viernes, 30 de diciembre de 2011

La nueva configuración del sistema mundo

Sobre las nuevas rutas comerciales y la lucha por la hegemonía en el siglo xxi.

Perú en el centro de la disputa hegemónica regional
Raúl Zibechi

La posición estratégica de Perú, como puerta de ingreso y salida del voluminoso comercio entre China y Brasil, pero también como uno de los más importantes países mineros de la región sudamericana, ha escalado varias posiciones desde que Ollanta Humala se ciñó la banda presidencial.

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jueves, 29 de diciembre de 2011

martes, 27 de diciembre de 2011

La invasión militar de EU a México se profundiza

En un texto publicado recientemente en el portal de la Agencia Latinoamericana de la Información, Raúl Zibechi atinadamente analiza los cambios en la estrategia militar de los Estados Unidos, los cuales se caracterizan por el desplazamiento de su atención desde el medio oriente hacia el continente asiático. Con el objetivo de seguir dominando el mundo (o imaginar ilusamente que lo pueden seguir dominando), Obama y sus patrones han asumido públicamente que la verdadera amenaza viene de China, con lo que la guerra contra el terror perderá fuerza poco a poco para que el Pentágono se pueda concentrar en contener al gigante asiático. Las consecuencias para América Latina son evidentes. “Si el objetivo de Estados Unidos frente a China consiste en “poner de rodillas a su economía, mediante el bloqueo de sus vías de suministro de energía”, esa política -que no es nueva- es de hecho un anuncio para el resto del mundo.” Y en particular, agregaríamos, para países con grandes reservas petroleras, como México.

Frente a la posibilidad de un conflicto armado, la plutocracia yanqui ha empezado por fortalecer su presencia militar al sur del Río Bravo con el Plan Colombia y el Plan Mérida que, con el pretexto del combate al narcotráfico, ha profundizado el control de los ejércitos de Colombia y México sin intentar ocultarlo. Es el caso de la reciente incursión de militares estadounidenses al cuartel militar ubicado en Matamoros, Tamaulipas, en la frontera norte de México. Fuertemente escoltados, por el ejército mexicano, armados y vistiendo su uniforme, los oficiales yanquis ingresaron a territorio nacional para sostener una reunión con altos mandos del ejército mexicano mientras un helicóptero violaba el espacio aéreo mexicano para reforzar la vigilancia.

Este hecho podría parecer una operación de rutina pero resulta muy ilustrativo de los niveles de intervención estadounidense en la política doméstica de México, la cual poco a poco se va mostrando con mayor confianza y de manera pública, como para que la población se vaya acostumbrando a ver militares extranjeros en suelo mexicano. ¿Qué necesidad de realizar un operativo de esa naturaleza para entrevistarse con sus pares mexicanos? Lo podrían haber hecho con mayor discreción. Pero no, pues de lo que se trata es de sondear las reacciones de la sociedad para una eventual invasión más en forma.

Y es que cualquiera sabe que la presencia de la inteligencia yanqui en México ha crecido a pasos agigantados a partir de la firma del Plan Mérida, en la que no sólo se pactó una ayuda económica para enfrentar el narcotráfico sino el apoyo logístico del Pentágono para someter a los mandos militares mexicanos, empezando por su Comandante en jefe, Felipe Calderón, a los objetivos geopolíticos de los plutócratas de Washington. Para muestra un botón: “Altos mandos de la Procuraduría General de la República (PGR) y de las secretarías de Seguridad Pública federal y Gobernación confirmaron a La Jornada que han detectado que al menos 80 ex servidores públicos de áreas sensibles de inteligencia, investigación y análisis del gobierno mexicano trabajan para las agencias estadunidenses, espiando, recopilando información y dando seguimiento a los temas y casos de su interés.” (www.jornada.unam.mx/2011/12/18/politica/010n1pol) O sea que, al igual que los gobiernos golpistas sudamericanos en los años setenta, el gobierno mexicano y algunos de sus integrantes ya no trabajan para México sino para los Estados Unidos. ¿Quien en su sano juicio, y tomando en cuenta las enseñanzas de la historia de las últimas décadas, puede pensar que esos ex servidores públicos piensan primero en su país en lugar de privilegiar intereses extranjeros? El control sobre tales ex servidores públicos es inexistente. Según la nota, si bien “… los agentes estadunidenses no suman más de 200 en todo el país, las autoridades mexicanas no conocen el número de informantes que han contratado, ya que inclusive se ha detectado que algunos que fueron detenidos como delincuentes colaboraban con alguna agencia, sobre todo en la frontera norte.”

Asimismo, los operativos como Rápido y Furioso contribuyen a dimensionar la enorme autonomía de la que gozan los mandos militares y políticos estadounidenses con respecto al gobierno de México y el triste papel que juega éste último que simplemente se hace de la vista gorda o de plano ni se entera de lo que hacen nuestros ´protectores’, al margen de la gritos y sombrerazos de algunos funcionarios mexicanos para aparentar indignación por la violación de la soberanía nacional o las investigaciones del congreso estadounidense al respecto.

En este sentido, el viraje de la estrategia militar de los Estados Unidos está sometiendo sin rubor y sin resistencia a los gobiernos y ejércitos de la región para un posible conflicto armado con China y sus socios. Los casos de Colombia y de México son paradigmáticos de dicha estrategia y prefiguran conflictos con otros países de la región, como Brasil y Venezuela, que han resistido con mayor éxito el reacomodo del sistema mundo contemporáneo pero que no por ello están en la mira de los halcones de Washington. La lucha contra el narcotráfico resulta así un simple pretexto para realinear a los ejércitos de la región con el objetivo de resguardar su ‘patio trasero’ de cara a una probable guerra mundial. Y nuestros gobernantes están completamente de acuerdo, en lugar de empezar a desmarcarse de los planes yanquis para mantener su cada vez más deteriorado control del mundo.

