El 16 de
octubre de 2012, en la Universidad de San Martín de Buenos Aires, el
filósofo francés Jacques Rancière impartió una conferencia que llevaba
por título “La democracia hoy”, en el marco de una semana de conferencia
en Buenos Aires y Rosario organizadas por la UNSAM y la editorial Tinta Limón.
En esa conferencia, Rancière desarrolló su ya conocida reflexión sobre el tema:
la democracia no es ningún régimen de gobierno, sino la manifestación,
siempre disruptiva y conflictiva, del principio igualitario. Por
ejemplo, cuando los proletarios del siglo XIX deciden no actuar como si
fuesen simple "fuerza de trabajo", sino personas iguales a las demás en
inteligencia y facultades, capaces de leer, pensar, escribir o
autoorganizar su trabajo. La democracia sería de ese modo lo ingobernable
mismo en su manifestación, es decir, la acción igualitaria que
desordena el reparto jerárquico de lugares, papeles sociales y
funciones, abriendo el campo de lo posible y ampliando las definiciones
de la vida común.
"No hay
Estado democrático”, afirmó intempestivamente Rancière ante un auditorio
muy interesado en los escenarios de los gobiernos progresistas de la
región (Venezuela, Argentina, Ecuador, Uruguay, etc.). Es decir, no hay
traducción institucional posible de este fondo disruptivo, expansivo, de
la política. En todo caso pueden darse algunos efectos, en términos de
libertades o derechos. Pero “la democracia no se identifica con una
forma de Estado, sino que designa una dinámica autónoma con respecto a
los lugares, a los tiempos, a la agenda estatal”.
Después de la conferencia, como estaba previsto, tomó la palabra Ernesto Laclau, teórico de la hegemonía populista e intelectual de referencia para el grupo fundador y dirigente de Podemos.
Laclau es un gran conocedor de la obra de Rancière, a la que ha
dedicado numerosos escritos donde explica sus afinidades y diferencias
con su pensamiento.
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