Las discusiones en la Suprema Corte de Justicia de la Nación con respecto a las recientes reformas en varios estados de la república para criminalizar el aborto vuelven a poner en la mesa de discusión a los derechos humanos, particularmente de las mujeres embarazadas que no desean tener hijos frente a la satanización derivada de creencias religiosas que ha cobrado vida en las normas jurídicas. Procurando tapar el sol con un dedo, nuestros gobernantes creen que el problema es de leyes y no de salud pública.
Para los rudos, la suspensión del embarazo es un crimen que debe ser perseguido, encarcelando a las mujeres que, “haiga sido como haiga sido” (Calderón dixit) la eligen como opción. Se está, según ellos, frente a un delito que no puede ser tolerado y que lesiona gravemente a la sociedad pues atenta contra la vida. Por su parte, los técnicos sostienen que el aborto es un problema de salud pública y que en consecuencia debe ser tratado con un enfoque diferente que considera que ilegalizarlo sólo aumenta la brecha entre ricos y pobres, provocando muertes absurdas porque al final el aborto es un hecho social que no será erradicado con penas corporales sino con prevención y con atención digna para las mujeres, sea cual sea su decisión.
Y si bien, la educación para la prevención resulta indispensable los embarazos no deseados no van a desaparecer de un día para otro por lo que persiste el problema; ¿qué hacer con las mujeres que desean suspender su embarazo? De nada sirve insistir en que lo ideal es no llegar a enfrentar tal problema sino tomar una posición clara en lugar de sacarle al vuelta. Las discusiones de los ministros de la corte enfrentan enormes presiones por parte de los grupos de poder así como incluso de presidente de la república y su cónyuge, que sigue pensando que el pueblo la eligió a ella también -como si no fuera suficiente tener que aguantar los humores de su marido.
Que ironía que el hombre que ha desatado una guerra civil en nuestro país que ha cobrado la vida de mas de cincuenta mil personas (cifra similar a los soldados yanquis muertos en Vietnam) se muestre tan preocupado por la vida de los nonatos. Cuesta trabajo creer que esta no es otro intento de gobernar el país a partir de sus creencias religiosas -que dicho sea de paso parecen servirle como escudo para liberar su conciencia de la responsabilidad de esas decenas de miles de vidas. Tal vez por ello ha decidido embarcarse en la cruzada contra el aborto, como una manera de justificarse y procurar mejorar su imagen, tan deteriorada en nuestros días.