jueves, 30 de diciembre de 2010

Del estado fallido al estado omiso

En los últimos días de este año, caracterizado por la coincidencia del bicentenario de la independencia y el centenario de la revolución, no va a quedar de otra que aceptar que la decadencia del modelo económico y el estado que lo alimenta sigue dando sus frutos. El más reciente en nuestro país fue la liberación del conocido político panista, Diego Fernández, que fue secuestrado y liberado siete meses después por un grupo que se tomó el trabajo de escribir un comunicado para justificar su actuación.

El secuestro reveló no a un estado fallido sino a un estado omiso por la sencilla razón de que, a pesar de la evidencia en la comisión de un delito, las procuradurías estatal y federal se abstuvieron de investigar de acuerdo con la ley. Como en plan concertado de antemano, también los medios de comunicación, señaladamente el grupo Televisa, manifestaron su intención de no obstruir las negociaciones negándose por anticipado a difundir cualquier información al respecto.

El desenlace del secuestro demostró que la estrategia de aquínopasanada parece funcionar pero a costa de una concesión inadmisible para un régimen republicano que, basado en la igualdad de los ciudadanos, no puede aplicar la ley de manera selectiva y de cara a todo la sociedad sin la menor intención de ocultarlo. En el peor de los casos el ciudadano puede exigir cierta discreción: ojos que no ven corazón que no siente. Pero no, ni eso. Pisoteado el pudor republicano, el gobierno federal se quedó callado mientras Diego estuvo secuestrado pero en cuanto lo liberaron Calderón declaró su intención de aplicar todo el peso de la ley a los responsables y cosas por el estilo.

El estado fallido es un estado que cuando menos intenta gobernar, aplicar la ley, aunque por lo general falla. Por el contrario el estado omiso ni siquiera lo intenta; entre que no puede y no quiere pues mejor se hace el desentendido. Me recuerda a Fox con el caso del Canal 40, cuando pronunció la famosa frase: ¿Y yo porqué? Y ésa parece ser la esencia del estado neoliberal en México, la sistemática omisión de su obligación. Más allá del resultado que arroje su acción, su actitud refleja la descomposición del estado y su burocracia. La ausencia de intención habla de ausencia de ideas, de visión a futuro, de vigor intelectual. No cabe duda que es preferible pecar de exceso que de omisión.

No podemos dejar de reconocer que el fenómeno de la decadencia del estado liberal -directamente relacionada con la crisis del sistema económico mundial- genera inestabilidad social y pérdida de confianza de la ciudadanía en las instituciones públicas. El papel del estado como amortiguador ideológico pierde su eficacia no por su incapacidad sino por su falta de intención de seguir cumpliendo con su función. Y esto no es otra cosa que un claro síntoma de la pérdida de vigor de las élites gobernantes de este país. Ensimismadas en seguir impulsando la acumulación de riqueza, empiezan a denotar un agotamiento que anuncia su relevo. ¿Y quiénes serán los que vienen?

martes, 28 de diciembre de 2010

La muerte de las universidades

Terry Eagleton

¿Están a punto de desaparecer las humanidades de nuestras universidades? La pregunta es absurda. Sería como preguntar si está a punto de desaparecer el alcohol de los pubs, o la egolatría de Hollywood. Igual que no puede haber un pub sin alcohol, tampoco puede existir una universidad sin humanidades. Si la historia, la filosofía y demás se desvanecen de la vida académica, lo que dejarán tras de sí serán instituciones de formación técnica o institutos de investigación empresarial. Pero no será una universidad en el sentido clásico del término, y sería engañoso denominarla así.

Tampoco, empero, puede haber una universidad en el sentido pleno del término cuando las humanidades existen aisladamente de otras disciplinas. La manera más rápida de devaluar estas materias – aparte de deshacernos enteramente de ellas – estriba en reducirlas a un agradable complemento. Los hombres de verdad estudian Derecho e Ingeniería, mientras que las ideas y valores están para los mariquitas. Las humanidades deberían constituir el núcleo de cualquier universidad digna de ese nombre. El estudio de la historia y la filosofía, acompañado de cierto conocimiento del arte y la literatura, debería contar tanto para abogados e ingenieros como para quienes estudian en facultades de artes. Si las humanidades no se encuentran tan gravemente amenazadas en los Estados Unidos es, entre otras cosas, porque se contemplan como parte integral de la educación superior como tal.

Cuando surgieron en su actual configuración a finales del siglo XVIII, las llamadas disciplinas humanas tenían un papel social crucial, que consistía en nutrir y proteger la clase de valores para los que un orden social filisteo tenía poco de su precioso tiempo. Las humanidades modernas y el capitalismo industrial estuvieron más o menos emparejados al nacer. Para conservar un conjunto de valores e ideas asediados, hacían falta entre otras cosas instituciones conocidas como universidades, apartadas de algún modo de la vida social de todos los días. Ese apartamiento significaba que el estudio humano podía ser lamentablemente inútil. Pero permitía asimismo a las humanidades emprender la crítica del saber convencional.

De vez en cuando, como a finales de los años 60 y en estas últimas semanas en Gran Bretaña, esa crítica se lanza a la calle, y se dedica a confrontar cómo vivimos en realidad con cómo podríamos vivir.

De lo que hemos sido testigos en nuestro tiempo es de la muerte de las universidades como centros de crítica. Desde Margaret Thatcher, el papel de mundo académico ha consistido en servir al status quo, no en desafiarlo en nombre de la justicia, la tradición, la imaginación, el bienestar humano, el libre juego de la mente o las visiones alternativas de futuro. No cambiaremos esto simplemente con una mayor financiación de las humanidades por parte del Estado, por oposición a un recorte que las deje en nada. Lo cambiaremos insistiendo en que una reflexión crítica sobre los valores y principios debería ser central para cualquier cosa que acontezca en las universidades, y no sólo el estudio de Rembrandt o Rimbaud.

En última instancia, las humanidades sólo pueden defenderse poniendo de relieve cuán indispensables son; y esto significa insistir en su papel vital en el conjunto del aprendizaje académico, en lugar de protestar diciendo que, como a algún pariente pobre, cuesta poco alojarlas.

¿Cómo puede lograrse esto en la práctica? Financieramente hablando, no ha lugar. Los gobiernos están empeñados en reducir las humanidades, no en extenderlas.