La reconfiguración del sistema mundo tiene y tendrá enormes consecuencias para los países de todo el mundo pero sobre todo para los que han integrado tradicionalmente la esfera de influencia estratégica para los Estados Unidos. El entreguismo y corrupción del gobierno de México han facilitado enormemente las cosas para la plutocracia yanqui que, en un escenario diferente, enfrentaría una gran oposición por parte de la sociedad mexicana. La reciente ‘invasión’ de mandos militares estadounidenses a Matamoros no es más que la punta del iceberg del sometimiento progresivo del estado mexicano y sus dueños a los designios y aspiraciones de nuestros otrora vecinos distantes pues ahora no sólo están más cerca sino en el corazón mismo de las instituciones nacionales.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Lo que mal empieza mal acaba

Lo que mal empieza mal acaba. No nos referimos al año que está próximo a culminar. Tampoco a las profecías apocalípticas que presuntamente se avecinan. Qué bien que pudiéramos ocuparnos de amenas trivialidades. En este caso, fatal e infausto caso, el ciclo al que aludimos no corresponde a ningún calendario religioso: más bien a ciclos regidos por la profana historia política del México simbólicamente descolonizado. Nótese que se advierte una independencia sólo simbólica: ancestral problema irresuelto que condena al fracaso los ciclos del país. La sangre es y ha sido el abono para la fecundación (anti)nacional. En este país todos los caminos llevan al mismo desenlace: muerte, exterminio, violencia. O para ser más precisos: es la frustración de los caminos soberanos lo que conduce al sempiterno atolladero.

La revolución mexicana no fue un proceso de ruptura en sentido estricto, o un revulsivo a la evolución humana del mexicano. El signo de la continuidad es su más fiel prefiguración. Sólo se suplió la figura del autócrata por la del “partido”; las exiguas conquistas de los vencidos transitaron de una negación de jure a una negación de facto. Más tarde, luego de un proceso paulatino, las escasas benevolencias constitucionales se “reformaron” (léase: abolieron) con el visto bueno de la naciente partidocracia.

En lo esencial nunca cambió nada. La economía, persistentemente sujeta a los caprichos de la metrópoli en turno, jamás ha mostrado una vocación siquiera mínimamente patrimonial. En lo cultural, México –particularmente élites e ideólogos– siempre ha deseado emular formas, ideas y patrones de existencia extraños. Empero, únicamente se emulan las cuestiones superficiales, nunca los contenidos profundos y valiosos. De Francia se replica el gusto aristocrático, no la tenacidad política o la vocación de resistencia ciudadanas. De Estados Unidos se imita las prácticas de derroche, el frívolo consumismo: en México, la reducida clase media, se ha vuelto consumidora exquisita, gourmet, cosmopolita; pero en el terreno laboral, a cada atropello gubernamental, la gente responde con indiferencia, no pocas veces con furiosa repulsa a los reclamos del trabajador. Y el pueblo mexicano, esto es, la vasta mayoría, conserva de los españoles especialmente esa religiosidad desesperanzada, laxa e indulgente: el catolicismo.

Recuérdese que el ciclo referido empezó con la muerte –asesinatos políticos– de Zapata, Flores Magón y Francisco Villa. Y naturalmente acabo mal: con un estamento político con marcada disposición corruptiva, antisocial (léase: Partido de Acción Nacional).

Casi 100 años después, el país se debate, de nueva cuenta, entre el ser y el no ser nacional. Podríamos establecer el 2006 como una fecha que inaugura un antes y un después. Allí arranca un ciclo, a primera vista sólo sexenal, pero cuyo largoplacismo inadvertido es crucial. En ese año se termina de configurar un modo de gobernar cimentado en la negación categórica de lo nacional. El despliegue de las fuerzas castrenses (ejército, marina), con la excusa oficial de “restablecer condiciones de seguridad”, es una forma de colonialismo “inteligente”: a saber, se asesina a veces selectiva, a veces indiscriminadamente a la ciudadanía, se militariza al país alegando un interés nacional, evitando así los costos políticos que acarrea un gobierno cívico-militar, y se entrega la soberanía a una metrópoli ávida de recursos a la que las autoridades nacionales no sólo rinden pleitesía: además le abren la puerta para que extiendan sus inversiones, aquí sí, “sin regateos”.

El sexenio de Calderón empezó con sangre; y tristemente acabará con más sangre. Sólo una acción social con visos milenaristas conseguiría interrumpir el desarrollo de un ciclo cuyo virtual desenlace se antoja insalvable, máxime si se considera los antecedentes de su fase originaria. La lucha contra la presunta “lucha contra el crimen” y sus ejecutores institucionales, es una lucha contra el ancestral problema nacional irresuelto: el no ser.

El fin también puede ser un comienzo.

viernes, 23 de diciembre de 2011

La segunda guerra fría y América del Sur


Raul Zibechi
alainet.org

La “guerra contra el terror” inaugurada por George W Bush tras los atentados del 11 S, está siendo desplazada por la “contención” de China, la nueva estrategia delineada por el Pentágono para cercar y, eventualmente, ahogar a la potencia asiática, con el objetivo de mantener la supremacía global. El último viraje del imperio involucra de lleno a Sudamérica.


Noviembre fue el mes en que se plasmó el cambio de rumbo. “En nuestros planes y presupuestos para el futuro, vamos a asignar los recursos para mantener nuestra fuerte presencia militar en esta región”, dijo Barack Obama el 17 de noviembre ante el parlamento australiano. En la edición de noviembre de Foreing Policy, la secretaria de Estado Hillary Clinton hizo algunas precisiones. “Durante los últimos diez años hemos dado ingentes cantidades de recursos a Irak y Afganistán. En los próximos diez años, debemos ser inteligentes acerca de dónde invertimos nuestro tiempo y energía, de forma que logremos la mejor posición posible para mantener nuestros liderazgo”.

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sábado, 17 de diciembre de 2011

La semilla del autoritarismo

No son pocos los que cándidamente conciben el virtual regreso del PRI al poder como el retorno del autoritarismo ciego al país. Si bien las prácticas autoritarias son un gesto inequívoco del priismo, aquí el error de percepción radica en imputarle al partido tricolor el signo del autoritarismo como una característica privativa, esto es, que no comparten las otras asociaciones partidarias. El sostén ideológico –exculpatorio– de las últimas dos administraciones federales (panistas) se nutre de esta soberbia falacia. Sin distingo de colores y/o idearios falsamente enarbolados, los gobiernos del país –aquí también, sin distingo de jurisdicción: federal, estatal, municipal– invariablemente ejercen el poder con un acento especialmente autoritario. Y es que este aspecto de coerción despótica reside en un ámbito más hondo, inapreciable para el ojo acrítico. Los partidos simplemente constituyen una extensión, un apéndice, de la estructura autoritaria que nos rige: el estado. No es gratuito que la teoría política se muestre particularmente seducida por los teoremas apologéticos del estado. En el terreno teórico, el estado se define como un mal necesario, un monstruo cuya –válgase la redundancia– monstruosidad (el Leviatán de Hobbes) ha de sustraer la violencia congénita del individuo común para acapararla, centralizarla, en nombre del bienestar común. Esta disertación supone dos premisas tácitas, a nuestro juicio, marcadamente espurias: uno, que el hombre es “naturalmente” propenso al ejercicio de la violencia, y dos, que la configuración de un monstruo aún más violento es el único recurso para dar viabilidad a la vida en común. En todo caso, dotando teórica e ideológicamente al hombre de una violencia cuasi indómita, se ha conseguido justificar la existencia de una maquinaria política –el estado–, aquí sí naturalmente, proclive al despotismo.

La historia del estado moderno es la historia de un cleptómano sigiloso. El estado ha robado, gradualmente, el poder del pueblo (por “pueblo” entiéndase toda persona que no tiene control sobre el timón de los asuntos públicos). En el presente, la decisiones en materia de política se toman en privado (de ahí la expresión “secreto de Estado” o “información confidencial”), y las figuras del “referéndum” o “consulta popular” existen sólo en la más grisácea de la teorías. Y allí donde casi milagrosamente se consigue un sufragio exhaustivo y franco, el estado manipula la intención de voto con el uso de dispositivos mediáticos. En economía, todas las disposiciones se acuerdan en los consejos administrativos de los conglomerados empresariales, con la venia de las autoridades políticas, y la insistente omisión de las demandas sociales. Y cuando los circuitos de coacción jurídica no bastan para amainar reclamos colectivos, el estado (“el más frío de los monstruos fríos” –Nietzsche) acude a la agresión, a la violencia sistemática, a la eliminación física de la desobediencia civil.

El reciente asesinato de Nepomuceno Moreno y Trinidad de la Cruz Crisóforo, ambos integrantes del MPJD (Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad), y de dos estudiantes normalistas en Guerrero (Gabriel Echeverría y Jorge Alexis Herrera), desvela, escandalosamente, la vocación natural del estado: el autoritarismo, la negación del consenso con base en el disenso (premisa elemental de cualquier organización justa), el ejercicio dictatorial.

Rojos, azules o amarillos, todos los colores partidarios prefiguran una sola cosa: la conservación del autoritarismo. La “transición democrática” (sofisma expiatorio) devino ferocidad autoritaria. Se transitó de un autoritarismo consensual a un autoritarismo tiránico. Y a esto, PAN, PRI y PRD, le llaman “democracia”. Felipe Calderón no escatima autoelogios: “plantamos la semilla de una nueva patria democrática, ordenada y generosa”

jueves, 15 de diciembre de 2011

Ayotzinapa y la militarización en México

Las movilizaciones estudiantiles en Latinoamérica han sacudido a la opinión pública y han logrado visibilizar la problemática provocada por la privatización de la educación. En Chile y Colombia, el movimiento estudiantil ha cobrado fuerza y simpatía de cara a la población al grado de que Camila Vallejo supera al presidente chileno en popularidad y en Colombia los jóvenes lograron desarticular una propuesta de reforma educativa promovida por el presidente Santos con la intención de iniciar poco a poco la privatización de la enseñanza.

En este contexto, las movilizaciones de los estudiantes de la escuela normal rural de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero, se inscriben plenamente en esta ola de protestas, provocando una reacción violenta por parte de las autoridades locales y federales que dejó un saldo trágico y que demostró, una vez más, que la militarización del país ha generado un clima de represión y satanización de los movimientos sociales.

Las demandas principales de los estudiantes normalistas que bloquearon la carretera en Chilpancingo son: ampliación de la matrícula, profesores de carrera o aumento de la plantilla de profesores y audiencia con Ángel Aguirre, gobernador del estado de Guerrero. Las dos primeras resumen claramente las necesidades más urgentes para los estudiantes. Por un lado y frente a la paulatina desaparición de las normales rurales en México (llegaron a ser 36 y hoy sólo funcionan 16) llevada a cabo por las autoridades educativas, las posibilidades de que los hijos de los campesinos puedan tener acceso a la educación media y superior se han reducido brutalmente. Es por ello que los estudiantes normalistas exijan ampliar la cantidad de estudiantes matriculados. Por el otro, la demanda de ofrecer mejores condiciones laborales para los profesores o de ampliar su número aparece como un antídoto a la estrategia gubernamental de asfixiar a las normales rurales contratando profesores por horas y sobrecargándolos de trabajo.

Dada la naturaleza de las demandas, la reacción de las autoridades estatales resulta a todas luces desproporcionada y muy sintomática de la manera en que los gobiernos pretenden resolver las demandas sociales. En lugar de privilegiar el diálogo y la negociación a partir del reconocimiento de los derechos, el gobernador y sus representantes optaron por la represión y la mentira, echando mano de fuerzas policiales dedicadas al combate al narcotráfico. La renuncia de algunos de sus colaboradores -después de haber intentado a través de los medios de comunicación de responsabilizar a los estudiantes por los hechos- no pretende cambiar la dinámica represiva sino salvar la cabeza del gobernador, que de haber hecho su trabajo recibiendo en audiencia a los representantes estudiantiles no estaría ahora en el centro del huracán.

La muerte de Jorge Alexis Herrera Pino, Gabriel Echeverría de Jesús y Édgar David Espíritu es entonces responsabilidad exclusiva del gobernador Aguirre quien, a pesar de contar con el apoyo del gobierno federal y de fracciones de la ‘izquierda’ partidista, tendrá que hacer frente a las movilizaciones estudiantiles que seguramente se radicalizarán y cobrarán un nuevo impulso. Los estudiantes normalistas cuentan con una larga tradición de lucha por lo que no se van a replegar fácilmente. A las demandas originales se habrán de agregar la detención de los responsables de los asesinatos y el esclarecimiento de los hechos. Así, un conflicto que defendía intereses predominantemente estudiantiles se ha convertido, gracias a la torpeza y soberbia gubernamental, en un conflicto político que puede detonar protestas en otros lugares del país. La militarización en México está empezando a rendir sus podridos frutos.

viernes, 9 de diciembre de 2011

“El Santo, el Cavernario, Blue Demon y el Bulldog…”

Degradada. Degradante. Risible. La arena política se despoja de sus prendas interiores y se exhibe desguarnecida públicamente, sin en el menor recato o decoro, sin un ápice de respetabilidad. Los protagonistas del teatro político nacional se disputan el espacio público para exclamar perogrulladas a granel, con el sólo propósito (nótese la dimensión del insulto) de seducir a un auditorio crecientemente aturdido, pero, por increíble que parezca, aún expectante. Lo más alarmante no es la deshonra manifiesta, sino el fondo oculto tras la rusticidad discursiva de la nomenclatura partidaria: el envilecimiento de la esfera pública, la condición fraudulenta de la institucionalidad en vigor.

Comenzando con el más populista de los mandatarios que ha padecido el país (crónico padecimiento el nuestro), Vicente Fox (ranchero iletrado, curiosamente honoris causa), el analfabetismo se extendió cual cáncer maligno a lo largo de todo el cuerpo político, convirtiéndose en moneda corriente de los funcionarios públicos (que no servidores públicos: “no hay servidores públicos, sino aprovechadores públicos” –Fernando Vallejo). Herederos de la misma escuela (nótese la ironía), Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto, Ernesto Cordero, Elba Esther Gordillo, se suben al ring político, centro del escarnio nacional, para entretener a las multitudes con lujo de piruetas poco diestras.

“Respetable público, lucharán dos de tres caídas, sin límite de tiempo: en esta esquina el Santo, el Cavernario; y en esta otra, Blue Demon y el Bulldog…”.

En sus más recientes alocuciones, Felipe Calderón urdió una secuencia de metarrelatos que habrán dejado boquiabiertos aun a sus más entusiastas feligreses. En el marco de su quinto informe, el Santo (pero no de nuestra devoción) cínicamente profirió: “plantamos la semilla de una nueva patria democrática, ordenada y generosa”. Y añadió con la habitual cuota de espuria heroicidad: “Hemos defendido y vamos a seguir defendiendo a las familias mexicanas hasta el último día de mi mandato”. Más tarde, en el homenaje a Francisco Blake Mora, recurrió a la táctica rastrera: “Antes [los delincuentes] amenazaban con quitarles los apoyos, hoy amenazan a la gente que si vota por el PAN le quitan la vida y eso no se puede tolerar”.

“… métele la wilson, métele la Nelson, la quebradora y el tirabuzón… sácalo del ring”.

En un auditorio dispuesto a modo (FIL) para el candidato puntero 2012, Enrique Peña Nieto, se verificó un hecho de formidable valor cultural. A la pregunta de “cuales lecturas han influido más en usted”, el Cavernario, con incontestable erudición respondió: “He leído varias telenovelas (¡sic!)… la Biblia es uno… La Silla del Águila de Krauze (¡sic!)… Leí la antítesis (¿?)… las mentiras sobre el libro de este libro (¿?)”.

“… quítale el candado, pícale los ojos, jálale los pelos… sácalo del ring”.

En este mismo tenor de exquisito iluminismo, Ernesto Cordero, el Blue Demon, cuya carta está tasada en 6 mil pesos, señaló que uno de sus libros favoritos es “La Isla de la Pasión” de Isabel Restrepo. ¿Quiso decir Laura Restrepo? No importa. El dice que lo agarraron temprano, que le apena mucho. ¿Un rudo cursi?

“… y la gente comenzaba a gritar, se sentía enardecida sin cesar… sácalo del ring”.

La maestra número uno del país, Esther Gordillo, conocida en el ámbito de la lucha libre como la Bulldog, recibió en 2009 el galardón de “menor aprovechamiento académico”, luego de cometer incontables pifias en un mismo discurso. Véase la memorable secuencia: “Los precios internacionales del ‘pretoleo’… la guerra contra la ‘dlelincuencia’… no podrá ‘fomar’ parte… la ‘pobeza’… que haga ‘irrevelante’… el riesgo ‘epimediológico’ fue ‘expotencial’…”

“En el ring luchaban, los cuatro rudos, ídolos de la afición”.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Desigualdad y pobreza

La desigualdad y la pobreza no son lo mismo, aunque estén estrechamente relacionadas. Confundirlas o utilizarlas indistintamente tiene como finalidad dirigir la atención a la segunda dejando de poner atención en la primera. Para el estado mexicano y para la mayoría de los políticos de nuestro sistema político, el combate a la pobreza ocupa sin discusión el primer lugar entre sus objetivos; todos los gobiernos estatales y el nacional coinciden en señalarla como el mayor flagelo que sufre nuestra sociedad precisamente para alejar la atención en un flagelo mucho más peligroso: la desigualdad.

