lunes, 31 de enero de 2011

La feria


Dice Felipe Calderón, el Napoleón purépecha de las mil causas: “Yo no digo que se oculte lo malo [cuerpos cercenados, familias acribilladas, menores de edad asesinados, ejecuciones a granel] sino que se hable equilibradamente de todo lo que tenemos [¿desempleo?, ¿carestía alimentaria?, ¿corrupción?, ¿crisis educativa?, ¿déficit de atención médica?]: de lo malo, de lo bueno y de lo regular, y que sí cambiemos esta variable importante [¿qué variable, Felipillo?], que es, precisamente, la confianza del consumidor [¡Ah! ¡Lo sospeché desde un principio!]; porque confianza del consumidor significa, también, una posibilidad de que se inyecte mayor dinamismo en el mercado interno”.

Primera nota marginal crítica: el Renacimiento en Italia parió al primogénito del individualismo: el individuo existencial; la Reforma Luterana engendró al individuo espiritual; el liberalismo francés creó al individuo-ciudadano; el Rule of Law estadunidense concibió al individuo-igual-ante-la-ley; el neoliberalismo global creó la versión genérica más instrumental y mezquina del individuo: el consumidor… Sospechamos que Felipe es devoto de este último engendro miserable.

En una reunión con la comunidad libanesa, entre cuyos miembros connotados destaca el magnate Carlos Slim, el jefe del Ejecutivo (nadie pone en duda su destreza para “ejecutar”) expresó: “México está llamado a hacer grandes cosas [¿hacer ricos a los libaneses, por ejemplo?]. Ese país en el que muchos soñamos; yo sueño con ese México que vendrá, va a ser una nación próspera, un México seguro, mucho más igualitario, mucho más justo, donde ningún mexicano vivirá en la pobreza extrema, absoluta, en la miseria [tal vez los ricos presentes se conmovieron con estas palabras de aliento a los pobres]. Ese México es posible.”

Segunda nota marginal crítica: Cuando Martin Luther King pronunció su inmortal discurso I have a dream (“yo tengo un sueño”), emisor y receptor, es decir, el orador y el público, esto es, el líder afroamericano y la multitud expectante, constituían una entelequia orgánica, un clamor monocorde y portentoso, una orquesta perfectamente sincronizada, hermanada por una misma causa, acaso la más noble de las causas: la emancipación. Casi medio siglo después había de llegar un estatista ‘espurio’ –expresión que comprende todas las cuestiones que conciernen a su ser– a usurpar las cualidades de aquel legendario discurso para ponerlas al servicio de un discursillo frívolo y chabacano en el marco de una comida efectuada para beneplácito de los hombres más ricos del país, quienes, cabe señalar, no saben siquiera distinguir entre libertad (humana) y liberalización (comercial).

Con el objeto de presumir uno de sus más recientes “logros” ante los indiscutibles beneficiarios, el Presidente del (des)(sub)empleo aludió, en la reunión referida, a la extinción de Luz y Fuerza del Centro: “Era una pelota, una papa caliente que se venía empujando… y que ya tenía que ser resuelta”.

Tercera nota marginal crítica: Muchas décadas debieron transcurrir para que el concepto de empresa pública, es decir, sociedad estatal al servicio de las necesidades colectivas, deviniera en la connotación más denigrante jamás concedida a un bien público: “papa caliente”.

En su reciente visita a México, la secretaria de Estado estadunidense, Hillary Clinton, declaró: “Soy fan. Yo creo y admiro grandemente lo que el presidente Calderón está haciendo.”

Cuarta y última nota marginal crítica: “En la feria de cepillín [¿felipín?],/ me encontré una trompeta,/ tu tu,/ la trompeta,/ bum bum/ el acordeón…”

lunes, 24 de enero de 2011

¿Qué hacer?


Recuerdo cuando niño pasaba mi tiempo de ocio jugando “policías y ladrones”. Invariablemente quería integrar el bando de los ladrones, pues ya para entonces consideraba vergonzoso formar parte de la cuadrilla de ilusos que presumen su condición de impartidores de justicia. Y no es que menosprecie el valor de la justicia. Todo lo contrario: la tengo en altísima estima. Lo que ocurre es que nunca he sido capaz, acaso por el trajín de la experiencia personal, de identificar la justicia con la policía o la ley. A mi juicio, y está percepción data desde mis primeros años de vida consciente, la policía y la justica son figuras antitéticas. La justicia no puede ni debe, en mi opinión, portar “uniforme”. La “uniformidad” es un síntoma de injusticia. La policía existe precisamente porque la injusticia es la norma en las relaciones sociales. Y el uniforme solo reafirma el carácter unilateral, restringido, sesgado, de la procuración e impartición de este supremo valor. (Quien mejor que la afición puma para finiquitar esta polémica: “Hay que estudiar/ hay que estudiar/ el que no estudie a policía va a llegar).

En fin, esta apreciación referente a la inutilidad de la “justicia uniformada”, institucional, asume hoy, en medio del presente caos nacional, una dimensión más lúcida y contundente. Las corporaciones policiacas y los órganos que administran la ley constituyen el primer freno para la aplicación de la justicia. El caso Marisela Escobedo es emblemático e ilustrativo. Ante la natural desesperación de una madre cuya hija ha sido asesinada, Marisela acude a las autoridades, ávida de asistencia legal, para que procedan con la detención del asesino confeso (presunto narcotraficante, de esos que el gobierno federal asegura combatir con eficacia). A pesar de contar con pruebas suficientes para condenar al acusado, los jueces determinaron absolver al asesino, incluso después de que aceptara haber cometido el homicidio. Las censuras públicas de la madre al gobierno de Chihuahua y, en concreto, al fallo de los jueces, se convirtieron en un asunto incomodo para el Estado, ya que ponía en evidencia la irregularidad de las instituciones (Fiscalía General, Ministerio Público, Policía Federal Preventiva) y el involucramiento de funcionarios de alto rango en el polémico juicio. Para evitar que el asunto se saliera de control, el Estado, con arreglo a su modus operandi congénito, procedió con la estricta aplicación de la “Ley de Herodes”: asesinando a Marisela.

Este trágico caso conduce a una conclusión obligada: el Estado (como concepto genérico), con su vasto aparato policiaco-militar y sus diversos órganos de procuración de justicia, se explica en función de su formidable capacidad para institucionalizar la arbitrariedad y contener la reivindicación social. En el marco de la actual guerra contra la sociedad mexicana –o si se prefiere la expresión eufemística “lucha contra el narcotráfico”– se hace más ostensible el atropello sistemático de la justicia.

El reconocimiento de este desamparo en el ciudadano común acarrea, por si sólo, el siguiente cuestionamiento: ¿Qué hacer para frenar el actual baño nacional de sangre? Esta es una pregunta respecto de la cual muchos ya habrán meditado. Y se trata de una pregunta que, por su propia naturaleza, es decir, relativa a un asunto de primer orden, precisa una participación colectiva en aras de trazar alternativas de alcance público, pero fuera del arco iris estatal-institucional, que ha demostrado ser el principal cómplice y verdugo en la presente crisis nacional.

¿Qué hacer, lector?

Entrevista con la politóloga mexicana Beatriz Stolowicz

“El posneoliberalismo no es más que un manual táctico conservador para apuntalar al gran capital”

Fernando Arellano Ortiz

Cronicon.net

La izquierda latinoamericana y el pensamiento crítico no deben usar el término “posneoliberalismo” para calificar un proyecto sociopolítico alternativo, porque en realidad, no es más que “la estrategia en curso en América Latina en la que las propias clases dominantes redefinen el neoliberalismo” para fortalecer y apuntalar al capital, sostiene la científica social mexicana, Beatriz Stolowicz Weinberger.

Sus bien documentados estudios sobre la evolución del capitalismo en Latinoamérica la han llevado a caracterizar las distintas etapas por las que ha transitado el proceso de explotación, aprovechamiento y conculcación al que ha sido sometida la región durante el último cuarto de siglo por parte del capital financiero transnacional y las oligarquías locales a su servicio.

Profesora e investigadora del Departamento de Política y Cultura, Área Problemas de América Latina, de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco, México, conferencista internacional y autora de varios libros y ensayos, Stolowicz es un referente del pensamiento crítico y una analista aguda de la realidad socioeconómica y política del hemisferio.

Nueva época de crisis capitalista

En su concepto, el mundo ha “ingresado en una nueva época de crisis del capitalismo como sistema histórico, de un capitalismo que siendo primordialmente especulativo, rentista y expropiador sólo puede reproducirse agudizando contradicciones incurables. Esta es una situación nueva, no comparable a período anterior alguno. Los sectores más lúcidos de la derecha lo saben; están desarrollando una estrategia para enfrentarlo, y lo están haciendo con miras a 50 años. Su estrategia tiene como eje la seguridad, seguridad para el capital, en primer lugar sobre la propiedad; seguridad para garantizar las condiciones de su reproducción, basadas cada vez más en formas de acumulación originaria, es decir, de expropiación, de saqueo, con formas neocoloniales basadas en el control territorial directo sobre las materias primas, los recursos energéticos, el agua, la biodiversidad, además de imponerle a las regiones más débiles sus desechos tóxicos; y seguridad frente a la pérdida irremediable de la cohesión social, eso que llaman “capital social” y que en buen romance implica domesticar a los oprimidos, proclives cada vez más a la protesta y la rebeldía. Los dominantes han logrado socializar su gran problema estratégico de la seguridad como un asunto tan sólo de “hurtos y rapiñas”, una trivialización que confunde a no pocos izquierdistas”.

Posneoliberalismo, estrategia conservadora

Stolowicz discrepa con colegas suyos como Emir Sader, el secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), quien utiliza el término “posneoliberalismo” para denotar la nueva etapa socioeconómica por la que han entrado algunos países latinoamericanos gobernados por líderes progresistas o de izquierda, y cuyo objetivo es el de “enterrar la larga y triste noche neoliberal”, para usar la frase del presidente ecuatoriano Rafael Correa.

En América Latina, explica, el posneoliberalismo no es más que una estrategia táctica conservadora que los ideólogos más lúcidos del sistema, encumbrados en el Banco Mundial, vienen gestando desde hace más de una década.

Lo que ocurre, afirma, es “que se presenta como crítica al neoliberalismo, incluso expropiándole el lenguaje a la izquierda, pero que tiene por objetivo preservar al capitalismo. Es una estrategia esencialmente de control político, que comienza a implementarse desde mediados de la década pasada cuando diagnostican crisis de gobernabilidad por el fracaso del modelo político para impedir la expresión de demandas sociales; que luego busca incidir en el debate de alternativas al neoliberalismo con el propósito de neutralizarlas, y que, cuanto más difícil les resulta impedir que la izquierda gane elecciones, tiene ahora por objetivo hacer que ella se haga cargo de la ejecución de esa estrategia. Los éxitos que ya han tenido es una medida de los problemas en el pensamiento de la izquierda, tanto para pensarse a sí misma como para pensar a los dominantes. Una izquierda que además de vaciamiento teórico muestra un insuficiente conocimiento histórico, lo que la lleva a enredarse en los discursos doctrinarios que dan forma y encubren los objetivos capitalistas; y que tiene déficit investigativos que le dificultan distinguir entre discurso y proyecto dominantes”.

Neoliberalismo: intensa intervención estatal a favor del gran capital

Dentro de este contexto, aclara que “el neoliberalismo no es Estado mínimo, sino una intensa intervención estatal a favor del gran capital: disciplinando a la fuerza de trabajo; liberando al capital de toda traba jurídica; transfiriéndole riqueza social e ingresos de los no propietarios; estatizando la política para subordinarla a sus intereses. Tampoco puede ser reducido al “Consenso de Washington”, fetichizado por cierto porque existe como consenso real pero con minúscula, no formalizado como para ponerlo con mayúscula. Aun si admitiéramos la reducción del neoliberalismo a ese decálogo de políticas económicas, éstas condensan y reproducen ampliadamente la violenta transformación de las relaciones de poder entre capital y trabajo a favor del primero, que es la esencia, condición y resultado de la reestructuración capitalista. No pueden cambiarse esas políticas sin alterar las relaciones de poder que les dan sustento, y el posneoliberalismo busca conservarlas. Por otra parte, la personalización del responsable “afuera”, en Washington, exime de responsabilidades a los capitalistas concretos: a los grandes, también latinoamericanos que son transnacionales, y asimismo a los medianos, que han sido satélites y cómplices del gran capital”.

Reestructuración neoliberal

“Estamos asistiendo a un punto de llegada –agrega- de la estrategia ejecutada desde hace veinte años para estabilizar y legitimar la reestructuración neoliberal del capitalismo en América Latina. El “nuevo consenso” cobra relevancia pública desde el Banco Mundial en 1997, tras la llegada de Joseph Stiglitz como vicepresidente y economista jefe del Banco, tras dejar el cargo de jefe de asesores económicos del presidente Clinton”.

“Stiglitz es un ideólogo de la Tercera Vía con la que se impulsó la expansión global de Estados Unidos en los noventa. La publicación por el Banco Mundial del Informe sobre el desarrollo mundial 1977: “el Estado en un mundo de transformación” impacta como el primer manifiesto antineoliberal contrario a lo que George Soros denominó fundamentalismo de mercados pocos meses después”.

Perry Rubio y Javed Burky, los “gurús” del posneoliberalismo en América Latina

Dos economistas, uno colombiano y otro pakisatní, señala Stolowicz, son los “gurús” del posneoliberalismo en Latinoamérica, cuyas recomendaciones están recogidas en una especie de Biblia.

En efecto, explica, en septiembre de 1998, el Banco Mundial publica el todavía más impactante informe que el de Stiglitz, “Mas allá del Consenso de Washington. La hora de la reforma institucional”, dedicado específicamente a América Latina. Sus autores son el ex ministro de Hacienda colombiano Guillermo Perry Rubio, economista jefe para la Oficina Regional de América Latina y el Caribe, y el ex ministro de Finanzas de Pakistán, Shahid Javed Burki, titulado “La larga marcha”.

“Su propuesta apunta a convertir a América Latina en un espacio de estabilización del capital trasnacional tras las crisis financieras, haciendo que masas de capital especulativo excedente, en riesgo de desvalorización, se reciclen en la acumulación por desposesión con asiento territorial tanto en la explotación y saqueo de riquezas naturales, como en la explotación de la fuerza de trabajo; así como la recuperación de la acumulación ampliada mediante la construcción de infraestructura —de más lenta rotación pero asegurada por el Estado—, que a su vez potencia la acumulación por desposesión con el abaratamiento de la extracción de esas riquezas naturales”.

“La Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Sudamericana (IIRSA) y el Plan Puebla Panamá —ahora Proyecto Mesoamérica—, que tienen ya una década, son algunos de los entramados institucionales para esos objetivos. En esto consiste el “neodesarrollismo”, que aunque se presente a veces con discursos nacionalistas es desnacionalizador, y que es criminalmente depredador, aunque a corto plazo reactive las economías”.

Está en juego la sobrevivencia humana

Si bien los diseños del capitalismo son de larga duración, afirma Stolowicz, porque sus proyectos se piensan para 30, 50 a más años, este sistema tiene flancos débiles en las contradicciones que terminan estallando y empujan la voluntad de cambio cuando está en riesgo la viabilidad del planeta y la especie humana.

“América Latina es hoy un vivo ejemplo. Nada autoriza al fatalismo, pero tampoco la complacencia, porque en política nadie juega solo. Las exigencias son hoy mayores porque está en juego la sobrevivencia de la humanidad y ese derrotero debe ser efectivamente disputado”.

El pensamiento crítico no debe usar el término posneoliberal

Durante su participación en el VII Seminario Internacional Marx Vive, América Latina en disputa, el Observatorio Sociopolítico Latinoamericano www.cronicon.net, dialogó con ella y estas fueron sus impresiones.

- En varios de sus ensayos usted ha venido hablando de la concreción de una fase de posneoliberalismo en América Latina, en medio de los rezagos de las políticas neoliberales. ¿Qué caracteriza al posneoliberalismo?

- Yo no concibo el posneoliberalismo como un proyecto alternativo sino que es la estrategia en curso en América Latina en la que las propias clases dominantes redefinen el neoliberalismo como el monetarismo friedmaniano. En los años 90 del siglo XX plantean el proyecto de crecimiento que desde luego no es monetarista y ya bastaba con eso para decir que eran antineoliberales y posneoliberales. Lo que yo vengo analizando son las estrategias dominantes, incluso discrepo con este uso que se hace ahora muy impreciso como si estos proyectos progresistas debieran llamarse posneoliberales. No entro a discutir los proyectos, lo que digo es que el posneoliberalismo es lo que se viene haciendo en toda la región desde 1998, luego de la crisis asiática de 1997, de de la mexicana en el 95 que tuvo repercusión en Brasil, y desde comienzos de los 90 hay un posnoeliberalismo temprano, como lo estoy definiendo ahora, que se empieza a implementar en tres lugares paradigmáticos: Chile con la Concertación mediante la economía social de mercado; México con Carlos Salinas de Gortari como liberalismo socialismo, esa era la doctrina en ese gobierno; y Colombia como Estado Social de Derecho. Entonces hay que explicar mejor porque esta es una estrategia que desde mi punto de vista y de acuerdo a la investigación que he hecho tiene cuatro patas.

- ¿Y cuales son esas cuatro patas?

- 1. Un tipo de democracia gobernable que produzca consensos moderados. 2. Políticas sociales en la lógica social, liberal y socialcristiana, que no sólo es asistencialismo para neutralizar inestabilidades políticas de corto plazo sino que son políticas que buscan una reestructuración social de largo plazo para que sean funcionales a esta estrategia económica. 3. Como base económica, el neoestructuralismo defendido desde la CEPAL y el BID. Y 4., haciendo funcionar todo esto a través de un Estado desde la lógica del neoinstitucionalismo que opera no solo como garante y facilitador sino que financia transferencias de riqueza social al capital. Por eso, lo digo claramente, discrepo que hoy se use desde el pensamiento crítico el término posneoliberal.

- En ello usted discrepa abiertamente de la concepción académica de Emir Sader, el secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), para quien a partir de la elección de algunos gobiernos progresistas en América Latina se ha avanzado hacia la ruptura con el neoliberalismo, y se pueden ver ya algunos espacios desde los que se practican políticas alternativas, proceso que ha denominado posneoliberalismo…

- Sí y lo he comentado públicamente con él durante una mesa redonda que tuvimos en la Universidad Arcis de Santiago de Chile en 2006 y luego en Bogotá en el 40 aniversario de CLACSO en 2007. En nuestros debates yo le he sugerido que si estamos pensando igual deberíamos buscar otra nombre, porque un problema de las estrategias dominantes es la expropiación del lenguaje de la izquierda y un uso discursivo retórico muy potente hace que la gente se confunda, por eso debemos ser muy cuidadosos con la precisión del lenguaje.

- Su colega, el científico social argentino Atilio Boron al analizar los procesos políticos paradigmáticos de Venezuela, Ecuador y Bolivia señala que son gobiernos reformistas dentro de un sistema capitalista. ¿En su opinión, son experiencias meramente reformistas que se limitarán a impulsar un proyecto neodesarrollista?

- Primero hay que señalar que son tres experiencias bien distintas que no me parece conveniente tratarlas como una sola, aunque coincidan en sus posturas frente el imperialismo norteamericano, su amistad a Cuba, etc. Tampoco me gusta el término reformista como si fuera en sí mismo expresivo, desde luego que hay que hacer reformas, porque las condiciones que existen hoy no permiten llegar a la meta en un solo paso y en periodos tan breves. El problema es qué reformas hay que hacer y qué dirección tienen, porque si hay que ir paso a paso, hay que hacerlo, el punto es hacia dónde se camina. Decir si son gobiernos reformistas o no reformistas tampoco dice mucho, tampoco explica el problema, lo que si diría es que en términos de dirección me parece que en Venezuela hay la voluntad de caminar por una ruta distinta, construyendo o transfiriendo poder económico al pueblo, lo cual es muy lento. Bolivia está en un camino intermedio que en esta fase definió más que nada la reconstrucción del aparato estatal que históricamente estaba pendiente, pero su proyecto económico aún no está claramente definido. En el caso de Ecuador es donde parece que se asocia a una política económica neodesarrollista.

- ¿Cuáles serían los elementos de esa política neodesarrollista?

- Yo preferiría denominar esta política como desarrollista transnacional porque el patrón de acumulación depende fundamentalmente de la inversión de capital transnacional. En este caso puede discutirse el hecho de que cuando un país no cuenta con condiciones de capital propio de inversión a veces no tiene más remedio. Aquí hay que hacer una discusión concreta porque no se puede hacer filosofía abstracta sobre la inversión del capital trasnacional, y hay que preguntarse: con cuál, cómo y para qué. El problema es que este modelo llamado nuevo desarrollo está basado en un patrón de acumulación primario-exportador, extractivista, depredador, de gran transferencia de riqueza al exterior a cambio de activaciones económicas de corto plazo. Los impuestos que se obtienen en algunos casos, no en todos, porque hay mucho de ese capital que está exento, se transfieren a los sectores populares, porque sí hay voluntad de estos gobiernos para ello. Sin embargo, este es un modelo que tiene un impacto social positivo de muy corto plazo, porque a la larga es desnacionalizador y el riesgo siempre es que América Latina en 20 años sea vista como África después de la revolución verde, una vez que se descertifique se van los inversores extranjeros.

- ¿Colombia y México que son países gobernados por mandatarios neoliberales, con proyectos concretos que apuntan al libre comercio y la entrega tanto de su soberanía como de sus principales recursos naturales a potencias extranjeras, son Estados fallidos en su concepto?

- No, de ninguna manera, porque la lógica de la eficacia del Estado es producir gobernabilidad y aunque ésta se logre por métodos que puedan ser raros, no habituales, o que no correspondan a las teorías políticas clásicas, si lo logran son eficaces, y en ese sentido por lo menos lo digo claramente en el caso de México, hay una descomposición del país, ese es el costo, un país desangrado, pero por el momento el capital no ha visto poner en riesgo su proyecto, por lo tanto hay gobernabilidad y no es un Estado fallido.

- Pero es un éxito del capitalismo en detrimento de la sociedad…

- Desde luego, pero el concepto de Estado fallido no viene de los sectores críticos, es un concepto elaborado por la inteligencia norteamericana, y bueno la gobernabilidad la logran a costa de muertos, de hambre, de miseria, de destrucción, de niños abandonados, lo importante es que haya estabilidad para el capital.

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=120994

jueves, 20 de enero de 2011

Túnez

El pasado 17 de diciembre iniciaron en Túnez una serie de manifestaciones después de que un vendedor callejero de 26 años decidiera inmolarse tras haber sido despojado de su puesto de verduras por carecer del permiso necesario. Desde esa fecha, las protestas se generalizaron y los enfrentamientos con las fuerzas de seguridad dejaron un saldo de al menos 66 muertos, hasta que el pasado 14 de enero, el presidente Ben Ali se vio obligado a dejar el país, después de 23 años en el poder.

Los acontecimientos previos a la dimisión de Ben Ali recibieron la usual atención por parte de los medios de información alrededor del mundo: las menciones a los conflictos en Túnez eran contadas, por una sencilla razón: la presidencia de Ben Ali era bien vista por gobiernos como el estadounidense, dado que el régimen fue un fiel seguidor de las políticas económicas dictadas desde Washington y organismos como el FMI y el Banco Mundial. Muchos de los llamados expertos no chistan en calificar el supuesto crecimiento económico tunecino como milagroso.

Siguiendo el mismo libreto que en el resto del mundo, dicho crecimiento es explicable solo tomando en cuenta el empobrecimiento general de la población, en aras de mantener índices macroeconómicos estables y de propiciar el brutal enriquecimiento de unos cuantos. Los datos no son tan diferentes comparados con el resto del mundo “en vías de desarrollo”: la tasa de desempleo es del 31% entre la población jóven, y el 20% de la población más rica controla casi la mitad de la los recursos del país africano. Al empobrecimiento crónico de las clases medias y la desigual distribución de la riqueza en el mundo, el FMI le llama una “prudente gestión macroeconómica”.

En el aspecto político, la situación tampoco distaba mucho de la del resto del mundo: un corrupto grupo de individuos a cargo del aparato gubernamental, aliados indiscutibles de los Estados Unidos en cuestiones militares, y ejerciendo la violencia legal de tal manera que el espacio para las libertades más básicas y el ejercicio de los derechos humanos más fundamentales quedaba reducido al mínimo.

Fieles a su costumbre cuando de un aliado se trata, los más poderosos gobiernos hicieron acto de silencio cuando se supo que la policía reprimía violentamente las manifestaciones (si del gobierno cubano o venezolano se tratase, las primeras planas en todo el orbe tendrían claras dedicatorias a tan dictatoriales gobiernos). En este sentido, cabe destacar un aspecto: es importante resaltar y analizar la participación de un medio de información no-tradicional: el internet y las redes sociales. Videos de las represiones policiacas se convierten en material disponible para todo el mundo en cuestión de segundos, algo impensable años atrás; las férreas restricciones en el servicio de internet por parte del gobierno tunesino fueron burladas por incontables blogs que denunciaban las atrocidades cometidas y apoyaban el movimiento; una impresionante organización a escala global fue montada en cuestión de horas y denominada OpTunisia, que mediante los ataques cibernéticos de miles de usuarios alrededor del mundo logró bloquear los servicios de internet del gobierno de Túnez y sus intentos por persuadir al resto del mundo de que la situación estaba bajo control.

Es cierto, las luchas en Túnez fueron reales: las deplorables condiciones materiales previas al estallido de las revueltas eran reales, y se derramo sangre real. Sin embargo, gran parte del éxito obtenido por esta pequeña revolución radica en que desde el ciberespacio se logró exponer lo que los medios de información tradicionales colaboraban por encubrir.

El futuro de Túnez es incierto: es ridículo pensar que la renuncia de un individuo pueda revertir las enormes desigualdades políticas, económicas y sociales existentes en un país. Sin embargo, no deja de verse con optimismo el hecho de que una manifestación del descontento generalizado haya logrado su objetivo inmediato: la destitución de la personalización de un sistema que ha mantenido a la sociedad tunecina sometida bajo el peso de políticas económicas que a pocos benefician y de restricciones civiles que solo buscaban mantener un orden dentro de una sociedad jerarquizada en beneficio de unos cuantos.

Votos y racismo

La polarización social en los Estados Unidos ha venido creciendo como consecuencia de los problemas económicos que han enfrentado desde los años setenta pero que se agudizaron con el crack de 2009. Al igual que los sucesos del 11 de septiembre en Nueva York, la quiebra detonada por la caída del mercado inmobiliario demostró que el sueño había acabado, que su lugar privilegiado en el sistema mundial empezaba a ser cosa del pasado.

La respuesta del estado fue previsible en su determinación de atacar el problema saneando a los bancos con dinero público y dejando en la indefensión a los deudores de la banca. Cientos de miles de personas perdieron su casa y el gobierno no hizo nada. Un FOBAPROA, pero en el corazón del sistema, provocó una crispación política que se materializó en los incendiarios discursos de los líderes políticos y también por las acciones de ciudadanos integrados a sectas políticas con una carga racista y discriminatoria cada vez más audaz.