¿Pudiera ser que invertir demasiado en enseñar a Shelley significase quedar rezagados respecto a nuestros competidores económicos? Pero no hay universidad sin indagación humana, lo que significa que las universidades y el capitalismo avanzado son fundamentalmente incompatibles. Y las implicaciones políticas que eso conlleva van bastante más allá de la cuestión de las tasas estudiantiles.



http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3809

lunes, 27 de diciembre de 2010

Bizarrismo Mágico: Pilón Navideño


“Los bizarristas son como el Alquitrán: una partícula tóxica causante de cáncer. ¡Compatriotas, hagan Patria: Matad a un bizarrista!”. La anterior declaración de guerra, de cuyo emisor se desconoce la identidad, causó eco y conmoción entre la sociedad civil que, en un arrebato de cólera colectiva, salió a las calles con estaca en mano, cual Ku Kux Klan, a exterminar todo cuanto tuviera un ligero olor a bizarrista. Es menester destacar que la furia del vulgo es incontenible.

El espíritu navideño ha sido un catalizador magnífico: en el marco de las sagradas festividades en puerta, es deber ciudadano unificarse en función del la aniquilación de la escoria social.

Todo este feliz alboroto se suscitó a raíz de que un hacker profesional consiguió vulnerar la cuenta de correo electrónico de un bizarrista, cuyo paradero no se ha revelado, y extraer duplicados de la “correspondencia instantánea” que almacenaba en su cuenta personal. El material fue divulgado a través de las redes sociales en Internet con el objeto de alertar a la ciudadanía de este nuevo bizarro-atentado. Déjoles, en condición de comunicador imparcial, fragmentos destacados de las conversaciones confiscadas al polémico bizarrista, confiriéndoles a ustedes, lectores, el derecho inalienable de ejercer su vocación de jueces y fustigadores:

- Bizarrista1: “Camarada bizarrista, mis estudios en Filosofía de la Ciencia han conducido a descubrimientos teóricos inéditos. Usted es amplio conocedor de mi irreductible escepticismo respecto de la doctrina del cristianismo. Reconozco que mi labor de investigación suele estar impregnada por un feroz ateísmo. Empero, en esta ocasión no tenía previsto arribar a conclusiones tan apreciablemente heréticas. Le pido que crea en lo que digo. Gracias al rigor de las leyes generales de la ciencia aplicada, y siempre auxiliado por los recursos de la observación y la verificación, hoy me es grato presentarle, camarada, mi mas reciente hallazgo.

- Bizarrista2: “Soy todo oídos, camarada. Apresúrese con el veredicto que soy curioso”

- B1: “Debido a dudas que me han perseguido insistentemente desde hace algún tiempo, consideré necesario hacer un estudio de campo en virtud de averiguar, mediante la aplicación de encuestas, qué relación existe entre el socialismo científico y el cristianismo. Pero curiosamente la gente encuestada tenía una percepción sui generis respecto de la Historia. Y gracias a esta perspectiva transfigurada descubrí, accidentalmente, lo que el vulgo conoce como Guerra Fría. Una de las preguntas contenidas en la encuesta era: ¿Cuándo fue la Guerra Fría? Y justamente aquí viene el criterio transgresor que deseo subrayar… Un misterioso encuestado respondió: ‘La Guerra Fría fue en diciembre, en el marco de un invierno infernal. Se trata de una lucha que libraron los Reyes Magos y Santa Claus para conquistar la hegemonía de la temporada. Y es bien sabido que el “rojillo barbón” [epíteto conferido usualmente al socialista dogmático] salió victorioso, arrojando a Melchor, Gaspar y Baltasar a segundo plano. Sobra decir que la fábula de Jesucristo es solo eso, una fábula’”.

- B2: “Bendito sea el diablo. No puedo creer lo que me dice, camarada.”

- B1: “Auxiliado por el método hipotético-deductivo, he conseguido llegar a la conclusión que ansío compartir con usted: ¿Sabe usted cual es la única diferencia entre Dios y yo?

- B2: “La desconozco. Ilumíneme, camarada bizarrista”.

- B1: “Que yo existo.”

- B2: “Feliz Navidad camarada”.

domingo, 26 de diciembre de 2010

¿qué puedo hacer?

es verdad:
dolor y sufrimiento
ayudan a crear
lo que llamamos
arte.

dada la opción
yo nunca escogería
este maldito
dolor
y sufrimiento
para mí
pero de alguna manera logra
encontrarme

como las regalías
continúan
rodando
entrando.

Charles Bukowski

viernes, 24 de diciembre de 2010

Los disfraces de la discriminación y el racismo

En este espacio me he dedicado a señalar ejemplos del racismo y la discriminación manifestados en diversas partes del mundo: los gitanos en Europa, los turcos en Italia, los migrantes en Estados Unidos. Una de las ideas que disfraza el alcance del problema radica en afirmar que es un fenómeno que sucede en países centrales del sistema, los cuales legislan y diseñan políticas claramente discriminatorias para combatir la migración ilegal; sin embargo en las naciones situadas en la periferia y semiperiferia también se cuecen habas, o sea también se discrimina sistemáticamente. Para muestra veamos el siguiente caso que sucedió en el puerto de Veracruz y reseñado por La Jornada en su edición del 17 de diciembre del presente.

Con motivo de la celebración de Halloween en conocido club deportivo, se realizó un concurso de disfraces. Hasta ahí todo parece normal. Sin embargo, la nota llegó a la prensa nacional porque el primer premio se lo llevaron unos niños vestidos como miembros del tristemente célebre Ku Klux Kan (KKK). Para incrementar las posibilidades de ganar, los niños complementaron el disfraz con un monigote colgado de un palo montado en un carrito de golf. Cuesta trabajo creer que lo hicieron todo sin el conocimiento de sus progenitores pero más trabajo cuesta creer que ganaran el concurso.

Si no podemos responsabilizar plenamente a los niños pero se puede argumentar el desconocimiento por parte de los padres de las actividades de sus hijos, lo único que queda es esperar que los jueces tengan lo básico para serlo: ¡buen juicio! Pero no, son ellos precisamente los que validan la acción y la premian. Por si fuera poco, el conocido club social porteño reseñó el hecho en su revista social, justamente llamada Sociedad y Deporte, destacando las fotos de los originales disfraces.

Este hecho aparentemente trivial, parte del espacio social y cultural de la región, es en realidad un problema fundamental a la hora de pensar en una sociedad más justa y más igualitaria pues la discriminación representa precisamente la justificación más eficaz para la existencia de la desigualdad, su carta de naturalidad. El que la discriminación se promueva en los espacios privados no es una novedad ni tampoco que parezcan inofensivos, una simple travesura de niños. El miedo en que vivimos, azotados por la violencia social sistemática y creciente puede empujarnos a considerar a la violencia como forma natural de defensa, a reivindicar símbolos de intolerancia y justicia primitiva.

Convendría reflexionar al respecto pensando que buena parte de los padres de familia no disfrazarían a sus hijos de KKK, de Francisco Franco o Adolfo Hitler y que son libres de ponerles el disfraz que quieran. Pero dadas las circunstancias, promover símbolos semejantes es muy peligroso porque en su aparente inocencia radica la eficacia del mensaje. Si el estado y sus instituciones han demostrado su incapacidad para gobernar para hacer efectivos los derechos toca a los ciudadanos impulsarlos sobre todo en entorno familiar. No hacerlo es seguir ignorando la caída, es suicidio colectivo.

martes, 21 de diciembre de 2010

¡Herejía o Muerte!


Dice Ryszard Kapuscinski (polaco) que el periodista es una suerte de historiador, en tanto que relata y analiza los acontecimientos conforme ocurren: describe hechos contemporáneos con base en interpretaciones vigentes. Su labor consiste en testimoniar y proporcionar un precedente analítico para generaciones actuales y venideras: destaca hechos que condicionan el curso de la Historia… hace Historia.

Naturalmente la juventud es el segmento social más competente para advertir y precisar los cambios paulatinos que se gestan en las sociedades humanas. La vocación natural del joven es la de cuestionar todo cuanto entra en contacto con sus cinco sentidos: son piedras en bruto en constante proceso de concretarse en tanto seres pensantes. Si bien la juventud actual presenta un cuadro de atrofia mental inusitado, habría que subrayar, en mi opinión, que se trata de una condición políticamente inducida, y lo cierto es que su propensión auténtica, positiva y espontanea es la de criticar, impugnar, desafiar, maldecir, desacralizar. Por eso el viejo lo discrimina, lo sobaja, lo hace “entrar en cintura”, por incompatibilidad e incapacidad para comprenderle.

Pero si la Historia es un tren en marcha cuyo destino es inexorablemente impredecible, esto solo indica que la tarea del joven es doblemente significativa y esencial: es el exegeta por antonomasia y el agente en cuyos brazos recae la responsabilidad de otorgarle un curso plausible a la Historia.

Al decir esto, mi propósito no es otro sino aquel de provocar particularmente a los jóvenes que por disposición o vocación incursionan en este gangrenado ámbito y ejercen el ingrato oficio del periodismo. Es urgente impensar el mundo, y con él todas las categorías y conceptos hereditariamente reverenciados. Debemos reinterpretar la Historia, profanarla. Es una oportunidad única. Es solo cuestión de descubrir la posibilidad latente e indefectible que se nos presenta de transformar radicalmente la visión que ha construido de sí mismo el hombre. Suena romántico. Quizá. Pero, a mi juicio, es más romántico –ingenuo–, imaginar que las cosas tomarán un rumbo social, cultural y políticamente deseable sin una participación más activa, sustancial, herética y transgresora de la(s) juventud(es).

¡Al diablo con el viejo mundo! ¡Al diablo con la familia, el matrimonio, la nación, los héroes patrios, la religión, las ideologías, la ciencia moderna, la democracia, el academicismo, los convencionalismos, la comodidad, la seguridad, la decencia, la ambición, el estatus, el poder, el dinero, la autoridad, el éxito y demás eyaculaciones mentales!

No cabe duda que el hombre ha sufrido una regresión, una suerte de retorno a la caverna (la Historia es cíclica). Estúpido y envilecido, el hombre se ampara en subterfugios deshonrosos. Se considera creado a imagen y semejanza de un ser supra-terrenal presuntamente perfecto. Y tal presunción solo refleja su desgracia existencial. Confía ciegamente en las hipotéticas bondades del avance científico y tecnológico. Y tal confianza ciega solo refleja su ceguera ecuménica.

¡Al diablo con la Historia Sagrada y sus sucesivas versiones seculares!

Periodistas jóvenes de todos los países, os exhorto a que, sin contemplación alguna, manden a la mierda todo cuanto suene a dogma. Reinventemos la historia; reinterpretemos los hechos; interpretemos genuinamente el mundo actual; reinventémonos como especie.

Periodistas jóvenes, generaciones vigentes y futuras, jóvenes como categoría genérica, os advierto: ¡Herejía o Muerte!

Telaraña


“El lápiz se gasta como quien lo maneja. Lo que escribimos resulta provisional como lo que hace el lápiz. El signo de las cosas es gastarse.”

- José Emilio Pacheco, mexicano y condecorado con el “Cervantes”
-
En “Soledades” por espacio no complementé la cuestión de las palabras y las cosas. Hoy lo hago: No solo se trata de repetir palabras, recitarlas y nada más, sino hay que desarrollar una memoria con letras, y una experiencia al hablar y escribir con significado. Con el lenguaje tenemos la posibilidad de nombrar las cosas con unidad multisignificativa; ejemplo: “Madre”, ¿acaso con ella, el mexicano no le otorga multiplicidad única a esta palabra: desmadre, a toda madre, en la madre…? Y dije también que el lenguaje es fuente creadora, mágico y parasemántico. En la vida diaria debemos experimentar lo grandioso que es el hablar. Y si hablamos es para descifrar el texto escrito de la realidad, siendo adecuadamente descifrado para aprender a saber leer la vida y su sentido profundo, logrando unidad en el pensar, sentir y actuar. Y aquí empiezo a tejer mi telaraña. Ojalá caigas en ella, lector.

El vivir es rueda que gira y gira como el tíbole (caballitos) de mi infancia montada en las fiestas de mi pueblo marino: Emilio Carranza, porque todo se transforma, evoluciona y muere. En ese girar nada es lineal, todo es circular: “Es como una serpiente que se muerde la cola”, simbolizando lo perecedero de nuestro existir. Y lo único que queda para siempre es el lenguaje, y con sus palabras se seguirán nombrando a las cosas, desgastándolas, por su signo, y porque todo por servir se acaba, y acaba por no servir. Cualquier principio es un gran momento, y las primeras palabras de un texto serán tan fundadoras como los ladrillos de una casa o templo.

Según los antiguos hebreos, la diversidad de las lenguas fue castigo humano, pero dios nos hizo el favor de salvarnos del aburrimiento de la lengua única. Relátote, lector, cómo se fundó el lenguaje en Paraguay: entre tanta muerte sobrevivió el nacimiento de la lengua guaraní, y con ella la palabra sagrada, y ésta cuenta que en esta tierra cantó la cigarra colorada, el verde saltamontes y la perdiz, y entonces el cedro, conmovido, desde si alma resonó su canto en lengua guaraní llamando a los primeros paraguayos. Ellos no existían: nacieron de la palabra que los nombró.

Callo para que descifres, lector, como ejercicio, fragmentado por mí, el texto “La Máquina de matar” de Pacheco, y ratifiques y rectifiques de los que he hablado en este Aquelarre: “La araña coloniza lo que tú abandonas. Lo que llamas polvo y tinieblas para la araña es jardín radiante. Cuando te abres paso a su dominio, encuentras el fruto de su acecho: el cuerpo de un insecto y su cáscara suspendida en la red. La araña le sorbió la existencia y ofrece sus despojos para atemorizar a sus vasallos. También los señores de horca y cuchillo exhibían en la plaza los restos de los insumisos. Y los nuevos verdugos propagan al amanecer en las calles o en las aguas de los ríos, el cadáver de los torturados”. ¿Con qué situación de México podrá tener relación este texto? Provócote, lector, a descifrarlo. Y de cada cual dependerá…

lunes, 20 de diciembre de 2010

Entrevista a Jacques Rancière: “El maestro ignorante"

Por Luisa Corradini. La Nación, 2008.

En 1818, la teoría de un extravagante pedagogo francés provocó una revolución en el rígido universo de la educación europea: “Quien enseña sin emancipar embrutece”, predicaba Joseph Jacotot. Todo hombre, todo niño, postulaba, tiene la capacidad de instruirse solo, sin maestro. El papel del docente debe limitarse a dirigir o mantener la atención del alumno. Jacotot proscribía a los maestros “explicadores” y proclamaba como base de su doctrina ciertas máximas paradójicas con las que se ganó virulentas críticas: todas las inteligencias son iguales. Quien quiere puede. Es posible enseñar lo que se ignora. Todo existe en todo.

Un siglo y medio después, el filósofo marxista Jacques Rancière consagró un libro, El maestro ignorante (Libros del Zorzal), a ese personaje singular, alternativamente revolucionario, capitán de artillería, profesor de química, latinista y fundador de un corpus teórico bautizado “la educación universal”.

El tema no podía ser más apropiado para Rancière que, a partir de la experiencia de Jacotot, analiza los principios de su teoría y los compara con el sistema educativo y social moderno, basado en la admisión de la desigualdad entre saber e inteligencia.

Alumno de Louis Althusser, Rancière participó en la redacción de Para leer El Capital (1965), antes de alejarse y cuestionar la doctrina de su maestro en La lección de Althusser (1974). A partir de 1970, se lanzó de lleno en lo que sería desde entonces su línea de investigación: los lazos entre política y estética.

En más de treinta libros, ese hombre discreto y tímido de 68 años, apasionado cinéfilo, dueño de una inmensa cultura y de una temible complejidad intelectual, analizó las representaciones tradicionales de lo social y los procesos de emancipación de la clase obrera.

Ante la aparición en la Argentina de El maestro ignorante , Jacques Rancière recibió a adn CULTURA en París [recordemos que hay versión castellana de 2003 en Laertes; lo contrario que con Los nombres de la historia, publicado en Nueva Visión allá por el 1992, en Argentina, y vertido entre nosotros al catalán en 2005 por la Universitat de València-PUV]


-Para el neófito, la única forma posible de enseñar es explicando. ¿Cómo hacer para que, sin explicaciones, un niño, o un adulto entiendan lo que no conocen?

-Joseph Jacotot consiguió demostrar que el método de la explicación constituye el principio mismo del sometimiento, por no decir del embrutecimiento.

-¿Podemos recordar el comienzo de esa aventura singular?

-La historia comenzó cuando Jacotot, un apreciado filósofo y pedagogo en Francia, se instaló en Bélgica por razones políticas durante la Restauración (1814-1830). Allí fue contratado por la Universidad de Lovaina para enseñar francés. Jacotot, que no sabía una palabra de holandés, distribuyó a sus alumnos una versión bilingüe del Telémaco de Fénelon y los dejó solos con el texto y con su voluntad de aprender. Sorprendentemente, pocos meses después todos eran capaces de hablar y de escribir en francés sin que el maestro les hubiese transmitido absolutamente nada de su propio saber. Jacotot dedujo entonces que sus alumnos habían utilizado la misma inteligencia que usa un niño para aprender a hablar. ¿Qué hace un niño pequeño? Escucha y retiene, imita y repite, se corrige, tiene éxito gracias al azar y recomienza gracias al método. Todo sin ningún maestro.

-Y así nació la teoría de la “educación universal” o “método Jacotot”. En el nivel empírico, ¿podríamos decir que el maestro ignorante es aquel que enseña lo que él mismo ignora?

-Así es. Según Jacotot, es posible enseñar lo que uno ignora si uno es capaz de impulsar al alumno a utilizar su propia inteligencia.

-Esa osadía hizo temblar a toda la Europa intelectual, desde Bruselas hasta San Petersburgo.

-Porque la osadía de Jacotot consistió en oponer la “razón de los iguales” a la “sociedad del menosprecio”. En realidad, el objetivo de ese apasionado igualitarista era la emancipación. Jacotot pretendía que todo hombre de pueblo fuese capaz de concebir su dignidad humana, medir su propia capacidad intelectual y decidir cómo utilizarla. En otras palabras, se convenció de que el acto del maestro que obliga a otra inteligencia a funcionar es independiente de la posesión del saber. Que era posible que un ignorante permitiera a otro ignorante saber lo que él mismo no sabía; es posible, por ejemplo, que un hombre de pueblo analfabeto le enseñe a otro analfabeto a leer. Y aquí llegamos al segundo sentido de la expresión “maestro ignorante”.

-¿Cuál es?

-Un maestro ignorante no es un ignorante que decide hacerse el maestro. Es un maestro que enseña sin transmitir ningún conocimiento. Es un docente capaz de disociar su propio conocimiento y el ejercicio de la docencia. Es un maestro que demuestra que aquello que llamamos “transmisión del saber” comprende, en realidad, dos relaciones intrincadas que conviene disociar: una relación de voluntad a voluntad y una relación de inteligencia a inteligencia.