La pobreza sirve como catalizador para organizar todos los esfuerzos de nuestros representantes políticos, empresas y organismos internacionales en una auténtica cruzada a la que nadie se atrevería a criticar. Es un poco como la democracia, a la que nunca alcanzamos pero que ordena nuestros esfuerzos colectivos y es inatacable. Con la pobreza pasa algo similar, pues aparece como el horizonte inalcanzable que guía y legitima a los estados nacionales y a los discursos políticos, logrando de vez en cuando éxitos parciales pero siempre efímeros o poco significativos. Como el caso brasileño, que se ufana de haber sacado de la pobreza a millones de personas -gracias a las políticas de combate a la pobreza en el gobierno de Lula Da Silva- olvidando el hecho de que a pesar de semejante logro Brasil sigua siendo uno de los países más desiguales del mundo.

La pobreza se mide en términos de la capacidad de consumo de un individuo. Se limita a señalar las fronteras cuantitativas que determinan quienes son pobres y quiénes no, con base en la cantidad de ingresos. Últimamente los administradores de la pobreza le han agregado calificativos como extrema, patrimonial, alimentaria, entre otros con la finalidad de que las cifras no sean tan alarmantes y pueda así demostrar el ‘éxito´ de sus políticas públicas. En todo caso, si utilizamos los límites fijados en los países de primer mundo para contabilizar a sus pobres, nos encontraremos que la clase media en México prácticamente no existiría pues la mayoría de sus integrantes no lograría sobrepasar la línea de la pobreza de Francia, por ejemplo.

Por el contrario, medir la desigualdad implica dimensionar las posibilidades de cualquier individuo para desarrollar plenamente su potencial como ser humano. En la medida en que cada vez menos personas tengan ésa posibilidad existirá mayor desigualdad. De nada sirve salir de pobre (o sea tener un mayor margen de consumo) si los ricos son inmensamente más ricos, pues es la desigualdad la que hace posible la explotación del hombre por el hombre.

¿Cómo se manifiesta la desigualdad en la realidad? En la incapacidad de un sociedad para evitar la violación sistemática de los derechos humanos; en la remota posibilidad de que cualquier ciudadano pueda hacer efectivos sus derechos. Si unos pocos son muy poderosos y muchos son muy débiles la impunidad, la corrupción, el despojo, la discriminación y el racismo sentarán sus reales sin mucho esfuerzo. Podrá usted tener un mejor ingreso pero a la hora de ejercitar sus derechos, si éstos entran en conflicto con los intereses de una corporación internacional, difícilmente saldrá ganando. Es el caso de incontables comunidades, colonias y municipios que han protestado por la depredación ejercida por compañías mineras, maquiladoras, madereras, de energía y un largo etcétera. A pesar de que les asiste la razón jurídica, el saqueo no se detiene e incluso miembros activos de las comunidades son asesinados, secuestrados e intimidados no sólo por representantes de las corporaciones legales y no tanto, sino también por las propias autoridades.

Como mencionaba al principio, la desigualdad y la pobreza están relacionadas por el hecho de que la pobreza ensancha la brecha entre los que tiene mucho y los que tienen muy poco. Pero al mismo tiempo, la desigualdad promueve la pobreza pues la imposibilidad de gozar de un derecho como el salario justo o un trabajo digno contribuye a la pérdida de ingresos por parte de las mayorías.

Los gobiernos se inclinan por colocar a la pobreza por encima de la desigualdad con el argumento de que las personas no pueden ejercer derechos si no tiene satisfechas sus necesidades básicas pero esto pasaría por alto el hecho de que, por ejemplo, en nuestro país son los más pobres entre los pobres, los neozapatistas, los únicos que han articulado una programa político coherente y crítico de la realidad económica, política y social que vivimos. Si la lógica de los administradores de la pobreza funcionara en la realidad este hecho no sería posible. Sin embargo, han sido los pobres los que se han enfrentado a las políticas neoliberales mientras que el resto de la sociedad, bien nutrida y educada -incluida por supuesta la izquierda partidista, no ha logrado más que profundizar la desigualdad mientras combaten la pobreza y señalan el rumbo que debe seguir el país.

Tal vez por eso habrá que poner más atención en el combate a la desigualdad, vía ejercicio de los derechos civiles, políticos y sociales, que en el de la pobreza, artilugio perverso de funcionarios y políticos de todos los colores para justificar su corrupción y su ineficacia. Y mientras nos distraen con sus programas de combate a la pobreza la desigualdad crece. No se trata de dejar de luchar por lograr mejores salarios y condiciones de trabajo sino de recordar que para lograr una mejor calidad de vida resulta indispensable que los ciudadanos tengamos un mayor control sobre las decisiones que afectan nuestra vida cotidiana. No sólo de pan vive el hombre.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Galván Ochoa sobre las soluciones 'financieras' en boga por el mundo

Tasas de interés

"Países como Italia y Grecia están pagando rendimientos a los compradores de bonos de gobierno de poco más de 7 por ciento anual, y es un escándalo. Los expertos no creen que pueda mantenerse con buena salud su sistema financiero pagando tasas tan elevadas. En México, según Reuters, después de la decisión sobre tasas de interés del Banco de México del viernes pasado, el rendimiento a 10 años, con fecha de vencimiento del 10 de junio de 2021 , avanzó 0.07 puntos frente a su cierre del jueves, a un 6.38 por ciento. Y la tasa a 20 años, con vencimiento el 31 de mayo del 2029, cerró a 7.46 por ciento, 0.05 puntos por arriba de su cierre previo, de acuerdo con intermediarios. En otras palabras, también el banco central mexicano está pagando rendimientos altísimos con tal de retener los capitales golondrinos. Pero siguen huyendo, se refugian en bonos del Tesoro de Estados Unidos, así que no le ha quedado de otra más que vender dólares de su reserva internacional para contener la devaluación."

http://www.jornada.unam.mx/2011/12/05/economia/008o1eco?partner=rss


viernes, 2 de diciembre de 2011

¿Lucha contra el crimen o crimen contra la lucha?