La matanza de Arizona se inscribe en este contexto de crisis económica y agudización del conflicto político, lo que se refleja en acciones extra institucionales, violatorias del derecho a la vida y de la tolerancia. La tragedia se distingue de las acciones xenófobas cotidianas porque estuvo dirigida contra los políticos institucionales críticos de las reformas antiinmigrantes. La representante demócrata de Arizona en el congreso de Arizona, Gabrielle Giffords, había denunciado meses atrás la existencia de un mapa de ‘blancos electorales’ divulgado por Sarah Palin -figura prominente en el grupo ultra conservador Tea Party- en donde pedía a sus seguidores apuntar contra los congresistas opositores. El mapa fue retirado de la página web después de la matanza, claro, lo que demuestra que establecieron su relación con la matanza.

Las investigaciones apuntan cada vez más a considerar que el hecho fue planeado y que su ejecutor tenía relación con los grupos ultraconservadores. Esto demuestra que los discursos supremacistas pueden ser muy efectivos para ganar votos en las elecciones pero tiene un costo social innegable. No creo que los notables del Tea Party lo ignoren. Tal vez por ello sus declaraciones posteriores a la matanza no convencieron a nadie. En todo caso, la estrategia discursiva ultraconservadora probó ser eficaz y no creo que vayan a dejar de utilizarla. Muchos votantes expresarán su descontento castigando a los candidatos que son señalados por sus simpatías con los migrantes pero eso difícilmente hará que la economía mejore.

Todo lo anterior puede reducirse a discutir si la libertad de expresión es absoluta o si debe considerar las consecuencias de legalizar expresiones y manifestaciones que atentan contra la propia sociedad. ¿Estará la libertad de expresión por encima de la sociedad? No lo creo pero parece que los vecinos del norte tendrán que pensar en eso. Las libertades absolutas no existen en las sociedades contemporáneas y a final de cuentas su fin último es permanecer vivas, nada está por encima de éste principio. Permitir los discursos de odio en nombre del respeto a una libertad cívica es no comprender que la libertad de expresión está para mantener viva a la sociedad y no para pervertirla, para aniquilarla.

lunes, 17 de enero de 2011

Estados Unidos Bárbaro


Cultura del poder empecinado, del fundamentalismo militar, del patriotismo frívolo y visceral, de la libre expresión impostora, del trabajo patológicamente cristalizado. Cultura de la Regla de la Ley (Rule of Law)… pero de la selva. En síntesis, una cultura dominante bárbara: Estados Unidos. Un país cuyo pasado, presente y futuro ha sido indecorosamente glorificado. Un Estado Nacional cimentado y edificado con base en el acaparamiento del trabajo excedente de otras naciones, la misma fuerza física e intelectual que en períodos de crisis expulsa, amparado en la promoción mediática de la xenofobia, el racismo, la intolerancia. Un Estado cuya motivación política esencial es el despliegue de la fuerza bruta a escala mundial en aras de un auto-fortalecimiento que trae consigo el debilitamiento ajeno. Fanatismo y prepotencia que el ciudadano ordinario interioriza y asume digno y aplicable en su relación con los demás.

Era cuestión de tiempo para que comenzaran a suscitarse atentados fanáticos como el ocurrido en días recientes en Tucson, Arizona. La desquiciada agresión contra la congresista demócrata Gabrielle Giffords, que dejó como saldo 6 personas muertas y 15 heridos, es solo el principio de una ola de violencia que se antoja incontenible en aquel país. Una sociedad en claro proceso de decadencia, provista con más de 250 millones de armas de fuego en manos de particulares (dato escandaloso: en Arizona se promulgó una ley que permite a ciudadanos portar armas ocultas sin permiso), y con un desprecio por la vida legado generación tras generación. Estados Unidos es un caldo de cultivo para la consumación de magnicidios de este tinte (crimen de odio político, ideológico, racial etc.). Lo ha sido siempre; su inalterable clima belicoso lo confirma. Pero ocurre que un estado de crisis estimula y potencia las conductas criminales. Y los norteamericanos son amplios conocedores de estos desequilibrios. (¿Cuántas réplicas le siguieron a la masacre de Columbine?).

Curioso como la prensa norteamericana manipula la opinión pública: cuando el escenario de terror es Estados Unidos no vacilan en alegar que se trata de un hecho aislado producto de una locura individual. Es preciso contar con un pueblo dramáticamente ignorante para dar por válido un argumento tan frágil y sospechoso.

Llama la atención la retórica conspiracionista y fascistoide que en toda oportunidad cultivan los sectores ultraderechistas en mítines, actos, spots televisivos etc. Es alarmante la aparición de este lenguaje cuasi-bélico que nos bombardea por dondequiera: la barbarización de las sociedades es un fenómeno creciente que, irónicamente, consigue cada vez más aceptación.

En México marchamos en la misma dirección: la violencia nutre el lenguaje belicista en la misma medida en que el lenguaje estimula la violencia (véase recientemente los casos de Acapulco, Iztapalapa y Juárez, en donde destaca el asesinato de dos activistas sociales: Marisela Escobedo y Susana Chávez.). Los medios no condenan la barbarie: la “normalizan”.

La visión apocalíptica orwelliana está próxima a ser superada por la realidad. El lenguaje permite prever los rasgos oscuros de las sociedades venideras. En Estados Unidos el clima de barbarie se intensifica. Norteamérica es el escenario en donde convergen los factores más tangibles de la decadencia: crímenes de odio, asesinatos políticos, propagación de la intolerancia, fascistización del lenguaje.

¿Civilización barbará? ¿Barbarie civilizada? En una palabra… Estados Unidos bárbaro.

Los cuentos de nunca acabar


Nadie quiere ser náufrago en este mar de ruinas donde nada previene contra el oleaje de la piedra.”

- J.E. Pacheco: “La fábula del tiempo”

Cuando en playas del pueblo encontraba una caracola emocionado me la ponía a la oreja, gozando del cantar del mar apresado en ella, como al llenar el cuenco de mi mano de cocuyos-luciérnagas, y alumbrados por candil hacerlos saltar regalándome brillantes lucecillas verdes en las noches marinas; o al perseguir en el barbecho-parcela los blanquiazules cangrejos corriendo con rapidez para entrar a cuevas de ellos, evitándome: salvación subterránea. Igual que estas rancheras chiquilladas de goce cotidiano, gozaba emocionado cuando mi prima Ema, sentada en la gran roca bajo el almendro, en la noche dejaba caer en nosotros, sentados en rededor suyo, el cuento que siempre acababa: “Había una vez… (In ilo tempore: en los tiempos de María Carlota, más vieja que la historia)… Érase que se era un hambriento coyote en persecución de un conejo, inteligente y sabio, huyendo del desgarrador hocico, y ambos cansados por agobiante persecución de uno, y del otro por salvar el pellejo, llegáronse a orilla de frescas aguas cristalinas de arroyo reflejando luna llena de límpida noche. Dijo el conejo: Mira coyote y señor mío el sabroso queso que te espera en el fondo como aperitivo para que comas mis suculentas carnes. Anda, con pocos sorbos será tuyo como yo lo seré. Y convencido tanto sorbió y nunca llegó al queso, y a punto de reventar, a medio ver el conejo se alejaba de su hocico: feliz saltimbanqui desgranándose en carcajadas abiertas. Y colorín colorado este cuento se ha acabado… Buenas noches, hijos.”