-Pero usted dice que no hay que equivocarse sobre el sentido que tiene esa disociación.

-Hay una forma habitual de interpretarla: como una disociación que intenta destituir la relación de autoridad magistral para remplazarla solo por la fuerza de una inteligencia que ilumina otra inteligencia. Ese es el principio de innumerables pedagogías antiautoritarias.

-¿Como la mayéutica socrática, en la que el maestro finge la ignorancia para provocar el saber?

-Así es. Pero en la teoría de Jacotot, el maestro ignorante opera la disociación de una forma totalmente diferente. En realidad, haciendo creer que su objetivo es suscitar una capacidad, la mayéutica busca demostrar una incapacidad. Sócrates no solo demuestra la incapacidad de los falsos sabios, sino también la incapacidad de todo aquel que no es llevado por el maestro por la buena senda, sometido a la buena relación entre inteligencia e inteligencia. El “liberalismo” mayéutico no es más que la variante sofisticada de la práctica pedagógica ordinaria, que confía a la inteligencia del maestro el trabajo de llenar la distancia que separa al ignorante del saber.

- ¿Y Jacotot invierte el sentido de la disociación?

-Sí. Para él, el maestro ignorante no establece ninguna relación de inteligencia a inteligencia. El maestro es solo una autoridad, una voluntad que ordena al ignorante que haga su camino. Es decir, echa a andar las capacidades que el alumno ya posee, la capacidad que todo hombre demostró logrando sin maestro el más difícil de los aprendizajes: aprender a hablar.

-Pero volvamos a los defectos del método explicativo. ¿Por qué la explicación es “el principio mismo del sometimiento”?

-El problema reside en la lógica misma de la razón pedagógica, en sus fines y sus medios. El fin normal de la razón pedagógica es el de enseñar al ignorante aquello que no sabe, suprimir la distancia entre el ignorante y el saber. Su instrumento es la explicación. Explicar es disponer de elementos del saber que debe ser transmitido en conformidad con las capacidades supuestamente limitadas de los seres que deben ser instruidos. Pero muy pronto esta idea simple se revela enviciada: la explicación se acompaña generalmente de la explicación de la explicación. Hay que recurrir a los libros para explicar a los ignorantes lo que deben aprender. Pero esa explicación es insuficiente: hacen falta maestros para explicar a los ignorantes los libros que les explicarán el conocimiento.

-Un proceso que podría volverse infinito si la autoridad del maestro no pusiera un punto final, transformándose en el único capaz de decidir dónde las explicaciones ya no necesitan seguir siendo explicadas. Jacotot creyó poder resumir la lógica de esta aparente paradoja: si la explicación puede llegar a ser infinita es porque su función esencial es la de volver infinita la distancia misma que ella está destinada a reducir.

-¿Se podría decir entonces que la utilización de la explicación es mucho más que un medio práctico al servicio de un fin?

-Es un fin en sí misma. Es la verificación de un axioma primario: el axioma de la desigualdad. Explicar algo a un ignorante es, ante todo, explicarle que no comprendería si no se le explicara. Es demostrarle su incapacidad. La explicación se presenta como el medio para reducir la situación de desigualdad en la que se hallan los que ignoran en relación a los que saben. Explicar es suponer que hay, en el tema que se enseña, una opacidad específica que resiste a los modos de interpretación y de imitación mediante los cuales el niño aprendió a traducir los signos que recibe del mundo y de los seres hablantes que lo rodean. Esa es la desigualdad específica que la razón pedagógica ordinaria pone en escena.

-Usted va más lejos en su libro y afirma que esa desigualdad específica, ese axioma “desigualitario” es el modelo con el que funciona el sistema social. En consecuencia, la oposición filosófica se transforma también en oposición política.

-Exactamente. Esa oposición no es política porque denuncia un saber ejercido desde arriba en beneficio de una inteligencia de abajo. Lo es en un nivel mucho más radical porque atañe a la concepción misma de la relación entre igualdad y desigualdad. Jacotot demuestra que la lógica explicativa es una lógica social, una forma en la cual el orden “desigualitario” se representa y se reproduce.

-Los años en que se produjo la polémica en torno al método de Jacotot corresponden, en efecto, al momento en que se instaló en Europa un proyecto de orden social nuevo, basado en la demolición de la Revolución francesa.

-Es el momento preciso en que se quería terminar con la revolución. En que se pretendía pasar de la edad “crítica” de la deconstrucción de las trascendencias monárquicas y divinas a la edad “orgánica” de una sociedad que reposara en su propia razón inmanente. Es decir, una sociedad que armonizara sus fuerzas productivas, sus instituciones y sus creencias, y que las hiciera funcionar según un único régimen de racionalidad. Y ese paso de la edad crítica y revolucionaria a una edad orgánica exigía, ante todo, resolver la relación entre igualdad y desigualdad.

-Ese proyecto no tiene, según usted, muchas diferencias con nuestras sociedades orgánicas actuales.

-El proyecto de sociedad orgánica moderna es un proyecto de mediaciones que establecen dos elementos esenciales entre lo de arriba y lo de abajo: un tejido mínimo de creencias comunes y posibilidades limitadas de desplazamiento entre los distintos niveles de riqueza y de poder.

-Y el maestro ignorante es aquel que se sustrae a ese juego.

-Sí, en el acto de oponer la emancipación intelectual a la mecánica de la sociedad y de la institucionalización progresivas. Oponer la emancipación intelectual a la institucionalización de la instrucción del pueblo es afirmar que no hay etapas en la igualdad. Que esta es una, entera, o no es nada.

http://clionauta.wordpress.com/2008/05/30/entrevista-a-jacques-ranciere-el-maestro-ignorante/

viernes, 17 de diciembre de 2010

Pobreza y violencia social

Cuando la atención de todos los medios se encuentra en difundir lo que ya todos sabíamos, acerca de las finas labores diplomáticas (entiéndase espionaje) llevadas a cabo por la mas democrática de las naciones (Estados Unidos, por supuesto) en todo el orbe, que van desde la salud mental de Cristina Kirchner y la “tendencia a las fiestas salvajes” de Berlusconi hasta la inoperancia del gobierno mexicano en la lucha antidrogas y los proyectos hitlerianos de Hugo Chávez, eventos alrededor de todo el mundo pasan desapercibidos y sin la menor atención por parte de la “comunidad internacional”.

