domingo, 3 de marzo de 2013

El Padrino Mexicano: ficción política, política-ficción

Perro sí come perro. Se desmiente la máxima original: a saber, que entre perros no se comen. La confabulación para derrocar a Elba Esther Gordillo, líder vitalicia del “Tercer Reich” en el magisterio, llevaba años tramándose con matemática astucia política. La utilizaron para consumar dos de los tres golpes de Estado constitucionales más recientes (o fraudes electorales, en el argot eufemístico); su designación se concretó precisamente en el primero de estos tres procesos comiciales truculentos. Y su ascenso meteórico al poder, con la venia del poder en turno, fue tan vehemente y categórico como su sepultura política, también por capricho del poder en turno. 

En el mundo de los cárteles y los capos de poca o mucha monta, se usa una expresión para referirse al dinamismo en el escalafón piramidal de la delincuencia inconstitucional (nótese que la más nociva es la constitucional): “Los gringos te hacen, los gringos te deshacen”. Extrapolando el antedicho canon a las esferas de la Revolución Institucional, esa añeja estructura pútrida en la que se agrupan todos los partidos políticos, así como las formas visibles e invisibles que dan contenido a la cultura política dominante, podría inaugurarse otro adagio afín al acontecer de la tragicómica política en México: “El PRI te hace, el PRI te deshace”. La compungida Elba Esther no dudaría en asentir. Cabría preguntarse si los panistas, una vez agotada su litúrgica cantaleta transicional, lo habrán entendido al fin. Es altamente probable que sí. Y acaso esto explique la tersa convivencia de la derecha confesional con el peñanietismo en vertiginoso maratón de legitimación. (Tristemente para la sociedad civil, estos golpes de timón en aras de legitimidad no pocas veces se traslapan: con la resaca a cuestas, acuden de la mano la política de guerra de la anterior administración y el demencial uso faccioso de la justicia de un inequívoco neo-salinismo recargado). 

Perfectamente planeada, la destrucción política de la maestra se comenzó a cocinar con más sistematicidad a partir de la exhibición del documental De Panzazo, producción que en realidad nunca aborda el tema de la educación, salvo superficial e incluso deslealmente, descontextualizando el tópico toral, e insistiendo en una perorata denigratoria –no crítica– en relación con la enseñanza. Pero en cambio sí se empeña en mostrar los vicios del sindicato, y en responsabilizar a los maestros –sostenidos por esta estructura sindical– de todas las deficiencias que acusa la educación en México. Estrategia propagandística prototípica de la empresa privada cuando ataca lo público que escasamente sobrevive. 

Como se aprecia, la educación está secuestrada, maniatada; botín que se disputan élites estatales y particulares. Pero el bandidaje dirigido por el Estado es un desatino en tiempos de ‘emprendedurismo’ encolerizado; en el presente, el bandidaje lo dirige la empresa privada, con su marcado desprecio por la enseñanza, y su inagotable apetencia por el lucro. Esta doble coyuntura, por un lado, la legitimación en el poder del vitalicio cártel revolucionario, y por otro, la arremetida contra la educación pública a manos de un poder con filiación empresarial, explica la caída de la que fuera lideresa estacionaria de uno de los sindicatos más numerosos de América Latina, otrora aliada incondicional de los poderes más corruptos en México, y sin cuya participación hubieran sido impracticables los artificios fraudulentos que llevaron al poder a sus actuales verdugos. 

La captura, aprehensión, detención o sepulcro político de Elba Esther, se suma a la mediáticamente aparatosa liberación de Florence Cassez (tan mediáticamente aparatosa como su captura), la celebración del teatral pacto por México, la aprobación a modo de dádiva de la reforma educativa, con su inconfundible tufo privatizador, y para beneplácito de Empresarios Primero, enmascarados tras el falsario título de Mexicanos Primero. Esta secuencia de acciones resueltas, claramente orientadas a la reconcentración del poder, evoca aquella escena del bautizo en el filme de Francis F. Coppola El Padrino, en la que paralelamente se alternan dos líneas narrativas que se contradicen en sus contenidos simbólicos pero que en realidad se complementan en su significación dramática. La escena pomposa del bautizo, es alternada con otra escena que muestra la ejecución sangrienta de los capos rivales. Coppola alguna vez explicó el propósito original de este gangster film: “Hacer una metáfora del capitalismo en América”… 

En México, pelones y copetudos también saben de ficción política y de política gansteril. 

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