domingo, 23 de diciembre de 2012

5 reflexiones acerca de la masacre en Newtown

No pocos autores han argüido que la civilización y la historia de la humanidad pueden contemplarse como un solo proceso cuyo signo dominante es la normalización de la violencia e injusticia. Voltaire, Marx, Freud, Benjamin, Zizek, por mencionar algunos, descubrieron esta suerte de hilo negro que atraviesa la vida del hombre, cifra dominante de las sociedades humanas. Sin encuadrarnos en un perímetro nouménico-fenoménico exclusivamente estadunidense, aunque sí aludiendo a ciertas especificidades de la América del Norte, exponemos aquí una serie de reflexiones referentes a la masacre en Newtown, (Connecticut, noreste), catalogada como una de las “peores tragedias en la historia reciente” de Estados Unidos. (Sólo la matanza de Virginia Tech, con 32 muertos, supera la masacre en Newtown –MILENIO). Adviértase que estas reflexiones responden a un interés, aparentemente generalizado, por responder a una interrogante irresuelta: ¿Por qué Columbine (1999), Virgina Tech (2007), Aurora, Colorado (2012) y ahora Newtown?

 I. 

Si existe un país donde el criterio liberal del “interés egoísta” tiene un alcance y aplicabilidad casi universal es en Estados Unidos. El cálculo frío, deshumanizado, suple a la tradición, el costumbrismo y el afecto comunitario, ligas inmateriales que cohesionan a otras sociedades. Ante la ausencia de expresiones básicas de afectividad, o bien, en un entorno de absoluto anonimato, los individuos anónimos se conducen conforme a un albedrío marcadamente antisocial. En un escenario de asedio, ira o desconsuelo, el individuo desata su venganza contra un colectivo igualmente anónimo. Por eso el asesino selecciona espacios públicos e individuos “sin rostro”, anónimos, para desencadenar su ira. 

II. 

La venta de armas en Estados Unidos tiene una connotación más profunda que el mero respeto a un derecho constitucional. Según cifras oficiales, en EU existen cerca de 238 millones de armas de fuego en manos privadas, para una población total de 310 millones. En el imaginario colectivo de la persona ordinaria, ser citoyen en Norteamérica es portar un arma. Por encima de cualquier otro derecho civil o humano, llámese salud, educación o vivienda, figura el derecho a portar un arma. Detonar un arma de fuego es tan sólo el ejercicio práctico-dinámico de este derecho inalienable del citoyen estadunidense. 

III. 

La violencia es un elemento fundacional vital del Estado Norteamericano. La aniquilación de las civilizaciones nativas –violencia intramuros–, y el exterminio expansionista de la América Imperial –violencia extramuros– son antecedentes identitarios que inexorablemente se enquistan en la psique del citoyen estadunidense. Se trata de representaciones simbólicas que dictan que la violencia es el recurso más efectivo para alcanzar cualesquiera que sean los fines. El asesino de Newtown, o el de Virgina Tech, realizan por medio de la violencia un doble fin: castigan al ente anónimo (colectividad sin rostro) que les ignora u oprime, y castigan violentamente su propio crimen, quitándose la vida. La promoción de la violencia vía la venta desregulada de armas o el martilleo incesante de imágenes pornográficamente violentas, ya sea en ordenadores, televisión o videojuegos, es apenas una expresión accesoria de una sociedad ontológica e históricamente atravesada por la violencia. 

IV. 

Existe una correlación entre “la gran frase hueca y el asesinato organizado”. En Estados Unidos, la vacuidad comunicativa es canon. Este abismo aviva la pulsión de muerte, la potencia destructiva. Y ésta destructividad –cada vez con más recursos técnico-logísticos al alcance– tiene un doble destinatario: el otro y el Yo. 

V. 

Para encontrar respuestas a la problemática de la violencia, en Estados Unidos o en cualquier otra sociedad, debe atenderse menos a los individuos que con actos violentos perturban la normalidad del “orden público”, y prestar más atención a la violencia inherente a esta normalidad del orden, que es la auténtica causante de los persistentes estallidos de violencia.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

La eventual eliminación del subsidio a la gasolina en México no es más que un impuesto disfrazado


Bien dice Enrique Galván Ochoa en su columna Dinero del lunes 18: “El panismo inventó el mito del subsidio a la gasolina como una forma de ocultar un negociazo. Si tal subsidio existiera sería para las refinerías de Estados Unidos a las que Pemex compra el combustible, no para ayudar a los consumidores mexicanos.” Y es que a lo largo de los últimos años los vaivenes en el precio de petróleo han provocado que en algunas ocasiones la gasolina sea más barata al norte del Rio Bravo. 

