jueves, 31 de mayo de 2012

Las contribuciones del #132 a la crítica de la farsa electoral. (1 de 3)

Parece existir un consenso con respecto al estímulo que representa para el proceso electoral en curso el movimiento #132. Algunos destacan el hecho de que l@s estudiantes han puesto en práctica una dinámica inédita en la historia de las campañas mexicanas, que combina los rasgos de un movimiento antisistémico pos ’94, con la posibilidad de producir información alternativa al duopolio por medio de las ciber-redes sociales. Otros simplemente nos tratan de convencer de que el movimiento estudiantil no cambiará nada en las preferencias santificadas por las ‘encuestas’.

El desprecio que manifiestan los adversarios del #132 por sus ataques a Peña Nieto no es otra cosa que el origen del movimiento estudiantil. Tal reacción -después de la desafortunada visita del ‘candidatazo’ a la Universidad Iberoamericana el 11 de mayo- fue el agravio sobre el que se empezó a construir la protesta estudiantil: su protesta por ser tildados de acarreados y porros, de practicar, irónicamente, las viejas prácticas del PRI. A este agravio habría que agregar otros como el calificativo de ‘ninis’, amplificado por la opinión pública, incluso para culparlos de la situación económica y también de la (in) seguridad pública, como si no fuera suficiente estigmatizarlos por no trabajar y no estudiar cuando el país se está cayendo a  pedazos.

El ‘niño verde’ nos hizo el favor de establecer el vínculo de los agravios de políticos, intelectuales, funcionarios y el que se apunte, en contra de la juventud cuando afirma sin tapujos: “Creo que es hora de que estos ‘ninis’ hagan algo por el país. Que hagan algo productivo para ellos. Que se dediquen a trabajar” en clara referencia al #132. Jorge Emilio González se distingue por su cinismo y no extraña a nadie que muestre con tanta elegancia su desprecio por el movimiento estudiantil y su carácter ético.

Porque un rasgo esencial del #132 es precisamente su atención en la ética como revulsivo para enderezar la crítica a la farsa electoral. Un elemento de identidad que ha congregado a los #132 es su acento en los principios, al grado de que elaboraron un código de ética con tres principios básicos: el apartidismo, el pacifismo y el respeto a los espacios públicos. El proponerse hacer política fuera de los partidos -a pesar de la coyuntura electoral o tal vez por eso- es una táctica antisistémica inaugurada por los neozapatistas en Chiapas como columna central de lo que distingo como contrapolítica. La renuncia a la estrategia de los ‘dos pasos’ -típica de la socialdemocracia desde inicios del siglo XX- que establece como canon para la acción política: primero la toma del poder, para después cambiar el mundo, es clave para distinguir la naturaleza y el carácter de un movimiento. El pacifismo me parece un reflejo evidente de la situación de violencia generalizada que se vive en México y del compromiso ético del #132 por la paz. Por último, el no afectar las calles con manifestaciones resulta una muestra del respeto a los espacios públicos en un contexto en que es común la invasión sistemática y la privatización de éstos.

Los que pensamos que el #132 prefigura un movimiento antisistémico con posibilidades de condicionar, que no determinar, la coyuntura electoral y eventualmente enriquecer la cultura de la política, sostenemos también que mas allá de los votos que logre desviar de la fórmula priísta ha redefinido la discusión en plena campaña, poniendo el acento en el poder de los dueños del dinero para manipular elecciones a placer y salirse con la suya, particularmente de las televisoras. Asimismo queda claro que la juventud universitaria, frente al hartazgo del espectáculo electoral, se han propuesto participar en él pero de manera activa, creativa y crítica. Y eso me parece una contribución muy alentadora.

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