Cuando
se afirma que el estado liberal se encuentra en su etapa terminal no
se pretende convertir los deseos en realidades sino en analizar los
acontecimientos políticos partiendo precisamente de dicha hipótesis.
Sólo así es posible calibrar en su justa dimensión lo que sucede
el reino de España y las consecuencias posibles de un triunfo del
independentismo catalán. La envenenada transición política de los
años setenta en España a llegado a su límite y que los catalanes
la impugnen promoviendo la independencia, vuelve a colocar en el
centro de la discusión el agotamiento de una monarquía
constitucional que ha sido claramente la continuación del
franquismo, su existencia por otros medios.
La
dictadura de Franco no resolvió nada y
peor aun, sumió en una larga noche a España y a Europa.
Sólo
aplazó la tendencia republicana de un pueblo que claramente ha desde
los años veinte había rebasado
los límites de una
monarquía decrépita
y
abrazada
con la iglesia católica y los terratenientes. Con su regreso,
gracias a Franco y la ambición de Juan Carlos, se le quiso dotar de
legitimidad imponiendo una
constitución que sin tapujos modificó
el régimen para que todo siguiera igual. Hoy por hoy esa
constitución, y las instituciones que emanaron de ella, han
demostrado su verdadero carácter oligárquico, despreciando las
necesidades de una sociedad que ha recuperado su talante republicano
y que ha rebasado por mucho el espíritu reaccionario de la
constitución posfranquista.
El
movimiento de los indignados del 15M
demostró
claramente que la monarquía constitucional no podía mas mantener el
consenso y la legitimidad necesaria para seguir viva. Muchos se
preguntaron cual había sido la contribución del movimiento a la
política en España; bueno, ahora lo tenemos a la vista, aunque no
se puede pasar por alto tampoco a Podemos, que puso en evidencia el
debilitamiento de un sistema de partidos corrupto y profundamente
conservador. Pero el hilo siempre se rompe por lo más delgado: las
aspiraciones independentistas que se expresaron claramente en el país
vasco -en tiempos de Franco y luego con la monarquía constitucional-
fueron cobrando fuerza en una región que sufrió mucho la derrota de
la república en 1936, que fue duramente castigada por ser pieza
clave en la guerra civil para la defensa de los valores republicanos.
Hay
que recordar que el 14 de abril de 1931, Francesc Macià proclamó la
República Catalana unas horas antes de la constitución de la II
República. Mas
allá de la masacre que se desató como consecuencia de la derrota
republicana,
el agravio a los catalanes se amplió al ilegalizar su lengua y
anatemizar cualquier expresión cultural y política que reivindicara
el derecho de la población a mantener su espíritu vivo.
Los
actores políticos involucrados son, por un lado los partidos
políticos que han lucrado ampliamente con los privilegios obtenidos
a cambio de su respeto a la monarquía y a la iglesia católica. El
Partido Popular y el PSOE no pueden menos que condenar las
aspiraciones independentistas de Cataluña pues los colocaría en una
situación de ruptura que a todas luces no les favorece. Los acompaña
por supuesto la monarquía y todos lo terratenientes que con títulos
nobiliarios siguen imponiendo sus caprichos en las grandes
extensiones de tierra que poseen gracias a su apoyo al rey. No es una
casualidad que sean los grupos más favorecidos con la transición
político de los setentas los que se rasguen las vestiduras ante la
celebración del referéndum catalán: las consecuencias serían
imprevisibles para el mantenimiento de sus privilegios.
Por
otro lado están la Candidatura de Unidad Popular (CPU) , en la que
se apoya la coalición Junts pel Si que encabeza la organización del
referéndum, tiene un discurso que evidentemente pone en la picota a
los beneficiarios del franquismo monárquico. En un manifiesto
firmado por la CUP se puede leer lo siguiente: “Barramos
el capitalismo, el patriarcado, la corrupción y la monarquía:
autodeterminémonos, desobedezcamos leyes injustas para construir una
república libre, solidaria, independiente y socialista” Y
a pesar de ser una fuerza política legal en Cataluña, con
representantes electos, Rajoy se
ha referido a ellos diciendo que son “la gente más extremista
y radical que ha habido en España en decenas de años”
La
reacción de los opositores al
referéndum ha echado mano de todo el poder del Estado para
detenerlo: desde anatemas del Tribunal Constitucional hasta registros
efectuados por la Guardia Civil de cuatro departamentos de la
Generalitat, detenciones y confiscación de material gráfico que
promueve el referéndum. La desesperación parece cundir entre Rajoy
y sus socios que no pueden menos que tratar por todos los medios de
impedirlo. No defienden al pueblo que dicen representar, defienden
sus privilegios y los de la monarquía, que tanto los ha beneficiado.
No sorprendería a nadie, tomando en cuenta lo que está en juego,
que el Estado español impida el referéndum con la fuerza de las
armas. Después de todo, el franquismo y su razón de ser siguen
vivitos y coleando.
Mas
allá de que se lleve a cabo y su resultado le dé vida al
independentismo catalán -y porque no, al vasco y el de otras
regiones de España- las cartas están echadas: la monarquía
constitucional, continuadora del régimen franquista, está cada vez
más debilitada y desprestigiada, mientras que el movimiento por la
III República crece día con día. Es probable que la independencia
de Cataluña, en caso de convertirse en una realidad, no resolverá
todos los problemas que enfrentan los catalanes pero una cosa es aún
más probable: el principio del fin de la monarquía franquista, como
manifestación clara de la crisis terminal que experimenta el estado
liberal en España y el mundo.
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