Si la gasolina sale más barata en Estados Unidos ¿por qué se sigue ‘subsidiando’? Agréguele a lo anterior que no toda la gasolina que se consume en nuestro país es importada. Alrededor de la mitad de lo que se consume la produce PEMEX y, según los que saben, su costo de producción es uno de los más bajos del mundo. Incluso en estos momentos, en algunos estados de la unión americana está por debajo de lo que pagamos aquí. Entonces todos los argumentos que giran alrededor de que el ‘subsidio’ sólo beneficia a los que tienen auto no tiene otra intención de ocultar la realidad: el cobro de un  impuesto sin el aval del congreso, para subsidiar a las petroleras yanquis y a los administradores del erario público.

En estos días –aunque la idea no es nueva- la burocracia priísta y los intelectuales que la apoyan alimentan el engaño al afirmar que la política de ‘subsidio’ a la gasolina es injusta porque beneficia a los que más tienen. Con una buena dosis de dramatismo promueve la idea de quitarle el apoyo a la gasolina para que, con los ingresos obtenidos se apoye a los más necesitados. Esta especie recuerda las ocurrencias de Vicente Fox quien, cuando fue presidente, trató de justificar su propuesta para cargar el IVA a medicinas y alimentos con la promesa de regresárselo a la gente ‘copeteado’ vía programas sociales. Aquí se nota la continuidad de la política económica en el gobierno federal, independientemente del partido que gobierne, lo que demuestra que dicha política no está diseñada por los partidos políticos sino por los centros financieros internacionales.

Envalentonados con el regreso a Los Pinos, el parque jurásico simplemente no quiere ver que las recetas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional  -que una y otra vez ‘recomiendan’ a países como México profundizar en la modernización económica- son un salto al vacío, o mejor dicho un atraco a las arcas nacionales. Son los organismos internacionales los que más han insistido en que hay que liberar los mercados y acabar con los subsidios, aunque se hacen los desentendidos cuando se les recuerda, por ejemplo, que la agricultura estadounidense es una de las más subsidiadas en el mundo. En nuestro país el subsidio es una barbaridad, un síntoma de subdesarrollo y corrupción; en los países centrales una atinada e intocable política pública.

Algunos  sectores empresariales en México se han mostrado contrarios al aumento de los energéticos pues suponen, con razón, que el consumo de sus productos descenderá en la medida en que los hogares dispongan de más dinero para el transporte. El costo de los combustibles impacta directamente en todas las áreas de la producción y por ende en el del precio final de todas las mercancías. Y con el aumento irrisorio al salario mínimo la  baja en los ingresos será brutal. El insistir en que subsidiar la gasolina sólo beneficia a los que tiene automóvil es olvidar que los aumentos en cascada que provocaría la medida afectarían sobre todo a los que menos, que se verán obligados a dispones de una rebanada mayor de sus ingresos para transportarse lo que los colocará en mayor desventaja para adquirir los bienes de consumo básico que además subirán sus precios para absorber el aumento de los energéticos.

Quitar o no quitar el ‘subsidio’ a la gasolina en México es un falso dilema que pretende ocultar el sometimiento de nuestros ‘representantes’ para con las grandes corporaciones internacionales y Wall Strett. Hoy por hoy los beneficios del petróleo mexicano son para todos (políticos, transnacionales y especuladores) menos para la mayoría de los mexicanos. Y eso no va a cambiar con la eliminación del ‘subsidio’ sino todo lo contrario. En realidad lo que se pretende es ampliar los ingresos del estado sin cargar con el costo de aumentar impuestos, enfrentando el desgaste generado por las discusiones en el congreso y su discusión en la sociedad. De ese modo se evitaría cobrarles impuestos a los grandes capitales para seguir soportando la captación de recursos en el empobrecimiento de la población. Más de  lo mismo.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Los primeros pasos de Enrique Peña en la presidencia: garrotazos, alianzas virtuales y buenas intenciones.

Los primeros pasos de la presidencia de Enrique Peña demuestran que el desgaste sufrido a lo largo de una campaña electoral repleta de irregularidades, corruptelas y desvío de recursos públicos fue considerable. A eso hay que agregar el desgaste de su partido, tanto por su larga estadía en Los Pinos como por sus conflictos cuando fue oposición. El enorme esfuerzo de las bases juveniles del #YSoy132 así como de miles y miles de habitantes del país para criticar el proceso, le abrió los ojos a muchos que se negaban a reconocer la naturaleza y el carácter de nuestro sistema electoral y en general de la democracia liberal. Las consecuencias son inocultables, a pesar del optimismo de buena parte de la opinión pública, o sea, de los medios de comunicación y sus empleados, así como de las burocracias partidistas y gubernamentales. 

