domingo, 27 de noviembre de 2016

Fidel, el compañero: ¡Viva Fidel!

Sobre Fidel todos escriben en la ocasión de su fallecimiento. También antes escribían de él, y profusamente. Unos con admiración; otros –los amanuenses de la doxa dominante–, con afán de denostación. Esas opiniones antagónicas acompañaron su carrera en vida. Y es previsible que perduren en su muerte. Pero Fidel, el compañero, nunca muere. 

Fidel es uno de esos personajes históricos cuyo ejemplo e historia de vida resisten el discurrir del tiempo. Especialmente porque su trayectoria política encierra una universalidad a todas luces incómoda para el poder: a saber, eso que Enrique Dussel describe como la preeminencia del compromiso con los débiles. Ese precepto básico de la justicia es una propiedad de la figura de Fidel que los centros de autoridad querrán manchar o deshonrar. Porque allí radica la trascendencia política e histórica de Fidel: a saber, que enseñó a decenas de generaciones latinoamericanas que la política no es sólo la administración de los caprichos del dinero o el poder, sino que la política es también, y acaso más fielmente, la lucha por la justicia, y por consiguiente el compromiso con los más débiles. 

Por eso en Cuba no prevalece el libre mercado, que es el ardid lingüístico e ideológico que esgrimen las clases dominantes para imponer un orden basado en monopolios tiránicos que acaparan a su antojo los bienes públicos, y que despojan a las personas de los derechos humanos o sociales o políticos o civiles o todos en conjunto, para reducirlos a criados del dinero o empleados o subempleados o desempleados. 

Tal vez es un lugar común decirlo, pero no es menos importante recordarlo, que en Cuba toda la población tiene acceso a los satisfactores básicos, tales como la alimentación, la educación o la salud, que para el desastre social e infraestructural que dejaron los europeos en su criminal paso por estas geografías, es un triunfo civilizatorio francamente admirable. Y que, por cierto, ningún otro país latinoamericano puede presumir. 

Otra conquista que ningún país de la región puede reclamar –y que en Cuba es una realidad inobjetable– es el tema del derecho a la vida y la seguridad. Para efectos de demostración, cabe recordar que en Argentina la dictadura militar dejó cerca de 30 mil desaparecidos, cifra que, por cierto, el gobierno en turno intenta maquillar o abreviar; en Colombia desaparecieron más de 60 mil personas en los últimos 45 años, y Estados Unidos insiste en calificar a ese país como “la democracia más añeja de América Latina”; en México, los reportes oficiales registran 29 mil desapariciones en los últimos años, si bien otros organismos no gubernamentales insisten que la cantidad real duplica esa cifra. Por lo menos en México, sólo seis sentencias federales han sido prescritas por la comisión de ese delito. Básicamente una barbarie de proporciones holocáusticas. En 2009, el embajador de Cuba ante la ONU, Abelardo Moreno, observó oportunamente: “Pese a todas las acciones contra Cuba, jamás en la Isla ha habido una desaparición forzada, una ejecución extrajudicial o un caso de tortura”. Pero curiosamente, y de acuerdo con las fútiles opiniones de la prensa, los dictadores o enemigos de la civilización residen en la isla caribeña. 

En materia de política exterior, la trayectoria de Fidel no es menos meritoria. Fidel basó su política con otros pueblos en los principios de autodeterminación, solidaridad internacionalista y altruismo. Dispuso de brigadas de médicos cubanos para atender crisis humanitarias y desastres naturales en África y América Latina. También ofreció apoyo a Estados Unidos, en el marco de la tragedia del huracán Katrina. Pero Bush Jr. denegó el gesto de solidaridad. Fidel contribuyó a derrotar las fuerzas del régimen apartheid de Sudáfrica, y a consumar la liberación e independencia de Angola. Por añadidura, algunos proyectos e instituciones como la Escuela Latinoamericana de Medicina en La Habana, combinan esos preceptos de solidaridad e igualdad sin fines de utilidad que distinguen la política exterior de Fidel y de la Revolución. Esa escuela de medicina es considerada la más grande del mundo, con cerca de 20 mil estudiantes afiliados, procedentes de más de 100 países diferentes. Entre esos países está Estados Unidos, cuya mayoría de la población carece de recursos económicos para financiar estudios médicos que rondan los 140 mil dólares anuales (en escuela pública). En Cuba, esos aspirantes a doctores de origen estadunidense no pagan un sólo centavo por una educación de altísima categoría, y reciben gratuitamente alojamiento, alimentos y atención médica. La única condición que establece el programa es que esos estudiantes, después de que egresan, regresen a su ciudad natal y provean servicios de salud en centros públicos que atienden población de bajos recursos. ¿Y se supone que uno debe creer que en Cuba habitan los adversarios del progreso humano?  
Los detractores de la Revolución a menudo concentran sus furibundas críticas en la figura de Fidel. Nunca señalan las conquistas de la Revolución, ni los contenidos profundos de las decisiones del liderazgo castrista. Pero Fidel y la Revolución resisten esas cavernarias opiniones. Por la fuerza de la razón. 

