En el contexto del juicio contra el soldado Manning, otro joven estadounidense decide rebelarse contra ese 1% que día a día observa con gran preocupación como el resto de la población los desafía. Amparados en la fe ciega en la ciencia y la tecnología, los dueños del dinero desconfían cada vez más de sus conciudadanos y se echan en brazos de la ficticia tranquilidad que da el pensar que mientras puedan escuchar y espiar a todo el mundo su dominación está asegurada.
Sólo una persona ignorante o heterónoma puede tragarse el cuento de que es necesario, en aras de mantener la seguridad, acabar con las libertades civiles. Y sin embargo –al igual que lo hacen los capitalistas y sus administradores-gobernantes en México, empeñados en mantener su poder agitando con desesperación el petate de la violencia social para justificar la militarización de un país profundamente dividido- desde el ataque de la torres gemelas, ese 1% ha lanzado un ataque directo al corazón de lo que alguna vez distinguió a la tierra representada por la bandera de las barras y las estrellas. El sueño americano no sólo se asentaba en la falsa creencia de ser la tierra de las oportunidades sino sobre todo de ser la casa de la libertad. La antorcha de la estatua que lleva ese nombre alumbra cada vez menos a los millones que crecieron bajo su sombra.
Edward Snowden, el empleado de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) decidió renunciar a un jugoso salario (200,000 USD anuales), a poner su vida y la de su familia en peligro para poner en evidencia las acciones de un estado paranoico, que no ha dudado en romper con el pacto constitucional a cambio de seguir creyendo que está enterado de todo, que nada de lo que sucede en el mundo le es ajeno. Al igual que Bradley Manning, Snowden realizó un acto con profundo sentido ético que seguramente le acarreará grandes calamidades. “Estoy dispuesto a sacrificar todo eso porque no puedo, en buena conciencia, permitir que el gobierno de Estados Unidos destruya la privacidad, la libertad de Internet y las libertades básicas de la población mundial con esta masiva maquinaria de vigilancia que está construyendo secretamente” (http://www.jornada.unam.mx/2013/06/10/mundo/022n1mun)
Llama la atención que en sus declaraciones admita que con la llegada de Obama a la presidencia, Snowden haya pensado que las operaciones de espionaje se detendrían. Sin embargo, en cuanto se dio cuenta de que había una continuidad evidente en la política de seguridad nacional, a pesar de la llegada de un demócrata al poder con un discurso progresista, no tuvo más remedio que filtrar la información. Es de suponer que el desencanto que sufrió es compartido por millones de estadounidenses, a los cuales les debe resultar doloroso aceptar que los partidos políticos no se distinguen más que por sus nombres.
Héroes o villanos, la decisión de estos jóvenes es una muestra clara de la enorme crisis por la que atraviesa un país -y el modelo que representa en todo el mundo- que poco a poco se aleja del centro del sistema-mundo. Habrá que admitir que al mismo tiempo, otras expresiones de esa crisis nacional se manifiestan de una manera menos heroica, mas grotesca e inhumana, como los continuos asesinatos en colegios y lugares públicos, el crecimiento exponencial de expresiones racistas y discriminatorias contra todo lo que no se ajusta al modelo dominante Blanco, anglosajón y protestante (WASP).
Habría que mencionar también que esas expresiones se relacionan con otras hoy casi olvidadas (Véase una pequeña lista en http://www.toptenz.net/top-10-whistle-blowers.php) o banalizadas, como el movimiento contracultural que sacudió los cimientos de la sociedad estadounidense, que en plena guerra fría parecía incapaz de aceptar el inicio del fin de su hegemonía en el mundo. En ese contexto, a finales de 1969, Daniel Ellsberg filtró los Papeles del Pentágono, los cuales revelaban que el gobierno estadounidense sabía que la guerra estaba perdida y que no le importaba seguir sacrificando las vidas de los soldados que combatían en Vietnam. Snowden ha declarado que sus acciones se han inspirado en Ellsberg y Manning.
Por otro lado, los gigantes del ciberespacio como Google, Apple, Microsoft, Skype, Yahoo, etc. Son exhibidos por su sometimiento a la política de seguridad nacional del gobierno de los EE. UU la cual, dada la cobertura de las empresas en cuestión, rebasan por mucho las fronteras poniendo a buena parte de la población mundial bajo la lupa de unos cuantos. Al mismo tiempo, el Congreso estadounidense se rasga las vestiduras al ser acusados por Obama de estar de acuerdo y haber aprobado el proyecto de espionaje. En todo caso resulta difícil de olvidar cómo, de pie y unánimemente, ambos ovacionaron a George W. Bush cuando propuso la Acta Patriótica.
El presidente Obama argumenta en su descargo que busca un equilibrio entre las libertades civiles y la seguridad nacional pero en el fondo está el mantenimiento de la dominación, dentro y fuera del país. Y si eso exige sacrificar las primeras a favor de la seguridad del modelo de dominación no hay nada que discutir. Los planes de vigilancia al estilo del Big Brother de Orwell, quien se inspiró en Stalin, hoy son una realidad en la tierra de las oportunidades. Con su característica hipocresía, los gobernantes de los países aliados a los EE. UU se muestran preocupados por el alcance del monitoreo realizado por la NSA y las violaciones a su soberanía cuando todos ellos están cooperando activamente para mantener vigilados a sus habitantes a pesar del costo que tienen que pagar. Y eso no va a cambiar pronto. Muy por el contrario, esa es y será la tendencia de las acciones del 1% para seguir explotando al 99% alrededor del mundo.
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