Las protestas por el intento de replicar la infame represión de Atenco en el primer día del sexenio siguen vivas y en lugar de enterrar al movimiento juvenil le han dado un nuevo impulso que lo obligará a redefinir sus objetivos y sus prácticas. Si después de los comicios las buenas conciencias empezaban a festejar el debilitamiento de #YoSoy132, con el deja vu de los halcones echeverristas tal vez (y digo tal vez porque la soberbia no contribuye a la objetividad y la autocrítica) el ocupante de los pinoles se ha dado cuenta de que los garrotazos sólo sirvieron para cimentar la identidad colectiva del movimiento y para reposicionarlo en la arena de la política extra institucional. 

El ‘operativo’ policiaco que le quitó la máscara a Marcelo Ebrard -confirmó su formación priísta y su desprecio por la población que gobernó a lo largo de seis años- se propuso acabar de un solo golpe con la oposición callejera en el corazón de México. El montaje mediático para desacreditar las protestas pasó por alto que buena parte de las personas que se organizaron para protestar llevaban cámaras, teléfonos celulares, Ipad’s y demás dispositivos, desenmascarando el ‘operativo’ al grado de que los jueces encargados de legalizar la represión se negaron a aceptar como evidencia para la defensa de los detenidos los innumerables videos y fotografías donde se muestra claramente la colaboración entre los neo halcones y las fuerzas del ‘orden’. 

Pero al mismo tiempo, la batalla de la Alameda inauguró la alianza política entre el partido de ‘izquierda’ y el prinosaurio, que un día después sería oficializado en la farsa llamada Pacto por México en el Palacio Nacional. Al ganar con poco más de un tercio de los votos, Peña echó mano del espíritu de cuerpo de la partidocracia para compensar su debilidad. En lugar de conformar un gabinete integrado por los miembros de las dos fuerzas políticas que se repartieron los otros dos tercios –hecho que hubiera mostrado cierta confianza de su fuerza- el presidente prefirió armar un espectáculo televisivo que difícilmente fortalecerá su gestión. En el Pacto por México se definieron varios puntos que supuestamente lo sellaban pero que más bien demostraron su falta de sustancia y debilidad frente a sus verdaderos aliados. De acuerdo con el texto de Jenaro Villamil “Cuando Enrique Peña Nieto concluyó la lectura de su “décima decisión presidencial” y ofreció que su gobierno “licitará dos cadenas de televisión abierta en los siguientes meses”, el presidente de Grupo Televisa, Emilio Azcárraga Jean, se levantó de su asiento… ” Veinticuatro horas después la flamante decisión fue anulada. 

En su afán por iniciar su sexenio a tambor batiente, el presidente se puso en evidencia y no dejó lugar a dudas que el pacto no fue más que una artimaña para tomarse la foto con los presidentes de los partidos de oposición. Inspirado por su jefe, el primer orador de la farsa, el secretario de Gobernación Miguel Osorio Chong, le puso pimienta al caldo demagógico cuando sinel menor rubor dijo: “La tarea del Estado y de sus instituciones, en esta circunstancia de la vida nacional, debe ser someter, con los instrumentos de la ley y en un ambiente de libertad, los intereses particulares que obstruyan el interés nacional”. La retórica priísta vuelvo por sus fueros. Para no abundar en detalles el Pacto por México confirmó que las ‘decisiones presidenciales’ -que no acuerdos consensados con los firmantes del pacto- se redactaron sobre las rodillas, buscando más el golpe mediático que una plataforma posible. Y el coscorrón no se hizo esperar, recordándole al copete ensillado quiénes son los que mandan. 

A pesar del resbalón, el ahijado de Carlos Salinas siguió en la misma línea, tratando de venderse como el salvador de la patria, abriendo frentes de batalla a diestra y siniestra para afianzarse en la silla. Diez días después se vuelve a tomar la foto con toda la fauna burocrática, ahora para presentar –con el impresentable dieciocho chinchones Emilio Chuayffet – su reforma de la educación, con el objetivo manifiesto de ‘recuperar’ el control del sistema educativo nacional secuestrado por la reina del sur del magisterio, Elba Esther Gordillo. Después de haberse apoyado en ella, aunque simulando una sana distancia, ahora Peña pretende vendernos la promesa de que acabará con el monopolio sindical. Supongo que en el cálculo de la ocurrencia está la intención de cerrar filas con el sector patronal encabezado por Claudio X. González, acérrimo crítico de Gordillo y promotor de la educación como negocio. 

