Los partidos que debutarán en los comicios de
este año necesitarán echar mano de viejas artimañas para poder mantener su
registro. Una de ellas será el atraer candidatos del mundo del espectáculo para
acumular votos, independientemente de que logren ganar la elección. De lo que
se trata es de salvar el registro; ya después podrán venderse al mejor postor y
mantenerse en el negocio, como el partido de la familia González Torres, que
puede incluso llegar a disputarle el tercer lugar en las preferencias
electorales a nivel nacional a Morena y al PRD, gracias a su amasiato con el PRI.
Los partidos que lucharán por sobrevivir a
las draconianas reglas de permanencia en las elecciones están necesitados de
candidatos conocidos por los votantes pues no cuentan con cuadros maduros y
bien posicionados entre el electorado. Esa es la razón por la que personajes
como Cuauhtémoc Blanco, Guillermo Cienfuegos -mejor conocido como el payaso
Lagrimita- los actores Alejandro Camacho, Laura Zapata y Roberto Palazuelos (Quico,
del chavo del 8) o la cantante Yuri, por mencionar algunos, están siendo cortejados
sin miramientos. No hay que olvidar, sin embargo, que los partidos ‘grandes’
también le entran; baste recordar a Irma Serrano, Carmen Salinas, etc. además de
los juniors y de los chapulines que ya tienen una imagen reconocida.
La primera misión de toda campaña electoral
es posicionar al candidato entre los votantes pues un aspirante al que nadie
conoce difícilmente puede ganar. Pero para posicionar a un candidato hay que invertir
tiempo y dinero pues si se tiene enfrente a un candidato que ya está
posicionado es prácticamente imposible ganar. La reducción de los tiempos en
las campañas magnifica el problema para los candidatos poco conocidos por lo
que echar mano de famosos es una solución que no garantiza el triunfo pero
reditúa votos y cuesta poco. Ésa es la razón por lo que incluso políticos
relativamente conocidos lanzan campañas políticas fuera de los tiempos electorales,
utilizando todos los medios a su alcance para promover su imagen entre la
ciudadanía y de paso sepultando definitivamente la vieja sentencia de que en
política el que se mueve no sale en la foto.
Pero además de ser conocidos, los miembros de
la farándula cuentan con una as en la manga, pues insistirán en que ellos no
son políticos, que viene de fuera del sistema, lo que les proporciona una
pátina de legitimidad ya que los votantes asumen que no han sido corrompidos
por las mañas de los políticos tradicionales. Ése fue uno de los argumentos que
mejor le funcionó a Vicente Fox en su campaña a la presidencia, a pesar de que
venía de ‘gobernar’ a Guanajuato. Es por eso que Cuauhtémoc Blanco se apresuró
a declarar cuando hizo pública su intención de contender para la alcaldía de
Cuernavaca: “Estoy aquí para dejar en claro que no soy político, quiero
hacerlo por ustedes, porque soy una persona como ustedes…” Sobra
decir que ya encabeza las preferencias electorales en la ciudad de la eterna
primavera, no necesariamente porque sea una persona como usted o como yo sino
por su exposición sistemática en las pantallas de televisión por años.
Está claro que asociar la honestidad con la
ausencia de carrera política es una falacia, un truco barato que no garantiza nada
pero funciona, al menos por un tiempo. El enriquecimiento de Fox y de su
familia es una clara muestra de lo anterior. Algunos consideran que es
preferible un político experimentado que un neófito, olvidando el hecho de que
ambos responderán a sus intereses y los de su grupo, tengan experiencia en
labores gubernamentales o no. El problema de la corrupción en el sistema político
no es de personas sino de estructura, aunque siempre le es útil a dicho sistema
contar con políticos con fama de incorruptibles a pesar de que una golondrina
no hace verano.
Al final el votante se enfrenta a un dilema:
rechaza el sistema electoral, ya sea activa o pasivamente, o se entusiasma con
la presencia de personajes que asocia al entretenimiento -adjudicándole las virtudes del personaje que
alivió artificialmente, sus angustias o temores con lágrimas y risas- y vota
con la esperanza de que las cosas mejoren, dándole el espaldarazo a un régimen
que agoniza. Por su parte, los partidos elevan las posibilidades de sobrevivir
en la competencia electoral, con todos los beneficios que ello reporta a su
dirigencia y de paso promoviendo la aberración de que vivimos en una
democracia. La política como espectáculo se mantiene y, con la presencia de
actores, cantantes y deportistas, adquiere carta de naturalización, confirmando
la tendencia de que los procesos electorales se caracterizan por la
confrontación de la imagen de los candidatos y no de sus ideas y proyectos. Los
resultados serán los mismos y el descrédito e ineficacia de las instituciones
del estado liberal seguirán su curso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario