La Jornada
"Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre. Ahora tomamos conciencia de este problema cuando es casi tarde para impedirlo". Así se inició el histórico discurso de Fidel Castro Ruz en la Cumbre de la ONU Sobre Desarrollo y Medio ambiente, Río de Janeiro 1992 (disponible en YouTube: discurso Fidel Castro en Río 1992) para advertir sobre las amenazas existenciales que enfrenta la humanidad por los impactos ecológicos de un sistema económico de explotación signado por la injusticia, la desigualdad, la depredación, los desequilibrios y las guerras. Lo dicho hace 24 años es actual. Su pertinencia es aún mayor hoy que Donald Trump, un "negacionista" de la ciencia climática, asumirá la presidencia imperial el 20 de enero de 2017. Cabe recordar, en momentos solemnes que viven Cuba y el mundo, lo que es parte nodal del pensamiento y acción de esa "inmensidad histórica", como Juan Bosch calificó a Fidel, ante cuya ausencia se oye el grito de "yo soy Fidel", que significa, como decía Morrie Schwartz, mentor en la Universidad Brandeis, que "la muerte acaba con una vida, no con una relación".
Fidel sigue en interlocución con generaciones de Cuba, América Latina y el mundo. Lo hace desde 1959 y se proyecta en el Siglo XXI frente a los crecientes riesgos de extinción de las especies, la nuestra incluida, sea por una guerra nuclear, sea por la catástrofe ecológica en curso. La acción revolucionaria realizada a favor del pueblo ante la pobreza, la promoción de salud, educación a todo nivel, alimentación, expectativa de vida, investigación científica, promoción de la medicina, el deporte, las artes, etcétera, es de un orden cualitativo y cuantitativo equiparable, y en rubros clave como la mortalidad infantil, igual o superior, al de los centros del capitalismo. Así avalan informes técnicos de UNESCO, FAO y hasta del Banco Mundial que junto al FMI y BID, es parte y parcela de la diplomacia de fuerza que articula el imperialismo. Que esta gesta se realice en medio del sabotaje, de operaciones clandestinas, de terrorismo de Estado, guerra económica, sicológica, social y política, es asunto de atención especial: ni la Revolución Francesa o la Revolución Rusa enfrentaron desde sus inicios ¡y por 57 años sin un día de descanso! un acoso multifacético en medio de una asimetría de esta magnitud, con tal barbarie y persistencia, por parte de una potencia en acentuada crisis hegemónica, a sólo 145 kilómetros.
Así se ilustra en la sentencia, documentos y testimonios del Tribunal Internacional Benito Juárez (antecesor del Tribunal Permanente de los Pueblos) "Resolutivo del Juicio Agresión de Estados Unidos contra Cuba" disponible en ceiich.unam.com. Esa gesta revolucionaria adquiere un peso todavía mayor ante los grandes retos que se perfilan en las dos primeras décadas del Siglo XXI: la experiencia histórica de construcción social alternativa liderada por Fidel Castro adquiere una importancia y significación del más alto nivel ante la actual devastación humana, ecológica y económica del llamado neoliberalismo, que no es otra cosa que una guerra global de clase desatada por el alto capital en centro y periferia capitalista, ante una crisis de acumulación sin precedentes, ofensiva que se agudizó desde principios de los 80.
De igual valía es el planteo y la acción de Castro ante los mencionados riesgos existenciales del siglo XXI: una guerra nuclear (Ver la valiosa interlocución de Fidel con Michel Chossudovsky en el libro Globalización de la guerra, Club de Periodistas de México, 2016) y el del calentamiento global antropogénico (CGA). En medio de un apagón informativo se supo que recién electo Trump (quien se dice opuesto a la guerra contra Damasco y Moscú) la Cámara de Diputados de Estados Unidos aprobó la Resolución H.R.5732 para instalar una "zona de exclusión aérea en Siria", cuya aplicación, según advirtió al Senado el general Joseph Dunford, jefe del Estado Mayor Conjunto (ver JSF, La Jornada, 27/10/16) conlleva guerra con Siria y Rusia, la otra potencia que comparte con Estados Unidos 95 por ciento del arsenal nuclear.
En lo relacionado al CGA, en Río 1992 Fidel habló de las responsabilidades de las sociedades de consumo. Dijo que "son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente. Ellas nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que, a su vez, engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad. Con sólo 20 por ciento de la población mundial, consumen dos terceras partes de los metales y tres cuartas partes de la energía que se produce en el mundo. Han envenenado los mares y ríos, contaminado el aire, debilitado y perforado la capa de ozono, saturado la atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas, con efectos catastróficos que ya empezamos a padecer" (ibid).
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