Lo que está detrás de las buenas intenciones y promesas del gobierno priísta, como la pensión universal para adultos mayores, es la sigilosa ofensiva contra la mayoría de la población y que en se ha comentado en otro lado: aumentarimpuestos y limitar derechos. Lo que el secretario de Hacienda Luis Videgaray, prepara son en sus palabras, las ‘reformas profundas’ Dichas reformas no son otra cosa que la segunda parte de las reformas neoliberales impulsadas por los gobiernos de Salinas y Zedillo. Por eso y cubierto por el circo de Peña, los tecnócratas preparan el ambiente supeditando el crecimiento a reformas que empobrecerán más a la población para llenar las arcas del estado que financien sus imposiciones democráticas y por supuesto los bolsillos de los empresarios. Todavía no se atreven a decirlo con todas sus letras (Videgaray prometió que no habría nuevos impuestos este año, pero el siguiente….) pero la trampa se está preparando para que, con el argumento de que para apoyar a los más necesitados con políticas de alcance universal, será necesario cargar el IVA a alimentos y medicinas y quitarle el subsidio a la gasolina. 

Las buenas intenciones, articuladas alrededor de las reformas educativa, energética y tributaria, no son más que el botín prometido por la burocracia política a sus patrones. El lobo disfrazado de cordero. Son la razón de ser de un gobierno que, al contrario de lo que grita el presidente y sus cómplices, hoy más que nunca depende del poder del dinero y de las armas para sostenerse. Pero ¿alguna vez ha sido diferente?

domingo, 9 de diciembre de 2012

Im-Pacto por México: génesis de una contrapolítica genuina

Im-Pacto por México 

Fin desangelado del espuriato. Estreno accidentado de la timocracia. Todo lo que se refiere a la política oficial en México apunta al vandalismo: criminales salientes amparados en la impunidad que otorga la ley escrita y la palabra muerta; transferencias de poder marcadas por el signo de la ilegalidad; asunciones encuadradas en un entorno de represión urdida tras los bastidores del poder público; discursos esperpénticos sostenidos en el plagio vil o hurto de agendas programáticas; pactos concertados a base de extorsión, cooptación de neófitos, prebendas metaconstitucionales. Monólogo de la delincuencia institucional, para deleite exclusivo de los poderes fácticos, y en menoscabo de una sociedad enardecida, flagelada, e inmersa en el hastío de la corrupción oficialista. Ascensión al poder del Grupo Atracomulco; alborozo de los emporios empresariales cuyo poder nadie se atreve siquiera a acotar; desencadenamiento intempestivo del descontento popular. Elementos particulares cuya inmanente explosividad se intenta tamizar en la fantasiosa generalidad de un pacto. Pacto que evoca malintencionadamente una réplica desubstancializada de los acuerdos de La Moncloa: esto es, sin monarca, sin respaldo popular, sin ratificación senatorial, sin sostén moral. Un pacto que presagia impacto, resistencia, colisión… 

#1Dmx 

1º de Diciembre, San Lázaro, ciudad de México, zona de guerra. Por un lado, regimientos policiacos atrincherados tras aparatosos atavíos marciales, cercos metálicos, nubarrones de gas lacrimógeno. Por otro, brigadas estudiantiles, disidencias magisteriales, representantes de comunidades históricamente agraviadas, huestes anarquistas, juventudes agrupadas en torno al M-132, colectivos independientes, pelotones de lumpenproletariat, provocadores, infiltrados. Los unos, resguardando la sede del poder vandálico; los otros, rivalizando con violencia material la imposición de la violencia oficial. Sin más recurso que la táctica confrontacional, la parafernalia protocolaria devino exaltación destructiva. Las llamas de la inusitada trifulca alcanzaron el centro histórico de la capital. En su trayecto de San Lázaro al Zócalo, el contingente –nutrido con la incorporación de manifestaciones paralelas– se enfrentó a una disyuntiva neurálgica que marcará el rumbo de la resistencia ulterior: unos, azuzaban a la destrucción, la transgresión de la vialidad pública, la intimidación, la expresión violenta de un encono social largamente alimentado; otros, convocaban a domeñar la ira, a eludir la provocación de la autoridad, a enarbolar la desobediencia pacífica, a conservar la unidad a partir de la no violencia, a primar el carácter cívico e intelectual de la movilización social. No hubo consenso, pero si solidaridad. Y aunque se pueda anticipar una divergencia en cierne, aquel día, el grueso del contingente se mantuvo articulado, unido, no obstante la creciente ola de represión policial. Las detenciones, en lugar de amedrentar o languidecer el ánimo, catalizaron la unión de la resistencia. Se podría decir, acaso con razón, que el enturbiamiento de la movilización –la aspereza de los destrozos, el cauce violento de la indignación– se planificó quirúrgicamente desde algún ámbito del poder público o de los poderes fácticos. Pero estos poderes no previeron un aspecto crucial de la ecuación: el 1-D quedó de manifiesto cuan poca cosa son las fuerzas represivas en un contexto de solidaridad ciudadana acentuadamente militante. Y si “el PRI ha convertido el fraude electoral en una de las bellas artes” (El Fisgón), es natural esperar, máxime después de lo demostrado en los enfrentamientos recientes, que la sociedad mexicana desarrolle paralelamente formas de resistencia cada vez más sistematizadas, efectivas e inteligentes. 

Post #1Dmx 

Ya en las últimas horas del 1-D se anticipaba que la inédita jornada de violencia sabatina era parte de una estrategia instrumentada desde las altas esferas del poder, no sólo para frenar o menguar las protestas contra la asunción de Enrique Peña Nieto como presidente de México, sino para aplastar material e ideológicamente a los múltiples grupos civiles y/o disidentes que representan una amenaza para su gobierno. La virulencia de los ataques en la prensa, ya fuere contra el M-132 o las brigadas anarquistas, confirmaron la sospecha. El linchamiento mediático que siguió al 1-D fue avasallante, estentóreo, unívoco. El propósito era uno solo: erosionar la credibilidad de la disidencia. La estigmatización se realizó conforme a una lógica unánime, monocorde: colocar a todos los grupos e individuos manifestantes en un mismo costal, insinuar que todos eran delincuentes, vándalos, fundamentalistas, cegados por el afán de sabotear la “fiesta cívica” del presidente electo, y que respondían a la convocatoria de un caudillo “sembrador de odios” (sic), Andrés Manuel López Obrador. En la prensa se podían leer títulos o encabezados como los siguientes: “Los violentos de AMLO”; “El vandalismo y López Obrador”; “La violencia de Andrés Manuel”; u opiniones análogas tales como: “Es cierto que uno de los rasgos esenciales del lopezobradorismo es su aptitud para diseminar el odio”; “Los grupos anarquistas que actuaron ese día y quienes los apoyan… están articulados en torno al discurso de López Obrador”; “López Obrador… envenenó con su cantaleta de la ‘imposición’… a quienes agredieron policías en formación de firmes” (sic). (Vale la pena recordar la utilización insistente de esta estrategia de satanización; véase: http://lavoznet.blogspot.mx/2012/05/nueva-estrategia-de-satanizacion-la.html).

Pero esta saña falsaria, que es tan sólo una recapitulación de la campaña de descalificación que emprendió Televisa y acólitos contra el M-132 inmediatamente después de su génesis, será apenas una melodía de fondo que corteje el distanciamiento de los movimientos emergentes con la política electoral y los partidos de ralea priista (PAN, PRD, PRI etc.). Si el propósito es satanizar la oposición política, sin distingo de colores, banderas o idearios, lo único que cederá esta ofensiva de las fuerzas oficialistas, es a una definición más acabada de las resistencias: el retorno del PRI allanará el terreno para el advenimiento de una contrapolítica más sólida, madura e incorruptible en México. 

M-132 

El M-132 es uno de los acontecimientos políticos más destacados del México moderno. Nótese que se prefirió el uso del término ‘acontecimiento’ en lugar de ‘movimiento’. Y no es gratuito. La emergencia del M-132, especialmente debido a las condiciones concretas en las que se gestó, entraña, por el evento mismo, dos hechos: 1) El desconocimiento de Enrique Peña Nieto como contendiente al máximo cargo de elección popular; la ilegitimidad a priori de cualquier orden jurídico que pudiera emanar de su ascenso al poder; en suma, el nulo respaldo popular a su eventual administración, la falsedad de sus propuestas, estrategias, operaciones o pactos ulteriores. Espontánea y tempranamente, el M-132 es la primera fuerza en desconocer el Pacto por México; 2) La concientización de la sociedad civil, la recuperación de espacios públicos otrora vedados por miedo, parálisis u ofuscamiento; el consecuente restablecimiento del diálogo entre grupos e individuos que conforman la subalternidad; un encuentro con el otro, que necesariamente conducirá a un intercambio de programas e ideas, a la germinación de formas de organización ciudadana y de resistencia inéditas. 

