El presidente Hugo Chávez, de Venezuela, ha muerto. La prensa mundial y
el Internet fueron inundados con evaluaciones de sus logros –y éstas van
de la alabanza sin fin a la denuncia interminable. Ciertas personas
expresan un grado de alabanza o denuncia más cuidado o restringido. La
única cosa en que todos parecen coincidir es que Hugo Chávez era un
líder carismático.
¿Qué es un líder carismático? Es alguien que tiene
una muy fuerte personalidad, una visión política relativamente clara y
una gran energía y persistencia en impulsar esta visión. Los líderes
carismáticos atraen gran respaldo, primero que nada en su país. Pero los
mismos rasgos de su persona que atraen respaldo son también los que
movilizan una oposición profunda hacia sus políticas. Todo esto es
cierto en el caso de Chávez.
La lista de líderes carismáticos a
lo largo de la historia del mundo moderno no es tan larga. Piensen en
Napoleón y De Gaulle, en Francia; Lincoln y F.D. Roosevelt, en Estados
Unidos; Pedro El Grande y Lenin, en Rusia; Gandhi, en India; Mao
Tse Tung, en China, y Mandela, en Sudáfrica. Y, por supuesto, Simón
Bolívar. Tan pronto se consulta una lista así son evidentes varias
cosas. Estas personas son líderes controvertidos durante sus vidas. La
evaluación de sus méritos y fallas ha variado constantemente a lo largo
el tiempo histórico. No parecen desaparecer de la visión histórica. Y,
por último, no fueron para nada idénticos en cuanto a su política.
La
muerte de un líder carismático siempre crea un vacío de incertidumbre,
en el cual sus simpatizantes intentan garantizar la continuación de sus
políticas institucionalizándolas. Max Weber llamaba a esto la
rutinización del carisma. Una vez rutinizadas, las políticas evolucionan en direcciones siempre difíciles de predecir. Para evaluar lo que podría pasar en el futuro inmediato uno tiene que comenzar, por supuesto, haciendo una evaluación de los logros de Chávez. Pero uno necesita también hacer la evaluación del rapport de las fuerzas internas y de los contextos culturales y políticos más grandes en los que Venezuela y América Latina se hallan hoy.
Sus logros parecen claros. Utilizó la enorme riqueza
petrolera de Venezuela para mejorar significativamente las condiciones
de vida de los estratos más pobres –expandiendo su acceso a las
instalaciones de salud y educación–, lo que redujo la brecha entre ricos
y pobres de modos muy notables. Además utilizó la enorme riqueza
petrolera para subsidiar las exportaciones de crudo a un gran número de
países, especialmente en el Caribe, lo que ha permitido que sobrevivan
mínimamente.
Es más, contribuyó sustancialmente a construir
instituciones latinoamericanas autónomas –no sólo la Alianza Bolivariana
para los Pueblos de Nuestra América (Alba ), sino la Unión de Naciones
Sudamericanas (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (Celac), que agrupa a todos los países del continente
americano, con excepción de Estados Unidos y Canadá, y el Mercosur (la
estructura económica confederada que incluye a Brasil y Argentina, al
que Chávez se unió. No estuvo solo en estos esfuerzos, sino jugó un
papel particularmente dinámico. Fue un papel por el que lo felicitó
constantemente el ex presidente Lula, de Brasil. El gran número de
presidentes de otros países que asistieron a su funeral (unos 34),
especialmente de América Latina, da fe de este aprecio. Al buscar la
creación de estructuras latinoamericanas fuertes por supuesto jugó un
papel antimperialista, uno esencialmente antiestadunidense, y como tal
no fue nada querido en Washington.
Debemos resaltar, en
particular, el aprecio positivo que el presidente conservador del vecino
Colombia tuvo por Chávez. Esto se debió al importante y muy positivo
papel que Chávez jugaba como mediador entre el gobierno colombiano y su
enemigo: el movimiento guerrillero de largo tiempo, las FARC. Chávez era
el único mediador aceptable por ambos bandos, y él buscaba una solución
política para poner fin a los combates.