Quiero agregar que esto no es una despedida por el fallecimiento de Fidel. Es un saludo a Fidel y su ejemplo y su ideario. Es momento de resignificar y reivindicar su lucha. Máxime ahora que el fantasma del fascismo recorre el mundo. 

Por Fidel siento una profunda gratitud. De él aprendí el principio de la voluntad irreductible, la confianza en la posibilidad del cambio social profundo, y los argumentos e ideas más consistentes en favor de la unidad latinoamericana y en contra de las ambiciones imperiales. 

No me despido. Saludo a Fidel, el compañero. Y en las fauces del fascismo reeditado, profiero con estruendo: ¡Viva Fidel!

miércoles, 23 de noviembre de 2016

La militarización se legaliza en México.

Aprovechando la atención prestada al triunfo de Trump en las pasadas elecciones en EE. UU. los dueños del gobierno federal han decidido dar un paso más en la profundización del modelo militarista impuesto desde el Pentágono. La ley de uso legítimo de la fuerza que PRI y PAN pretenden aprobar, con el visto bueno de las fuerzas armadas legalizará los delitos de lesa humanidad, particularmente el de desaparición forzada, así como la tortura y las ejecuciones extrajudiciales. Y por si fuera poco le dará a los militares el privilegio discrecional de espiar, perseguir y detener a quien, según su apreciación y la del secretario de gobernación, ponga en peligro la paz pública ya sea por vender drogas o por disentir de las políticas de estado.

Para Edgar Cortéz, miembro del Instituto Mexicano de Derechos Humanos y Democracia, la ley representaría la cesión definitiva de las labores de seguridad por parte de los civiles en favor de los militares, es decir, “la militarización permanente de la seguridad y de la vida del país” (http://www.jornada.unam.mx/2016/11/23/politica/004n1pol) Y es que si hasta ahora -y por ya más de dos décadas- los militares han intervenido cada vez más en labores de seguridad a pesar de la inexistencia de un marco legal que lo avale, con la aprobación de la ley en cuestión la militarización del país sería un hecho consumado y muy difícil de revertir en el futuro.

Incluso para el abogado César Gutiérrez Priego, quien ha demandado la aprobación de leyes para dar certeza jurídica a las labores de las fuerzas armadas en la seguridad pública, la ley de uso legítimo de la fuerza representa un enorme peligro para la vida pública del país “... porque dotaría de un poder omnipotente a los militares para investigar delitos de cualquier tipo e incluso actuar contra opositores al gobierno” (http://www.jornada.unam.mx/2016/11/23/politica/003n1pol) He aquí el sentido profundo de la militarización, la cual no se define exclusivamente por su intervención en actividades relacionadas con la seguridad sino en la política interna, convirtiéndolo en el brazo represor del poder político en turno para controlar, reprimir y aterrorizar a una población cada vez más participativa y crítica del estado mexicano y sus instituciones.

Es cierto que las fuerzas armadas en México han intervenido sistemáticamente en la represión de la oposición política; baste recordar su participación en el brutal asesinato de Rubén Jaramillo y su familia o la matanza de Tlatelolco, o recientemente en la matanza de Acteal o la desaparición forzada de los estudiantes de Ayotzinapa. Sólo que ahora contarán con impunidad legal y no sólo con la connivencia y protección del estamento político y empresarial. Las consecuencias a largo plazo son imprevisibles pero en el corto resulta evidente que la supuesta transición democrática será enterrada de facto (aunque en ello hayan intervenido con gran éxito los propios partidos políticos) y la criminalización de los movimientos antisistémicos se incrementará. Pero sobre todo, la soberbia y el desprecio habitual de los militares para con el mundo civil se fortalecerá pues ahora contarán con el apoyo de la ley para cometer toda clase de atropellos y gozar de impunidad legal.