El M-132 como acontecimiento y/o movimiento político, es una expresión de las tendencias, a veces desdibujadas e indiscernibles, que apuntan hacia una mutación política de largo alcance, hacia la configuración, no sin tropiezos, de una contrapolítica genuina en México. 

Observa acertadamente Pablo Gómez: “El llamado Pacto por México no es un pacto ni es por México”. Este reconocimiento público referente al signo fraudulento del acuerdo es una de las primeras conquistas de una fuerza política naciente. 

Daniel Cosío Villegas escribió a modo de pronunciamiento: “Un pensamiento nuevo no triunfa, y menos en ambientes hostiles o extraños, sino a fuerza de presentarlo, de discutirlo, de gritarlo cada vez en voz más alta”.

viernes, 7 de diciembre de 2012

Las buenas intenciones y la pavimentación del infierno

Morena se constituyó como partido, con la firme intención (sincera en el caso de Andrés Manuel López Obrador y de la inmensa mayoría de sus afiliados) de ser un partido diferente de todos los otros partidos electorales de México por su moral y sus usos y costumbres.
 
Desgraciadamente, las intenciones de los fundadores y primeros militantes de un movimiento de masas no bastan para preservar la pureza y la nobleza de su momento fundador. Recientemente, y en nuestro país, ahí está el ejemplo mismo del Partido de la Revolución Democrática por el cual estaban dispuestos a combatir armas en mano, contra el fraude de 1988, centenares de miles de trabajadores mexicanos. Quienes aceptaron entonces de hecho la imposición violenta del gobierno del Innombrable se justificaban creyendo sinceramente que así evitarían el derramamiento de sangre de los sectores populares pero los 500 asesinados poco después, más las decenas de miles de asesinados por los gobiernos siguientes del PRI-PAN, así como los millones que tuvieron que irse del país por falta de trabajo digno, probaron en pocos años que la peor opción posible y sin duda la más sangrienta resultó ser el suicidio de la esperanza que naciera con el PRD en 1988 y la transformación del nuevo partido en uno más del corrupto sistema partidista burgués mexicano. Los demócratas sinceros que dieron origen al PRD jamás pensaron, en efecto, que se transformaría en lo que es hoy y los ex socialistas antiestalinistas que se disolvieron en un partido con programa, estructura y objetivos capitalistas (sin entender que el peor crimen de Stalin y de sus seguidores fue promover y practicar la colaboración de clases a escala internacional y en cada país) pensaban que podrían influir en la orientación del nuevo partido, no que serían digeridos por éste.

La sinceridad y humana fraternidad de los cristianos de las catacumbas eran grandes pero su doctrina se transformó en dogma y, desde el poder religioso e imperial, declaró ilegales a todos los demás cultos, organizó sangrientas cruzadas, instituyó la Inquisición, combatió las ciencias, el libre pensamiento, la democracia, provocó genocidios y, concebida como herramienta de liberación, fue en cambio arma para imponer la peor barbarie. Dejemos entonces las intenciones para los sicoanalistas.

Un partido es, antes que nada, su programa, sus objetivos declarados. Morena no intenta superar al capitalismo: trata de reformarlo sólo en México resucitando el nacionalismo distribucionista y desarrollista y la sustitución de la debilísima burguesía nacional por la acción estatal que ya fracasó en épocas de Echeverría y López Portillo. Morena no es un partido de los trabajadores: es un partido nacionalista, que acepta el capitalismo como su marco natural y que integra a los capitalistas y servidores políticos de éstos en su seno. Morena no está hecho para ser una palanca de transformaciones sociales ni una herramienta para la lucha: es un instrumento meramente electoral, que cree que el mundo se cambia poniendo más papeletas que otros en las urnas e imagina que en las instituciones que disputará, y no en las sedes del capital financiero internacional, se deciden las leyes y las políticas, y piensa, además, que la ocupación de puestos de gobierno equivale a conquistas de posiciones de poder. Morena no se da por misión educar a la inmensa mayoría de los mexicanos –que es conservadora y se abstiene o vota por los partidos del capital– en qué es el capitalismo, cómo combatirlo, cómo preparar las condiciones para superarlo. No opta por ganar las conciencias ni por dar una batalla ideológica porque su ideología misma, como movimiento, es conservadora y confusa. No opta tampoco por las luchas, sino por las movilizaciones electorales, por otra parte convocadas y desconvocadas por su dirigente que, aunque es honesto y luchador, no escucha e interpreta la voluntad de sus dirigidos, sino que los mueve como masa de maniobra. Morena se mueve como si la economía y la lucha política en México estuvieran en otro planeta. Nada, absolutamente nada, de lo que sucede en el mundo –la crisis terrible del capitalismo, con la posibilidad de guerras devastadoras y hambrunas, la respuesta de los trabajadores europeos a esa crisis, lo que está sucediendo en otros países de América Latina, el desastre ecológico y la urgencia de preparar un cambio de tecnologías energéticas para cuando, inevitablemente, se acabe el petróleo– estuvo presente en su congreso nacional ni está presente en sus programas ni en la acción y preocupación de sus dirigentes que, como los del EZLN son, desgraciadamente, nacionalistas estrechos y autistas desde el punto de vista político.