Nadie como Ema para contar cuentos y hacérnoslos gozar y vivir (nunca la modernidad electrónica ¿? sustituirá la boca. Estampamos a los niños en internet, dejándolos en plena soledad humana como cuando les damos juguetes sofisticados dejando al lado la razón del juego: un palo de escoba con bozal de mecate, si se le enseña puede ser Pegaso surcando los cielos, o una lata de sardinas jalada por pita puede ser el tráiler surcando carreteras, o si la muñeca de trapo y aserrín es la hija de tu hija, haciendo uso del juego y no del juguete: propóntelo lector: enseña al niño a jugar). Conjugando sus cuentos orales con lectura de pasquines de color café-sepia que me prestaba María Casas (en otro los describiré por espacio) fue mi entrada a la literatura como los episodios de Telefunque que mamita Sofía prendía para escuchar Chucho el Roto, El Ojo de Vidrio o el Derecho de Nacer: y entré de cuerpo al mundo mágico y recreativo de las palabras orales y escritas.

Para terminar vienen a mí los cuentos de las Mil y una noche, anónimo del siglo XV, árabe: un sultán, por infidelidad de su mujer, manda asesinarla. Decide que cada día se casaría con doncella con quien pasará la noche, y al amanecer victimarla y no ser engañado de nuevo. Tócale turno a Sheherezada y propúsose salvar su vida contando por las noches una historia interrumpiéndola en el amanecer manteniendo vivo el interés del cruel sultán, y con su creatividad, astucia y sabiduría, salvando la vida, recreándole en mil y una noches sus cuentos de nunca acabar.

Y en este país al circo, maroma y teatro de los responsables de la conducta nacional, agregan cuentos de nunca acabar (Sheherezados fallidos: nadie se los traga), lo que daña y no deja ser. ¡No más cuentos! Si no pueden señores de seguridad, renuncien. Déjense de cuentos…

jueves, 13 de enero de 2011

¿Qué cambiar o cómo cambiar?

La revolución francesa tiene su lugar en la historia no por haber derrocado a la monarquía, cosa que ya habían hecho los ingleses más de un siglo antes, sino por definir de una vez y para siempre que las sociedades cambian, que lo único que no cambia es precisamente el cambio social. Por muchos siglos se insistió en las verdades eternas como ancla para la vida social pero a finales del siglo dieciocho tanto gobernantes como gobernados aceptaron al cambio como parte consustancial de las sociedades.

Este hecho tuvo consecuencias enormes en todos los campos de la vida humana. Me interesa destacar aquí el surgimiento de las ideologías, las cuales se construyeron a partir de su interpretación del cambio. El conservadurismo, el liberalismo y el marxismo representan sin duda las ideologías principales del siglo XIX y XX. En torno a ellas se dio toda la discusión con respecto a las relaciones sociales, políticas, económicas y culturales y el lugar del estado en este contexto.

El conservadurismo es la más antigua de todas las ideologías y define a la tradición como su valor fundamental. Es la familia, junto con el respeto a la autoridad, los pilares sobre los que descansa toda la construcción ideológica conservadora. Considera al cambio como una amenaza a la existencia misma de la sociedad por lo que se opone regularmente a la discusión sobre la administración de los cambios, a las reformas y las transiciones.

El control del cambio es la base de la ideología liberal, la cual podría sintetizarse en la frase: cambiar para permanecer. El gatopardismo es plenamente liberal pues en lugar de oponerse al cambio procura montarse en él para dirigirlo y ‘administrarlo’. Y es aquí donde radica precisamente la diferencia con el marxismo, pues si bien comparte la idea con el liberalismos de que el cambio es el componente esencial de la dinámica social, considera que los cambios deben darse de manera repentina, brusca, evitándose así el reformismo que siempre coloca el ideal social en el futuro.

El temor a los cambios repentinos por parte de las instituciones, el estado y la clase dominante es comprensible pues es ése momento en el que pierden su capacidad para definir y controlar el cambio, lo que los expone a perder su privilegiado lugar en la sociedad. Las ideologías están hoy más vivas que nunca por el simpe hecho de que vivimos una coyuntura estructural que nos obliga a elegir en un mundo en constante transformación. Sin ellas sería difícil abordar los problemas que nos ahogan. Habrá que ponerse a pensar en el camino que queremos como sociedades. Y para ello es mejor empezar a pensar cómo surgirán los cambios en lugar de estar pensando en cuáles serán.

domingo, 9 de enero de 2011

Evo Morales, Marcelo Ebrard y los gobierno fuertes

El gasolinazo en Bolivia enfrentó fuertes movilizaciones por parte de amplios sectores de las organizaciones sociales y políticas, al grado de que Evo Morales tuvo que invalidar el decreto que casi duplicó el precio de los hidrocarburos. El argumento que utilizó el gobierno para justificar el aumento fue que el contrabando hacia los países limítrofes, sobre todo Perú, florecía gracias a las diferencias de precios. Pero además los voceros afirmaron que el subsidio a las gasolinas podría ser utilizado en inversión social, cosa que me recordó a los políticos mexicanos, en lugar de favorecer a los dueños de autos y empresas de transporte.

Lo interesante del hecho fue que la respuesta de la ciudadanía organizada fue contundente pero sobre que fue escuchada. Al derogar el aumento el gobierno boliviano demostró que no teme la crítica y en lugar de presentar justificaciones técnicas -al estilo del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional- actuó en consecuencia. Este tipo de acciones gubernamentales no se ven muy seguido en el mundo que vivimos. Por el contrario, aun en los países mejor colocados en el sistema mundo, los gobiernos y sus líderes se ufanan de aplicar los aumentos con lujo de violencia o los recortes como los casos recientes de Inglaterra, Francia e Italia. No se diga aquí en México, donde el presidenciable Marcelo Ebrard no le tiembla la mano para sacar a los granaderos y hacer cumplir la ley (o sea su voluntad).

La lectura habitual hecha por un observador improvisado de la marcha atrás de los aumentos por parte del gobierno de Evo Morales se apuraría a decretar su debilidad evidente ya que no pudo hacer entrar en razón a sus gobernados. La razón de estado es el bien supremo en política por la sencilla razón de que siempre coincide con los intereses de los dueños del dinero. Imponerla se convierte en el mantra de nuestros gobiernos aunque se desgañiten afirmando que es el pueblo y su bienestar el fin último de sus desvelos.

