, con una deuda de más de 90 mil millones de pesos, las "buenas conciencias" se fueron sumando en las últimas semanas a la crítica que regatearon por años. 

La crisis llegó a tope un mes después. El 12 de noviembre, tras el levantón de un sacerdote católico en Catemaco, la gente prendió fuego al Palacio Municipal y a una patrulla, saqueó la casa del alcalde y otras oficinas de gobierno. Todo, mientras el presidente municipal montaba el "teatro de la rebeldía" en Xalapa, durmiendo en los pasillos del palacio junto con otros 50 alcaldes en reclamo de recursos federales. 

Curiosamente no había modo de contener la protesta como en un movimiento organizado, no había líderes con los que negociar un acuerdo, nadie que pudiera prometer sacar a la gente de la calle a cambio de nada. La iglesia se deslindó, pero no hubo más reivindicación que esa: "Devuelvan al padre putos puercos mierdas", se leía en una de las paredes. 

La gente lo sabe hace años. Con la llegada de la Policía Acreditable, la Fuerza Civil y la Gendarmería aumentaron los asesinatos, los levantones, las denuncias de desaparición forzada, las y los jóvenes desaparecidos. "Putos puercos mierdas". El brazo armado del Estado llegó para servir a los amos con garantías de impunidad, disolviendo manifestaciones de ancianos, maestros y estudiantes, amedrentando con muertos pueblos enteros en resistencia, robando, secuestrando, asesinando. 

Como un destello, como las llamaradas que consumieron hasta las cenizas la patrulla y el interior del edificio, así desapareció la revuelta. Cuando llegó la marina horas después, la masa que amenazaba el orden institucional se había desvanecido, ¿cómo canalizarla e incorporarla al flujo de la política normal de las denuncias, los comunicados, los derechos humanos, las acciones urgentes, de las protestas y las ruedas de prensa donde puede ser domesticada y contenida? El sacerdote, por cierto, apareció un día después, torturado. 

Paradojas 

Ser gobernado, dice Prudhon, es estar vigilado, ser inspeccionado, espiado, estar dirigido, legislado, regulado, ser encerrado, adoctrinado, sermoneado, controlado, valorado, mandado por seres que carecen de conocimiento y de virtud... Ser gobernado, en Veracruz, es ser además asesinado, perseguido, hostigado, descuartizado, violado, encarcelado, humillado, es vivir con miedo, hablar con miedo, salir con miedo. Y a pesar de las lecciones del duartismo en seis años (o del priísmo en 90), ha sido imposible romper las certezas de los gobernados en el bastión histórico del Estado mexicano. 

La tiranía de los números es otra paradoja, ocho millones de personas en Veracruz demuestran que la correlación de fuerzas no va a cambiar de la noche a la mañana: aunque los familiares de los muertos sean miles y sepan de dónde vienen las balas, el miedo y la tolerancia es la ceguera de las mayorías; aunque la solidaridad y las luchas crecen, día a día se ven rebasadas por nuevas estocadas; aunque el coraje y la dignidad mantiene las resistencias, la muerte no para. 

La insurrección hoy parece imposible si esperamos que al fin doblegue al Estado el estallido consciente de las masas, nadie resiste la seducción de la épica revolucionaria. Pero no todo lo que cuenta puede contarse, ni todo lo que puede contarse, cuenta. Si la insurrección parece imposible, quizá es mejor que así se crea. Lo sabe el ojo de Saurón: a veces publicitar la lucha es una trampa. 

Desde el pensamiento libertario, no podemos obviar además que el orden y la disciplina es un elemento esencial de la escenografía autoritaria. Muchas veces es la acción espontánea, desordenada e impredecible la que es capaz de abrir fracturas en el orden social desde abajo. Las revoluciones rara vez, si así pasa, son el trabajo de organizaciones coherentes que dirigen sus tropas a un objetivo determinado, no hay un guión que seguir al pie de la letra, y si lo hubiera, seguramente sería saboteado.