¿Cómo combatir contra los efectos en México de un sistema capitalista que es mundial con una visión que ni siquiera llega a ser regional y que, para colmo, cree natural e inalterable el régimen que nos arrastra cada vez a abismos peores? ¿Cómo impedir el nacimiento de tendencias en Morena cuando hay en él un vasto sector, desorganizado e informe, que busca ligarse a las luchas sociales e intervenir en ellas y, otro que, en cambio, alentado por el carácter electoral del partido, cree que su objetivo es una curul que le dará dinero y posibilidad de carrera? ¿Cómo crear un partido capaz incluso de ganar votos si se convierte apenas en la quinta rueda del carro electoral y no satisface el ansia liberadora y de lucha de, por ejemplo, la juventud organizada en #YoSoy132 ni responde a ninguno de los objetivos urgentes que tienen los trabajadores, que defienden sus conquistas y las de México amenazadas por la ofensiva brutal del capital?

No hablemos pues de las intenciones: discutamos en cambio política, programa, objetivos, métodos de lucha, alianzas sociales, perspectivas mundiales y la construcción de un partido de los trabajadores que México necesita.

jueves, 6 de diciembre de 2012

La dignidad en el Buen Vivir

Sebastían Endara
Rebelión

Dentro del debate sobre los aspectos que constituyen el paradigma del Buen Vivir, se encuentra como tema central el de la dignidad. Sin embargo existen algunas consideraciones que debieran estar presentes al momento de definir el lugar que ocupa el término y sus implicaciones éticas y políticas.

Por un lado, que el Buen Vivir pueda ser pensado, supone la existencia teórica de las condiciones que permiten imaginar una dignidad que cuestiona la realidad que no cumple con sus demandas. La dignidad entonces sería una idea moral que determinaría el aspecto formal del Buen Vivir en términos de su aplicación práctica. No interesaría saber mucho el lugar dónde surge el concepto de la dignidad, sino su concreción efectiva, como una suerte de realización evidente que la promesa de la modernidad no pudo cumplir. El concepto de Buen Vivir, tendría una raíz plenamente moderna, heredera de aquella corriente utópica que señala a la libertad como la realización histórica de la dignidad.

Por otro lado, la dignidad como resultado del Buen Vivir, interpelaría las ideas de dignidad concebidas bajo el ideario moderno cuya irresolución efectiva formaría parte de problemas cognitivos y de supuestos teóricos erróneos. El amor-a-sí-mismo, centro primero de la forma individualista de funcionamiento de la economía política clásica y origen de un círculo vicioso que propone a la dignidad individual como sustento ético de la propiedad privada, la competencia, la acumulación, el desequilibrio, la iniquidad y finalmente la negación práctica de la libertad, debiera ser intercambiada por un nuevo concepto de dignidad que no se asiente en las coyunturas individualistas, sino en las estructuras colectivas. El amor-a-sí-mismo, sin ser trocado por las fábulas pseudo-socialistas que anulan cualquier valoración individual, se convertiría en el subproducto de un concepto históricamente superior al del amor-a-sí-mismo, el de la solidaridad.

Mirado con detenimiento el concepto de la solidaridad es el que permite el surgimiento mismo de la vida. El amor-a-si-mismo no podría garantizar la vigencia de la vida que requiere la existencia de un otro con el cual compartir el proceso de realización de la vida. La solidaridad explicaría el proceso fundamental de organización colectiva sin anular el amor-a-sí-mismo, sino más bien resemantizando su significado, no ya como esa especie de abstracción del sujeto del medio (físico y social) en el cual existe, sino como común-unidad con aquello que es fundamento de vida. Adicionalmente, la solidaridad sería una mediación fundamental que da sentido al espacio físico, a la territorialidad como lugar activo de estructuración afectiva y simbólica de la vida y en ese sentido la solidaridad se proyectaría más allá del mero centro antropológico para extenderse hacia horizontes plurales, de armonía y respeto con aquello que permite la vida.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=160330