De este modo, el ciclo de las reformas estructurales iniciada en lo años ochenta estará completo pues para mantenerlas a mediano plazo y garantizar su eficacia es necesario contar con un brazo armado que las sostenga (y no me refiero a paramilitares o cárteles del narco) En los próximos años las consecuencias económicas en la mayoría de la población se profundizarán y la protesta social crecerá, aun mas de lo que ha crecido en los últimos veinte años. Y si resulta evidente que los cambios institucionales que dieron lugar a la aparición de INEs, comisiones de derechos humanos e institutos de transparencia no han podido administrar el descontento, la intervención de la fuerza bruta, pero ahora legitimada, resulta el mantra salvador para el mantenimiento del despojo y el terror consustanciales al modelo económico.

Es bastante revelador el sentido profundo de la eventual ley, pues además de no dejar claramente definidos los límites de su intervención llega incluso a mencionar que en el curso de una investigación podrán obtener información por cualquier medio. En este sentido, cuesta trabajo no pensar en el uso de la tortura y otros mecanismos para lograr resultados, sobre todo teniendo el pretexto de salvar a la república y la paz social. Pero es aun más revelador el entusiasmo manifestado por los partidos políticos, entre los que destaca el presidente de la mesa directiva de la Cámara, el panista Javier Bolaños, quien hizo un llamado para aprobar con urgencia la ley en un periodo extraordinario del congreso. 

Por su parte Renato Sales, titular de la Comisión Nacional de Seguridad, se mostró convencido de la necesidad de proporcionar un marco legal para la intervención de las fuerzas armadas en labores de seguridad. Pero además no deja lugar a dudas de que serán éstas las encargadas de labores policiales cuando declara que ello “No implica la desaparición de las policías municipales, sino la reorientación en sus funciones de proximidad que les otorga el artículo 115 de la Constitución, esto es, su vinculación con jueces cívicos, faltas administrativas, infracciones y lo que da sentido al municipio, plazas, jardines, mercados y alumbrado” (http://www.jornada.unam.mx/2016/11/23/politica/004n2pol) En los hechos los policías dejarían -aunque en realidad ya lo hicieron desde el calderonato- de cumplir con sus obligaciones constitucionales para convertirse en cobradores de multas, con el argumento de que no son confiables debido a sus bajos salarios, cuando está demostrado que los militares, aunque están bien pagados, no poseen la formación necesaria para tratar con la población civil. 

Así las cosas, la guerra civil de baja intensidad que vive el país se intensificará para darle oxígeno a un modelo económico predador e inhumano que, a pesar o precisamente por ello, enfrentará el creciente descontento popular con o sin los militares en las calles.

lunes, 14 de noviembre de 2016

¿Qué significa el triunfo de Donald Trump para el mundo, Latinoamérica y Estados Unidos? (Primera Parte)

Los ángulos de análisis para explicar el ascenso de Donald Trump al poder no se agotan. Están los que explican el acontecimiento en clave politológica, y que generalmente acuden a la “cantaleta populista” o a los espejismos de la mercadotecnia política para urdir telarañas retóricas autorreferenciales. Están los profesionales cosmopolitas, adherentes del progresismo beato, que básicamente acusan a los blancos pobres e ignorantes de todas las calamidades de Estados Unidos, incluido el triunfo electoral de Trump. Están los que reproducen consignas estériles e indecentes que escuchan en algún medio de comunicación políticamente correcto: por ejemplo, “que Estados Unidos no estaba preparado para una mujer”. Y están los trumpistas de closet que no saben que son trumpistas y que espetan perogrulladas como que “los latinos en Estados Unidos sufren de complejo y por eso votan por una fórmula electoral de blanqueamiento”. Y así hasta el hastío. 

Es urgente aportar elementos reflexivos para el análisis. Porque cabe alertar que la victoria de Donald Trump es un indicador de la dimensión de la crisis civilizatoria, que registra la reemergencia de las expresiones más despreciables, ruinosas e indecorosas de la modernidad. En este sentido, las fuerzas de la resistencia deben estar más organizadas y fortalecidas que nunca. Porque el acecho de las derechas en el mundo no es un problema electoral: es un problema civilizatorio. La disyuntiva del siglo XXI es neofascismo o rebelión. Y curiosamente el pírrico beneficio que aporta el triunfo de Trump es que ahora el conflicto de clase es franco y abierto, sin las hipócritas indumentarias del jet set liberal. La secuencia de protestas multitudinarias en Estados Unidos es una demostración de salud política que sugiere que la población en Estados Unidos no está dispuesta a claudicar, y que entiende que es absolutamente necesario poner el cuerpo y tomar la calle y mandar al carajo a los falsos prohombres (o promujeres). Y esa es una buena noticia para ese país y para el mundo. Por cierto que el gran fracaso en la elección de Estados Unidos no fue el triunfo de Donald Trump sino el apoyo de las izquierdas a Hillary Clinton. 

