lunes, 30 de enero de 2012

Buen ciudadano

En los tiempos que corren, el concepto de “ciudadano” tiene una connotación que difiere hondamente con las significaciones que otrora se le concedieron. Aunque en sentido estricto “ciudadanía” no es más que uno de los múltiples términos-refritos reintroducidos diligentemente en el habla pequeñoburguesa en el estadio temprano de la segunda pos-guerra, básicamente para establecer una diferencia entre la persona “civilizada” y el bárbaro moderno (no el prole, sino el inculto socialmente marginal), cabe observar que lo que inicialmente concibieron griegos, y en la posteridad los franceses, respecto al significado del “ser” ciudadano, y lo que ahora se entiende en un sentido muerto y vacuo como “tener” ciudadanía, o en su defecto, actuar como un “buen” ciudadano (nótese la aparición del adjetivo que le antecede), existe una brecha insuperable. Ser ciudadano significaba abandonar ese estado de individualidad ególatra, tan ampliamente preconizado en la actualidad, y entregarse a un fin existencial trascendente, entiéndase, colectivo, comunitario. En la era del resplandor helénico, el ciudadano era la persona humana realizada en el “otro”: justicia, libertad, confraternidad, se cristalizaban no en el ensimismamiento de la persona, sino en la relación con los demás. Hoy, el (buen) ciudadano, tristemente para el defensor teórico de la causa, es normalmente el bufón que se agazapa tras argumentos necios, rudimentarios, evidentemente plagiados, para objetar toda apreciación divergente, políticamente incorrecta. Para el buen ciudadano, todo aquel que difiere con los presupuestos dominantes es merecedor de implacables injurias que ridículamente eleva al rango de verdades sempiternas.

Adviértase que el requisito primario para la “ciudadanización” de la persona es, sencillamente, llegar a la mayoría de edad, que casi como convención internacional se alcanza a los 18 años. A esta edad adquiere uno el derecho a votar y ser votado, esto es, a seleccionar representantes o a acceder a un cargo público. Empero, lo más significativo en la conquista del título ciudadano no es precisamente el eventual encuentro con el “otro” o la obtención de prerrogativas y responsabilidades o el involucramiento de lleno en los asuntos públicos, sino la conquista del derecho inalienable a renunciar a los sueños, a convertirse en una suerte de apologista del la ley y el orden, a delegar las congénitas facultades personales (pensar, decidir, actuar) a un puñado de “buenos ciudadanos” para que hagan lo que mejor convengan, pos’ ora sí como quien dice, para el bien de la ciudadanía.

Precisamente allá donde pululan los buenos ciudadanos, a saber, Estados Unidos, un ilustrísimo escritor, aunque deplorable ciudadano, escribió: “At the age of 25 most people were finished. A whole goddamned nation of assholes driving automobiles, eating, having babies, doing everything in the worst way possible, like voting for the presidential candidate who reminded them most of themselves” –Charles Bukowski. (“A la edad de 25 la mayoría de la gente estaba acabada. Toda una maldita nación de cretinos conduciendo automóviles, comiendo, teniendo bebes, haciendo todo en la peor forma posible, como votar por el candidato presidencial que les recordaba más a ellos mismos”).

Vívido retrato del buen ciudadano. En efecto, por buen ciudadano entiéndase un ser humano de carne y hueso con un potencial creativo inagotable que desciende a la condición de autómata: un ser intelectual, emocional y sensorialmente castrado.

Acertó Porfirio Muñoz Ledo al acusar a los políticos mexicanos de eunucos. Bien pudo haberles lanzado el calificativo zahiriente de “buenos ciudadanos”.

¿Cuántos buenos ciudadanos votaran, en los próximos comicios, “por el candidato presidencial que les recuerda más a ellos mismos”?

Recordando a Howard Zinn

Noam Chomsky
Rebelión

Nota del editor: Hoy, 27 de enero, es el segundo aniversario de la muerte de Howard Zinn. Activo participante en el movimiento en favor de los derechos civiles, fue despedido en 1963 de su puesto como profesor titular en el Spelman College de Atlanta después de ponerse de lado de los estudiantes negros en su lucha en contra de la segregación. En 1967 escribió el primer y más influyente de los libros que pedía acabar con la guerra de Vietnam. Veterano de las fuerzas aéreas estadounidenses, editó The Pentagon Papers, filtrado desde dentro de esta organización por Daniel Ellsberg y más tarde fue considerado por el FBI un “riego extremo para la seguridad”.

Su éxito de ventas, La otra historia de Estados Unidos*, generó un nuevo campo de estudio histórico: las historias de las personas. Este enfoque contrarrestaba el examen triunfalista tradicional de la “historia escrita por los vencedores” y se concentraba en cambio en las personas pobres y aparentemente sin poder, aquellas que resistieron a la hegemonía imperialista, cultural y corporativa. Zinn fue un activista social, escritor e historiador laureado con varios premios, por consiguiente, ¿quién mejor para compartir su recuerdo que su buen amigo e intelectual de enorme talla como él, Noam Chomsky?

Cambridge, Mass – No me resulta fácil escribir sobre Howard Zinn, el gran activista e historiador estadounidense. Fue un amigo muy cercano durante 45 años. Nuestras familias también fueron muy cercanas. Su mujer Roz, que había muerto de cáncer no mucho antes, fue una persona maravillosa y una gran amiga. También resulta sombrío darse cuenta de que toda una generación parece estar desapareciendo, incluyendo varios viejos amigos: Edward Said, Eqbal Ahmed y otros, que fueron no solo perspicaces y productivos estudiosos sino también militantes entregados y valientes, siempre dispuestos cuando se les necesitaba, lo que era constante. Una combinación que es esencial si se espera una supervivencia decente.

Las notables vida y obra de Howard se resumen mejor en sus propias palabras. Explicaba que su preocupación fundamental era “las innumerables pequeñas acciones de personas desconocidas” que están en el origen de “aquellos grandes momentos” que entran en el registro histórico, un registro que será profundamente engañoso y carecerá gravemente de poder si se le separa de estas raíces mientras pasa por los filtros de la doctrina y el dogma. Su vida siempre estuvo estrechamente entrelazada con sus escritos y con innumerables charlas y entrevistas. Estaba entregado desinteresadamente a otorgar poder a las personas desconocidas que provocaron grandes momentos. Esto era cierto cuando era un trabajador industrial y activista obrero, y desde los días, hace 50 años, en que era profesor del Spelman College en Atlanta, Georgia, un facultad negra que en gran parte estaba abierto a la pequeña elite blanca.

