miércoles, 10 de octubre de 2012

Los estudiantes indignados se hacen escuchar en Humanidades

Para los que pensaron que el movimiento estudiantil en Xalapa se batía en retirada después del reflujo de las protestas antes, durante y después de las elecciones federales, el cierre de las instalaciones de la unidad de Humanidades de la Universidad de Xalapa el dos de octubre pasado  representa seguramente una desagradable sorpresa. Dicha acción confirma que los estudiantes no quitan el dedo del renglón en su búsqueda por la ampliación y democratización de la participación política en el país y por la dignificación de las universidades.

Inscrito en el contexto de protestas estudiantiles en Chile, España, Argentina, por mencionar los más recientes, el movimiento estudiantil en Xalapa sigue dando de qué hablar.  Y a pesar de las descalificaciones y amenazas, los estudiantes de sociología, pedagogía, historia y antropología sentaron al rector Arias Lovillo para dialogar y presentarle sus demandas en un ambiente de respeto y cordura dignas de los jóvenes universitarios.

La reacción de las autoridades universitarias, en un primer momento, no fue la más adecuada más preocupados por mantener el principio de autoridad que por servir a la comunidad que dicen representar. Con el argumento de que no existía un pliego petitorio definido, el rector simplemente se cruzó de brazos y se atrincheró en una postura común en este tipo de conflictos: no al diálogo hasta que los paristas entreguen las instalaciones. Habrá que mencionar que dicho argumento más parece producto de la ignorancia o de la mala fe ya que, por ejemplo, el movimiento estudiantil de 1968 –hoy integrado a la historia oficial con la esperanza de despojarlo de su naturaleza contestataria y rebelde- no contó con un pliego petitorio hasta casi un mes después del incidente que agravió a los universitarios. Resulta por lo tanto inadmisible que se haya descalificado los estudiantes de Humanidades con semejante argumento.

Otro argumento que se esgrimió para negarle legitimidad al paro fue que eran una minoría; que la mayoría no estaba de acuerdo aunque nunca se organizaron para manifestarse en ese sentido. Se apelaba a una mayoría fantasma, indiferente al conflicto. Sobra decir que los movimientos no dependen de los números sino de los principios y las demandas que promueven. A nadie se le ocurre hoy descalificar las manifestaciones de apoyo al movimiento del ’68 en Xalapa porque la mayoría no se manifestó públicamente en aquéllos años. Al contrario, hasta libros se han publicado recordando la gesta en estas tierras.

El movimiento estudiantil xalapeño confirma entonces que los jóvenes no se van a quedar callados a pesar de la imposición y el reflujo de #Yo Soy 132. De hecho, el paro confirma lo que ya se veía venir: el #Yo Soy 132 en Xalapa –que por cierto no manifestó públicamente su posición con respecto al paro- ha sido rebasado claramente por los estudiantes indignados. Tal vez así se comprenda mejor que el movimiento #132 no está compuesto sólo por los miembros ‘formales’ sino sobre todo por la masa estudiantil y juvenil indignada. Fueron éstos últimos los que engrosaron las marchas y manifestaciones a lo largo del proceso electoral pasado y que están poniendo en práctica un acuerdo general: la lucha no termina con la imposición.

Ante la anomia generalizada, producto del aumento del desempleo y la desigualdad así como la militarización del país, resulta cada vez más evidente que uno de los sectores más dinámicos para expresar la indignación general es el de los estudiantes y jóvenes. Sus demandas lo confirman. No a la simulación; si a la democratización  y dignificación de la educación pública.

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