Brexit + Trump = el fin de la globalización 

Ríos de tinta derramaron filisteos e incautos arguyendo la irreversibilidad de la globalización. Ese concepto, que es básicamente una envoltura mística del neoliberalismo, está muerto. La globalización murió por suicidio asistido. El problema es que esa “asistencia” provino de la derecha más recalcitrante y cavernaria. No pocos analistas escribieron sobre el malestar que produce la globalización. Y el problema no es el descontento en la globalización. El problema es que las posiciones conservadoras capitalizaron esa indignación con éxito. Y las izquierdas están postradas. La salida del Reino Unido de la Unión Europea (brexit), el “no” a la paz en el referéndum de Colombia (http://lavoznet.blogspot.com.ar/2016/10/colombia-el-si-la-guerra-es.html), el ascenso de la ultraderechista Marine Le Pen en Francia, el arribo al poder de personajes impúdicos como Michel Temer en Brasil o Mauricio Macri en Argentina, y el reciente triunfo electoral de Donald Trump en Estados Unidos, son síntomas inequívocos de un progreso arrollador de la derecha. Todo esto es posible por una desorganización-atomización-domesticación de las izquierdas. Cabe recordar que los fascismos ascendieron al poder catapultados por el descalabro (sin duda asistido por ciertos bloques de poder dominante) de las luchas obreras. La época que corre no es tan distinta. Y en cierto sentido, esta reflexión también es una crítica a los progresismos de la región y a las acomodaticias trayectorias de las socialdemocracias en el mundo. 

El triunfo de Trump consigna el fin de la globalización. Pero también advierte sobre la urgencia de construir otras izquierdas para frenar el fascismo ascendente, que es lo que amenaza con reemplazar al “progresismo” neoliberal. 

La inercia anuncia que los integracionismos de la globalización están en franca descomposición. El problema es que esa salida (exit) sólo está “permitida” para las potencias que diseñaron el programa globalizador. Grecia en Europa (UE), y previsiblemente México en América del Norte (TLCAN), estarán sujetos a acciones concertadas de sabotaje, máxime si la salida que proponen transcurre por el flanco izquierdo y no por el carril ultraderechista, que es el oprobioso espectro de la época.

Gatopardismo a la veracruzana


En medio del caos y la manipulación de la información en el estado de Veracruz, no sorprende que la presidenta de la Mesa Directiva del congreso del estado, María Elisa Manterola, haya confirmado que se recibió un escrito donde supuestamente el otrora dirigente de la cleptocracia veracruzana, Javier Duarte, manifieste su intención de regresar para terminar su infame sexenio. Lo que sorprende es que la diputada Manterola lo crea, o al menos de que se haya tomado el trabajo de informarlo a los medios, y que además declare que no existe impedimento legal para semejante ocurrencia. Lo que en todo caso aparece como una realidad evidente es que la política en Veracruz seguirá los caminos de la impunidad, la corrupción y el cinismo que para muchos fue la marca de la casa.

Y digo fue porque por ahora hay muchos que por ignorancia o conveniencia tienen la esperanza o la certeza (dependiendo de si formarán parte del gabinete o no) de que vienen nuevos tiempos para los veracruzanos. Que los tiempos aciagos de la simulación y el robo sistemático modernizados por Miguel Alemán Velasco, Fidel Herrera y su heredero, Javier Duarte, han quedado atrás; que con la participación de la ciudadanía se abrirán nuevas perspectivas para los habitantes del estado. Sin embargo los hechos parecen confirmar lo contrario: la continuidad será la marca del nuevo gobierno.

