A dos décadas del
surgimiento del movimiento zapatista en Chiapas, su capacidad para reinventarse
y responder, golpe por golpe, a los embates de la reacción neoliberal sigue
sorprendiendo a tirios y troyanos. En ése entonces lo que más llamó la atención
fue su habilidad para comunicar de manera creativa, armonizando dos mundos, dos
cosmovisiones a la vez tan cercanas y tan alejadas una de otra. El desafío del
movimiento al poder del capital fue articulado desde la palabra, acompañada
siempre de la acción contundente y con enorme contenido simbólico. Fue por ello
que la rebelión indígena fue caracterizada por ser una guerrilla informacional,
la cual tenía como arma más poderosa la comunicación.
Cuando se revisa con
cierta profundidad a los movimientos antisistémicos a lo largo del tiempo, un
elemento que destaca es la capacidad para comunicar a la sociedad su visión de
mundo y su proyecto político. En la medida en que puedan comunicar con eficacia,
los movimientos tendrán más posibilidades de lograr sus objetivos; de otro modo,
serán víctimas de la desinformación gracias a la manipulación de los dueños de
los medios informativos, quienes los desacreditarán frente a la población hasta
desaparecerlos del escenario político.
Es por lo
anterior que sorprende y no sorprende la reciente operación simbólica en la que
Marcos desaparece para dar lugar a Galeano. Sorprende porque resulta a
todas luces genial el desaparecer a un personaje relativamente desgastado pero
bien posicionado en la opinión pública para mantener presente en la memoria
colectiva a un distinguido integrante del EZLN: Juan Luis Solís, Galeano. Su atroz asesinato, además de
ser una provocación, tuvo la intención de sacar del escenario a un hombre que fue
y es un ejemplo para la nueva generación de zapatistas. Sin embargo, la
respuesta de sus camaradas lo ha colocado en el centro, como un símbolo de una
lucha justa. Su nombre de batalla aparecerá ahora en los periódicos, en la
radio y la televisión, en el ciberespacio, cada vez que se redacte un
comunicado firmado con su nombre de batalla. ¿Habrá mejor manera de burlar las
intenciones de sus asesinos?
Por otro
lado, la transformación del personaje no sorprende porque en los últimos veinte
años el movimiento zapatista ha demostrado su capacidad para responder con la
palabra y con la acción a la sistemática ofensiva del poder político y
económico. Así fue en el amanecer del movimiento cuando sentaron al gobierno de
Salinas a dialogar; así fue también cuando llegaron hasta el Congreso de la
Unión para dar una muestra de dignidad y de vocación pacífica; así fue cuando
la traición a los Acuerdos de San Andrés se materializó en la infame Ley Bartlett-Fernández
y surgieron los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno. Una y otra vez, el
zapatismo chiapaneco ha demostrado su capacidad para estar un paso adelante en
la lucha por la dignidad y la justicia.
Asimismo,
el retiro de la botarga anuncia una nueva época del movimiento, en la cual no
hace más falta un vocero que sirva de enlace con el mundo exterior, con los
habitantes de las ciudades alejadas de la realidad de las comunidades, tanto en
distancia física como cultural y social. En ése entonces, traducir los valores
de la lucha zapatista resultaba un elemento clave para su existencia. Y fue tan
efectiva la traducción que no sólo revivió aun destacado diario mexicano, gracias
a la publicación exclusiva de los comunicados, sino permeó buena parte del
discurso y de la práctica de los movimientos antisistémicos en México y en el
mundo. La divisa de mandar obedeciendo ha dado la vuelta al globo y mantiene
hasta hoy su fuerza evocadora como principio ético básico de la humanidad,
sobre todo frente a los regímenes políticos que se autodenominan democráticos.
A veinte
años de su surgimiento, el zapatismo chiapaneco tiene hoy en sus filas a una
nueva generación de combatientes que pueden comunicarse directamente con el
mundo que los rodea. Su aprendizaje en la práctica cotidiana de los valores que
giran alrededor de la dignidad y de la justicia les permite hoy prescindir de
traductores para tomar ellos directamente la palabra y expresar su voz y la de
sus comunidades. Este hecho me parece un indicador de la fortaleza del
movimiento, de su madurez y de su conciencia de sí mismo. Han cobrado
conciencia de sí y para sí, parafraseando al viejo Marx.
Immanuel
Wallerstein escribió hace poco un
texto en el que enmarca el momento que estamos viviendo y en el que el
movimiento zapatista destaca:
“No pienso que las élites puedan ya lograr
manipular a sus seguidores del nivel bajo. Pienso que los seguidores del nivel
bajo desafían a las élites, hacen sus propias cosas e intentan manipular a las
élites. Esto, de hecho, es algo nuevo. Es una política desde abajo en vez de
una política desde arriba.”