sábado, 16 de enero de 2016

El ‘Chapo’ Guzmán ¿bandolero social o corporación internacional?

En la entrevista realizada para la revista estadounidense Rolling Stone, Joaquín “Chapo” Guzmán afirmó  que el negocio del narcotráfico no depende de su persona pues este seguirá funcionando independientemente de quien o quienes lo dirijan. Esto no resulta novedoso si se toma en cuenta el hecho de las críticas recurrentes a la estrategia del gobierno mexicano y estadounidense, caracterizada por la búsqueda y detención de los grandes capos. Sobra decir que su falta de eficacia para contener el narcotráfico, no se diga para desaparecerlo se ve conmpensada por el impacto mediático de encarcelar o abatir a las cabezas de los cárteles.

En este sentido, si el propio capo se reconoce como líder de una empresa ¿por que es visto por millones de personas como un bandolero social, o cuando menos como una persona capaz de modificar el mundo en que vivimos? Al menos eso fue lo que le pidó cándidamente Kate del Castillo en 2012, cuando le envió un mensaje que entre otras cosas decía: Hoy creo más en el Chapo Guzmán que en los gobiernos que me esconden verdades aunque sean dolorosas, quienes esconden la cura para el cáncer, el sida, etc. para su propio beneficio y riqueza…. ¿No estaría padre que empezara a traficar con el bien? Con las curas para las enfermedades, con comida para los niños de la calle.”

La cita pone en evidencia el enorme desprestigo de los gobiernos pero sobre todo, la posibilidad concebida por una ciudadana común (aunque sea famosa por su carrera como actriz, puesto que expresa lo que muchos piensan en su fuero interno) de que un empresario pueda ser la solución a los problemas que vivimos. Y digo empresario aunque sus actividades sean ilegales; la línea que separa los negocios legales de los ilegales no parece estar claramente definida y el apetito de ganancias la borra frecuentemente.

El bandolero social es un concepto utilizado por las ciencias sociales para analizar la existencia de personajes, surgidos en ambientes rurales principalmente, que se rebelan ante las transformaciones que el desarrollo del capitalismo impone a comunidades y territorios, trastocando valores y formas de vida mantenidas a veces por siglos. En el fondo, el bandolero social, siguiendo a Eric Hobsbawn (Rebeldes primitivos), es un individuo que encabeza la defensa de la tradición frente a la imposición de valores que desarticulan profundamente las relaciones sociales tradicionales. Es por lo tanto, conservador en esencia, asumiendo personalmente la defensa de la tradición que la población común profesa pero no se atreve a manifestar públicamente y mucho menos para enfrentarse directamente a las instituciones del estado, sobre todo la policía y el ejército.

De acuerdo a lo anterior ¿cómo puede confundirse a una corporación internacionl con un bandolero social? Resulta evidente que el Chapo Guzmán se asume como empresario y no tiene la menor intención de promoverse como adalidad de los pobres y marginados del mundo, aunque le seduzca la posibilidad de modificar su imagen negativa por medio de una película.

Se puede comprender que muchos de sus empleados y sus familias lo consideren como un salvador, dadas las circunstancias económicas prevalecientes. Pero bastaría con revisar las duras condiciones de trabajo o la posibilidad de acabar en un fosa común por cualquier sospecha así como la sed de ganancia que le da vida a ese tipo de trabajo, para descartar semejante posibilidad. No se diga la constante negociación que los capos realizan con los gobiernos y los políticos para proteger sus rutas mercantiles o incluso para colaborar con las fuerzas del orden para desaparecer a activistas inómodos al estado. La estructura estatal y los cárteles han intercambiado servicios para su propio beneficio al grado de que hoy hablar de narcoestado no resulta una exageración. Remember Ayotzinapa.

Tal vez el problema de la popularidad del nativo de Badiguarato, Sinaloa, tenga más que ver con la fascinación que ejerce un personaje que parece desafiar públicamente a los gobiernos corruptos y echa mano de lo que sea para lograr y mantener fama y fortuna. ¿No es acaso el premio mayor promovido desde el poder y la cultura capitalista? ¿No es ésa a recompensa para los que se ‘esfuerzan’, para los que eluden las reglas o crean las propias para sarisfacer necesidades, sean éstas la que sean? Bajo esta lógica se podría incluso comprender por que la gente admira a Steve Jobs o a Bill Gates, distinguiéndoles como individuos modelo. Lo mismo sucede con el Chapo, fiel seguidor de la lógica capitalista y su piedra filosofal: la ambición desmedida.


Y ésa es la lógica que anima la existencia de la narcocultura, que haciendo apología de la violencia y la aparente racionalidad de la ganancia, así como de la temeridad y creatividad de los narcotraficantes, difnde la especie de que los capos son buenas personas o cuando menos tienen el potencial para serlo, y que si se decidieran a sembrar el bien otro gallo nos cantara. En el fondo esta recurrente confusión apunta a confirmar la enorme crisis de legitimidad en la que está inmerso el estado liberal y su aparato democrático electoral en México y, al mismo tiempo, la enorme fuerza que ha cobrado en nuestra sociedad la sacralización del dinero. Ambas cuestiones, no está por demás decirlo, están estrechamente relacionadas.

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