Véase por ejemplo el tema de la conformación del congreso y las claras muestras de simpatía entre diputados del PRI y el PAN para repartirse el pastel. El que reconocidos duartistas presidan comisiones o se pongan de acuerdo con otros partidos para conformar bancadas artificiales pero susceptibles de recibir recursos y ejercer el chantaje político, es sólo un botón de muestra. Lo que se pretende en el fondo es el control del congreso por parte del ejecutivo a pesar de su relativa diversidad. Y para ello sería necesario formar un bloque que presentara un frente común contra la bancada incómoda de Morena, vista como una amenaza a los designios de los ‘ganadores’, negando el sentido del voto que castigó al PRI en las pasadas elecciones. Aquí lo que importa es la voluntad de los dueños del dinero y no de los votantes. ¿Dónde se ha visto eso?

En el tema económico, por lo poco que se ha dejado entrever -a pesar de planes de gobierno elaborados por un reducido comité de especialistas pero, eso si, con la amplia participación de la ciudadanía como los propios especialistas se empeñan en divulgar- las cosas tampoco parecen apuntar a un cambio profundo en las tendencias actuales. El modelo extractivista está más vivo que nunca lo que asegura la continuidad de la minería a cielo abierto, las hidroeléctricas en construcción, la agricultura extensiva y la profundización de la industria turística que ahora contará con el apoyo de uno de sus principales representantes, el propio gobernador electo Miguel A. Yunes. Por encima de todo, el proyecto económico está sometido a la idea de que lo más importante es atraer la inversión extranjera y por ende someterse a sus intereses, aunque sean contrarios a los de la mayoría de la población.

El tema de seguridad o de inseguridad, como sea que se le llame, dada la vocación autoritaria y policiaca del futuro gobernador se profundizará. Al mando único, la impunidad de fuerzas armadas y policías, la desaparición forzada, las ejecuciones extrajudiciales, los feminicidios, se sumará la indolencia del poder judicial en su conjunto para frenarlas; la negación sistemática por parte de la autoridad de que ese tipo de crímenes existan en Veracruz o de que incluso se amenace y persiga a personas que buscan a sus familiares seguirá siendo moneda corriente. Ojalá que los hechos futuros lo desmientan pero hasta el momento no hay señales claras de que eso pueda suceder.

En lo referente a la quiebra de las finanzas públicas del estado las señales han sido tímidas y sobre todo encaminadas a subrayar el sentido justiciero (por ejemplo, dejando correr la especie de la supuesta confiscación de bienes de la familia Duarte para venderlas y recuperar dinero) muy útil para ocultar el hecho de que el quebranto financiero viene desde los gobiernos de Alemán y Herrera y que se hizo más visible por la falta de pagos de servidores públicos al final del gobierno de Duarte. Pero sobre todo, que la crisis financiera será la constante en la próxima década, cuando menos. La capacidad del gobierno para impulsar el crecimiento económico está seriamente dañada y, a falta de milagros, lo pondrá de rodillas frente a la federación y las corporaciones internacionales, obligándolo a contratar mas deuda y someterse a los designios de los grandes inversionistas y del presidente en turno.

Si se acepta la idea de que el retroceso político, económico y financiero del estado tuvo como objetivo mantener inalterable el control del estado por la oligarquía veracruzana, a pesar de la llegada de la globalización/neoliberalismo, entonces no que queda mas que aceptar que la continuidad será la esencia del gobierno panista. Porque ésa es la clave para comprender la dinámica por venir: cambiar (de colores cuando menos) para que todo permanezca igual: gatopardismo a la veracruzana.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Cambios y continuidades en las elecciones de EE. UU. en clave mexicana


A lo largo de los últimos meses, las campañas electorales en los Estados Unidos han confirmado algunas continuidades pero también han mostrado novedades en medio de una crisis estructural que configura el contexto político. Las primeras van desde la permanencia del bipartidismo hasta el aumento en el gasto para financiar la campaña más cara de la historia; mientras que las segundas están marcadas por el asalto de la periferia de los partidos para competir en las primarias con discursos endurecidos y radicales, que expresan la crispación y polarización que se vive en la sociedad. Desde México, las campañas han mostrado las limitaciones de los actores políticos a la hora de analizar las consecuencias de la lucha electoral estadounidense, generando incluso reacciones nacionalistas exacerbadas por las declaraciones discriminatorias y racistas de Donald Trump. En realidad, gane quien gane la elección, se mantendrá el papel subordinado de México hacia los intereses yanquis y la ‘enchilada completa’ seguirá siendo una promesa incumplida.