Cuando enseñaba en Spelman, Howard apoyó a los alumnos y alumnas que estaba a la vanguardia del movimiento en favor de los derechos civiles en sus primeros y más peligrosos días, muchos de los cuales llegaron a ser muy conocidos años después (Alice Walker, Julian Bond y otros) y que le querían y veneraban, como le ocurría a cualquier persona que le conociera bien. Y, como siempre, no se limitó a apoyarlos, lo cual ya era bastante raro, sino que también participó directamente con ellos y ellas en las campañas más arriesgadas, que no eran fáciles de emprender en aquella época, antes de que hubiera ningún movimiento popular organizado y ante la hostilidad del gobierno durante varios años. Finalmente, se inflamó el apoyo popular, en gran parte gracias a las valientes acciones de los jóvenes que hacían sentadas ante los mostradores de lugares donde se servían comidas, conducían autobuses de la libertad, organizaban manifestaciones, se enfrentaban al amargo racismo y a la brutalidad, y a veces a la muerte**.

Para principios de la década de 1960 estaba tomando forma un movimiento popular de masas, con Martin Luther King en un papel de dirigente, y el gobierno tuvo que responder. Como recompensa a su valor y honestidad, Howard fue expulsado inmediatamente del college en el que enseñaba. Unos pocos años más tarde escribió de forma regular en el Comité de Coordinación de los Estudiantes No Violentos SNCC (por sus siglas en inglés), la principal organización de aquellas “personas desconocidas” cuyas “innumerables pequeñas acciones” desempeñaron un papel tan importante en la creación de la corriente de opinión que permitió a Martin Luther King ganar una influencia significativa (como estoy seguro que él habría sido el primero en decir) y llevar al país a cumplir las enmiendas constitucionales de un siglo antes que teóricamente concedían derechos civiles elementales a los antiguos esclavos; al menos hacerlo parcialmente, pues no hay ni que insistir en que queda mucho camino por hacer.

Una influencia civilizadora

En el ámbito personal, llegué a conocer bien a Howard cuando fuimos juntos a una manifestación en favor de los derechos civiles en Jackson Mississippi (creo que) en 1964, que incluso en una fecha tan tardía fue una escena de un violento antagonismo público, de brutalidad policial e indiferencia, o incluso cooperación, con las fuerzas de seguridad por parte de las autoridades federales, a veces de un modo un tanto chocante.

Después de ser expulsado del college de Atlanta en el que enseñaba, Howard vino a Boston y pasó el resto de su carrera académica en la universidad de Boston, donde fue, estoy seguro, el miembro del campus universitario más admirado y querido, y el blanco de un amargo antagonismo y de una crueldad mezquina por parte de la administración. Sin embargo, en los últimos años, después de su jubilación, obtuvo el honor y el respeto públicos, que siempre habían sido abrumadores entre los alumnos, el personal de la universidad, gran parte de la facultad y la comunidad en general. Mientras estuvo ahí, Howard escribió los libros que le dieron una bien merecida fama. Su libro Logic of Withdrawal, de 1967, fue el primero que expresó clara y firmemente lo que muchos apenas empezaban a contemplar: que Estados Unidos no tenía derecho siquiera a pedir un acuerdo negociado en Vietnam, lo que dejaría a Watshington con el poder y un control sustancial del país que había invadido y que para entonces ya había destruido en gran parte.

En vez de ello Estados Unidos tenía que hacer lo que todo agresor debería hacer, retirarse y permitir que en cierto modo la población reconstruyera como pudiera a partir de las ruina y si fuera posible llegar a un mínimo de honestidad, pagar unas reparaciones masivas por los crímenes que habían cometido los ejércitos invasores, unos vastos crímenes en este caso. El libro tuvo una enorme influencia entre el público aunque a día de hoy los círculos cultivados apenas pueden comprender siquiera su mensaje, lo que indica el trabajo tan necesario que tenemos ante nosotros.

Es muy significativo que entre el público general de la época del final de la guerra, un 70% considerara la guerra “fundamentalmente equivocada e inmoral”, no un “error”, lo cual es una cifra notable considerando el hecho de que apenas se podía expresar una insinuación de este pensamiento en la opinión dominante. Los escritos de Howard (y, como siempre, su destacada presencia en protestas y en la resistencia directa) fueron un factor fundamental en la educación de gran parte del país.

En aquellos mismos años Howard también se convirtió en uno de los más destacados partidarios del movimiento de resistencia que se estaba desarrollando. Fue uno de los primeros signatarios del Llamamiento a Resistir a la Autoridad Ilegítima (Call to Resist Illegitimate Authority) y estuvo tan cercano de las actividades de [la organización] Resistir que fue prácticamente uno de los organizadores. También participó enseguida en las acciones de asilo que tuvieron un notable impacto para impulsar la protesta en contra de la guerra. Howard siempre estaba ahí donde se le necesitara (charlas, participación en desobediencia civil, apoyo a personas resistentes, dar testimonio en juicios).

“La historia desde abajo”

Aún más influyente a largo plazo que los escritos y acciones de Howard en contra de la guerra fue su imperecedera obra de arte, La otra historia de Estados Unidos, un libro que literalmente cambió la conciencia de una generación. En ella desarrolló con cuidado, lucidez y de forma exhaustiva su mensaje fundamental acerca del papel crucial de personas que siguen siendo desconocidas en llevar adelante la interminable lucha por la paz y la justicia, y acerca de las víctimas del sistema de poder que crea su propia versión de la historia y trata de imponerla. Posteriormente, sus “Voces” de la Historia del Pueblo, ahora una aclamada producción teatral y de televisión, ha llevado a muchas personas la palabras reales de aquellas personas olvidadas o ignoradas que desempeñaron un papel tan valioso en crear un mundo mejor.

El logro único de Howard en sacar las acciones y voces de personas desconocidas de las profundidades a las que habían sido confinadas mayoritariamente ha generado una enorme investigación histórica que sigue un camino similar, centrada en periodos críticos de la historia de Estados Unidos y que se vuelve también a otros países, lo que es muy bienvenido. No es algo completamente novedoso (anteriormente hubo investigaciones eruditas sobre temas particulares) pero no son en absoluto comparables a la amplia e incisiva evocación que hace Howard de la “historia desde abajo”, que compensa las omisiones críticas en cómo se ha interpretado y transmitido la historia de Estados Unidos.

El entregado activismo de Howard siguió, literalmente sin descanso, hasta el mismo final, incluso en sus últimos años, cuando padecía graves dolencias y una pérdida personal (aunque a duras penas se supiera cuando uno se encontraba con él o lo veía hablar incansable ante audiencias cautivadas por todo el país). Ahí donde había una lucha por la paz y la justicia, Howard estaba ahí, en primera línea, inagotable en su entusiasmo e inspirador en su integridad, compromiso, elocuencia y decencia pura. Resulta difícil calcular cuántas vidas de personas jóvenes y en qué grado se vieron afectadas por sus logros, tanto en su trabajo como en su vida.