lunes, 3 de diciembre de 2012

Memoria extraoficial de un gobierno golpista

El signo de la política oficialista en México es la pusilanimidad, mediocridad e injusticia. La “transición” refrendó esta irrompible tradición del poder, enunciando una ruptura imaginaria, cultivando en los hechos la continuidad. Una continuidad progresivamente marcada por el rojo intenso de la sangre; sangre que entraña una triple injustica: “la de la muerte, la de la culpa y la del olvido”. Las tres heridas de la enseña nacional. Heridas que el gobierno saliente profundizó premeditadamente, y cuya sanación –patología social, duelo crónico– se ve distante. Con una cuota mayúscula de responsabilidad, el calderonato abandona la silla que inviste el poder estatutariamente, y prepara la huida del país en busca de horizontes que le confieran indulgencia e impunidad. Aunque selectiva, la memoria de un pueblo no debe renunciar nunca al registro de la verdad histórica: si la justicia legal no ha de condenar al verdugo, la memoria histórica habrá de juzgarle con el rigor de la ética. 

Para que el olvido y la injusticia no sean las últimas palabras, recapitulemos las contribuciones de la administración en vías de retiro. 

Liquidación de la soberanía 

Doble muerte de la soberanía: popular y nacional. Si el poder soberano ha de residir teóricamente en el pueblo, el golpe de estado constitucional de 2006 anuló terminantemente la realización de la voluntad popular. El Estado político se desprendió de su atuendo sofístico. En México, la soberanía radica en el capricho del poder fáctico. El pueblo tan sólo adereza las pugnas intraelitistas, escenificadas con caudales dinerarios arrancados al erario público. 

El combate a la “delincuencia organizada” no atenuó los niveles delincuenciales: hizo de México un paraíso de la criminalidad. Legitimó el militarismo. Dispuso la conducción estadunidense de la seguridad nacional. Estados Unidos, a través de la Iniciativa Mérida, se arrogó la administración de los asuntos domésticos. El 11 de diciembre, fecha en la que F. Calderón declaró formalmente la guerra contra el narco, México entonó las “golondrinas”, a modo de “adiós” a sus últimos remanentes de soberanía. 

Entreguismo 

En materia de economía, el calderonato entregó a las transnacionales agroindustriales (destaca Cargill) la facultad de administrar el campo nacional. Actualmente, empresas de origen estadunidense controlan casi monopólicamente la cadena maíz-tortilla. En materia de política, se entregó a Estados Unidos la dirección de la seguridad nacional, y con ello todo lo tocante a la política doméstica. 

Se hizo notar en otra oportunidad: “Es una ecuación franca y simple: el campo nos hace autosuficientes; la guerra nos hace dependientes. Negocio íntegro para los norteamericanos: nos arrebatan la posibilidad –con la complicidad del gobierno de México– de alcanzar el autoabastecimiento alimentario y, a la par, nos ‘auxilian’ con armas para combatir los males que produce el desabasto, la miseria, el olvido”. 

Contaminación del lenguaje 

Es en las palabras donde uno descubre la naturaleza de un régimen. Semióticamente hablando, la inauguración de un léxico confrontacional evidencia el carácter belicista de la política de Estado. No se debe subestimar esta relación. Adviértase que existe un vínculo “entre un falso imperfecto de subjuntivo y una mentalidad abyecta, entre una falsa sintaxis y la estructura deficiente de una sociedad, entre la gran frase hueca y el asesinato organizado” (Erich Heller). 

Desvalorización de la vida 

Los muertos no tienen rostro ni nombre. Cierto que alguna vez fueron cifras. Pero por disposición oficial de la Federación, hasta este derecho póstumo se les ha retirado: los muertos, debido a la imposibilidad de un registro fidedigno, se han dejado de contabilizar. Se ha preferido, también por disposición oficial, una ecuación más práctica, menos embarazosa: si el “caído” tiene ligas con la delincuencia, es un criminal abatido, sin más; si se trata de un civil, etiquétesele como “daño colateral”. Y que los deudos hagan sus propias cuentas, y se rasquen con sus propias pulgas. 

Depreciación de la dignidad 

México atraviesa uno de los estadios más serviles e indignos de su corta historia nacional: liquidación de la soberanía, entreguismo, desvalorización de la vida. El poder pretende dar continuidad a este estado de cosas. Y especialmente el calderonato se empeñó en persuadir a la sociedad de las “bondades” de una administración mercantil del país, profesando con devoción el culto entreguista. En materia ideológica, el calderonato se propuso vencer la humillación por imposición, para establecer la humillación por consentimiento.