jueves, 30 de enero de 2014

Remediar lo irremediable: corrupción y pederastia en la Iglesia Católica.



Al llegar al papado en el Vaticano Jorge Mario Bergoglio, ahora conocido como Francisco I, tenía frente así la inmensa tarea de sanear a la iglesia católica para contener su decadencia, expresada en la pérdida de fieles a lo largo y ancho del mundo y en la corrupción e impunidad reinante en su estructura. El reto no era menor, tomando en cuenta que las acusaciones en contra de miembros de la iglesia por pederastia, encubrimiento y corrupción eran y son el pan de cada día. 

El anquilosamiento de una corporación internacional dedicada a la venta de paraísos y exención de culpa, después de dos milenios, es visto por algunos como un problema estructural mientras que los más piadosos lo ven como una cuestión coyuntural. Los últimos asumen que una mano firme será suficiente para acabar con el problema; los primeros afirman sin rubores que la suerte está echada y que es solo cuestión de tiempo para que los católicos sean una minoría aun mayor de lo que ya lo es en el mercado mundial de la fe.

A poco más de un año de su entronización, Bergoglio sigue enfrentando la labor de recuperar algo del prestigio perdido entre los fieles. Su enérgica postura frente a los Legionarios de Cristo, obligándolos a pedir perdón por sus acciones, hubiera sido impensable en tiempos de su principal mecenas, Karol Wojtyla, quien encumbró al infame Marcial Maciel y le concedió todo lo que le pidió, incluyendo la canonización de su tío, Rafael Guízar. De haberle sobrevivido, el papa polaco seguramente hubiera hecho santo al propio Maciel. Después de todo, no es la comprobación del milagro sino el poder económico el que determina la posibilidad de formar parte del santoral católico.

¿Dónde están ahora todos aquéllos que defendieron a Maciel y lo calificaron de ser un católico ejemplar? ¿Dónde todos aquellos que confraternizaron con él, lo financiaron y lo alabaron en la opinión pública, aun después de confirmarse sus hábitos y perversiones sexuales, sus relaciones maritales, sus adicciones? Pues siguen tan campantes como siempre, utilizando la obra de los legionarios para ocultar que fue construida por un personaje que no tuvo empacho en burlar todas las reglas, civiles o religiosas, para enriquecerse y codearse con los poderosos de México y el mundo. 

Los casos de abusos sexuales por parte de miembros de la iglesia católica no se han detenido. Las denuncias, incluso por los propios integrantes de la iglesia, no se han detenido y siguen apareciendo, evidenciando el arraigo de tales prácticas y la impunidad de la que gozan. En estos días, un grupo de curas de la iglesia en Oaxaca están exigiendo a sus propios superiores pedir perdón y reparar el daño a las víctimas de abuso sexual por parte del cura Silvestre Hernández. Estos curas, que exigen públicamente acciones de desagravio, fueron sometidos a presiones y amenazas para desistir en su empeño por acabar con la impunidad. Sin ambages afirman hoy que “… como Iglesia diocesana ya no podemos eludir una realidad que nos cuestiona y nos pone en el escaparate de la opinión pública.” http://bit.ly/Lq8GN5

El caso en Oaxaca demuestra que Bergoglio no está sólo en su misión por reconstituir a la iglesia; existe una corriente en su interior que por mucho tiempo tuvo que callar pero que hoy, en un contexto relativamente favorable, no teme posicionarse y actuar para romper el muro de silencio e impunidad. Seguirá enfrentado oposición no sólo de  la iglesia sino de gobiernos, ministerios públicos, jueces y policía, quienes hicieron posible, por acción o por omisión, la delincuencia sistemática de las sotanas. 

Este hecho no va a cambiar de un día para otro. La estrecha relación de la iglesia con el poder económico y político representa sin duda el verdadero problema al que se enfrentan los ánimos renovadores de Bergoglio. Los favores mutuos que se han dispensado por siglos los dueños del dinero y el Vaticano conforman una red muy poderosa y muy útil para ambos. La pederastia  es sólo uno de los temas de semejante alianza; hay otros temas más importantes como la ilegalidad del  aborto y la diversidad sexual promovida por las buenas conciencias a cambio de promover el conformismo y la obediencia a la autoridad en los templos, por no decir la promoción del voto por determinado partido. 

Dicho de otro modo, la crisis de la iglesia católica no puede resolverse sólo con la voluntad de un hombre o grupo de hombres bien intencionados y valientes; haría falta un cambio enorme en las relaciones sociales para romper la alianza estructural de la iglesia y el poder. Y ese cambio no depende de la estructura de la iglesia ni mucho menos de los poderosos sino de la sociedad en general.

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