El error de Evo fue no consensar primero el aumento entre la ciudadanía organizada, tratando de incorporarla en la toma de decisiones, sino que se aventó como Fox cuando intentó construir el aeropuerto en las tierras de San Salvador Atenco, siguiendo la frase: el que pega primero pega dos veces. Lo mismo hizo Ebrard con la supervía, lo que demuestra su debilidad frente a los dueños del dinero, las empresas que se llevaron los contratos y todos los desarrolladores inmobiliarios de Santa Fe.

La fortaleza de los gobernantes radica precisamente en su cercanía con los ciudadanos, en evitar el cínico argumento tan de moda en nuestro país: ni los veo ni los oigo. El gobierno de Evo Morales deberá aprender de esta amarga lección pero de entrada ha tomado una medida valiente y consistente con su discurso y su proyecto para Bolivia. Y consciente de la necesidad de abrir la participación política de las y los bolivianos convocó a un debate nacional para hacer frente al problema del precio de los combustibles.

Los gobiernos deben estar abiertos a la crítica y dispuestos a enmendar errores, considerando a la participación popular en las decisiones económicas como un síntoma de fortaleza y no de debilidad. Los ciudadanos debemos estar conscientes de nuestras obligaciones y recordarles de vez en cuando a nuestros mandatarios que están ahí para ejecutar un mandato y no para inventárselo a contentillo. No queda más que agradecerle al pueblo boliviano que nos lo haya recordado.

viernes, 7 de enero de 2011

Escribir por escribir


Escribir por escribir. Carajo, que penoso puede resultar en ocasiones escribir por el simple hecho de escribir, por el afán de cumplir con un compromiso adquirido con uno mismo y/o con un medio informativo. Máxime cuando no se posee un tema concreto y definido que abordar. Además, ¿qué tan significativo puede ser un examen de un fenómeno o suceso acaecido en un mundo cuyo sentido es apreciablemente incierto, vago, nebuloso? En ocasiones el oficio del periodismo puede provocar desgana, especialmente cuando se descubre que las noticias tienen una vigencia transitoria: el periodismo tradicional y el público al que se dirige se destacan por una memoria cortoplacista. Las noticias tienen una fecha de caducidad demasiado prematura. Por consiguiente, perseguir la “nota” implica renunciar a la profundización de asuntos que se antojan vitales.

Si bien uno procura desentrañar el hilo que conduce a conclusiones más o menos perdurables, lo cierto es que el hilo es tan tenue y deleznable que la empresa termina por menguarse. Según nos han enseñado los sabios modernos (nótese el tono despectivo e irónico), la ciencias sociales han de ofrecer las bases para una óptima cognición de la realidad. Y si he de reconocer que el canon y el método vigentes representan herramientas útiles para interpretar parcialmente el mundo, también he de admitir que las ciencias establecidas tienen límites insoslayables.

El oficio del periodista consiste en informar e imprimirle un sesgo a la información. Y es menester subrayar que el sesgo no solo depende del análisis netamente conceptual, sino también, y más profundamente, de cosmovisiones filosóficas subyacentes. En este sentido, a veces se opta por ocuparse de esos asuntos que preceden y subyacen al análisis mismo. Pero hay ocasiones –las menos, felizmente– que ni el escrutinio de los abismos de la conciencia satisface a quien escribe y opina. Y ahí es cuando uno escribe por escribir.

Soy consciente de la multitud de asuntos que requieren de un examen urgente. Y es precisamente esta conciencia la que exige preparar con excesivo cuidado cada conjetura y opinión vertidas. Es indispensable, asimismo, conferir especial atención a la selección de los temas. Lo difícil no es encontrar una noticia sobre la cual se pueda opinar: lo difícil es ubicar una noticia merecedora de estudio meticuloso. La hiperproducción de noticias a escala mundial ha sido altamente eficaz para la promoción de la desinformación: en las aguas de este inmenso rio revuelto, el aturdimiento es la norma; la clarividencia es la excepción. Se hace cada vez más necesaria una inteligencia penetrante, capaz de separar la basura, lo orgánico de lo inorgánico, lo útil de lo desechable. Pero este ejercicio se ha vuelto doblemente difícil a causa de la contaminación que sufren las palabras y el lenguaje: los hechos más insignificantes siempre se anuncian con un tono y un color aparatosos y grandilocuentes, mientras que las noticias de un valor informativo auténtico se les desdeña mediante la manipulación lingüística y el menosprecio alevoso.

El Poder manipula el lenguaje. Y con esta observación quisiera concluir este ejercicio de escribir por escribir. Pensamos con palabras. Y esto lo saben perfectamente quienes tienen a su disposición los recursos de la comunicación. Por ello procuran usar palabras que denoten y connoten lo que suponen políticamente conveniente.

Definitivamente los portavoces del Poder no hablan por hablar, no escriben por escribir: imprimen una intencionalidad calculada... Intentan persuadir, disuadir, seducir.

miércoles, 5 de enero de 2011

Violencia en la palabra

Opiniones cargadas de moralidad, de resentimiento, de interés, de lucha, de hambre de justicia, venganza, dolor (la lista es larga), todas externan al menos una pequeña parte del infierno o de la ambición de la cual surgen.

La palabra lleva consigo de antemano su carga de violencia. Antes fueron el grito y el rugido; en algún extraño momento del devenir de la naturaleza, un misterioso capricho quiso que el hombre fuera capaz de expresarse a través de un medio que le posibilitó una infinita variedad de matices, eufemismos de la animalidad.

El lenguaje desde que surge ya es problemático, problemático en el sentido de que manifiesta la necesidad y la petición de resolver un algo. Si el hombre pudiera permanecer en absoluto reposo y calma, la comunicación saldría sobrando.

Teniendo en cuenta esta básica circunstancia desde la cual surgen nuestras necesidades de expresión, me comentaba un amigo cercano que la opinión debiera estar librada de moralidad, de esa afanosa necesidad de diagnosticar problemas y de prescribir recetas terapéuticas, cáncer de las filosofías y de las reflexiones.

Frecuentemente, quien hace uso de la palabra se sube a una tribuna desde la cual, con ensimismamiento desmesurado, pretende hacer del universo los dolores y sufrimientos que son suyos, (No ha de negarse la empatía). Ocurre frecuentemente que quien quiere dar una explicación del mundo termina explicándose a sí mismo.

Ciertos poetas y literatos, quizá sabedores de su condición finita y subjetiva y de la responsabilidad de ser consejero, se remiten a narrar y describir historias de las cuales eligen ser sólo la voz narradora, afanándose minuciosamente en desaparecer del texto mismo. Ser sólo el medio es su pretensión.