El crimen constitucionalmente organizado lanzó recién una amenaza más, naturalmente dirigida contra la indefensa sociedad: “El gobierno de la república explora todas las alternativas (sic) para proceder legalmente en contra de quienes las realizan [imputaciones a las autoridades] en distintos foros e instancias nacionales e internacionales”. Más de una voz secundó esta declaración intimidatoria. A los 23 mil ciudadanos que interpusieron una demanda ante la Corte Penal Internacional de La Haya contra Felipe Calderón por crímenes de lesa humanidad, el señor Ernesto Cordero, haciéndole honores a su apellido, repitióles el ultimátum: “Eso es lo que son, unos calumniadores, no veo por qué sea desmedida esta acción, son calumniadores, así hay que tratarlos y así hay que proceder”. ¿También embestirán a los “calumniadores” con la Marina y el Ejército?

Solo cabe esperar que a los ciudadanos denunciantes, cuyas razones son perfectamente legítimas, no les apliquen la ley de hierro panista, a saber: “Quienes actúan mal frente a la justicia tienen que pagar sus consecuencias, terminar en la cárcel; son los criminales los que han envenenado a miles de mexicanos”. (¿Podría ser más obtuso, anti didáctico, torpemente incendiario e intolerante el discurso de un régimen?)

En todo caso, si hay algo que irrita al Estado, además de las denuncias en instancias internacionales, es la tentativa de ciertas bandas criminales –las menos– de arrebatarle el monopolio de la violencia “legítima”. Véase la siguiente confesión involuntaria: “Son ellas [las bandas delincuenciales] las que pretenden suplantar la actividad de los gobiernos (¡autogol!), tener su propia fuerza armada, cobrar sus propias contribuciones a través de las extorsiones forzadas a los ciudadanos e imponer su propia ley”. Para beneplácito del lector, traducimos en lenguaje descodificado la anterior aserción: “Bajo ninguna circunstancia, el crimen constitucionalmente organizado va a consentir que la Secretaría de Seguridad Nacional, la Marina, el Ejército, la Secretaría de Hacienda, la Suprema Corte y los Tribunales, enfrenten escenarios de competencia leal o desleal”.

En fin. La actitud irascible del gobierno frente a la demanda internacional pone al descubierto su más profundo temor: el colapso del circo ideológico guerrerista, y el consiguiente develamiento del carnaval de corrupción gubernamental.

Si bien las “voces más autorizadas en la materia” han sugerido que la acusación es improcedente, cabe advertir que, no obstante el dictamen de la Corte, la guerra es, aquí sí incontrovertiblemente, una política deliberada de Estado cuyo fin es frenar, mediante la criminalización ciudadana, el exterminio aleatorio, la transformación de las estructuras políticas, con la excusa de combatir un enemigo prefabricado, concebido en tierras extrañas: el narcotráfico transnacional. (“Los EU carecen del pretexto anticomunista –aunque buscarán otros: las drogas, en primer término– para intervenir”. –Carlos Fuentes).

Eduardo Galeano denuncia el fondo oscuro de la lucha antinarco: “La guerra contra las drogas es una máscara de la guerra social… En América Latina, donde los delincuentes pobres son el nuevo enemigo interno de la seguridad nacional, la guerra contra las drogas apunta al objetivo que Nilo Batista describe en Brasil: ‘El adolescente negro de las favelas, que vende drogas a otros adolescentes bien nacidos’. ¿Un asunto de farmacia o una afirmación de poder social y racial? En Brasil, y en todas partes, los muertos por la guerra contra las drogas son mucho más numerosos que los muertos por sobredosis de drogas”.

Es natural que el poder se agazape cuando la sociedad, en pie de lucha, denuncia el crimen soberanamente organizado: el Estado.

jueves, 1 de diciembre de 2011

La tragedia de los derechos humanos en México

La reciente reforma constitucional relativa a los derechos humanos debería ser considerada como un parteaguas en la historia del derecho mexicano. Lamentablemente surge en un contexto de violación sistemática de tales derechos por parte del estado mexicano. Su eminente promulgación se dará después de que 23 mil ciudadanos han solicitado a la Corte Penal Internacional (CPI) considerar la posibilidad de iniciar una investigación para corroborar la existencia de crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra en nuestro país. Junto con el delito de genocidio, son los únicos que la CPI puede castigar.

Y si bien el delito de genocidio no aplica estrictamente a la realidad nacional, los otros dos son en los que se enfoca la demanda. Las desapariciones forzadas y la tortura son los típicos delitos de lesa humanidad mientras que los crímenes de guerra son mencionados por los demandantes quienes consideran que vivimos una guerra civil durante la cual se han cometido delitos amparados por la visión militarista del estado mexicano.

La reacción del generalísimo no se hizo esperar, reiterando sin ambages el desprecio que siente por la opinión de sus representados, llegando incluso a comparar su persona con la Nación: si me acusan a mi perjudican a México, declaró con su acostumbrada soberbia. Repite la cantinela de que el jefe del poder ejecutivo está obligado a enfrentar el crimen organizado, cosa que nadie discute; el problema es la forma en que se está enfrentando el problema. Y es ahí en donde toma consistencia la denuncia ante la CPI.

En efecto, nadie puede negar que es indispensable enfrentar al narcotráfico. El problema está en la manera de hacerlo. El señor de los vinos y sus aliados insisten en la militarización como remedio, llamando daños colaterales a la práctica sistemática de la tortura, las desapariciones forzadas y la conculcación de derechos civiles. La ciudadanía insiste en que ningún estado nacional puede reducir o desaparecer las libertades públicas o violar los derechos humanos para enfrentar amenazas contra la Nación.