El sistema de partidos tradicional, a pesar que fue sometido a presiones para su transformación al final sólo fue testigo de una reñida competencia en el bando demócrata, la cual evidenció el debilitamiento de las corrientes internas tradicionales -producto del desfase entre la paulatina derechización del centrismo tradicional y la crisis estructural que ha evaporado el sueño americano. Fue así como Bernie Sanders logró condensar con un discurso asistencialista el enorme descontento provocado por la administración de las consecuencias del crack de 2008 y que tan bien personifica Hillary Clinton. Este hecho parece inclinar la balanza a favor de una transformación interna del partido demócrata mas que a su desaparición. Por su parte, en el partido republicano parece ganar fuerza el radicalismo nacionalista, con fuerte carga racista y antiinmigrante, prefigurada por el Tea Party, los Minuteman pero que Trump logró popularizar, sobre todo al sur del Rio Bravo. Su discurso políticamente incorrecto -expresando lo que muchos piensan pero nadie dice- le proporcionó mucha atención de los medios de comunicación. La construcción de un muro fue la joya, explotando una idea cara tanto para demócratas como republicanos, y a la que sólo le agrega la ocurrencia de que serían los mexicanos los que pagarían su costo. Si bien el triunfo en la primarias de Trump generó preocupación, sobre todo por la supuesta imprevisibilidad del magnate, entre las corrientes republicanas tradicionales no se percibe la fractura republicana.

El rampante aumento del gasto en las campañas presidenciales es otra tendencia que confirma la continuidad de su control por parte de los dueños del dinero en los Estados Unidos. Este hecho no deja lugar a dudas de que el proceso electoral es una puja por parte de los intereses corporativos para colocar a su representante en la Casa Blanca. Aunado a lo anterior está el fraude sistemático realizado vía voto de muertos y otros mecanismos que harían palidecer a cualquier mapache ilustre en México. Y por que no decirlo, la enorme manipulación informativa ejercida por los grandes medios de comunicación que esta vez demostraron que apoyan sin miramientos a la candidata de la continuidad. La relación entre el aumento del costo de las elecciones y la intensificación de la intervención mediática a favor de algunos de los candidatos podría explicar en buena parte la causa de campañas multimillonarias. Por lo tanto, el poder del dinero resulta una vez mas la clave para explicar victorias y derrotas electorales. Todo lo demás pasa a un segundo término, confirmado el marcado carácter oligárquico en la democracia yanqui… como sucede en todas las democracias del mundo.

Desde México, las elecciones en el vecino del norte generaron posturas encontradas: por un lado las que siguen con especial interés pues consideran que su resultado tendrá consecuencias importantes en la política y la economía nacional; por el otro los que, dada la mínima diferencia en las plataformas electorales de los republicanos y los demócratas, se muestran bastante escépticos de cambios en la relación entre los países. Las propuestas antiinmigrantes de Trump provocaron fuertes reacciones en México e incluso algunas figuras públicas se pronunciaron de manera entusiasta por Hilaria para detener la supuesta amenaza del candidato anaranjado. Dichas reacciones parecen olvidar el hecho de que en la política mexicana sobran los que actúan bajo los postulados de Trump; el racismo y el machismo son moneda corriente en los pasillos de San Lázaro, en Los Pinos y un largo etcétera. Pero además, los que apoyan a Hilaria olvidan que fue ella la supervisó el proyecto energético que sirvió de base para la reforma energética en México; la que a pesar de discurso conciliador en materia de migración apoya el modelo económico que produce la migración de millones de mexicanos sin empleo o medios de subsistencia; la que a través de la Fundación Clinton recibe dinero de Arabia Saudita para cabildear a favor de la venta de armas a los saudís quienes, a su vez, financian a los grupos fundamentalistas en Siria e Irán. Se puede entender que los seguidores de Margarita Zavala se entusiasmen por el eventual triunfo de Hilaria; en su delirio creen que eso puede fortalecer la posibilidades de la esposa de Calderón. 
 
Sin embargo, desde México no parece haber señales claras de que Trump represente una amenaza los intereses de las mayorías del país, aunque tal vez si para el sector exportador. Mas aún, ya se ha dicho que con argumentos sólidos que la verdadera amenaza la representa la candidata demócrata, ya que ella es la representante de la continuidad en la política internacional de los Estados Unidos, tanto en su belicismo como por su insistencia el sometimiento de Latinoamérica y el mundo a la pax americana. Esto significa para la región mas golpes blandos y a través de tratados de libre comercio, control económico y profundización del extractivismo depredador. Como se ve, para México la continuidad se exetnderá, gane quien gane, en un espectáculo electoral que hoy termina.