Sus detractores lo
acusaron de fomentar un régimen corrupto, autoritario, incompetente
económicamente. Sin duda hubo corrupción. Siempre la hay en cualquier
régimen en el que hay dinero abundante. Pero cuando pienso en los
escándalos de corrupción, en el pasado medio siglo, en Estados Unidos,
Francia o Alemania, donde hay aun más dinero, no puedo tomar estos
argumentos demasiado en serio.
¿Fue autoritario su régimen?
Ciertamente. Esto es lo que se obtiene con un líder carismático. Pero de
nuevo, a como van los líderes autoritarios, es notable todo lo que
Chávez se refrenó. No hubo purgas sangrientas o campos de concentración.
En cambio, hubo elecciones, que la mayoría de observadores externos han
considerado tan buenas como otras (piensen de nuevo en Estados Unidos o
Italia, o... ), y Chávez ganó 14 de 15. No debemos olvidar tampoco que
confrontó un serio intento de golpe de Estado, el cual tuvo respaldo de
Estados Unidos, al que sobrevivió con dificultad. Sobrevivió debido al
respaldo de la gente y del ejército.
Y en cuanto a la
incompetencia económica, sí cometió errores. Y sí, el actual ingreso del
gobierno venezolano es menor de lo que era antes. Pero recordemos que
estamos en una depresión a escala mundial. Y casi todos los gobiernos en
el mundo enfrentan dilemas financieros y hacen llamados a la
austeridad. No resulta obvio que un gobierno en las manos de sus
opositores hubiera podido hacerlo mejor en términos de optimizar las
entradas económicas. Lo cierto es que un gobierno en las manos de sus
opositores habría hecho menos por redistribuir internamente la riqueza
entre los estratos más pobres.
La única área en la cual no brilló
fue en su continuado apoyo hacia una política económica extractivista,
pasando por encima de las protestas de los pueblos indígenas en torno al
daño ecológico y a sus derechos en pos de un control autonómico de sus
localidades. Pero compartió su falta con cada uno de los gobiernos del
continente americano, sean de izquierda o de derecha.
¿Qué es lo
que puede pasar ahora? Por el momento, tanto los chavistas como la
oposición han cerrado filas, por lo menos hasta las próximas elecciones
presidenciales. Casi todos los analistas parecen concordar en que el
sucesor elegido por Chávez, Nicolás Maduro, ganará estas elecciones. La
cuestión interesante es qué ocurrirá después, primero que nada en cuanto
a las alineaciones internas. Ningún bando deja de tener divisiones
internas. Sospecho que habrá algún barajar de cartas y habrá defecciones
en todos los campos hacia el otro bando. En unos cuantos años veremos
un despliegue muy diferente de las fuerzas.
¿Qué ocurrirá con el
socialismo del siglo XXI–la visión que Chávez tenía de lo que Venezuela necesita hacer en América Latina y por todo el mundo? Hay dos términos en esta visión. Uno es
socialismo. Chávez buscó rescatar este término del oprobio en el que había caído, debido a las múltiples fallas incurridas tanto por el comunismo realmente existente como por la socialdemocracia posmarxista. El otro término es
siglo XXI. Éste fue el claro repudio de Chávez de la tercera y segunda internacionales, y fue un llamado en pos de repensar la estrategia.
En ambas tareas, Chávez
apenas si estuvo solo. Pero su llamado resonó con gran fuerza. Para mí,
este esfuerzo es parte de una tarea mayor que todos enfrentamos durante
esta crisis estructural del capitalismo histórico y en la bifurcación
de dos posibles resoluciones del caos en el que ha caído nuestro
sistema-mundo. Necesitamos debatir cuál es la naturaleza del mundo mejor
que nosotros, o algunos de nosotros, estamos buscando. Si no podemos
clarificar más lo que queremos no es probable que ganemos la batalla
ante aquellos que buscan crear un sistema no capitalista que, sin
embargo, reproduzca los peores rasgos del capitalismo: las jerarquías,
la explotación y la polarización.
http://www.jornada.unam.mx/2013/03/30/index.php?section=opinion&article=018a1mun
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