Los defensores de la militarización han calificado la demanda como una ilusión perversa y aseguran, al igual que su comandante, que la CPI la descartará. Además dicen que el sistema judicial mexicano está preparado para resolver todas las quejas que presente la ciudadanía. Sin embargo, y a pesar de la reforma constitucional en materia de derechos humanos, las desapariciones forzadas y la tortura no están tipificados como delitos en nuestras leyes por lo que se impone la necesidad de acudir a cortes internacionales para obtener justicia ya que aquí no hay como.

Uno de los elementos de la reforma constitucional en materia de derechos humanos es que se inspira en los avances del derecho internacional y promueve la idea de que es necesario utilizarlos para mejorar la procuración de justicia en México. Pero nuestros representantes parecen no darse cuenta de lo que eso significa y ponen el grito en el cielo cuando son enderezados en su contra. En esta columna dijimos hace tiempo que los crímenes cometidos por las instituciones encargadas de la seguridad pública no preescriben y que, si no ahora, en el futuro existía la posibilidad de que fueran juzgados los responsables de la tortura y la desaparición forzada. Parece que esos 23 mil ciudadanos han decidió actuar inmediatamente, en lugar de esperar a que las autoridades rectifiquen. Resulta trágico que mientras nos felicitamos por las reformas constitucionales en materia de derechos humanos el estado mexicano enfrente acusaciones en una corte internacional. Así están las cosas.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

La amenaza de los "indignados"

Las críticas, por no decir descalificaciones, al movimiento mundial que en unos lugares se conoce como indignados y en otros ocupas se han concentrado en denunciar la falta de demandas claras. Sin embargo, los recientes desalojos en Nueva York, París, Zurich y Londres demuestran que los gobiernos de esos países consideran al movimiento como una amenaza, a pesar de su supuesta incapacidad para definir objetivos y fines específicos. Parece ser que unas cuantas decenas o centenas de personas acampando en parques públicos o privados constituyen un insoportable desafío para los dueños del dinero en el mundo a pesar de que, según ellos, nadie comprende que quieren estos manifestantes. Por su parte, los banqueros están planeando atacar a los ocupas de Wall Street con un ‘discurso negativo’ que, ampliado por los medios que controlan, intentaría desprestigiar al movimiento. La empresa Clark Lytle Geduldig & Cranford (CLGC) sugiere que “Quizá sea fácil rechazar al OWS como un grupo de manifestantes desordenados, pero está demostrado que deberían ser tratados como competidores organizados, muy hábiles y capaces de hacer mover a los medios (...) Para contrarrestar esto, tenemos que hacer lo mismo.” (http://www.jornada.unam.mx/2011/11/20/economia/025n1eco)

Los movimientos sociales posteriores al levantamiento indígena de 1994 en Chiapas poseen una serie de características que para las instituciones políticas tradicionales y sus corifeos son un misterio pero sobre todo una amenaza. El mundo de la política tradicional considera que un movimiento que no tiene un impacto inmediato y mensurable en la realidad y en las instituciones políticas o económicas simple y sencillamente no sirve para nada, pero no por ello dejan de reprimirlos y criminalizarlos sistemáticamente. Para nadie resulta un secreto que los políticos tradicionales se comportan como los empresarios, procurando que las ganancias, políticas o monetarias -que para el caso son lo mismo- sean en el corto plazo. En este sentido, todo lo que no deje ganancia hoy no sirve. Y es aquí donde radica una de las características del movimiento mundial en cuestión: no quiere ganancias rápidas sino inversiones a mediano y largo plazo. El objetivo principal del movimiento mundial es visibilizar la relación perversa entre los gobiernos y las corporaciones internacionales, basada en el lucro, para que las personas que luchan todos los días para sobrevivir se den cuenta de la vida miserable que nos ofrece el capitalismo mundial.

En efecto, a partir de 1994, los movimientos sociales han procurado comunicarse con la sociedad, manteniendo la interlocución con el estado en un segundo plano, para hacerle ver cuáles son los mecanismos que perpetúan la dominación, la explotación del hombre por el hombre. No pretenden tapar el sol con un dedo o caer en el dilema de todo o nada sino construir un discurso coherente que impacte no sólo a la inteligencia sino a los corazones de millones de personas que han visto la depredación de nuestro entorno vital y la pauperización de nuestras vidas y del futuro de nuestros hijos. Y dadas las circunstancias, caracterizadas por un monopolio mediático en todo el mundo, no es tarea fácil. Hoy los medios de comunicación son la principal arma de los dueños del dinero para persuadir a la población de las ‘bondades’ del capitalismo por lo que producir un discurso alternativo es el punto de partida de cualquier movimiento social contemporáneo.

Cuando el emperador chino decide ponerse un traje imaginario para impresionar a la corte sufre la mayor de las humillaciones cuando un niño exclama: ¡el emperador está desnudo! Y eso es exactamente lo que miles de personas están haciendo al reunirse en espacios públicos. Están diciendo simple y sencillamente que el capitalismo va desnudo, que sus ropajes ideológicos como la democracia liberal, los sistemas de gobierno, el desarrollo económico y el crecimiento, el progreso tecnológico y la libertad para consumir, no pueden ocultar más su comportamiento psicópata, su cinismo y corrupción, su incapacidad para construir sociedades en las que se pueda vivir con dignidad. Y si esto no es un objetivo claro, una demanda definida -mas allá de las diferencias lógicas producto de la enorme diversidad de un movimiento social mundial- pues entonces no entiendo nada. Y me da la impresión de que los dueños del dinero y sus empleados, los gobernantes, lo tiene muy claro también – como se señala arriba- aunque se empeñen en difundir la idea de que los indignados/ocupas carecen de demandas. Más bien lo que están buscando -con ayuda de los remanentes de la izquierda ortodoxa mundial- es que los destinatarios del mensaje, o sea ese 99%, se confunda y los escuche a ellos en lugar de a los que gritan a todo el mundo: ¡el capitalismo va desnudo! Sus ropajes ideológicos están deshechos y no pueden ocultar más sus miserias y sus mentiras.