Villa Soldati es un barrio en Buenos Aires, Argentina, del que hasta hace poco no se tenía noticia alguna, y con toda razón: se trata de un barrio marginal de la ciudad, al que los servicios públicos no llegan, y en el que la mayoría de sus habitantes viven en condiciones de vida precarias, por hablar eufemísticamente.

Varias hectáreas del barrio fueron usadas como tiradero de la basura proveniente de las zonas nice de la Capital, con condiciones higiénicas que, por decir lo menos, dejaban mucho que desear. Cualquier similitud con un buen número de poblaciones mexicanas es, obviamente, pura coincidencia.

Los últimos años han sido testigos de la gestación de un nuevo problema: la ocupación de ciertos lotes y predios por parte de inmigrantes, en su mayoría provenientes de los vecinos países sudamericanos. Son cientos de familias las que habían encontrado asentamiento en dichos predios, y de más está decir que eso de “vivienda digna” solo existe en los textos constitucionales. Ahora, vecinos del mismo barrio, se han dado a la tarea de pedir amablemente a estos invasores, a punta de golpes y balazos, que abandonen el lugar. Desde el 7 de diciembre pasado se cuentan cuatro muertos y un número indeterminado de heridos.

Podrá pensarse que poco tiene que ver la situación en Villa Soldati con lo que pasa en nuestro país, sin embargo, pone de manifiesto varios asuntos sobre los cuáles vale la pena reflexionar.

En primer lugar, la tarea fundamental del Estado es, según dicen, defender la vida, las libertades y la propiedad; poco o nada de esto se lleva a cabo en Villa Soldati, en la que una guerra entre pobres -¿cuándo ha sido diferente?- pone en jaque los derechos más básicos del hombre. La clase dirigente se encuentra muy ocupada determinando de quién es la responsabilidad como para hacer algo al respecto, mientras espera poder sacar algún beneficio político electoral de la coyuntura..

Por otra parte, se hace manifiesto un profundo racismo: las víctimas ahora son los inmigrantes. Curioso en un país cuya población extranjera hace menos de un siglo era de una tercera parte del total. La diferencia, los de hace un siglo eran rubios y los de ahora no. Los inmigrantes de ahora no molestan por ser inmigrantes, sino por ser pobres.

Todos aquellos que quedan marginados del sistema pagan el precio de una política económica que busca la estabilidad monetaria y el crecimiento económico a costa de una disminución considerable en los ingresos del ciudadano medio, eso que llaman economía de mercado, que para lo único que sirve es para crear más pobreza y dar lugar a situaciones como la que vive ahora Villa Soldati.

Los índices de criminalidad en el barrio se han disparado, consecuencia de las mismas condiciones que mantienen a miles de individuos fuera de los mercados laborales y demás manos invisibles que supuestamente han de distribuir la riqueza de forma adecuada.

¿Es tan diferente la situación que se vive ahora en Buenos Aires de la que se vive en el resto de ciudades en Latinoamérica y el mundo? Basta con darnos una vuelta por las afueras de esta o cualquier ciudad que se diga moderna para darnos cuenta que el progreso no llega a todos parejo.

El problema que se vive hoy en Buenos Aires nos afecta un poco más de lo que creemos: cualquiera de nuestras ciudades está expuesta a los mismos brotes de violencia dadas las condiciones cada vez más precarias en las que vive la gente, y mientras la lógica individualista que no nos permite tomar conciencia de los derechos de los otros sea la que predomine, la multiplicación de las Villas Soldati será inminente.

Los irrefrenables años 30

Robert Skidelsky

La cumbre del G–20 que acaba de concluir en Seúl terminó sin un acuerdo ni sobre las monedas ni sobre el comercio. China y Estados Unidos se acusaron mutuamente de manipular deliberadamente sus monedas para obtener una ventaja comercial. La Ronda de Doha de conversaciones sobre comercio global sigue estancada. Y, en medio de todo lo que se habla sobre los “riesgos” de nuevas guerras de divisas y comerciales, esas guerras ya empezaron.

En consecuencia, aunque los líderes globales prometan que no va a suceder, da la impresión de que el atroz precedente proteccionista de los años 1930 está por volver a cobrar vida. La guerra comercial de aquella década fue iniciada por Estados Unidos con el arancel Smoot–Hawley de 1930. Los británicos tomaron represalias con la Ley de Derechos de Importación de 1932, seguida por la Preferencia Imperial. En poco tiempo, la economía mundial era un matorral de barreras comerciales.

Gran Bretaña hizo el primer disparo en la guerra de monedas de los años 1930 al abandonar el patrón oro en septiembre de 1931. Estados Unidos se vengó abandonando el patrón oro en abril de 1933. La libra cayó frente al dólar, luego el dólar frente a la libra.

Si bien las dos principales monedas del momento resolvían las cosas a los puños, Francia encabezaba un “bloque del oro” de países de Europa cuyas monedas cada vez estaban más sobrevaluadas frente al dólar y la libra, hasta que el bloque colapsó en 1936. Una conferencia económica mundial, convocada en Londres en 1933 para poner fin a la guerra de monedas, se suspendió sin que se llegara a ninguna decisión.

Si reemplazamos a Gran Bretaña por China y al bloque del oro por la eurozona de hoy, la tendencia de los acontecimientos actualmente tiene el mismo aire amenazador.

La Reserva Federal de Estados Unidos hoy propone estimular la economía estadounidense imprimiendo más dinero –una segunda ronda de (“alivio cuantitativo” o QE2, por su sigla en inglés) por 600.000 millones de dólares. Casi nadie recuerda que el presidente Franklin Roosevelt intentó lo mismo en 1933. George F. Warren, profesor de gestión agrícola en la Universidad Cornell, le dijo a FDR que la manera de aumentar los precios era reduciendo el valor oro del dólar.

Bajo el patrón oro, el dólar era convertible en oro a un precio fijo de 20,67 dólares la onza. Para estabilizar el nivel de precios, el economista Irving Fisher había generado un plan para un “dólar compensado”, que modificaría el valor oro del dólar para compensar un alza o caída de los precios, permitiendo en efecto que la Fed emitiera más o menos dólares según lo que dictaran las condiciones comerciales.

En respuesta a la presión deflacionaria, el plan de Fisher les habría permitido a los bancos bajar sus reservas y así, supuestamente, aumentar sus préstamos (o crear depósitos). El gasto adicional haría que los precios subieran, lo que estimularía la actividad comercial. Fisher ofreció un nuevo fundamento para una antigua práctica de devaluar la acuñación llamada señoreaje.