Hay lugares en los que la vida y obra de Howard tuvieron una resonancia especial. Uno de ellos, que debería ser mucho más conocido, es Turquía. No conozco otro país en el que destacados escritores, artistas, periodistas, académicos y otros intelectuales hayan reunido un récord tan impresionante de valor e integridad en condenar crímenes de Estado e ir más allá para emprender la desobediencia civil para acabar con la opresión y la violencia, haciendo frente a una fuerte represión y a veces padeciéndola, para volver enseguida a la tarea.

Es un récord honroso, único que yo sepa, un récord del que el país debería estar orgulloso. Y uno que debería ser un modelo para otros, del mismo modo que la vida y obra de Howard Zinn son un modelo inolvidable, que con toda seguridad deja una huella permanente en la forma de enternder la historia y en cómo se debería vivir una vida decente y honorable.

* A People's History of the United States
, traducción al castellano de Toni Strubel, La otra historia de Estados Unidos, Hondarribia, Hiru, 2005, edición revisada y corregida por el autor.

** Howard Zinn habla de estos años y estas luchas en su libro Nadie es neutral en un tren en marcha, Hondarribia, Hiru, 2001

viernes, 20 de enero de 2012

XXX

Existen dos tácticas altamente eficaces de las que se vale en ocasiones el escribidor para captar la atención del leedor, lo suficiente como para que se decida culminar la lectura de un artículo o columna. En seguida revelaré los detalles. (No se trata de un acertijo, o de un abuso a la paciencia del lector cuando toma tres minutos de su tiempo para concederlos a las “pavadas” de quien esto escribe). Empero, permítaseme antes repasar un asunto que concierne a la condición del leedor posmoderno.

Cabe observar que el periodismo vive una fase de cambios vertiginosos. El Internet ha dislocado los pilares vertebrales de la producción y distribución de noticias. Es cierto que el financiamiento aún constituye un aspecto cardinal para el ejercicio de la actividad informativa. Y que este condicionamiento aún influye decisivamente en la línea editorial de un rotativo. Pero este semillero de información (la prensa tradicional) ha perdido su estatus monopólico. Tanto los métodos para la obtención de información como el vehículo para su eventual publicación se han transformado sustancialmente. Sabemos que a través de blogs, portales y redes sociales cibernéticas se puede comunicar cualquier eventualidad, ahorrando costos de impresión y tiempo en lo que respecta a la divulgación. Todo al alcance de un clic. Sin embargo, hay un detalle que no debe escapar al ojo crítico: esta inusitada proliferación-expansión de la comunicación cibernética no presupone, de ningún modo, un progreso real en la calidad de la noticia y/o la información. El abaratamiento de los costos de producción de noticias también ha propiciado el desarrollo de la “opiniomanía” (comentarios u opinión con ínfulas informativas –escribidor posmoderno) y potenciado la curiosidad ávida de mitote y/o “quick facts” (datos al vapor –leedor posmoderno). La figura del “curioso”, aunque no inédita, se ha multiplicado absurdamente. E. Fromm expone el peligro de este infortunado rasgo del cibernauta-leedor ordinario: “El curioso es básicamente pasivo. Quiere que lo nutran de conocimientos y sensaciones, pero jamás puede tener bastante, puesto que la cantidad de la información está sustituyendo a la profunda cualidad del conocimiento”.

Si bien nadie puede objetar las benevolencias de la revolución tecnológica, es importante destacar este aspecto nocivo del naciente monstruo cibernético-digital. Las actitudes antes referidas no son nuevas. Lo que es nuevo es la agilización y el volumen de medios a la mano para fomentar este analfabetismo posmoderno en el que la principal dolencia es la incapacidad para discrepar, criticar o discernir. Así, en un mismo “muro” de actualizaciones, un usuario-leedor puede “informarse” casi simultáneamente sobre el cuadro crónico de flatulencias de un amigo o la truculenta reunión de Calderón con el director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en ingles –el gran cártel multinacional de la droga); o sobre la optimistas cifras de economistas-portavoces del poder o la muerte de indígenas tarahumara a causa de la escasez de alimentos y agua; o sobre el lanzamiento de una cosmopolita prenda veraniega o el hallazgo de fosas comunes donde yacen los muertos del boyante negocio de la droga. Una superred de información donde la no-censura es la forma más efectiva de extraviar al leedor y censurar lo valioso.

En fin, en lo que respecta a las dos tácticas para atrapar la atención, la primera consiste en dejar en suspenso al leedor y revelar el ardid en el último párrafo. Y la segunda, elegir un título que despierte la curiosidad del virtual leedor, aun cuando no tenga relación con el texto. Para beneplácito del leedor morboso, y en relación con las tres “X” del título, infórmoles a los amantes del cine “porno” que una ley obligará a los “pornstars” a utilizar condón durante los rodajes, situación que tal vez desanimará a sus fans. Ni modo.

jueves, 19 de enero de 2012

Congresos sin mayorías y derechos humanos en Oaxaca

Cuando se apoya la idea de que en México los congresos plurales, sin mayorías aplastantes, ‘divididos’ dirían algunos, son más productivos en contraste con los controlados por un solo partido o por el ejecutivo, no sólo se alude al hecho de que los congresos están para legislar sino también para conformar un espacio de representación plural, una caja de resonancia de las voces de la diversidad política, cuando menos. Para demostrar la hipótesis habría que comparar legislaturas con mayorías o sin ellas y analizar la cantidad de decretos y leyes promulgados pero también tomar en cuenta su conformación y su relación con el ejecutivo estatal.

La relación con el ejecutivo estatal aparece como un elemento de enorme importancia pues si éste controla al congreso, automáticamente se convierte en El legislador, inhibiendo el trabajo legislativo tanto en su productividad como en el objetivo de expresar la diversidad política. La que se expresa a través de decretos y leyes es la del gobernador del estado y su partido. El sentido común nos diría que esto sucede como consecuencia de un voto ciudadano que cree que las mayorías son más eficaces para gobernar y desconfía de los gobiernos divididos, de la diversidad.

En el México del siglo XXI es cada vez más común encontrarnos con legislaturas sin mayorías absolutas que confirman la idea inicial. Es el caso de la LXI Legislatura del estado de Oaxaca que está compuesta por tres partidos que comparten el poder: el PRI con 16, el PAN con 11 y el PRD-PT-Movimiento Ciudadano con 14. El ejecutivo local llegó al poder con la alianza entre el PAN y el PRD y tal vez por ello resulta difícil pensar que tenga un control absoluto sobre fuerzas tan disímbolas. A reserva de que la LXI Legislatura de Oaxaca termine para evaluarla con mayor detenimiento, el hecho de que esté ‘dividida’ ofrece un buen ejemplo para observarla como un espacio de pluralidad.

En este sentido, el pasado 13 de enero el Congreso de Oaxaca aprobó la Ley de la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO) que resulta ser la primera después de las reformas constitucionales en materia de DDHH recientes. De acuerdo con información periodística, “… la nueva Ley garantiza la ciudadanización de la Defensoría, toda vez que otorga facultades al Consejo Consultivo Ciudadano para ser un contrapeso real en el ejercicio de las funciones de quien encabece la institución y facultad a la misma para promover acciones de inconstitucionalidad contra leyes o disposiciones que contravengan los derechos humanos.” (http://www.noticiasnet.mx)

En fecha próxima se convocará a un proceso abierto y público para la designación del titular de la Defensoría la cual tendrá autonomía pero también contrapesos ya que no se manda sola. En estos tiempos caracterizados por la militarización sin freno de nuestras vidas y la impunidad creciente una demanda generalizada de la población es el respeto a los derechos. En la pugna por el mantenimiento de beneficios y privilegios algunos gobiernos estatales, no se diga el federal, se han dado a la tarea de legislar sin rubores para retroceder en materia de derechos humanos, por lo que resulta fundamental que la ciudadanía cuente con mecanismos e instituciones que le permitan contener las leyes reaccionarias e inconstitucionales.

Sin lanzar las campanas al vuelo con respecto al impacto de la ley de la Defensoría en la realidad es necesario apuntar que los congresos plurales parecen más abiertos a las demandas ciudadanas que los controlados por un partido. Habrá que pensar en eso cuando estemos en las urnas.

martes, 17 de enero de 2012

2012

Difícil no pensar en el año que empieza con cierto pesimismo y reservas respecto a lo que nos depara el futuro inmediato. Haciendo a un lado predicciones sobre el fin del mundo, la realidad es que, con mayas o sin ellos, hacemos un trabajo bastante decente cuando de destruirlo se trata.

No es ningún secreto que los últimos años han sido particularmente complicados: la tragedia es el pan de todos los días. Crisis económica, política, ambiental, de seguridad y un largo etcétera. Ninguna de las cuáles es nueva, más sus expresiones recientes ponen de manifiesto la insostenibilidad del sistema.

Un modelo económico que lleva países enteros al borde de la quiebra, mientras que los organismos internacionales y potencias nacionales siguen llevando a cabo las mismas prácticas que nos trajeron hasta este punto, sin olvidar el bendito sistema financiero en el que un puñado de individuos se enriquecen inmensurablemente traficando legalmente con dinero y mercancías, haciendo de la deuda y el crédito el motor de un sistema destinado al fracaso.

Un modelo de representación política extendido por la mayor parte del mundo (gracias en buena parte a cruzadas “democráticas” a punta de cañón) que ha hecho evidente que su objetivo no es responder a las necesidades inmediatas de la población, sino a las de grandes corporaciones internacionales (legales o ilegales), organismos de control financiero y potencias extranjeras, así sea necesario el uso de la fuerza para garantizar el libre movimiento del capital.

Los diversos movimientos sociales surgidos en los últimos años han demostrado la divergencia total que existe entre los gobiernos y sus poblaciones. Sean de carácter violento como en el norte de África y en Oriente medio, o de modos más pacíficos, como el caso de los ocupas e indignados, la realidad es la misma: nuevas formas de organización como sociedad son necesarias si de cambiar el mundo se trata. La respuesta ante estos movimientos ha sido alentadora en cierto sentido: cada vez es más el número de individuos que toman conciencia de su papel como sociedad, de que no es posible seguir sentado con los brazos cruzados esperando que desde las altas esferas del poder cambien las cosas para bien.

Hablando de ello, este año será de elecciones para nuestro país: el circo más caro del mundo vuelve a México. El primer semestre del año se irá entre promesas falsas, escándalos estúpidos que harán correr ríos de tinta hasta dejarlo a usted harto y una cantidad impresionante de basura (propaganda, perdón) en las calles. Después de junio, gane quien gane en ese jueguito, la fiebre electorera dará paso a más de lo mismo: la continua reproducción de los mismos patrones de conducta por parte del gobierno que garanticen el enriquecimiento de unos cuantos en detrimento de todos los demás, aplicando la ley a discreción, dependiendo de quienes poseen en sus bolsillos el poder real para tomar decisiones, aprobando leyes a modo para que los dueños de este país estén contentos, etcétera.

Ningún candidato ha hecho manifiesta su firme intención de poner fin a la matanza comenzada en este país hace casi 6 años. La respuesta a una guerra ya insostenible (por su limitada eficacia y el aumento constante de “daños colaterales”) tiene que venir por parte de la sociedad civil.

En fin, la respuesta a los problemas por los que atraviesa el país (y el mundo entero), definitivamente no pasa por ir a votar para que gane uno o pierda otro. Al contrario, parte de la solución radica en darnos cuenta que la intrascendencia de quien ocupa la silla presidencial raya en lo ridículo, cuando sigue respondiendo a las mismas presiones que gobiernos anteriores.

Demos por sentado que la parasitaria clase política se repartirá el botín democrático, ese del que ni usted ni yo veremos parte jamás, y entendamos que la democracia como se entiende es parte del problema: sirve solo para darle de comer (bastante bien) a un puñado de individuos y dar una ilusión de cambio para que lo verdaderamente importante se mantenga igual.

La verdadera participación política comienza por la toma de conciencia: conciencia de pertenencia a una comunidad, de que los problemas no se resuelven votando por tal o cual candidato, de que hay ciertos hábitos (de consumo, de convivencia) que deben modificarse en el terreno personal para a partir de ello construir, cuando menos, una sociedad más humana.

sábado, 14 de enero de 2012

La guerra que no es guerra

Desde el 2006 –o quizá con anterioridad a esta fecha– el gobierno federal ha intentado por todos los medios persuadir a la sociedad mexicana sobre la plausibilidad de una guerra –con sus respectivos frentes, trincheras, enemigos, muertes y heroicismos– contra un “mal” de características esencialistas, que no emerge de procesos cognoscibles, esto es, que es malo per se, que su maldad corresponde a una naturaleza concedida por gracia de un demonio superior (que, por cierto, supera en rating a todos los leviatanes que le precedieron). Este naciente “mal” comparte un elemento común con otros demonios: no se precisa involucrar a la sociedad para conocerle, abordarle –que sería un primer paso efectivo en la erradicación de este “mal”–: la supresión de este agente malvado se consigue sólo valiéndose de métodos discrecionales. Desde la perspectiva de la autoridad es un “mal” inflexible, irracional, irreformable. Lo que sí es posible alterar es la percepción de la sociedad en relación con éste. Precisamente allí se introducen las tácticas de manipulación que tan buenos resultados ha dado al gobierno en turno.

