Cuando no tenga otra salida, o las que tenga carezcan de profundidad, el bizarrismo mágico les presenta una solución: la compromisofobia.
Para distraer al enemigo, aquí les pongo uno de sus fundamentos teóricos:
“-Vos -dijo Gregorovius, mirando otra vez el suelo- escondés el juego.
“-Elucidá, hermano, me harás un favor.
“-Vos -insistió Gregorovius- tenés una idea imperial en el fondo de la cabeza. ¿Tu derecho de ciudad? Un dominio de ciudad. Tu resentimiento: una ambición mal curada. Viniste aquí para encontrar tu estatua esperándote al borde de la place Dauphine. Lo que no entiendo es tu técnica. La ambición, ¿por qué no? Sos bastante extraordinario en algunos aspectos. Pero hasta ahora todo lo que te he visto hacer ha sido lo contrario de lo que hubieran hecho otros ambiciosos. Etienne por ejemplo, y no hablemos de Perico.
“-Ah -dijo Oliveira-. Los ojos a vos te sirven para algo, parece.
“Exactamente lo contrario -repitió Ossip-, pero sin renunciar a la ambición. Y eso no me lo explico.
“-Oh, las explicaciones, vos sabés... Todo es muy confuso, hermano. Ponele que eso que llamas ambición no pueda fructificar más que en la renuncia. ¿Te gusta la fórmula? No es eso, pero lo que yo quisiera decir es justamente indecible. Hay que dar vueltas alrededor como un perro buscándose la cola. Con eso y con lo que te dije del derecho de ciudad debería bastarte, montenegrino del carajo.
“-Entiendo oscuramente. Entonces vos... No será una vía como el vedanta o algo así, espero.
“-No, no.
“-¿Un renunciamiento laico, vamos a decirle?
“Tampoco. No renuncio a nada, simplemente hago todo lo que puedo para que las cosas me renuncien a mí. ¿No sabías que para abrir un agujerito hay que ir sacando la tierra y tirándola lejos?.
“-Pero el derecho de ciudad, entonces...
“-Exactamente, ahí estás poniendo el dedo. Acórdate del dictum: Nous ne sommes pas au monde. Y ahora sacale punta, despacito.”
Parte del capítulo 30 de Rayuela
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