La variante propuesta por Warren, y adoptada por FDR en 1933, fue aumentar el precio al que el gobierno compraba oro de la casa de la moneda. Como un precio más alto implicaba que cada dólar costaba menos en términos de oro, el resultado sería el mismo del plan Fisher. Los precios domésticos aumentarían, ayudando a los agricultores, y el valor externo del dólar caería, favoreciendo a los exportadores.

A partir del 25 de octubre de 1933, Roosevelt, Henry Morgenthau, su secretario del Tesoro, y Jesse Jones, director de la Corporación de Reconstrucción de la Finanzas, se reunieron todas las mañanas en el dormitorio de Roosevelt para fijar el precio del oro. Un día, lo subieron 0,21 centavo de dólar, ya que 21 parecía un número de la suerte. Al principio, compraban sólo oro recién salido de la casa de la moneda en Estados Unidos. Luego compraban los suministros de oro del exterior.

La política de compra de oro hizo subir el precio del oro oficial de 20,67 dólares la onza en octubre de 1933 a 35 dólares la onza en enero de 1934, cuando el experimento se discontinuó. Para entonces, varios cientos de millones de dólares ya habían sido inyectados en el sistema bancario.

Sin embargo, los resultados fueron decepcionantes. Comprar oro extranjero efectivamente logró que el valor del dólar cayera en términos del oro. Pero los precios domésticos siguieron bajando a lo largo de los tres meses del fervor por comprar oro.

Los esfuerzos más ortodoxos de la Fed en materia de alivio cuantitativo generaron resultados igualmente desalentadores. En el resumen de John Kenneth Galbraith: “Ya sea por una escasez de prestatarios, una falta de voluntad para prestar y un deseo fundamental de mostrar liquidez –indudablemente intervinieron las tres cosas–, los bancos acumularon reservas muy por encima de los requerimientos. Las reservas de los bancos miembros de la Fed eran de 256 millones de dólares más de lo exigido en1932; 528 millones de dólares en 1933, 1.600 millones de dólares en 1934, 2.600 millones de dólares en 1936”.

Lo que fracasó en la política de la Fed fue la llamada teoría de cantidad de dinero sobre la que estaba basada. Esta teoría sostenía que los precios dependen de la oferta de dinero en relación a la cantidad de bienes y servicios que se venden. Pero el dinero incluye los depósitos bancarios, que dependen de la confianza comercial. Como dice el dicho, “No se puede empujar sobre una cuerda”.

Keynes escribió en aquel momento: “Algunas personas parecen inferir… que se puede hacer crecer la producción y los ingresos aumentando la cantidad de dinero. Pero esto es como intentar engordar comprándose un cinturón más grande. En Estados Unidos hoy, el cinturón es lo suficientemente grande para la panza… No es la cantidad de dinero, sino el volumen de gasto que es el factor operativo”.

Hoy Estados Unidos, basándose en la misma teoría errónea, lo está haciendo otra vez, No sorprende que China lo acuse de intentar deliberadamente depreciar el dólar. Pero el resultante incremento de las exportaciones estadounidenses a costa de los productores chinos, japoneses y europeos es precisamente la intención.

El euro se sobrevaluará progresivamente, al igual que el bloque del oro de los años 1930. Como la eurozona se encuentra en un camino de austeridad, su único recurso es el proteccionismo. Mientras tanto, la política de China de permitir lentamente que el renminbi aumente contra el dólar bien podría dar marcha atrás, provocando el proteccionismo estadounidense.

El fracaso de la cumbre del G–20 en Seúl a la hora de avanzar hacia un acuerdo sobre tipos de cambio o futuros acuerdos de reservas le abre la puerta a una repetición de los años 1930. Es de esperarse que prevalezca el buen criterio antes del surgimiento de otro Hitler.

Fuente: http://www.socialismo-o-barbarie.org/economia/101213_crisiseuroamitaddecamino.htm

jueves, 16 de diciembre de 2010

El estado liberal agoniza

El estar viviendo una época de crisis coyuntural y estructural obliga a dejar de pensar que con algunas reformas al estado liberal contemporáneo se resuelve el problema. La decadencia de la hegemonía estadounidense es al mismo tiempo el fin de una época -que arrancó después de la segunda guerra mundial- y el agotamiento de un sistema económico que surgió en el siglo XVI ha impactado notablemente en la capacidad de los estados nacionales para cumplir con sus obligaciones.

Para Tomás Hobbes, el estado se justifica y se legitima por su eficacia para evitar la guerra de todos contra todos -que es la constante en el estado de naturaleza- lo que impide el disfrute de la propiedad. En cambio para John Locke, el estado está para garantizar el disfrute de los derechos naturales, a los cuales el ciudadano no puede renunciar, garantizando la tolerancia religiosa y la libertad para poseer propiedades sin la intervención estatal. Ambos coinciden en reconocer que el estado está obligado a mantener condiciones mínimas para el libre desarrollo de la sociedad.

Posteriormente, el pensador utilitarista Jeremías Bentahm iría más allá, afirmando que la misión del estado es realizar acciones útiles para la sociedad, abriendo el camino para la intervención del estado en la economía, sin reñir con el credo liberal clásico enarbolado por Hobbes y Locke, que limitaba al estado a ser un simple guardián del orden. Las ideas de éstos son hasta hoy el sustento del estado liberal tradicional -hoy llamado neoliberal- mientras que las del utilitarismo de Bentahm representan sin duda un antecedente central en la conformación del estado de bienestar.

El asunto es que en nuestros días, la decadencia del estado liberal y del liberalismo como ideología puede verse en México y en buena parte del mundo, sin necesidad de realizar sesudos estudios. Por un lado no consigue contener el aumento de la violencia social -lo que afecta sin duda la confianza en invertir y abrir un negocio en buena parte del territorio nacional. Pero además, de cara al enorme crecimiento de las demandas de la sociedad, el estado mexicano se muestra incapaz de atenderlas. A lo más que aspira es a quedar bien con determinados aliados temporales, internos y externos, procurando ocultar su impotencia para incidir positivamente en la realidad social.

