Aunque el 20 de abril no forme parte de la memoria colectiva de los mexicanos y pocos lo recuerden, hace apenas 10 años estudiantes universitarios en la capital del país se movilizaban ante un aumento a las cuotas de inscripción y de servicios escolares en la UNAM. Una huelga que duró prácticamente un año, movimiento que sería satanizado por la prensa nacional y que terminaría con la represión por parte del Estado utilizando la entonces recién creada Policía Federal Preventiva (PFP) en febrero del 2000.
Fue, sin lugar a duda, una muestra de cierto grado de politización de la sociedad y, en particular, de la comunidad estudiantil, entendida dicha politización como la capacidad de la misma para participar en los asuntos que, de una u otra manera nos afectan a todos.
El problema radica en que la sociedad se encuentra cada vez menos politizada. Es cierto, la gente se sigue movilizando cuando sus intereses se ven afectados: ejemplos son el movimiento ciudadano de López Obrador posterior a las elecciones del 2006, la resistencia de los campesinos de San Salvador Atenco ante la construcción de un aeropuerto que afectaba sus tierras y las marchas en contra de la ley del ISSSTE, entre otros.
Sin embargo, el sector juvenil parece alejarse cada vez más de lo político. Hablando particularmente de la comunidad universitaria, son pocos los interesados en el tema y, una gran mayoría de quienes de alguna manera lo hacen, se integran a la política partidista, la cual sólo reproduce los mismos vicios de un sistema ya rebasado por las problemáticas actuales.
Es frecuente escuchar en los medios que determinado tema se está politizando, y el argumento es repetido por periodistas, empresarios, religiosos y distinguidos miembros de la sociedad civil. Lo peor del caso es que los propios “políticos profesionales” utilizan el término para referirse a la partidización, a la simple y vulgar grilla en que se ha convertido la arena política. Tal parece que politizar equivale a “arreglos debajo del agua”, a satisfacer intereses personales o los de determinado grupo.
Vale la pena reflexionar sobre qué ha cambiado en los últimos años: si los estudiantes de preparatoria fueron pieza clave en el movimiento del ’68, si las escuelas normales rurales fueron fundamentales para entender la guerrilla de los años setenta, por qué es tan común escuchar “¡estos jóvenes ya no son los de antes!”.