Por lo que respecta a las formas de organización, en particular la asamblea popular, se puede argumentar lo complicado que es llegar a acuerdos y la posibilidad de que grupos politizados las manipulen pero a estas alturas es preferible que sean los que participan en ellas los que se equivoquen en lugar de las dirigencias partidistas o de organizaciones de izquierda tradicional. Las asambleas es un medio para construir una sociedad que reconozca su diversidad y su capacidad para tomar decisiones. En la medida en que esto suceda el medio se enlaza directamente con el fin último del movimiento: la posibilidad de vivir con dignidad. Para muchas personas que desconfían de los mecanismos de representación, la única posibilidad de manifestarse genuinamente se encuentra en las asambleas, en donde podrán escucharse a sí mismo, independientemente de que lo que digan ‘sirva’ al movimiento. Ocupar espacios públicos y organizar una base territorial expresa claramente la intención del movimiento de recuperar espacios, hacerse notar por el ciudadano común y corriente y desarrollar una solidaridad, una identidad a partir de experimentar condiciones similares y socializar formas de pensar y vivir.

Por último, las formas de acción giran alrededor de la lucha pacífica y global. La jornada mundial articuló protestas en un mismo día alrededor del mundo. Los que participaron en el 15O lograron comunicarse con muchas personas a miles de kilómetros de distancia, en tiempo real, articulando por primera vez una protesta que ha sido el sueño los teóricos de la revolución mundial. Y a reserva de valorarla en su justa dimensión, dicha jornada resultó un experimento que pone en la mesa la posibilidad de realizar acciones coordinadas en muchos países y ciudades enriqueciendo las formas de acción de los movimientos sociales.

Por todo lo anterior y sin caer en el optimismo exagerado el movimiento social mundial posee un elemento de identidad colectiva que gira alrededor de un objetivo claro: levantarle las faldas al capitalismo para mostrar sus miserias en un lenguaje sencillo y comprensible para la mayoría de la población mundial. Y ese es un objetivo digno de los tiempos en que vivimos, un objetivo por el que vale la pena vivir.

viernes, 25 de noviembre de 2011

Vuelta a El laberinto de la representación

Apenas el domingo pasado, tras emitir su voto en las elecciones ibéricas, el presidente saliente del gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, declaró: “El voto es el mejor camino para afrontar los problemas que nuestro país tiene”.

Un día antes, en Torreón, Coahuila, Andrés Manuel López Obrador, en el marco de una gira por el norte del país, advirtió (parafraseando): votar, única forma de transformar al país.

Estas declaraciones de dos protagonistas de la arena política mundial, naturalmente desacertadas pero comprensibles, forman parte de un discurso que, no obstante su nulo apego con la realidad, continúa surtiendo efecto en ciertos sectores de la sociedad, especialmente entre la cada vez más reducida e irascible clase media. Vuelve la burra al trigo: la sociedad civil frente a un dilema trillado: tomar parte o abstenerse en las jornadas comiciales, sabedora de la inutilidad política de este sistema de participación ciudadana.

El 2012 será un año particularmente duro para la llamada “democracia electoral” regional; año en que se empalman las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos y México. Cuando decimos que será un año duro, nos referimos no sólo a las controversias que previsiblemente van a seguir a los comicios, ya que se espera un cierre apretado, sino en particular al descrédito que va a sufrir todo el sistema de votación y representación en ambos países, como ha ocurrido ya en España, donde hubo una abstención significativa en las últimas elecciones. Si bien los estratos medios se van a dar cita en las urnas para ejercer el derecho (bastante incoloro) de depositar una papeleta con el nombre de un candidato que fue previamente elegido por la cúpula de un consejo partidista, con el previo aval de una cúpula de hombres de negocios con evidente filiación político-empresarial e intereses tercamente antipopulares, cabe anticipar la presencia de tres componentes inescapables: polarización, abstencionismo, y el desencanto habitual, pero esta vez seguido de una agitación que desencadenará una resistencia, o bien, una impugnación sin rubor de los mecanismos de representación política.

En México se prevé un escenario análogo al 2006: un candidato con el apoyo irrestricto de los poderes fácticos, y un contendiente con una plataforma electoral marcadamente popular que las élites miran con un recelo casi dogmático, no obstante su discurso modulado. (La propuesta de López Obrador está más próxima al lulismo en Brasil –permisivo con las operaciones del capital transnacional– que al chavismo en Venezuela). Mientras que en Estados Unidos, el escenario electoral es aún más descolorido: la continuidad de Barack Obama, republicano de closet, o el retorno anunciado de los republicanos a la Casa Blanca (hoy Negra), cuyos aspirantes fuertes son Sarah Palin, ex gobernadora de Alaska, y Mitt Romney, ex gobernador de Massachusetts. Allí la disyuntiva es todavía más sombría: un esbirro cauto del capital financiero, o un(a) lunático(a) fundamentalista impulsor de políticas domésticas racistas articuladas a una franca vocación imperial.

En todo caso podemos augurar una crisis del sistema de votación y representación existente. Las urnas nos son la vía ideal –pese a la insistencia de los actores gubernativos– para el ejercicio de derechos políticos. La democracia electoral es más bien un recurso para suspender indefinidamente la transformación del sistema político.

Es más que factible que al término de los respectivos períodos electorales, en Estados Unidos y en México, una vasta gama de segmentos sociales, ante el inexorable desencanto, reivindique activamente el más consecuente de los argumentos anti-electorales: “Si el voto cambiara algo, sería ilegal”.