Poco antes de las celebraciones del primero
de mayo, achicadas y manipuladas para evitar manifestaciones incómodas al poder
por parte de los trabajadores, apareció en algunos medios de comunicación un
tema que merece nuestra atención como habitantes de esta ciudad capital. Resulta
que vecinos organizados del Barrio de San Bruno, en Xalapa, Ver., decidieron
recuperar las instalaciones de la vieja fábrica de textiles para fomentar
actividades culturales y recreativas que fomenten la identidad de los habitantes
del histórico barrio.
Ante la ausencia de una propuesta por parte de
las autoridades municipales, las cuales aducen falta de dinero para habilitar
los terrenos de la fábrica, representantes de calles y colonias aledañas tomaron
el toro por los cuernos para limpiarla y ponerla en condiciones para que sirva como un espacio que contribuye
a la salud pública de la zona. Este hecho aparentemente insignificante en el
maremágnum de reformas, encarcelamientos y escándalos, como el escenificado por
el recién depuesto presidente del PRI en el Distrito Federal, posee un enorme significado histórico pero también
político pues se inscribe en la tendencia creciente entre los habitantes de
este país para hacer efectivos procesos autogestionarios que impulsen al
autonomía y la participación política.
En la excelente nota publicada por Claudia
Montero en el portal de alcalorpolítico.com
el día 22 de abril, se describen una serie de hechos que demuestran claramente
que las luchas obreras de los años veinte no difieren mucho de las de hoy. Al
igual que en estos días en que somos testigos de los mecanismos corporativos que
utiliza el gobierno estatal para controlar a los trabajadores de la educación,
por poner el ejemplo más conocido, los obreros de la fábrica en 1924
enfrentaron la represión sistemática del gobierno del estado, encabezado por
Adalberto Tejeda, para impedir que la dirigencia sindical, controlada por obreros
comunistas, promoviera los valores de la autonomía y la democracia sindical
entre obreros y campesinos de la región. Obsesionados con mantener el control
de los trabajadores a como diera lugar, empresa y gobierno decidieron acabar con
semejante amenaza asesinando a los que desde entonces se les recuerda como los
Mártires del 28 de agosto: José Hernández, Francisco
Moreno, Alberto Calderón, Ezequiel Alatriste, Manuel Hernández, Isauro Sánchez,
Ignacio Viveros, Isidoro Avendaño y Armando Ramírez.
Recordados en los nombres de las
calles del barrio de San Bruno, los trabajadores asesinados -en aras de fortalecer
el control corporativo que caracterizará al régimen político hasta nuestros
días- no pueden ni deben ser olvidados. Su lucha representa parte sustancial de
la memoria histórica de Xalapa, Veracruz y de México, que sistemáticamente ha
pretendido ser borrada de la historia oficial para que su valeroso ejemplo no
cunda entre los trabajadores de hoy.
Por otro lado, recuperar el territorio en el
que se escenificaron luchas heroicas en defensa de la independencia y la
democracia sindical para mantener viva su memoria, nos permitirá a los
habitantes de Xalapa conocer un periodo oculto, despreciado, de nuestra
historia. La idea de instalar un museo que recuerde a los trabajadores que perdieron la vida por enfrentarse al
control político del estado mexicano debe ser bienvenida. Pero si además,
semejante esfuerzo es producto de la autogestión de los propios habitantes del
barrio no puede menos que aplaudirse. La recuperación de la memoria histórica no
puede ser dirigida desde el poder porque ineludiblemente se impondrán intereses
acordes con el proyecto político en turno. Deben ser los propios herederos de
dicha memoria los que la reconstruyan y la difundan, garantizando así el apego a
los hechos históricos, que por su brutalidad deben servir como ejemplo de los
excesos del poder.
A la iniciativa de recuperación de la antigua
fábrica de San Bruno se han sumado grupos estudiantiles de la Unidad de
Humanidades y organizaciones de la sociedad civil. La tarea es enorme, no sólo
por el ruinoso estado en el que se encuentra la fábrica sino porque su contenido
eminentemente autogestivo, que podría ser visto como una amenaza para
gobernantes y empresarios. Las actividades, en este sentido, no pueden
limitarse a poner en buenas condiciones el terreno sino garantizar que la administración
y control de las actividades culturales y deportivas sean llevadas a cabo por
los propios vecinos, en pleno ejercicio de su autonomía. De tener poder de
decisión sobre el territorio en el que habitan. Esto no depende exclusivamente
de la buena voluntad de las autoridades municipales sino de que la organización
vecinal defina sus metas y objetivos por medio de consensos, que no siempre son
fáciles de obtener pero que resultan una experiencia significativa de
reconocimiento y respeto mutuo.
Y es en este último aspecto en donde radica
su contenido eminentemente político: la confianza en la capacidad de los
propios ciudadanos para intervenir de manera directa en la resolución de sus
problemas y en el mejoramiento de su calidad de vida. Ese fue al menos el
espíritu de las luchas obreras de los Mártires del 28 de agosto. Sin
menospreciar las posibilidades de contar con ayuda gubernamental, los vecinos
de San Bruno tienen la oportunidad de ampliar y mejorar la calidad de su participación
política, contribuyendo al fortalecimiento de la democracia participativa con
contenido eminentemente popular, elemento clave para salir del marasmo en el
que nos encontramos.
1 comentario:
La Historia siempre estará viva mientras nosotros le demos ese impulso. La Historia no es de ganadores, es de las personas que hacen acciones como esta que trascienden en el tiempo. Como las personas que construyeron esta fábrica, como las personas que la han rescatado !
Invitamos cordialmente a Rafael de la Garza Talavera a que venga a la Fábrica de San Bruno.
Cordialmente : Asociación de Colonos del Barrio de San Bruno.
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