A las calamidades
derivadas de los procesos electorales en México, como la saturación de espacios
públicos con el rostro de los futuros saqueadores del erario o las mil veces
repetidas cantinelas de los spots en
radio y televisión, habrá que agregar la cobertura mediática de las campañas,
que una y otra vez amplifican hasta la náusea las vanas promesas de los
elegidos por las oligarquías locales y los mundos perfectos que ofrecen lograr.
Si la tendencia a
reproducir los mensajes políticos se debilitara en favor de una cobertura que
tomara en cuenta las percepciones de los votantes -más allá de las encuestas y
los sondeos de opinión- los medios de comunicación abonarían significativamente
al fortalecimiento de la opinión pública como un espacio que pone en el centro
la deliberación de los distintos componentes de la sociedad. La responsabilidad
de los medios en la promoción de valores democráticos es tanto o más grande que
la de los partidos políticos o los gobiernos.
Efectivamente y
como premisa básica se puede afirmar que en la medida en que los medios de
comunicación valoren y practiquen la autonomía como valor central de su misión
informativa, los valores democráticos serán fortalecidos y apreciados por la
ciudadanía. La responsabilidad de los medios para preservar un espacio
deliberativo les exige ser conscientes de que la cobertura electoral debe
orientarse a los votantes, sus demandas y sus opiniones, en lugar de repetir
una y otra vez lo que los candidatos repiten como merolicos en sus actos de campaña.
Para lograr lo
anterior, los editores y reporteros tienen que planear la cobertura y al mismo
tiempo estar conscientes de los principios éticos que guían su profesión. La
planeación de las coberturas parte del conocimiento de las distintas etapas de
los procesos electorales así como de las estrategias de comunicación de los
partidos. Ignorar las estrategias sólo provocará que los medios reproduzcan, a
veces sin pretenderlo y sin cobrar por ello, los mensajes de los candidatos,
dejando de lado lo que los electorales perciben y demandan. La cobertura
electoral de los medios debe procurar mantener un equilibrio en la producción
de información, privilegiando, insisto, el punto de vista del votante.
Los candidatos y
los partidos disfrutan de recursos legales, y no tanto, para promover sus
mensajes políticos en los distintos escenarios de las campañas. El Instituto Federal
Electoral (IFE) reparte tiempo en radio y televisión entre los contendientes
mientras que los recursos económicos que les asigna son utilizados en gran
medida para contratar espacios en los medios impresos y en el ciberespacio. En
cambio los votantes no poseen recursos para hacerse oír, para manifestar sus
impresiones de los candidatos y sus necesidades materiales para vivir con
dignidad.
Por eso es
primordial que los medios de comunicación reproduzcan sistemáticamente las
opiniones de los votantes, lo que permitirá establecer una relación entre las
demandas ciudadanas y sus percepciones del proceso con la oferta política de
los candidatos. Así será posible que los votantes comparen las posiciones de
los candidatos, no en función de quien grita más fuerte sino de quien está más
consciente de sus necesidades.
Por su parte, los
integrantes de los órganos electorales están obligados por ley a promover los
valores democráticos. Capacitar a los trabajadores de los medios para que
puedan enfrentar el enorme reto que impone la cobertura electoral resulta así
de vital importancia, una obligación para los consejeros y magistrados
electorales, en lugar de estar concentrados exclusivamente en los dimes y
diretes entre los candidatos… y en su futuro político. Si los periodistas no
conocen más que de oídas la normatividad electoral; si no están conscientes de
los dilemas éticos que enfrentarán a lo largo de las campañas; si ignoran lo que
está en juego en una elección, estarán irremisiblemente encaminados a producir
información sin relevancia, proclive al error, redundando lo anterior en la
confusión del elector que contará con pocos elementos confiables para definir
su preferencia.
El papel
estratégico de los medios en los procesos electorales no está en discusión.
Tirios y troyanos reconocen su labor para guiar las decisiones de los votantes.
Así que sin dejar de atender las propuestas de los candidatos habrá que
observar y calificar la cobertura de las elecciones que realizan los medios de
comunicación. Sólo así podremos tener una lectura integral de las campañas
electorales pero sobre todo del desarrollo de nuestra incipiente democracia
electoral. Una democracia fuerte está estrechamente relacionada con medios de
comunicación autónomos, atentos a los votantes y sus percepciones de los
candidatos y de la política. En caso contrario, con medios controlados y
orientados exclusivamente a la oferta política, seguiremos siendo rehenes de información
tamizada y controlada por los poderes fácticos. Seguiremos viviendo en una
democracia virtual.
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