Por todo lo anterior, hay que empezar a pensar en otras formas de organización para evitar que la muerte del estado liberal nos arrastre al fondo del pozo. La libertad, proclamada como el principio superior de la humanidad y sostén ideológico del estado liberal está cada vez más debilitado precisamente por la pérdida de la libertad del ciudadano –pérdida alentada por el estado que nació, siglos atrás, con la misión de defenderla. Vivir hoy en un estado liberal es vivir la tragedia de la criminalización de la sociedad, de la pérdida sistemática de las libertades básicas. Al final de sus días el estado liberal se repliega sobre sí mismo, devorando el valor que le dio su nombre. La víbora se muerde la cola. El estado liberal agoniza.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Una cultura trágica

Ya hace muchos años que mentes agudas pronosticaron el ocaso de la civilización occidental. Es el caso del filósofo y poeta Émile M. Cioran, quien en su ensayo: sobre una civilización exhausta poéticamente nos describe el agotamiento de la cultura dominante del mundo y el fracaso global de una pugna entre los estados europeos por instituir y crear lo que cada quien consideraba era lo justo.

La civilización occidental está agotada y asqueada de escudriñarse las entrañas en la búsqueda e instauración de una forma correcta y pacífica de habitar el mundo. La religión vive, cada vez, más desacreditada y la ciencia, en su sentido más amplio, imposibilitada para legitimar un discurso unívoco sobre lo correcto en materia de política.

El resultado es la indiferencia, la falta de proyecto y de interés ¿Pero cómo serle fiel a la ilusión de creer que se puede construir un mundo mejor, cuando la historia nos ha enseñado que el debate entre los románticos bienintencionados, en su lucha a toda costa por poseer la razón, ha desembocado más en la forma de la muerte y la sangre que en logros de paz y estabilidad?

El individualismo es la consecuencia de quien advierte agudamente esta peculiar circunstancia de nuestra historia. ¿Valores para qué? si han sido los locos que creyeron en algo y en su realización quienes han puesto a este mundo de cabeza y lo han lastimado. La necedad de querer llevar el peso del mundo sobre los hombros su constante ¿Por qué la figura del héroe es tan apreciada en occidente?

La situación es paradójica y tremendamente delicada. Trágica, como en su inicio con los griegos, nuestra cultura encuentra su aniquilamiento justo por el sendero que transita para evitar su destino, de la misma manera en que Edipo lo encuentra. ¿O es que en realidad occidente mismo no supo leer correctamente la tragedia y guardar prudencia?

De tal manera el pensamiento se paraliza y no encuentra más propuestas y caminos. Cioran pensaba que el único camino es el de la barbarie, sobre todo la de los nuevos pueblos que quieren tomar el mando del mundo. No hay razón digna de lucidez en su proceder nos diría, pero digno sería quizá su ingenuo ímpetu de jovialidad que los impulsa a ser protagonistas de la historia.

El poeta rumano, como vitalista que es, encuentra consuelo en el nuevo renacer del ciclo pues la vida misma y la fuerza se perpetuan. Mi pregunta es: ¿Tienen nuestros pueblos latinoamericanos que asumirse dentro de este espíritu trágico de occidente? si deciden hacerlo ¿cómo piensan evitar a la tragedia?

martes, 14 de diciembre de 2010

El Gran Circo


Un circo. Un gran circo es el universo humano: intérpretes y espectadores; bufones y esclavos visuales; seres bizarros y seres adictos a la curiosidad; actos embaucadores y muchedumbre crédula hasta el hastío; fantoches que viven de la degradación ajena y mediocres que aprueban y celebran la inmundicia; espejismos que, gracias a la pericia de los ejecutantes, adquieren una aureola axiomática y real. Un circo cuyos protagonistas, amotinados en una carpa, confieren a la ejecución de diligencias sobreimpuestas la trascendencia de su existencia.

La sola idea de formar parte de este espectáculo grotesco me enferma. A pesar de mis reiteradas tentativas de escape, no logro eludir nunca mi condición de parte integrante. Además, el escape no es un acto que se efectúe una única vez y arroje el resultado deseado: aquel de conseguir salir de un lugar en que se está encerrado. El único escape es escapar, escaparse, vivir escapando, continuamente escapar: es una sucesión interminable.

Otra alternativa es resistir y luchar. Combatir ferozmente contra fuerzas inalterablemente antagónicas, contrarias. El mundo va en una dirección. Es un tren que marcha a gran velocidad y cuyo destino final es el despeñadero. Y es difícil mantenerse indiferente ante un futuro apreciablemente apocalíptico. Tomar conciencia del estado real de las cosas supone, por sí solo, combatir: pensar críticamente es luchar. Alguna vez advirtió don Carlos Marx: “Pero tanto más claro está lo que nos toca hacer actualmente: criticar sin contemplaciones todo lo que existe; sin contemplaciones en el sentido de que la crítica no se asuste ni de sus consecuencias ni de entrar en conflicto con los poderes establecidos”.

Sin embargo, el acto de dudar y cuestionar presupone apasionamiento. Y nadie puede objetar que la pasión ha cosechado fracasos a granel. La pasión, como el odio y el amor, se cultiva rutinariamente. De lo contrario, se olvida la fuente de la devoción.

Curiosamente la revolución científica trajo consigo una modalidad más avanzada y sofisticada de parálisis sensorial e intelectual. Nos liberamos de una camisa de fuerza –religión– solo para ajustarnos otra más férrea y asfixiante: la de la razón irracional.

Compártole, lector, una observación, a mi juicio, poderosísima: “Así que el hombre no se liberó de la religión; obtuvo la libertad de religión. No se liberó de la propiedad; obtuvo la libertad de propiedad. No se liberó del egoísmo de los negocios; obtuvo la libertad en ellos” (Marx).

Tristemente este es un axioma que la mayoría ignora u omite, no obstante su inexcusable complicidad.

En fin, todo lo consume la maldita soledad. Esa soledad que emana de la indisposición de participar en y del circo. Esa soledad inconfundible que solo quien observa de lejos y divisa la patología humana consigue experimentar y sufrir. Esa soledad que nadie mejor que don Carlos Bukowski, cuya poesía es una apoteosis de la soledad, supo expresar y desafiar: “Preferiría morir antes que llorar…/ Cuelgo mi cabeza contra el refrigerador blanco/ Y quiero gritar como el último llanto de la vida para siempre, pero/ Yo soy más grande que las montañas”.

Si bien es cierto que el gran circo amaga con desaparecer y dejar nada tras de sí, también lo es que uno nunca debe claudicar, pues semejante capitulación implica una muerte anticipada. “Muerte Puta” dice el poeta.

En su inmortal discurso, “I have a dream”, Martin Luther King hizo un soberbio pronunciamiento: “Si estuviera seguro que mañana estalla el mundo, yo hoy igual plantaría mi manzano".