Caprichosamente estos procederes parecen ser elecciones personales, caminos solitarios e individuales. Quien busque en ellos la nueva clave o el símbolo, piedra angular de las certidumbres y verdades del mundo, sólo repetirá un eterno rito. Tanto como el de aquel que, ajeno a la duda y la reflexión, seguirá ejerciendo el don de la lengua con un máximo de voluntad y un mínimo de razón.

lunes, 3 de enero de 2011

Truculento 2010


¿Recuento de los daños colaterales? ¿Daños colaterales del recuento? Desconozco que es más nocivo para la salud mental: ¿los daños manifiestos o el examen de los agravios que trastornaron a México y el mundo durante este 2010? Año fatídico sin lugar a dudas. Cualquiera que sea el enfoque, ya sea personal, íntimo, o general, extrínseco, el sentir es el mismo: quebrantamiento espiritual y somático. El oprobio reclama para sí la dirección del mundo humano. Desvalijado de toda facultad creativa, el pensamiento humano vive una suerte de retroceso: oscurantismo decorado con pinceladas de Juicio. Instintos sublimados que en el vaivén de un pantano movedizo adquieren el rango de Razón. Interpretaciones sobre interpretaciones: refritos teóricos insuperables. Conceptos ampliamente rebasados: la realidad supera la actual capacidad de cognición. Parálisis intelectual: categorías caducas que procuran explicar la actividad humana, y que en su intento imposibilitan fijar y poner en circulación nuevas categorías explicativas.

Atendiendo a este preludio, aterricemos en cuestiones más concretas. En este lúgubre escenario referido confluyen todos los males de cuyos síntomas somos víctimas y victimarios todos los hombres. El 2010 es un año paradigmático en lo concerniente a la capacidad destructiva del hombre. Las muertes causadas por los bombardeos estadounidenses aumentaron a granel, y tales crímenes siguen y seguirán exentos de sanción alguna (Pakistán siendo la más reciente víctima). Con la excusa de una crisis económica, a todas luces inducida, aquellos que se auto-confirieron la posesión y el usufructo del mundo (léase, los conglomerados financieros norteamericanos) han logrado para sí ganancias astronómicas, generando, a la par, extraordinarios cinturones de miseria en todas las regiones del mundo.

En México hemos resentido este implacable atropello quizá como ningún otro país. Con un gobierno consagrado a la satisfacción de los intereses del vecino del norte, la sociedad mexicana ha sido encadenada a un único proyecto nacional cuya única misión es la expoliación de nuestro territorio y nuestro trabajo. En México se hace evidente el papel real y efectivo del Estado moderno: la contención de la desestabilización social dentro de fronteras políticamente decretadas en aras del ininterrumpido lucro a gran escala. El pueblo mexicano está secuestrado: su secuestrador es el Estado. La guerra contra el narcotráfico es el telón que encubre una guerra abierta contra la sociedad. Los costos humanos son altísimos: desde el 2006 se contabilizan 30 mil 200 muertos, la mitad de ellos, esto es, 15 mil, sólo en 2010: el Estado mexicano elimina, con el uso abierto de la fuerza, a la población marginal que el propio Estado engendra. Lo que estamos presenciando es la descomposición social y política de México en su expresión más álgida: una guerra de seres marginales contra un Poder monopólico.

La cotidianidad está impregnada por este conflicto social. La distinción entre lo interno (México) y lo externo (el mundo) es estrictamente nominal e inútil. La polarización y precarización del universo humano, en todos sus rubros y esferas, solo es comparable con periodos decadentes de estadios civilizatorios previos.

El 2010 será, a mi juicio, un punto de bifurcación en la historia moderna: la actual desmembración del mundo humano conducirá a una nueva unidad. Que tal síntesis sea humanamente deseable dependerá única y exclusivamente de nosotros.

¡Que el 2011 sea la bisagra en cuyo seno se reedifique plausiblemente la sociedad!

Por los tiempos mundanos


“Afirmaron: todo lo que destruyes te hiere. Traza una cicatriz que no lava el olvido. Repitieron: todo lo que creíste es falso: se hundieron las palabras con que empezó tu tiempo”.

- José Emilio Pacheco

Con la palabra se recobra la deshecha materia del olvido. El mundo que se vive suena hueco porque han crecido los miedos como piedras inamovibles. Nos sentimos vivos, pero estos tiempos de males nos quitan tal orgullo para que en las bocas renazca el lenguaje con que hablen las cosas: lo que somos y deseamos ser.

En este tiempo he encontrado fuente para qué escribir: Avalanchas de fuego a su paso quemando todo en San Martín Texmelucan: infierno creado por irresponsabilidad exclusiva de Pemex, y su siempre pretexto: ordeña clandestina en ductos, y no reconocer la ausencia de vigilancia y seguridad en sus ductos, por lo que sospechamos que gente de arriba estén coludidos con estos ordeñadores. Cállate, Mejía, y habla de la gota que derramará al vaso: Los cazadores deportistas fueron cazados por policías, entregándolos a sus pretendientes secuestradores, y el que logró escapar, posteriormente fue secuestrado para callarlo y no poner en entredicho “la seguridad que nos brindan los elementos policiacos”. ¿Acaso debemos seguir permitiendo estar vivos en esta caldera del diablo?

Busquemos un sentido para vivir, sin retener su recorrido porque si apagamos su fuego de vida es dejarla morir. Al escribir debo ser sincero, decir lo que me regalan los tiempos, y sentir vivos los días con su luz, y si así no fuere seria como cerrar mi corazón y neblinar mi razón de ser y su deber ser. Amarnos para saber amar sería nuestra mejor cura, y dándonos nunca estaremos solos, porque lo afectos otorgados nos unirán hasta el final sin cadenas ni ataduras, y entonces seremos el águila o el halcón volando contra el huracán de las palabras de manifestado miedo por desaventuras vividas, para topar con espacios azules y de libertad en los aires, y poder volar a lugar seguro para seguir viviendo, porque el hombre también de soledad puede morir, como mueren las aves encarceladas.

En este mundo dividido (gato triste en el tejado de tu casa) nadie está de más, y aquí el justo es el que sabe que si miente, daña. No cerremos los ojos a los aconteceres del tiempo. El dolor que se otorga al mentir será plena negación (y de políticos mentirosos estamos hasta la madre). Actuando con verdad todos nos echamos mano: la vida en común y en paz es tesoro del existir. Nietzsche: “Se debe modificar la mente del hombre en todos los órdenes: aumentar en él la equidad y racionar sus instinto de violencia”.

Las cosas tienen el olor de lo que muere y de lo que comienza. El 2010, enfermo, nos dejó asuntos humillantes que nos cercaron, sumergiéndonos en misterio de lo que sucede. Despertar al 2011, tal vez se recupere lo perdido; pero como están las cosas, tal vez se destruya lo ganado para desgracia nuestra, y nadie cometió pecado alguno. Y sin ellos, ojalá 2011 nos traiga paz, piedad y un poco de esperanza a este mundo nuestro: el de México. Lo deseamos, lector, yo como escribidor, y ladignavoz, como periódico tuyo a tu servicio informativo.