Con la llegada al poder de Acción Nacional, las concesiones políticas al clero aumentaron significativamente. La aparición de las autoridades eclesiásticas en medios de comunicación ha venido a la alza. Sus opiniones desempeñan un papel central en la actual coyuntura. No es fortuito que más de un funcionario público haya visitado la sede del Papado con fines apreciablemente mediáticos, acompañados de las televisoras de mayor envergadura nacional. (Destaca el memorable encuentro de la “gaviota santa” con el “espíritu santo”). La visita a México de Ratzinger –otrora cuate íntimo del difunto Marcial Maciel– forma parte de este creciente involucramiento de la iglesia católica en la vida pública del país: el objeto es bendecir una guerra que no es guerra, y afianzar, legitimar, a los operadores institucionales de la misma. No son gratuitas las referencias bíblicas en las alocuciones de la clase dirigente: ésta se asume delegada de Dios, y por tanto enemiga de la maldad. Ratzinger no viene a México con un mensaje de esperanza; más bien, al contrario, con una exhortación, si bien furtiva, a la pasividad, repitiendo la misma fórmula de la conquista: fe espuria, pueblo sumiso.

Esta pasividad prospera, en parte, como resultado de la fábula de la futuridad. Con parentescos discursivos acentuadamente religiosos, los heraldos calderonistas anuncian que la seguridad y el bienestar se alcanzarán en el futuro. Hoy se mata “mexicanos malos”, para que mañana únicamente permanezcan “mexicanos buenos”. La añeja promesa de un futuro mejor. (“Estamos sembrando la semilla de un futuro de oportunidades para todas las familias de nuestro país” –Alejandro Poiré). O más aún, el rancio mito religioso del Futuro: si el “bien” no ha de realizarse en esta vida, se espera que ocurra en el trasmundo.

Nótese que el propósito es uno sólo: fomentar la conformidad, condescendencia e inacción de la sociedad.

La actual guerra que no es guerra se nutre de un doble mito, temporal e ideológico: temporal, cuando justifica el presente terror en nombre de un futuro feliz: los muertos del hoy en función de los vivos del mañana; e ideológico, cuando asume que el adversario –el narco– no tiene existencia más allá del mal: es sólo un objetivo a eliminar.

Dirigiendo la atención de la sociedad al futuro y no al “ahora mismo”, promoviendo el retrato, insistentemente ficticio, parcialmente verídico, de un “mal” acotado –chivo expiatorio–, la clase dirigente difiere cualquier sanción político-legal a su corruptivo proceder y esconde eficazmente sus prácticas delictivas.

miércoles, 11 de enero de 2012

¿Para qué un año más para los gobiernos municipales en Veracruz?


La reciente reforma al párrafo primero del artículo 70 de la constitución política del estado de Veracruz, que amplía a cuatro años el periodo de funciones de los presidentes municipales a partir de 2014, es una muestra más de la decadencia y del cinismo de la clase política en el estado. En los próximos 12 años habrá elecciones en nueve con lo que crecerá el gasto de los órganos electorales -tanto del IEV como de los tribunales locales- pero además elevará el conflicto político y provocará que nuestros gobernantes y la ciudadanía estén en campaña permanente. (excepto el 2014, 2020 y 2022) Por lo que toca al gasto, es imposible negar que aumentará ya que será necesario poner en operación a los órganos electorales locales y además proporcionar recursos a los partidos políticos para enfrentar los periodos de campaña. Seguramente los dueños de los medios de comunicación locales se frotan las manos al calcular los enormes recursos que llegarán a sus manos por concepto de propaganda política. Al mismo tiempo, el gasto del gobierno del estado y de los municipios sufrirán las consecuencias pues, como ya es una costumbre, ‘invertirán´’ en las campañas para fortalecer su posición política.

El conflicto político también crecerá ya que las elecciones municipales provocan enfrentamientos y rupturas entre la clase política y sus patrones, -las oligarquías locales encabezadas por empresarios y caciques- lo que aunado al clima de violencia que vivimos nos ponen frente a un escenario nada alentador. Será una oportunidad inmejorable para que el narcotráfico intervenga y se haga más fuerte apoyando a sus candidatos y además lavando dinero sin trabas.

Un elemento interesante que acarreará la reforma será que la dinámica electoral mantendrá a la población concentrada en los dimes y diretes de los aspirantes mientras que a los gobernantes les permitirá ocultar sus tropelías y corruptelas ya que los medios de comunicación le darán preferencia a las campañas. En este sentido la ciudadanía veracruzana tendrá que vivir en un clima de campaña electoral permanente lo que entorpecerá la discusión de los problemas relevantes para los municipios y sus comunidades. La política como espectáculo cobrará más fuerza, aumentando su desprestigio entre la ciudadanía.

El argumento esgrimido por los diputados que aprobaron la reforma se basan en la peregrina idea de que dándole más tiempo a las administraciones municipales redundará en mayores obras y mejores programas para los municipios pero el verdadero argumento es más simple: se trata de fortalecer al grupo en el poder en el corto plazo, garantizando la continuidad en el plano local y evitando que los procesos electorales concurrentes influyan en las elecciones para presidentes municipales. La reforma no está pensada para el largo plazo sino para el corto, que es el único plazo que les interesa a los políticos. Lo que pase fuera de su periodo no es asunto de ellos.

Y lo que pasará también es muy simple: mayor presión para el presupuesto estatal y local lo que se reflejará en el aumento de la deuda pública, de por sí ya fuera de control, por más que lo niegue el titular de Sefiplan; mayor intervención de los grupos de la delincuencia organizada en la política y aumento en los niveles de conflicto como consecuencia de las ‘guerras’ políticas que caracterizan este tipo de coyunturas. La reforma fue hecha para la clase política y la defensa de sus intereses a corto plazo, aunque nos traten de convencer con su cinismo habitual de lo contrario.

2012 - 2015 - 2018 - 2021 2024: diputados federales y presidente de la republica

2013 - 2016 - 2019 - 2021: diputados locales

2013 - 2017 - 2021: alcaldes

sábado, 7 de enero de 2012

La izquierda mundial después de 2011

Immanuel Wallerstein
http://www.jornada.unam.mx/2012/01/07/opinion/020a1mun

Bajo cualquier parámetro con que se mida, 2011 fue un buen año para la izquierda en el mundo –no importa lo amplio o estricto que se defina la izquierda mundial. La razón básica fueron las condiciones económicas negativas que sufrió casi todo el mundo. El desempleo era alto y creció aún más. Casi todos los gobiernos tuvieron que enfrentarse a elevados niveles de deuda con ingresos reducidos. Su respuesta fue tratar de imponer medidas de austeridad a sus poblaciones mientras que intentaban proteger a sus bancos al mismo tiempo.

