El
reciente asesinato del periodista sinaloense Javier Valdez confirma,
una vez más, que las agresiones a la libertad de expresión en
México no son un daño colateral producto de la violencia social que
nos ahoga. No, por el contrario, son parte esencial de la dinámica
represiva del narcoestado mexicano, el cual se caracteriza por la
alianza estratégica entre los gobernantes y los cárteles del
narcotráfico para mantener en funcionamiento la dinámica de
acumulación por desposesión.
Para
nadie es un secreto la profunda relación que existe entre los
políticos y los narcotraficantes en todos los niveles de gobierno;
tanto en el municipio, donde es más visible, como en el nivel
estatal y nacional. El caso Ayotzinapa demostró que la relación
perversa entre política y narcotráfico recorre a
todas las instituciones del estado
y en lugar de debilitarse se fortalece. Ganar elecciones exige mucho
dinero, y si viene del narcotráfico para evitar su detección,
mejor. Es así como se establece el carácter del estado, pues a
cambio del apoyo económico los políticos están en la mejor
disposición de extender una patente de corso para los cárteles.
En
este sentido no estamos frente a un falla del estado, consecuencia de
malos políticos que son rebasados por el narco, sino ante la manera
en que el estado liberal en decadencia ha procurado
imponer el modelo de acumulación. Si se asume que el estado liberal
existe para garantizar las condiciones de reproducción del sistema
económico, habrá que aceptar que dicho estado es capaz de cualquier
cosa para cumplir su misión: guerras, terrorismo, espionaje,
asesinatos, alianzas con quien sea, golpes de estado, campos de
concentración y matanzas de niños mujeres y ancianos.
El
asesinato de periodistas en México tiene una doble finalidad:
silenciar a un sector estratégico de la sociedad a punta de balas y
sobre todo, seguir manipulando la libertad de expresión para
favorecer a los poderosos. Porque todos sabemos a quienes favorecen
semejantes acciones: si, a los políticos y sus patrones, quienes
serían los principales afectados ante un contexto en donde la
libertad de expresión cumpliera con uno de sus roles más
importantes, a saber, desnudar la ilegalidad e impunidad de políticos
y empresarios indispensable para hacer efectivos los grandes
negocios.
Que
el trabajo sucio lo hagan los cárteles es fundamental en la dinámica
en cuestión ya que resulta una excelente cortina de humo para evitar
que pueda verse lo que hay detrás de ellos. Y es
que, si bien el
narcotráfico es un típico ejemplo de acumulación por desposesión
-ya que no sólo se alimenta del despojo de tierras para la siembra
de drogas sino de la extorsión, el secuestro, el robo, es
decir en riqueza producida por otros-
no por ello se puede
perder de vista los beneficios que proporcionan
a la economía ‘legal’ los ríos de dinero que manejan los
cárteles.
Pero
además de los ‘beneficios’ económicos están los obtenidos
gracias al ambiente de terror que mantienen los cárteles para
someter a la población, que son tanto o mas apreciados por los
dueños del dinero y sus marionetas de colores pues allanan el camino
para la impunidad y el robo legal, esencia del desarrollo del capital
Es en ese sentido que el asesinato recurrente de periodistas en
particular, y de miles y miles de personas en general, cumple con el
objetivo de negar la libertad de expresión y de mantener el clima de
terror indispensable para mantener el despojo sistemático ajeno a
resistencias y críticas por parte de la población.
Con
lo anterior no se pretende negar la responsabilidad de los capos del
narcotráfico en la guerra civil que agobia al país, ni tampoco
negar su relativa autonomía del estado y sus dirigentes. Pero si
alguien se ha beneficiado con la guerra son los dueños del dinero y
lo políticos que les sirven. Son ellos quienes han abierto la puerta
para que los asesinatos de periodistas y miles de personas queden
impunes y así, poder gozar de los privilegios que dan el poder y el
dinero. Por eso y
aunque a muchos no les guste, ante la pregunta del título no queda
mas que responder: ¡Fue el NarcoEstado!
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