lunes, 1 de febrero de 2016

Progresismo, populismo y neoliberalismo: escenarios para México. 2/3



Tanto el progresismo como el populismo y el neoliberalismo pertenecen al  periodo de transición en que vivimos aunque aún son deudoras de una visión de mundo moderno, liberal y capitalista. Surgidas al calor de la llamada tercera ola democrática (propuesta por Huntington a principios de los noventa) que inició en 1974 con la Revolución de los Claveles en Portugal pasando después por España y América Latina (con el fin de las dictaduras franquista y sudamericanas) así como en los países de Europa del este, después de la caída de Berlín, finalizó con la represión en la plaza de Tiananmen en China.

Si bien es deudor del concepto de progreso -tan caro a los pensadores iluministas y componente esencial de la visión de mundo moderna- el progresismo contemporáneo en América Latina podría identificarse con la ideología social demócrata, resultado de la alianza entre liberales y socialistas que resultó a la postre el soporte ideológico del estado benefactor. Vago e impreciso en la medida en que puede ser útil tanto a la derecha como a la izquierda política, se utiliza para señalar las actitudes favorables al progreso no sólo en la esfera de la economía sino de la política y la cultura. Es en este sentido multidimensional e incluyente de toda actitud o acción dirigida a desarrollar las diferentes esferas de las sociedades humanas. 

A pesar de que se adscribe a la idea del cambio permanente no necesariamente asume una ruptura con el pasado ni mucho menos coloca a la desaparición del capitalismo en su futuro deseado. Alejado del utopismo, acepta la complejidad de la sociedad como un elemento que anula cualquier posibilidad de una visión radical y revolucionaria. Y si bien está en contra de los retrocesos en la vida social resulta una visión que atrae tanto a sectores de la izquierda política como del centro e incluso de la derecha laica, de los católicos humanistas y la democracia cristiana. Un representante destacado en América Latina fue Luiz Ignacio ‘Lula’ Da Silva y su proyecto gubernamental, encabezado por el Partido de los Trabalhadores (PT.

Crítico del neoliberalismo por su vocación pragmática de los derechos humanos, no por ello deja de poner en el centro de su propuesta al individuo y su desarrollo en el marco de un estado liberal que promueve la igualdad de oportunidades. El multiculturalismo y el reconocimiento de la diversidad, el concepto en realidad procura fortalecer la izquierda moderada a un sistema electoral encaminado a capturar votos de todo el espectro político, señaladamente los del centro político. Sin embargo puede coincidir con el nacionalismo, el ecologismo, el estado benefactor e incluso el socialismo marxista.

Utilizado tanto en términos peyorativos para denotar el autoritarismo como legitimadoras de estados nacionales en construcción (la voluntad popular como eje de las decisiones del estado), el populismo comprende en términos históricos los procesos políticos que desde el estado liberal se emprenden con la finalidad de ampliar el espectro de la participación política de los sectores tradicionalmente marginados del quehacer político nacional, como los campesinos y obreros. Surge después de la crisis de los años treinta particularmente en México, Bolivia y Argentina para promover la industrialización y la alianza del estado con los sectores emergentes de la clase obrera, asociada directamente al modelo de sustitución de importaciones.

Esta ideología, en sus orígenes,  se asume como representante de la totalidad del pueblo por lo que se aleja de la democracia competitiva y las luchas electorales y partidistas. Desconfía de los mecanismos parlamentarios, procurando una relación directa entre el líder carismático y el pueblo, anti oligárquico pero no anti burgués, y colocando al estado en el centro del desarrollo económico.

En nuestros días, el populismo en América Latina ha sido la punta de lanza de la crítica al neoliberalismo, sobre todo en Venezuela, donde el liderazgo carismático del desaparecido Hugo Chávez, reconfiguró al populismo aunque manteniendo rasgos centrales como la organización de sectores sociales tradicionalmente ajenos a la política para sostener un modelo económico que sin abjurar del capitalismo se ha distinguido por su antiimperialismo en el marco de la lucha electoral y parlamentaria.

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