El resultado fue un revuelta por todo el mundo que los movimientos que conformaron Ocupa Wall Street (OWS) llamaron el 99 por ciento. La revuelta ocurrió en contra de la excesiva polarización de la riqueza, contra los gobiernos corruptos, y contra la naturaleza esencialmente antidemocrática de estos gobiernos –sea que contaran o no con un sistema multipartidista.

No es que los OWS, la Primavera Árabe o los indignados consiguieran todo lo que esperaban. El hecho es que lograron cambiar el discurso mundial, y lo alejaron de los mantras ideológicos del neoliberalismo acercándolo a temas como la inequidad, la injusticia y la descolonización. Por primera vez en un largo tiempo, la gente común discutía la naturaleza misma del sistema en que vivían; ya no se les podía dar por hecho.

Para la izquierda mundial la cuestión ahora es si puede avanzar y traducir este éxito discursivo inicial en una transformación política. El problema puede plantearse de un modo muy simple. Aun si en términos económicos existe una brecha clara y creciente entre un muy pequeño grupo (uno por ciento) y un grupo muy grande (99 por ciento), esto no significa que así ocurra la división política. A escala mundial, las fuerzas de centroderecha siguen representando a algo así como la mitad de las poblaciones del mundo, o por lo menos a aquéllos que son activos en lo político de alguna manera.

Por lo tanto, para transformar el mundo, la izquierda mundial necesitará un grado de unidad política que todavía no tiene. De hecho, existen profundos desacuerdos en torno a los objetivos de largo plazo y las tácticas de corto plazo. No es que estos puntos no se debatan, por el contrario, están en debate candente, y hay pocos progresos en cuanto a remontar las divisiones.

Estas divisiones no son nuevas. Eso no las hace más fáciles de resolver. Hay dos que son importantes. La primera tiene que ver con las elecciones. No hay dos, sino tres posiciones con respecto a las elecciones. Hay un grupo que sospecha profundamente de las elecciones, y argumenta que participar en ellas no es sólo ineficaz en lo político sino que refuerza la legitimidad del sistema-mundo existente.

Los otros piensan que es crucial tomar parte en el proceso electoral. Pero este grupo se divide en dos. Por un lado, quienes argumentan que son pragmáticos. Quieren trabajar desde dentro –desde el partido principal de centroizquierda cuando funcione un sistema multipartidista, o dentro del partido único de facto, cuando la alternancia parlamentaria no esté permitida.

Y por supuesto hay quienes denuncian esta política de escoger el mal menor. Insisten que no hay una diferencia significativa entre los principales partidos alternativos y respaldan la idea de algún partido que genuinamente sea de izquierda.

Todos estamos familiarizados con este debate y hemos escuchado los argumentos una y otra vez. Sin embargo, es claro, por lo menos para mí, que si no hay cierto acercamiento entre los tres grupos en lo que respecta a las tácticas electorales, la izquierda mundial no tiene mucha oportunidad de prevalecer ni en el corto ni en el largo plazo.

Creo que hay un modo de reconciliación. Implica distinguir entre las tácticas de corto plazo y la estrategia de más largo plazo. Concuerdo mucho con quienes argumentan que obtener el poder del Estado es irrelevante para (y posiblemente hace peligrar la posibilidad de) una transformación de más largo plazo del sistema-mundo. Como estrategia de transformación, se ha probado muchas veces y ha fallado.

Esto no significa que esa participación electoral en el corto plazo sea una pérdida de tiempo. El hecho es que una gran parte del 99 por ciento está sufriendo agudamente en el corto plazo. Y es este sufrimiento de corto plazo su principal preocupación. Están intentando sobrevivir, y ayudar a sus familias y amigos a sobrevivir. Si pensamos en los gobiernos no como agentes potenciales de transformación social sino como estructuras que pueden afectar el sufrimiento de corto plazo mediante sus decisiones en torno a políticas públicas, entonces la izquierda mundial está obligada a hacer lo posible por conseguir decisiones de los gobiernos que minimicen las penurias.

Trabajar por minimizar las penurias requiere de la participación electoral. ¿Y qué pasa con el debate entre quienes proponen el mal menor y quienes proponen respaldar a genuinos partidos de izquierda? Ésta se vuelve una decisión de táctica local, que varía enormemente de acuerdo a varios factores: el tamaño del país, la estructura política formal, la demografía, la localización geopolítica, la historia política. No hay una respuesta estándar, ni pueda haberla. Ni tampoco la respuesta de 2012 va a ser válida para 2014 o 2016. Para mí, por lo menos, no es un debate de principios sino una situación táctica que evoluciona en cada país.

El segundo debate básico que consume a la izquierda mundial es la que existe entre lo que yo le llamo desarrollismo y lo que podría llamarse la prioridad de un cambio civilizatorio. Podemos observar este debate en muchas partes del mundo. Uno lo ve en América Latina en los debates en curso, impulsados con bastante enojo entre los gobiernos de izquierda y los movimientos de pueblos indígenas –por ejemplo en Bolivia, Ecuador o Venezuela. Uno lo ve en América del Norte y en Europa en los debates entre los ambientalistas/verdes y los sindicatos que le dan prioridad a retener y expandir el empleo disponible.

Por un lado, la opción desarrollista, sea que la pongan en marcha los gobiernos de izquierda o los sindicatos, es aquélla de que sin crecimiento económico no hay modo de rectificar los desequilibrios económicos del mundo actual, sea que hablemos de la polarización al interior de los países o de la polarización entre naciones. Este grupo acusa a sus oponentes de respaldar, al menos objetiva y posiblemente subjetivamente, los intereses de las fuerzas del ala derecha.

Los proponentes de la opción antidesarrollista dicen que concentrarnos en la prioridad del crecimiento económico está mal por dos razones. Es una política que simplemente continúa los peores rasgos del sistema capitalista. Y es una política que ocasiona un daño irreparable –ecológico y social.

Esta división es todavía más apasionada, si eso es posible, que la participación electoral. La única manera de resolverla es proponiendo arreglos, sobre la base de caso por caso. Para hacer esto posible, ambos grupos deben aceptar de buena fe las credenciales de izquierda del otro. Y no será fácil.

¿Pueden remontarse estas divisiones de la izquierda en los próximos cinco a 10 años? No estoy seguro. Pero si no se remontan, no creo que la izquierda mundial pueda ganar la batalla en los próximos 20 a 40 años en torno a qué clase de sistema sucesor tendremos conforme el sistema capitalista se colapsa definitivamente.

viernes, 6 de enero de 2012

El movimiento de los indignados empezó en la Lacandona

Pablo González Casanova
La Jornada

Si pensamos en el conocimiento y la acción de un movimiento mundial como el de los indignados, pronto advertimos que hay problemas teóricos y prácticos considerablemente distintos a los que se plantean en la academia, en los partidos y los gobiernos. Afortunadamente tenemos la posibilidad de enriquecer nuestro conocimiento con las preguntas que los pueblos se hacen y con las respuestas que se dan.

Teorías y prácticas que vienen “de abajo y a la izquierda” tienen la originalidad de criticar al poder cuando éste se siente distinto de la sociedad, y cuando se separa de la sociedad.

Los nuevos movimientos del pueblo plantean una democracia que corresponda a las decisiones del pueblo, y que en caso de que se separe del pueblo dejará de ser democracia.

Depauperados y excluidos, “indignados” y “ocupas” formulan teorías que contienen un gran respaldo empírico. Se trata de explicaciones y generalizaciones basadas en una gran cantidad de experiencias. Se trata de conocimientos, de artes y técnicas que corresponden al saber y al saber al hacer de los pueblos, ese saber que tanto exaltara el antropólogo Andrés, y en que aparece, en vez del yo individualista, el nosotros tojolabal que Carlos rescatara para la filosofía de la solidaridad humana.

Teorías y prácticas tienen mucho de particular y también de universal…Y no exagero. Pensemos en la inmensa movilización de “los indignados” y “los ocupas” que luchan por otro mundo posible. Hoy,--escriben admirados dos profesores ingleses--: la movilización es gigantesca. Nunca se había dado una de esta magnitud, y toda la movilización “empezó (añaden) en las junglas de Chiapas con principios de inclusión y de diálogo.”

Vemos así que “desde abajo y a la izquierda” y desde las selvas tropicales surge un movimiento que no sólo lucha por defender los derechos de los pueblos indios sino por la emancipación de los seres humanos.

Y ese movimiento universal en medio de sus diferencias vive problemas parecidos. Es más, encuentra soluciones parecidas para la creación de otro mundo y de otra cultura necesaria, a la que los pueblos de los Andes expresan como el bien vivir, “en que el vivir bien de unos no dependa del mal vivir de otros”.

A esas aportaciones que de los indios de América vienen se añaden muchas más que corresponden a las experiencias de múltiples culturas e historias y que crean la historia universal de la lucha por la libertad, por la justicia y por la democracia, lema que levantó el movimiento zapatista y que anda por el mundo entero no como eco sino como las voces de un pensar y querer parecido.

Y allí están las juventudes griegas que luchan contra el tributo de la deuda externa, están los movimientos de la primavera árabe a quienes los militares no pueden transar, están las asambleas de los indignados españoles que articulan intereses vitales que el sistema no puede satisfacer, están los jóvenes estadounidenses que ocupan Wall Street como centro del poder corporativo contra el que todos luchamos, o los jóvenes chilenos que dan su vida para que no les quiten sus escuelas y universidades.

En todas las movilizaciones hay mucho de común. Todas o casi todas coinciden con “lo incluyente” y con “lo dialogal”, y un número cada vez mayor, con la idea de que el capitalismo corporativo es el origen de todos los problemas que afectan y amenazan a la humanidad.

Coinciden también en que la solución es esa democracia de todos para todos y con todos que no se delega, y que algunos llaman socialismo democrático o socialismo del siglo XXI y otros nomás democracia, y que es eso, y mucho más, pues es una nueva forma de relacionarse con la tierra y con los seres humanos…una nueva forma de organizar la vida.

Y es en medio de la riqueza y novedad de esta movilización mundial como se captan una serie de reflexiones que vienen de abajo y a la izquierda y cuya respuesta busca el triunfo de los indignados y de los pobres de la tierra.

La riqueza de las reflexiones y llamados es enorme y exige la atención, la profundización en algunos que enuncio escuetamente y en los que debemos trabajar más:

El llamado a perder el miedo antes que nada, que el movimiento zapatista destacó como un requisito para pensar y actuar.

1. El no pensar sólo en “qué hacer” sino en “cómo lo hacemos”.

2. El precisar con quiénes “lo hacemos” en las distintas circunstancias.

3. El aclarar nuestras diferencias internas con un nuevo estilo de discutir y acordar.

4. El rechazar terminantemente la lógica de la caridad. Y también la lógica del paternalismo, pues ambas ocultan la manipulación. Caridad y paternalismo son la cara buena de la cultura autoritaria.

5. Combinar la lucha por los derechos de los pueblos, los trabajadores y los ciudadanos con la lucha por la construcción de una sociedad alternativa en que los colectivos de los buenos gobiernos practiquen el “mandar obedeciendo”. Precisar con ejemplos en que consiste la práctica del mandar obedeciendo.

6. Dar los pasos necesarios para que el proyecto emancipador sea un proyecto realmente incluyente, y dé lugar a un trato respetuoso de las diferencias de raza, sexo, edad, preferencia sexual, religión, ideología, nivel educativo.

7. Redefinir los conceptos de la libertad, la igualdad, la fraternidad, la justicia, la democracia…Redefinirlos en la vida cotidiana, en el aquí y el ahora.

8. Aclarar que las redes no son sólo redes informáticas. Aclarar que se han organizado y se van a organizar redes de colectivos y de sistemas de colectivos que permitan el predominio de las organizaciones horizontales sobre el mercado y el estado, que estimulen la cooperación y la solidaridad frente al individualismo del mercado, y en que los en-cargados manden obedeciendo los lineamientos que las organizaciones horizontales les den y no se sientan ni un minuto por encima de ellas. Al mismo tiempo crear organizaciones centralizadas y descentralizadas, como el EZLN, o como las policías de los pueblos del sureste y como las autonomías municipales.

9. Profundizar y promover los sistemas solidarios y cooperativos con flujos e intercambios que acerquen la producción, el consumo y los servicios, por ejemplo, educación, salud, seguridad social.

10. Actualizar constantemente los conocimientos sobre las contradicciones en el interior de los propios movimientos emancipadores, y no sólo sobre las contradicciones externas.

11. Fomentar el respeto a la dignidad y a la identidad de personas y pueblos, sin caer en el individualismo o el aldeanismo, y antes cultivando la emancipación universal.

12. Combatir el maniqueísmo, y abandonar ese tipo de discusiones que invocan a los clásicos para comprender el aquí y el ahora y al mismo tiempo incluir sus narrativas y reflexiones en la memoria creadora de nuestras generalizaciones.

13. Reconocer que en todos los grandes movimientos los pueblos –con una razón de enorme peso—no se inclinan por una revolución violenta sino por la ocupación pacífica y multitudinaria de la sociedad y de la tierra.

14. Pensar que el 99% de la humanidad va a ganar esta lucha y que de su triunfo y de la sociedad que construya dependerá la creación ecológica de un sistema terrestre sostenible, capaz de satisfacer las demandas vitales de una población creciente que hoy sufre hambre y frío por cientos de millones, y capaz de impedir que continúe un sistema económico-político en que la industria de guerra es el motor principal de la economía.

15. Plantear cómo se lucha y gana pacíficamente en una guerra de “espectro amplio” como la diseñada por el Pentágono. Si uno de los “espectros” es la guerra violenta y armada, podemos luchar en los otros que comprenden la guerra informática y cibernética, la guerra contra la educación, la guerra contra la cultura, la guerra económica con la deuda externa y derivados, la guerra social que deshace el tejido comunitario, familiar, de clase; la guerra ideológica y pseudo-científica neoliberal, cínica, re-colonizadora y neofascista: la guerra que destruye la biosfera y la guerra que siembra el terror acompañadas de la guerra inmoral para cooptar, macro-corromper y someter a una humanidad que se rinda y se venda.

16. Insistir en que los pobres de la tierra y quienes estamos con ellos debemos enfrentar la guerra de espectro amplio en todos los espectros pacíficos posibles: en el terreno de la educación para pensar y hacer; en el terreno de la economía de la resistencia que cuida el pan y el agua, el fogón y el techo, los servicios de salud y de seguridad; el tejido social de la familia y el de la comunidad, y el terreno de una clase trabajadora que reestructure la unión necesaria de los trabajadores regulados y des-regulados; en su lucha indignada contra las corporaciones, los líderes amarillos y las mafias que ocultan su guerra depredadora con otras guerras no menos infames –como las del terrorismo, el narcotráfico y la confusión. Y estar cada vez más concientes de que la guerra actual de intimidación y corrupción busca sobre todo el despojo de los territorios comunales, de las parcelas campesinas, de las tierras nacionales, de los bosques y las minas, de los viveros de petróleo y de los mantos acuíferos; de los suelos y los subsuelos, de las costas y las sierras. Y que los ricos y poderosos, sus asociados y subordinados, no conformes con oprimir a los pobres entre los pobres y a los habitantes de la periferia mundial, en forma cada vez más abierta están empobreciendo a los sectores medios y privando de sus derechos y de su futuro a los jóvenes y a los niños del mundo entero.

Con los indignados de la tierra hemos de enfrentar la nueva política del azúcar y el garrote, de la corrupción y la represión macroeconómica que emplea el capitalismo corporativo, con sus aliados y subordinados. Frente a sus intentos de intimidación y corrupción universal blandiremos la moral de lucha y el coraje de los pueblos. Lo haremos, conscientes de que somos cada vez más, y de que serán cada vez más quienes en el mundo entero luchen por lo que en 1994 sólo parecía ser una “rebelión indígena postmoderna” y que en realidad es el principio de una movilización humana considerablemente mejor preparada para lograr la libertad, la justicia y la democracia a que todos aspiramos.

miércoles, 4 de enero de 2012

A qué viene Ratzinger a México


La próxima visita de Ratzinger a México en el mes de marzo difícilmente podrá ser sustraída del contexto electoral pero tiene además la intención de reforzar la presencia de la iglesia católica en la política nacional, difundiendo la idea de la libertad religiosa, la cual recientemente fue objeto de una reforma constitucional que provocó una polémica en al Congreso de la Unión y en la opinión pública.

El jefe del Vaticano llegará el 23 de marzo a León, Guanajuato y permanecerá en dicho estado hasta su salida con destino a la isla de Cuba. Será recibido por Felipe Calderón, quien seguramente le besará la mano para agradecerle la oportunidad de tomarse la foto y mejorar un poco su imagen pública, si es que esto es posible.

Al día siguiente, sábado 24, visitará a Calderón en la sede del gobierno del estado de Guanajuato para seguir con las genuflexiones de rigor y el domingo presidirá una misa masiva en el parque Bicentenario –a la que arribará en helicóptero para hacerlo más espectacular, literalmente caído del cielo- construido, por lo que se ve, con el objetivo de realizar actos religiosos masivos en un estado que se ha distinguido desde el siglo XIX por ser la cuna del fanatismo católico en nuestro país, aunque se enojen los poblanos.

Será imposible que los panistas no utilicen la visita para mejorar sus magras posibilidades de seguir en Los Pinos. Consciente de ello, Ratzinger no irá a estados en los que no gobierne el PAN, para evitar malos entendidos, y estará casi siempre acompañado por Calderón, por el gobernador Juan Oliva Posadas y por los más altos funcionarios católicos en México como Norberto Rivera y Juan Sandoval. La idea es que Ratzinger esté bien cobijado para evitar que le recuerden su alianza con Marcial Maciel y los Legionarios de Cristo, a la cual abjuró a medias cuando asumió la jefatura del Vaticano.

Pero en realidad, la visita está pensada para definir las acciones que reforzarán la alianza histórica entre el Vaticano y la derecha mexicana. Seguramente se concertarán líneas de acción para seguir influyendo en el Congreso de la Unión y diluir poco a poco la existencia del estado laico en México, enarbolando cínicamente la defensa de la libertad religiosa. Y digo cínicamente porque la libertad religiosa nunca ha sido una bandera católica sino todo lo contrario. La historia de México lo demuestra, primero con la intervención francesa, pagada en buena parte con dinero de la iglesia católica mexicana que entonces encabezaba Pelagio de Labastida y Dávalos, quien además fungió como miembro de la regencia del Segundo Imperio Mexicano, aunque luego se peleó con los franceses no por cuestiones de fe sino de dinero, faltaba más; y luego, ya en el siglo XX, cuando la curia mexicana alentó la rebelión cristera, con el beneplácito del Vaticano, para mantener sus privilegios políticos sin importarle el alto costo humano y atizando el fanatismo religioso que se define precisamente por su intolerancia a otros credos.

Por eso resulta un buen ejemplo de cinismo que en estos días Ratzinger y la derecha mexicana se envuelvan en la bandera de la libertad religiosa -que no es más que un pretexto para acabar con ella- cuando históricamente han sido sus acérrimos enemigos. Dicho lo anterior, podremos entonces comprender mejor a que viene Ratzinger a estas tierras.